El conocimiento ha existido y ha acompañado al hombre desde su aparición. Sin embargo es ahora, muchos milenios después, cuando se habla de la «sociedad del conocimiento». ¿Por qué? La respuesta la podemos encontrar, quizás en Peter Drucker, quien comenta que antes de nuestra era el conocimiento se aplicaba al «ser» tanto en el occidente con Platón y Sócrates como en el oriente con los monjes del Taoísmo y del Zen.
De acuerdo a este autor la primera Revolución del conocimiento se origina alrededor de 1700, cuando el conocimiento se aplicar al «hacer» y se inicia la Revolución Industrial. Después surgirán otras dos revoluciones. En 1881 la «revolución de la productividad», cuando Taylor aplica el conocimiento para mejorar el método de trabajo. A partir de entonces se inició un crecimiento del 3,5 al 4% anual, para duplicar la producción cada 18 años -ya se ha multiplicado por más 50 veces desde entonces-.
Actualmente estamos en medio de la tercera Revolución del Conocimiento. Peter Drucker la llama «La revolución de la dirección de empresas». Sin embargo, muchos otros autores identifican a esta época como «La era del conocimiento». Entre otras características, dos son fundamentales.
La primera es que el conocimiento se ha convertido en un nuevo factor de producción. El trabajo basado en conocimiento desplaza al manual (en 1881, nueve de cada diez trabajadores realizaban trabajo manual; para el 2010 será uno de cada diez). La actividad agrícola, que era la única para el 98% de la población del siglo XVIII, pasó a serlo para menos del dos por ciento a finales del siglo XX.
En cuanto a la segunda característica, el valor de los intangibles de las empresas crece sin cesar (en 2003 la inversión en intangibles igualó la de tangibles en Estados Unidos). Estos activos ayudan a desarrollar nuevos mercados, introducir productos innovadores, y a movilizar las competencias de los empleados.
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