Edward Hopper UN GRAN PINTOR ENTRE LA SOLEDAD Y EL SILENCIO

Edward Hopper: el pintor de la soledad 
Edward Hopper: el pintor de la soledad
Tal vez el nombre de Edward Hopper sea desconocido para la gran mayoría, pero seguro que alguna de sus obras sí que sonarán cuando se vean. Aunque sólo sea porque Hopper es uno de los grandes pintores americanos de inicios del siglo XX, y son muchas las películas, series o incluso obras de ficción que han sido inspiradas por sus cuadros. Y es que las obras de Hopper son una clara representación de una época en que la sociedad americana empezaba a despertar y tener en mente ese gran sueño americano, pero también de otros años donde la Gran Depresión no fue tan benévola con el “American Way of Life”.
Hopper es uno de esos pintores que tuvo la suerte de nacer en un momento muy concreto, donde todo lo que le rodeaba sirvió como inspiración constante de su obra. Nació en 1882 en Nueva York, ciudad de la que nunca emigró, si bien sí que tuvo ocasión de viajar a Europa para conocer a los grandes paisajistas europeos, incluyendo los impresionistas que llevaban ya unas décadas asombrando al mundo con su nueva forma de dibujar los campos y ciudades de Europa.
Edward Hopper: el pintor de la soledad “Casa junto a la vía del tren” (1925)
Aunque Edward Hopper también hizo retratos, y durante años se dedicó profesionalmente a la ilustración comercial, sin duda era el paisaje el campo donde más cómodo se sentía. Algo que no sorprende si tenemos en cuenta que precisamente los pintores americanos han asombrado al resto del mundo por sus paisajes.

Los paisajes americanos: antes y después

Puede parecer sorprendente viniendo del mismo país que vio nacer a artistas como Warholl, Pollock o Keith Hearing, y donde los paisajes no aparecen por ningún lado, pero lo cierto es que los norteamericanos han destacado a la hora de hacer paisajes, hasta el punto de ser considerados uno de los grandes pioneros en esta materia, casi desde el mismo momento en que se creó la nación.
Para entender esto, solo hay que pensar un poco en la mentalidad de los primeros colonos americanos: Los famosos peregrinos que a bordo del Mayflower desembarcaron en una tierra con la esperanza de poblar la nueva tierra prometida. Y sin duda fue eso lo que creyeron ver cuando encontraron esas gigantescas extensiones de tierra virgen, que bien parecía haber sido creada por un ser todopoderoso… Algo que sin duda fue fácilmente asumido por personas tan creyentes como los puritanos ingleses que desembarcaron desde Plymouth, buscando crear en el nuevo continente una nueva Jerusalén, alejada de la reforma que se estaba viviendo en su Inglaterra natal con los protestantes y reformistas.
Edward Hopper: el pintor de la soledad Obra del grupo de artistas conocidos como la “Escuela del río Hudson”, de mediados del s.XIX, caracterizada por las grandes proporciones de los cuadros, el gran detallismo y la luz que baña el paisaje, dándole un toque romántico y místico.
Por tanto, desde el mismo inicio de la llegada de los primeros norteamericanos propiamente dichos, ya había un interés por parte de los pintores de crear paisajes, cuanto más grandiosos mejor, y que no decreció con el tiempo. Solo evolucionó, acorde al propio desarrollo de la nación.
Precisamente Hopper es uno de los pintores cuyos paisajes evolucionaron con la sociedad americana. Sus paisajes se engloban dentro del realismo propio de la época de los años veinte, convirtiéndose en uno de los principales ejemplos de este estilo, donde los grandes paisajes vírgenes se sustituyen por ciudades y carreteras que empiezan a crecer a lo largo y ancho del territorio americano.

