EE. UU. y China ponen en jaque la globalización con su batalla por la hegemonía mundial


«La economía no es lo que motiva a Trump»

Sostiene este doctor en Economía y experto en política internacional que tras la guerra comercial subyace un conflicto de mayor calado: la pugna por el liderazgo a nivel global para las próximas décadas. Es por eso, y no por la lógica económica, por lo que Washington le está apretando las clavijas a China



REDACCIÓN / LA VOZ 

Investigador principal del Instituto Elcano y profesor de la Universidad Autónoma de Madrid, Federico Steinberg trabajó como consultor en el Banco Mundial y, después, en la oficina ejecutiva del secretario general de la ONU en Nueva York. Es ese conocimiento acumulado del contexto internacional el que le permite afirmar que las amenazas que se ciernen sobre la globalización son un daño colateral. Y que a lo que está en juego, la disputa por el poder mundial, le quedan aún muchos capítulos por escribir.
-¿Está la globalización como fenómeno amenazada?
-No diría que la globalización en conjunto esté amenazada. Creo eso sí que en las próximas décadas ya no va a aumentar como en las pasadas en términos de comercio o inversión sobre el PIB y particularmente va a retroceder entre EE.UU. y China por la pugna que tienen. Pero también creo que gracias a la tecnología vamos a asistir a nuevas formas de globalización como el teletrabajo, por lo que diría que en algunos aspectos se detiene y en otros va a avanzar. Si la guerra comercial continúa probablemente veremos una mayor división en bloques, pero no veo un colapso de los intercambios comerciales porque al mismo tiempo que se produce la guerra comercial, China está firmando acuerdos con muchos países, la propia UE acaba de firmar con Japón y con Canadá, con Mercosur está a punto de terminar... O sea, que no es todo proteccionismo.

-¿No resulta en cierto modo una osadía y un peligro para la estabilidad económica, y por tanto social, poner piedras en el camino del libre comercio en un momento en el que las cadenas globales de valor están fuertemente indexadas?
-Desde una perspectiva española o europea esta guerra comercial es una mala idea, pero desde la perspectiva estadounidense, lo que está haciendo Washington es intentar debilitar a China antes de que sea demasiado fuerte. Lo que tenemos que ver entonces es que la lógica económica es inapelable, es decir, la guerra comercial no es una buena idea y no tiene sentido hacerlo además por la existencia de las cadenas globales de valor, pero es que hay que entender que las consideraciones económicas no son lo que motiva a la Administración Trump en la relación con China, sino que son consideraciones geoestratégicas donde ellos están dispuestos a sufrir daño económico a cambio de intentar forzar cambiar el modelo económico chino, algo que por cierto no creo que vayan a conseguir.
-Estas amenazas para la globalización serían pues un daño colateral, porque lo que subyace bajo este conflicto es la pugna por la hegemonía política y económica para las próximas décadas...
-Sí, así es. Para entender esta guerra entre China y Estados Unidos hay que verlo así. Para entender las disputas comerciales entre EE. UU. y la UE a lo mejor no. Lo que intenta Washington es reequilibrar un poco su balanza comercial con Europa, poder colocarle a sus fabricantes de coches que van a vender más en nuestros mercados... El tema de China es más bien geopolítico.

-¿En qué lugar queda Europa en un conflicto como este? ¿Tiene capacidad de presión para evitar salir perjudicada?
-Europa ha llegado un poco tarde a darse cuenta de que en esta guerra de dos podría jugar un papel. Pero para hacerlo hay que articular una serie de políticas comunes más sólidas relacionadas con la parte tecnológica, la industrial... En términos más comerciales creo que Europa está haciendo lo que debe, aunque quizás le falte algo más de empuje en el sentido de trazar alianzas comerciales con países con los que coincidimos en valores e intereses (Japón, Corea, Canadá, los latinoamericanos...) para intentar forjar una coalición de países que puedan poner sobre la mesa una reforma de la OMC que sea aceptable para China y EE.UU. Porque lo que está claro es que estos dos actores no van a reformar la OMC, si hay alguien que puede liderar esa reforma y hacer de punto intermedio es la UE. El problema es que no está acostumbrada a jugar este papel, por eso necesita cohesionarse más, hablar como una única voz...

