El nuevo pequeño gran libro de la ignorancia

Publicado el 1 de marzo de 2013 


Después de haber leído el libro El pequeño gran libro de la ignorancia, si había otro, también tenía que caer, a ver si me enteraba de cosas nuevas. Y he de decir que es tan bueno como el primero. He de reconocer que un servidor se queda perplejo ante tal alud de conocimientos que se pueden adquirir en estos pequeños pero grandes libros. Os lo resumo, a ver si os pica la curiosidad de leerlo también.

En esta segunda entrega los autores nos informan de que la sustancia más dura conocida ya no es el diamante, sino el los Agregados de Nanobarras de Diamante (ADNR); que los diamantes no son para siempre, pues se transforman lentamente en grafito (no os preocupéis, el proceso es tan lento que no lo notaréis); que la sustancia más extraña conocida es el agua (sí, la fama de la molécula no implica sencillez de comportamiento); de cómo un niño de 13 años hizo descubrió que lo caliente congela antes que lo frío; que fue el mismo Huygens descubridor de Titán quien construyó el primer reloj de péndulo y nos enseñó lo que era la fuerza centrífuga, entre otras cosas; que el agua más salada del planeta no está en el Mar Muerto, sino en el valle Don Juan, en los valles secos del noreste de la Antártida; que son precisamente esos valles el punto más seco y frío del planeta (resulta asombroso que haya agua allí y no es por lluvia, sino que ha ido ascendiendo desde el subsuelo a medida que la capa superior se va evaporando); que el origen de los minerales son la vida en la Tierra, tanto que si encontráramos ciertos minerales en otro planeta tendríamos que mirar mucho de dónde han salido.
¿Recordáis la pregunta de qué fue primero, si el huevo o la gallina? Pues tiene respuesta: el huevo (fin de la discusión); también nos dice que no fue hasta 1870 que se estableció que un embrión era consecuencia de la unión de un espermatozoide y un óvulo; que los peces no existen (y así lo dice la Enciclopedia de Oxford de la vida submarina) y que es un concepto que se aplica a casi cualquier cosa que se mueve en el agua (de hecho, en el siglo XVI se llamaba pez a focas, ballenas cocodrilos e hipopótamos); que los tiburones pueden detectar sangre en una concentración de un a parte por 25 millones, lo que equivale a una gota en un tanque de 9000 litros de capacidad; que Darwin no se fijó en los pinzones para deducir su Teoría de la Evolución (ni si quiera los cita en sus diarios de a bordo), sino en los sinsontes; que si quieres descubrir especies nuevas no hace falta que vayas muy lejos si tienes un jardín, como demostró la ecóloga Jennifer Owen en 1972; que existe un escarabajo cuyas patas se parecen a un bíceps humano hiperdesarrollado y se llama Agra schwarzeneggeri (¿os suena?); que el pájaro más anciano que se haya visto nunca fue en 2002, pues un ornitólogo lo había anillado en 1957 (se cree que con esa longevidad voló unos 8 millones de km); que la rata negra no consta en ninguna lista de animales en peligro de extinción, seguramente porque es una rata; que cómo la Sociedad Linneana pidió perdón cien años después a Beatrix Potter, una extraordinaria mujer que había afirmado que los líquenes son una asociación de algas y hongos y ni siquiera le habían dejado leer su tesis por ser mujer; que en total, en nuestras vidas debemos pasar unos 5 años durmiendo (posible error de un servidor: ver comentario),
Bueno, y la cosa sigua así página a página pues uno se entera de que el animal que más vidas ha salvado es el cangrejo herradura, pues se utiliza un extracto de su sangre, el LAL, para probar fármacos y vacunas; de que no todo el mundo se lava las manos después de ir al baño, así que ojo con quién chocamos la mano; de que el miedo a las alturas no es vértigo, que es una enfermedad médica, sino acrofobia (el vértigo no tiene por qué darse en las alturas), pero la fobia más extendida es hablar en público; de que los huesos de las narices humanas contienen trazas de magnetita, tal y como en algunas aves lo tienen en el cerebro, lo que sugiere que alguna vez dispusimos de “magnetocepción”; de que algunas serpientes se tiran pedos que suenan prácticamente igual que los humanos, pero más malolientes… todavía; de que una semifinal de la Copa de Europa de fútbol de 1968 acabó en empate y se decidió tirando una moneda al aire, así como algunas elecciones (municipales británicas de 2010) se decidió el ganador sacando la carta más alta de un mazo; de que Isaac Newton salía disfrazado para recoger pruebas en tabernas y burdeles de la circulación de monedas falsas.