La llegada de la crisis y el paisaje como estudio sociológico

Dentro del realismo que imperaba en la década de los 30 y 40 del siglo XX, Hopper destaca por introducir unos elementos propios que lo engloban dentro del que podría llamarse “realismo sucio” y que tantos otros ejemplos ha traído dentro de la literatura o el cine americano. Esto es, un realismo que, pudiendo elegir cualquier escenario que retratar, escoge lugares y situaciones tal vez menos atractivas, pero que sin duda reflejan mejor la mentalidad o la situación que se está viviendo en esos momentos.
Edward Hopper: el pintor de la soledad “Gasolina” (1940)
Por ello, en vez de representar un paisaje verde y hermoso, Edward Hopper prefiere retratar fábricas abandonadas o gasolineras vacías, como consecuencia de la crisis económica que llevó a la ruina muchos de los núcleos urbanos que habían florecido pocos años atrás.
Fue la crisis económica, el famoso crack de la bolsa del año 29, el que marcó un antes y un después en la obra de Hopper. Pero fue en un momento en el que el artista americano ya había alcanzado la fama, con lo que ya no tenía riesgo de perder clientela en el caso de que quisiera alejarse del estilo establecido… Que fue precisamente lo que hizo.
Edward Hopper: el pintor de la soledad     Edward Hopper: el pintor de la soledad
“Patio de butacas: segunda fila a la derecha” (1927) y “The Sheridan Theatre” (1937) Las dos obras tienen representan uno de de los escenarios predilectos de Hopper: el teatro. Ya sea en el palco, sentadas en las butacas o esperando en los pasillos, sus protagonistas son siempre mujeres que están solas y adoptan una pose pensativa, bien leyendo u observando el vacío, que refleja de una manera increíblemente sencilla esa soledad y melancolía de la que Hopper es el maestro.
Así, la obra de Hopper empezó a caracterizarse por retratar la sociedad americana que, por muy próspera que hubiera sido (y que volvería a ser en poco tiempo), no dejaba de estar también formada por personas solitarias que trataban de alcanzar sus sueños, pero que no siempre lo conseguían.

La soledad en las obras de Hopper

Es esa soledad lo que más atrae de las obras de Hopper y lo que aporta cierto toque melancólico que es difícil que pase desapercibido. Los admiradores de sus obras dirán que es justo ese toque melancólico lo que más les gusta de sus cuadros, pues da la sensación de que el cuadro está contando una historia del que cada uno puede sacar un argumento propio, como ocurre con el famoso “Noctámbulos”, del que tantas versiones se han hecho.
Edward Hopper: el pintor de la soledad “Noctámbulos” (1942): Todo en la obra refleja esa soledad del americano característica de Hopper. Desde el mismo título al escenario y los clientes del bar, que pese a estar en compañía no hablan los unos con los otros sino que cada uno está en su propio mundo, siendo más evidente así la soledad.
Sin embargo, para muchos esa soledad y melancolía que se respira en los cuador de Hopper resulta incluso angustiosa, pues no hace otra cosa que dejar patente lo solo y perdido que está el hombre en el mundo que lo rodea. Ejemplo de ellos lo tenemos en las conocidas obras “el teatro”, donde uno no puede evitar preguntarse qué habrá pasado para que esa mujer esté tan sola, pero que resulta aún más evidente en los casos en los que ni siquiera aparecen personas. Tan sólo casas y carreteras vacías, que dan al ambiente un aspecto de lo más fantasmagórico. No en vano fue una casa de Hopper, la “Casa junto a la vía de tren”, la que inspiró a Hitchcock para crear su famosa casa de Psicosis.

Las habitaciones de hotel: Protagonistas indiscutibles en Hopper

Se podría hacer una exposición solo con los cuadros que Edward Hopper pintó con habitaciones de hotel. Se entiende que estas eran de los escenarios predilectos del autor por un sin fin de motivos: Por un lado, es un ejemplo perfecto de esa sociedad que está evolucionando y donde viajar a otros lugares es cada vez más común para el ciudadano medio, gracias al desarrollo del transporte y las comunicaciones.
Pero junto a ello, las habitaciones de hotel son el escenario de un sin fin de historias, algunas alegres y otras tristes, donde es muy común encontrar a ese viajero que en un momento dado se encuentra descansando, y de paso meditando sobre lo que sea que le ha llevado a ese lugar en concreto. Un lugar donde la soledad, la melancolía y el captar el momento preciso se convinan de un modo increíble.
Edward Hopper: el pintor de la soledad “Habitación de hotel” (1931): De la mujer apenas se ve el rostro, pero a cambio vemos un sin fin de detalles que crean un escenario propicio para cualquier historia. La maleta sin deshacer, la carta que tiene entre las manos pero que no está leyendo, o el hecho de que la cama esté hecha. Detalles que pueden hablar de una despedida, de una próxima reunión o incluso un viaje al pasado en un momento del viaje… Con los cuadros de Hopper, hay tantas historias posibles como espectadores que las observan.
Edward Hopper: el pintor de la soledad “Digresión filosófica” (1959): Con esta obra sorprende no solo el título, que ya indica que nos encontramos ante una escena en la que ocurren más cosas de las que parecen en un primer momento, sino sobre todo sus protagonistas. Como novedad dentro de sus obras que tienen habitaciones de hotel como escenario, esta vez no aparece una única mujer mirando por la ventana o simplemente ensimismada. A la contra, esta vez la mujer está tumbada, probablemente dormida, y es el hombre que está a su lado lo que otorga mayor soledad al conjunto, ya que pese a estar los dos juntos y en la misma cama, cada uno parace estar a kilómetros de distancia del otro.