-¿Cree que finalmente Estados Unidos y China llegarán a una entente cordial en sus disputas comerciales o hemos de acostumbrarnos a una dialéctica de conflicto de ahora en adelante?
-Creo que es lo que has dicho ahora. Vamos a tener que acostumbrarnos a una relación de altibajos que no se va a resolver definitivamente. A lo mejor hay acuerdos parciales, rebajas de la tensión, pero este tema no se va a resolver. China nunca va a acabar con el capitalismo de Estado y por tanto EE. UU. nunca va a estar satisfecho. Lo que sí es verdad es que después de Trump, en el 2020 o en el 2024, a lo mejor hay un liderazgo estadounidense un poco más diplomático, y eso en el caso de la UE nos interesaría mucho.
https://www.lavozdegalicia.es/noticia/mercados/2019/05/19/economia-motiva-trump/0003_201905SM19P2992.htm

EE. UU. y China ponen en jaque la globalización con su batalla por la hegemonía mundial

La guerra comercial entre ambas potencias ha subido de intensidad en los últimos días con la imposición recíproca de nuevos aranceles. La pelea por el liderazgo global está tras la contienda





REDACCIÓN / LA VOZ 

La historia es cíclica, pero también dinámica. Idénticos conflictos con distintos protagonistas se han sucedido a lo largo de los siglos con el poder y la capacidad de influencia como oscuro objeto de deseo. La globalización, el multilateralismo, está hoy en el disparadero porque ha vuelto a emerger con virulencia esa recurrente pelea por la hegemonía a nivel mundial. Por el momento no hay armas, solo dinero. Estados Unidos y China se han enzarzado en una guerra comercial de incierto desenlace que amenaza el crecimiento global en pleno 2019, cuando se cumplen 75 años de los acuerdos de Bretton Woods que sentaron las bases del libre comercio con la creación del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional (FMI).


Las grandes cifras admiten poco lugar a dudas. En estos tres cuartos de siglo, el volumen de negocio del comercio mundial se ha disparado hasta cotas desconocidas (ver gráfico adjunto), al extremo de que no son pocos los expertos que sostienen que el período 1990-2015 desencadenó el mayor descenso de los niveles de pobreza de la historia de la humanidad impulsado por una era de libre comercio que dinamizó las economías de grandes potencias, sí, pero también de un buen número de países emergentes. La globalización había tocado techo. China, con notables diferencias sobre los demás, ha sido el gran campeón de esta era.

Las ventas al exterior del gigante asiático no han dejado de crecer desde que arrancó el nuevo siglo. Y en su penitencia podría estar la condena porque desde que rebasó a Estados Unidos como primer exportador mundial en el año 2007, su liderazgo en este terreno no ha hecho más que engordar. Las críticas al capitalismo de Estado impulsado por Pekín fueron más o menos larvadas a partir de entonces, pero fue con la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca cuando la contienda subió de tono.


Lo ocurrido en los últimos días ha sido un ejemplo muy gráfico de la evolución del conflicto. Washington empezó a tramitar el viernes día 10 nuevos aranceles a los productos chinos por valor de 325.000 millones de dólares, a lo que Pekín respondió esta misma semana con una tasa del 25 % para 2.493 bienes estadounidenses por valor de 60.000 millones de dólares. Paradójicamente, mientras se amenazaban con nuevas restricciones, ambos países trataban de poner freno a la guerra comercial en la ronda de negociaciones que se sucede desde finales del año pasado, y que por el momento no ha logrado apagar un incendio que ha arrastrado al resto de actores, con Europa en un lugar destacado.