Pero hay más. Podemos aprender que al inventor del radar para detectar la velocidad de los coches (Maurice Gatsonides) le encanta la velocidad y tiene multas por ello; enterarnos de que en 1997 se reintrodujeron los trajes con rayas a los presos, cosa que ya se había hecho a principios del siglo XIX para distinguir a los presos de los funcionarios; de que los ojos vibran constantemente, con movimientos llamados microsacádicos, y que sin esos movimientos estaríamos ciegos; de que el Sol, en cuanto vemos que ha tocado el horizonte, en realidad ya se ha puesto (lo vemos por un efecto óptico); de que si gritáramos en Marte, a lo “Desafío total”, nuestros gritos no se oirían más allá de 15 metros ya que la densidad de su atmósfera es un 1% la de nuestro planeta; de que cuando los primeros europeos llegaron a Groenlandia se quedaron asombrados al ver que los inuit nativos habían desprendido trozos de metal de un meteorito sirviéndose de piedras volcánicas para hacerse cuchillos; de que la Tierra de Marie Byrd es un punto tan remoto (al oeste de la Antártida) que ningun gobierno la quiere, al igual que el territorio africano de Bir Tawil, mientras que las islas de Spratly son los cuatro kilómetros cuadrados más reclamados de la tierra, disputada por 6 países; de que Cleopatra no era egipcia, sino griega; de que las prostitutas romanas debían llevar por ley una peluca amarilla y que cuando dejaron de llevarse por esa causa la Iglesia las prohibió; de que en la Ciudad del Vaticano se pueden tener relaciones sexuales legalmente con un niño o una niña de doce años (edad más baja de un país europeo); de que es Francia y no Inglaterra ha sido la mayor potencia militar europea (muchos términos vienen del francés); de que fueron los franceses y no los ingleses los que quemaron a Juana de Arco con 19 años y la acusación mayor fue vestirse de hombre, al menos así lo vio Pierre Cauchon, obispo de Beauvais; de que Mussolini intentó enderezar la torre de Pisa, inclinándola más; de que llamar Holanda a los Países Bajos es como llamar Inglaterra a Gran Bretaña; de que es Tokio y no París le ciudad que tiene más estrellas Michelin del mundo; de que fue Albert Sequin y no Nadia Comaneci el primer gimnasta en la historia en obtener una calificación de 10 en unos Juegos Olímpicos; de que en una maratón un atleta se detuvo a los 30 kilómetros y no se despertó hasta el día siguiente y que a los 76 años de edad le invitaron a volver a la ciudad y finalizarla (su tiempo de carrera fue, por tanto, de 54 años); de que en el fútbol americano los corrillos se hicieron primeramente porque había un equipo de sordos capaces de leer los labios a los adversarios; de que el idioma de sordos es más universal que cualquiera de otras lenguas (Thomas Gallaudet se basó en los signos que había aprendido en Francia).