Las influencias de Hoper: de Degas a la fotografía y el cine

Edward Hopper tuvo la ocasión de conocer de primera mano la obra de los grandes paisajistas y retratistas de todos los tiempos, siendo Rembrandt y Manet sus principales inspiraciones. Pero junto a los pintores más tradicionales, también se dejó influenciar por las técnicas de retrato del momento: Esto es, la fotografía y el cine.
La influencia de la fotografía en la pintura no es ni mucho menos nada nuevo en el mundo del arte, pues ya pudo verse en otros artistas de renombre como Degas. Él fue el pionero a la hora de representar a personas cortadas por la mitad, como si hubieran sido fotografiadas en un instante y el movimiento les hubiera impedido encuadrar a la persona retratada.
Edward Hopper: el pintor de la soledad “Escuela de Ballet” (1874): Aunque hoy estemos acostumbrados a ver imágenes de este tipo, en la época en que fue pintado este cuadro supuso toda una revolución (y rechazo) que se vieran bailarinas cortadas por la mitad o de las que solo se veían sus piernas. Degas utilizaba este encuadre para presentar un momento único que quedaba atrapado por el pincel, al igual que se empezaba a ver con las cámaras de fotos.
En el caso de Hopper pasaba esto mismo, en tanto que la fotografía y el cine le inspiró a la hora de crear encuadres distintos a la norma, y donde el protagonista del cuadro (ya sea una persona o un edificio), no tenía por qué aparecer en el centro mismo de la escena.
Pero con Hopper esta técnica no parece buscar la originalidad del encuadre, sino que lo que busca es ahondar en esa idea de soledad del ser humano en la ciudad y el mundo que le ha tocado vivir, y donde nadie (ni siquiera el pintor que lo está representando) es capaz de darle un lugar principal.
Edward Hopper: el pintor de la soledad “Habitación en Nueva York” (1932)
Abundan así las mujeres que parecen ser espiadas por la mirilla de una puerta o a través de una ventana, y que siempre están solas y pensativas, o acompañadas pero sin que esa otra persona les haga el menor caso, lo que lo hace todo insoportablemente más dramático y melancólico.

Un Hopper más alegre y colorido

Aunque las obras que he comentado son de las más conocidas de Hopper, no son ni mucho menos las únicas de su registro. Junto a retratos en los que también destacó gracias a su forma de pintar expresionista, las marinas fueron su otro gran tema recurrente.
Edward Hopper: el pintor de la soledad “The long leg” (1930)
De estas marinas, donde destacan los barcos en mitad del mar o faros que se observan a lo lejos, se observa rápidamente una diferente perspectiva con respecto a sus obras de “realismo sucio”. Aquí no es tan evidente esa melancolía y soledad, pese a que sigan sin aparecer grupos de personas, y sobre todo destaca un azul vivo que otorga a todo el conjunto mucha más vida que la que es visible en el resto de sus obras.
Cierto que se observa poca variedad en sus marinas, tal vez consecuencia de que estas obras se pintaron siempre en Cape Cod, donde Hopper veraneó prácticamente toda su vida, pero al menos ofrecen un poco más de color y aire que el resto de su obra.

Más info

Aunque Hopper ha inspirado muchas escenas de películas, sin duda es “Shirley: Visiones de una realidad” la película por antonomasia en este sentido. Inaugurada en el 2013, la cinta está inspirada íntegramente en 13 cuadros de Edward Hopper, así como en la idea que el pintor quería mostrar en sus obras, al narrar la historia de una mujer, Shirley, que no acepta la realidad de la época que le ha tocado vivir, entre los años 30 y 60 del s.XX.
Os dejo el trailer por si os llama la atención.







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