Llegó el fin de la globalización, ¿qué hacer ahora?

Según el economista irlandés Michael O'Sullivan el futuro es la multipolaridad.

Los Levellers conformaron un movimiento importante de la historia de Gran Bretaña, que en la guerra civil del siglo XVII participó en debates sobre la democracia. Se oponían a otro grupo conocido como Grandees, la clase poderosa con mayoría en el parlamento. Los Levellers consiguieron sacar adelante el llamado Acuerdo del Pueblo, una serie de manifiestos precursores de este sistema político.
Por lo anterior, no es coincidencia que el economista Michael O‘Sullivan haya titulado su libro The levelling. Según él, el mundo de hoy se encuentra en un momento histórico en el que se vislumbran dos acercamientos a la vida pública. Por un lado están los países con ideas democráticas basados en la economía de mercado y, por el otro, aquellos con mayor presencia estatal en la sociedad y la economía. En su concepto existirían países ‘levellers‘, con libertades y derechos y países y estados ‘leviatán‘ con menos libertades, que controlan el crecimiento. Ambos deberán suscribir un acuerdo para conciliar sus diferencias de valores.
Pero eso es apenas parte de lo que propone este ex asesor del banco Credit Suisse y economista de la Universidad de Princenton en esta obra, cuyo subtítulo es ¿Qué viene después de la globalización? Para él la pregunta tiene validez porque cree que la globalización, al menos como la gente la ha conocido, está muerta.
Ante ese hecho hay dos opciones: un escenario peligroso en el que cabrían especulaciones estilo fin del mundo, situación que O‘Sullivan cree poco viable. "A pesar de los conflictos en el mar del sur de China, una batalla a gran escala entre este país y Estados Unidos es poco probable", dice. El otro escenario, que considera más factible, es un nuevo orden multipolar emergente, en el cual las instituciones bilaterales como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional tendrán poco protagonismo y tenderán a extinguirse, mientras los Estados-Nación se agruparán más por regiones con poder económico y cultural.
Para él, la Unión Europea, Estados Unidos, China y, potencialmente la India, serán los polos dominantes más probables. Cada una de ellos con visiones propias en las que ya empiezan a mostrarse características definidas plasmadas en hechos relevantes. Por ejemplo, las tensiones comerciales y los avances en tecnologías y sus retos legislativos y regulatorios, que profundizan la división del mundo en regiones.
Otros países como Rusia, Gran Bretaña, Australia y Japón tendrán que buscar su lugar en el mundo, mientras surgen nuevas coaliciones.
A su vez, el mundo multipolar tendrá dos grandes ejes, dice el autor. Uno, identificado por su poder en tamaño y en términos financieros y geopolíticos; y, el segundo, marcado por sus diferencias culturales y la forma diferente de hacer las cosas. Pero aclara: "La multipolaridad, donde las regiones hacen cosas diferentes, no se puede confundir con multilateralismo, donde los países trabajan en conjunto".
En este mundo multipolar habrá diferentes maneras de acercarse a la vida pública, que generarán profundos conflictos y controversias en temas como los derechos civiles de las personas o la idea de una sociedad abierta. También sobre la aceptación de vías menos democráticas para organizar la sociedad.
No todos coinciden con su visión del futuro; sin embargo, la crítica lo considera uno de los textos más interesantes escritos recientemente.

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