Asegura la Oficina Nacional de Investigación Económica estadounidense (NBER, por sus siglas en inglés) que desde que Trump impuso las primeras tasas en la primavera del año pasado hasta nuestros días, Washington ha implementado los mayores niveles de proteccionismo desde que en 1930, y en plena Gran Depresión, la Ley Smoot-Halley precipitara un rearme arancelario que amplificó de forma sustancial el impacto de aquella crisis.
Con estas cartas sobre la mesa, la pregunta que muchos economistas se formulan es evidente: ¿Corre peligro la globalización? La respuesta, a tenor de lo que afirman las fuentes consultadas, es imposible de sintetizar en un simple sí o no. «Corre peligro -argumenta Patricio M. Castro, economista principal de Finanzas Públicas del FMI- en el sentido de que las amenazas que se ciernen sobre la globalización se concreten y se produzca una fractura. No creo que volvamos a tener una gran recesión como tras el crac del 29, pero esto igual se debe a mi inveterado optimismo. No tengo ninguna razón para sostener esta afirmación, es simplemente que pienso: el mundo no puede estar tan loco».

Xosé Carlos Arias, catedrático de Economía Aplicada de la Universidade de Vigo, cree que la visión sobre la globalización ha cambiado, en buena medida porque ha tenido también efectos perversos. «Esa idea de que el libre comercio siempre trae ganancias no es cierta», matiza. Advierte no obstante que el malestar con este fenómeno se concentra «en la globalización en los términos quizás menos nocivos, que son los relativos al comercio, y en absoluto en los movimientos de capital, que a mi juicio son los más peligrosos».
En la misma línea, Gonzalo García, consultor de Analistas Financieros Internacionales (AFI), entiende que la globalización se está viendo amonestada porque cada vez son más las voces que ponen en duda sus bondades. «No hablamos solo de los populismos, de Trump o de Salvini; dentro de la comunidad académica aparecen cada vez más voces respetadas y con argumentos sólidos que reclaman reformas. Cambios sobre cómo se regulan los movimientos comerciales y las condiciones en las que se firman estos acuerdos, pero también cambios en la regulación de los movimientos financieros, en la fiscalidad del capital y del ahorro».

En el trasfondo del ataque a esta era de libre comercio se situaría la desazón colectiva con las desigualdades provocadas especialmente en las últimas décadas. «Hay un gran malestar entre una parte muy amplia de la población que ve que los frutos de la globalización no están llegando a todos; por arriba crecen, pero no por abajo. Desde 1980 -continúa el analista de AFI-, las líneas que separan a las rentas del capital de las del trabajo se han separado, cuando antes caminaban paralelas».
Tanto Arias como Castro y García consideran que el libre comercio y el multilateralismo podrían encontrar un aliado crucial en un factor inducido por sus propias dinámicas: las cadenas globales de valor. Es tan profunda hoy la indexación de las mismas, la cantidad de bienes (desde coches a teléfonos, electrodomésticos o válvulas, por citar solo algunos ejemplos) que se fabrican a nivel global con insumos y componentes procedentes de distintos países, que alterarlas podría desatar una crisis de proporciones desconocidas. «Pueden ejercer casi como una salvaguarda ante estos movimientos proteccionistas», explica el catedrático gallego.

García abunda en esta tesis y explica que el peaje de un frenazo brusco a la globalización podría ser muy elevado. «Los costes de la desintegración de esas cadenas globales de valor son demasiado altos y eso ha quedado de manifiesto. Las relaciones económicas son hoy muy complejas y no solo por cuestiones de capital, también de conocimiento, de gestión...»
En lo que sí coinciden todos es en que tras la guerra comercial subyace una disputa de mayor enjundia: la hegemonía a nivel global, durante buena parte del siglo XX en manos de Estados Unidos y en discusión a medio plazo por la irrupción de China como primera potencia económica mundial. El ataque a la globalización sería pues una suerte de disculpa, toda vez que además Pekín ha ido un paso más allá en la actualización de su modelo de crecimiento. Ahora ya no quiere ser la fábrica del mundo, sino el motor de la innovación. La vanguardia tecnológica en la era de la tecnología.