Y podemos también tener conocimiento de que el bambú tiene tan poco valor nutritivo que los pandas deben estar comiendo durante 12 horas al día y que en China hay una especie de esa planta que crece un metro diario; de que el gen(el error ha sido mío) cromosoma Y que determina que un ser humano sea varón ha perdido 1.393 de sus 1.438 genes durante los últimos 300 millones de años, por lo que, como dice el genetista Steve Jones, las mujeres son genéticamente más parecidas a los chimpancés que los hombres; de que lo de las Edades del Broce, Hierro y Piedra no son más que un invento de Christian Jürgensen Thombsen (1788-1865) y que es bastante tosca; de que sobre todo para las mujeres ingerir una onza de chocolate negro provoca una mayor aceleración cardiaca y durante más tiempo que un beso apasionado; de que en el siglo XIX atribuían a los supuestos efectos soporíferos de la patata la degeneración y la holgazanería de los irlandeses; de que beber un exceso de agua puede ser letal y se llama hiponatremia; de que, contra lo que creen muchos, el alcohol no tiene efecto sobre los antibióticos (ojo, no todos los antibióticos; algunos sí); de que existen donantes de corazón… vivos; de que debido a estas operaciones anteriores tuvo que redefinirse la definición legal de “muerte”, que hasta 1970, en Gran Bretaña, había sido la parada cardiaca; de que al mamífero más pequeño de la Tierra, la musaraña etrusca (Suncus etruscus), el corazón le late a una media de 835 latidos por minuto; de que las efímeras adultas no comen nunca, sino que sólo les interesa el sexo, lo hacen en pleno vuelo y, en cuanto finaliza, el macho cae al agua muerto; de que los gusanos de seda no son gusanos, sino orugas; de que a Atila se le enterró en un lujoso ataúd de pared triple —cada pared tenía una capa de hierro, plata y oro—, y el espacio entre pared y pared se llenó de joyas; de que eso de los cuatro sabores en diferentes zonas de la lengua no es cierto, pero que se creyó durante 73 años y fue producto de una mala traducción; de que crujirse los nudillos no provoca artritis; de que las campanas que llevaban los leprosos eran para atraer a la gente y no alejarla.
Y, como decía Súper Ratón, “no se vayan todavía, aún hay más”. Nos enteramos de que una enseñanza infalible de un Papa no puede ser contradicha por otra infalible posterior y que si el “Ordinatio Sacerdotalis” dicho por Juan Pablo II es infalible, los sacerdotes católicos han de ser hombres, y si alguno autoriza el sacerdocio femenino quedará automáticamente excomulgado; de que el último rey que murió en combate allá por el 1485 fue Ricardo III; de que tanto Al Capone como Dick Turpin fueron pillados por su caligrafía; de cómo nació la Coca Cola; de que Mary Shelley tenía sólo 18 años cuando escribió Frankenstein; de cómo los occidentales civilizados sacaban a los aborígenes de ciertos lugares para acciones tan solidarias como probar bombas atómicas; de que la causa de la entrada en la Primera Guerra Mundial por parte de los EEUU no fue el hundimiento del Lusitania; de que el primer programa radiofónico que convenció a los oyentes de que se acercaba el fin del mundo no fue el de Orson Wells, sino el padre Ronald Knox; de que Walt Disney fue el director más galardonado con un total de 26 Oscars; de que aunque en 2002 se construyó la primera máquina diseñada por Babbage, en 1900 se descubrió un artefacto oxidado en la isla griega de Anticitera y que era un mecanismo de 2000 años de antigüedad capaz de predecir fenómenos astronómicos con una precisión asombrosa; de que en 2007 unos balleneros de Alaska mataron una ballena boreal que tenía una punta de arpón explosivo de 1880 clavada en la grasa, lo que significa que tenía 130 años cuando murió; de que el sello más valioso se vendió en una subasta en Zurich en 1996 por 2,88 millones de dólares y posteriormente en 2010 en Ginebra por un precio que se ha mantenido en secreto; de que el sello más raro conocido tiene como propietario a John Du Pont, heredero del imperio Du Pont y que cumple cadena perpetua por asesinato; de que el primer buzón instalado fue en 1852 de color verde oliva, pero como tanta gente se quejó de que se chocaban, decidieron pintarlos de rojo; de que la séptima pandemia de cólera estalló en 1961 y sigue activa hoy día después de haberse extendido por Asia, Europa y África, y que en 1991 llegó a Latinoamérica donde había desparecido hacía más de un siglo.
Y creedme, me he dejado muchas cosas en el tintero. Las suficientes como para recomendaros leer el libro.
Título: “El nuevo pequeño gran libro de la ignorancia”
Autores: John Lloyd y John Mitchinson

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