El Ocaso del Imperio: Ryszard Kapuściński


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Moscú, 1990-1991. Monumento a Yuri Gagarin
Recorrí más de 60.000 kilómetros atravesando la URSS, desde Brest hasta Magadán y desde el círculo polar hasta la frontera con Irán y Afganistán; visité todas y cada una de las repúblicas de la Unión. Viví inviernos muy crudos y veranos calurosos, condiciones en las que la mera supervivencia física suponía un problema. En algunas ocasiones estuve a punto de hundirme, y regresaba a mi país, aunque luego volvía a reanudar el viaje.-  Ryszard Kapuściński
En su libro “El Imperio” (1993), Kapuściński – periodista, historiador y ensayista polaco – narra la que fue su relación vital con la Unión Soviética, que invadió su Polonia natal cuando aún era niño al terminar la Segunda Guerra Mundial, la misma que años después sería objeto de sus investigaciones y viajes antes y después de la caída del Telón de Acero. A medio camino entre el reportaje y el relato de viajes, el propio autor admitía poco después de la publicación de este peculiar libro que le fue muy difícil abarcar la enorme amplitud temática del mismo, y a ésta se le tiene que sumar el hecho crucial que supuso la desintegración del gran leviatán soviético en decenas de pequeñas repúblicas en transformación casi continua desde la caída del muro.
Huelga decir que uno de los objetivos principales del periodista e historiador polaco era superar el estereotipo que constreñía las miras de occidente limitándolo a contemplar la URSS desde una perspectiva únicamente moscovita. Lo que Ryszard Kapuściński pretendió des de un principio fue mostrar el ocaso del gran imperio en toda su dimensión geográfica y cultural.
Este ocaso, que da título a la muestra que hoy nos ocupa (El Ocaso del Imperio), es una pista para situar cronológicamente las imágenes que aquí encontraremos, salidas del archivo privado del autor polaco, todas fechadas entre 1989 y 1991. Esto es, el período de desintegración de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas después de la caída del Muro de Berlín el 9 de noviembre de 1989.

Ucrania, 1991. Las pintadas dicen “Fin del leninismo” y “¿Dónde están nuestras casas, hospitales y escuelas?”
Largamente ha sido discutido el papel de la fotografía dentro del ámbito artístico: ¿dónde acaba lo documental y empieza lo artístico? Y el silencio se hizo. Alguien podría contestar que la artisticidad se encuentra en la intención del creador, pero ¿acaso no eran meros artesanos los escultores del medioevo y sin embargo sus obras son sin duda arte? En el caso que nos ocupa hoy nos situamos en esta difusa zona fronteriza en la que un testigo de una época puede devenir una obra con valor artístico contemporáneo puesto que el arte en la actualidad no ha de suponer algo bello o complaciente: en la actualidad el arte debería proponer al espectador un replantearse sus valores éticos, estéticos e incluso políticos.
En esta línea, una fotografía de un monumento soviético a Yuri Gagarin decadente en Moscú – símbolo de la potencia soviética en la carrera espacial – o  las pintadas sobre una gran efigie de Lenin en Ucrania proclamando el fin del leninismo tienen un significado claro y distinto en su momento histórico; sin embargo, en el momento histórico actual, con la creciente tensión en Europa del Este – principalmente en la misma Ucrania – estas imágenes adquieren una nueva condición, una condición que devuelve a estas obras al público dotándolas de un nuevo significado en clave estrictamente contemporánea.
También es necesario tener en mente que, además de ser una perfecta reflexión sobre la actualidad política europea, esta muestra es también parte de una serie de actos conmemorativos, puesto que este noviembre se  celebrará un cuarto de siglo de la caída del telón de acero. Estos veinticinco años, sin embargo, constatan que el tiempo fluye muy caprichosamente, y mientras algunas de las antiguas repúblicas soviéticas se sienten plenamente autónomas, otras están aún ancladas a la gran “madre” Rusia. Esto nos puede llevar a hablar de un postcolonialismo soviético, que ha dejado en el este de Europa profundas heridas y cicatrices que – como se está viendo hoy día – tardarán aún en sanar.
El contemporáneo es aquel capaz de escribir mojando su pluma en la penumbra del presente, nos decía Agamben, y como seres contemporáneos es nuestro deber el hacer hincapié en estas penumbras. La altiva y pétrea mirada de Lenin en su pintarrajeado monumento ucraniano expresa casi con cinismo el curso del tiempo: lo que antaño fue un enaltecimiento al régimen comunista, se hallaba a la caída de la URSS colmado de mensajes reivindicativos y de rechazo. Pero, ¿en qué estado estará hoy dicho monumento? La oscuridad de una pseudo guerra civil se cierne sobre Ucrania y la antes omnipotente Rusia reclama su parte del pastel en vistas de un giro hacia occidente de esta ex república soviética. ¿De qué lado estarán las pintadas a los pies del líder de la Revolución del Octubre Rojo?
Lo que podemos afirmar con vehemencia es que testigos como el de Ryszard Kapuściński nos confirman que el presente siempre es convulso para el que lo vive en sus carnes, y la naturalidad con la que vemos el desmembramiento de la Unión Soviética quizá será la misma con la que veamos en un cuarto de siglo lo que hoy día acontece en Europa del este. Quizá entonces lo podamos entender gracias a testigos como el del autor polaco que hoy nos ha ocupado y que estará disponible hasta finales de noviembre en Barcelona.
Moscú, 1991. Manifestación después del golpe de estado frustrado de Ianaiev
Moscú, 1991. Manifestación después del golpe de estado frustrado de Ianaiev
San Petersburgo, 1990-1991. Mítin delante del Palacio de Invierno.
San Petersburgo, 1990-1991. Mítin delante del Palacio de Invierno.

Moscú, 1990-1991. Manifestación junto al parque Gorki.
Moscú, 1990-1991. Manifestación junto al parque Gorki.
Moscú. Manifestación después del golpe de estado frustrado de 1991. Dos militares (uno de alta graduación), un cosaco y un pope llevando el retrato del último zar de Rusia, Nicolás II.
Moscú. Manifestación después del golpe de estado frustrado de 1991. Dos militares (uno de alta graduación), un cosaco y un pope llevando el retrato del último zar de Rusia, Nicolás II.
Moscú, 25.08.1991. De camino a la manifestación, portando retratos de Ilia Krichevski, abatido de un tiro cinco días antes.
Moscú, 25.08.1991. De camino a la manifestación, portando retratos de Ilia Krichevski, abatido de un tiro cinco días antes.

Moscú, bulevard Zúbovski, 1990. Esperando el paso de los casi 300.000 participantes en una de les manifestaciones más grandes de la oposición democrática.
Moscú, bulevard Zúbovski, 1990. Esperando el paso de los
casi 300.000 participantes en una de les manifestaciones más grandes de la oposición democrática.



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