Y es precisamente esta pugna por el liderazgo mundial la que ha alimentado un debate mucho más inquietante, planteado por el profesor de la Harvard Kennedy School Graham Allison y analizado incluso en los foros del Banco Mundial. Alerta el prestigioso economista que la guerra comercial podría abocar a Estados Unidos y China a la trampa de Tucídides, o lo que es lo mismo, a un conflicto bélico resultado «de una tensión estructural letal que se produce cuando una nueva potencia reta a otra establecida». El pasado, en este caso, avalaría las tesis de Allison, quien ha demostrado que en los últimos cinco siglos, de los 16 casos en los que se enfrentaron una hegemonía decadente con otra en eclosión, doce de ellos acabaron en una guerra. A la humanidad, así pues, solo le queda esperar que se imponga la cordura. Y que Marx se equivoque cuando afirmaba aquello de que «la historia siempre se repite, primero como tragedia y luego como farsa». 

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¿Fin de la globalización? La OMC alerta sobre la reducción del comercio global

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De acuerdo con los datos del organismo, la proyección de este índice para finales del 2019 ha disminuido del 2,6 % al 1,2 % debido al complejo panorama económico mundial.
En el marco de las negociaciones de EE.UU. y China que buscan poner fin a la guerra comercial entre ambos países, Pekín ha insistido en que la decisión de Washington de no introducir nuevos aranceles en diciembre no es suficiente para llegar a un acuerdo.
Según varios medios que citan fuentes conocedoras de la negociación, China quiere que su contraparte anule las tasas que impuso en septiembre, algo que EE.UU. no estaría dispuesto a hacer, ya que exige al gigante asiático que cambie sus políticas.


En opinión de varios analistas, este conflicto económico afecta a la economía global y podría conducir al fin de la globalización.
Otros expertos no comparten este punto de vista, aunque sí constatan un estancamiento de las exportaciones globales en los últimos años en relación con el producto bruto interno (PIB) mundial basándose en los datos de la evolución de estos índices.
No obstante, según la consultora Capital Economics, no hay una relación directa entre este estancamiento y la guerra comercial sino-estadounidense, ya que la tendencia empezó antes de que se desatara dicho conflicto económico.
Este conjunto de factores se refleja en la economía global y regional a través de la disminución de varias proyecciones, como el valor del comercio mundial y también el PIB global.
De acuerdo con los datos de la Organización Mundial del Comercio (OMC), la proyección de este índice para final del 2019 ha disminuido del 2,6 % al 1,2 %. Mientras que la proyección del PIB ha caído del 2,6 % al 2,3 % para el mismo período.


Impacto en Latinoamérica

Esta situación, fruto del complejo panorama mundial económico, ha afectado de forma negativa los mercados emergentes, que son característicos de la región latinoamericana.
Así, en América Latina se proyecta que el valor de las exportaciones regionales de bienes para el final de este año caerá el 2 %. Concretamente, en América del Sur se proyecta una mayor caída en el valor de sus exportaciones para el mismo período, que puede alcanzar el 6,7 %, lo que representa un cifra de 34.850 millones de dólares, de acuerdo con los datos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL).


El experto en macroeconomía, bolsa y derivados financieros Gonzalo Cañete opina que el discurso de la actual Administración de EE.UU., así como las acciones del Gobierno anterior, hacen evidente su tendencia contra la globalización que encabeza, entre otros, China. De este modo se desmantela, según él, el patrón económico vigente desde la Segunda Guerra Mundial.
https://actualidad.rt.com/actualidad/332617-fin-globalizacion-omc-avisar-reduccion-comercio-global

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