Vasili Grossman Vida y destino nos devuelve la conciencia del poderío de la novela como forma suprema de narración del mundo




"Uno descubre, simplemente, que el mundo es más rico que la literatura, y que en el prestigio de la imaginación del escritor hay una parte de tonta vanidad gremial. Vida y destino, como Ulysses, como Guerra y Paz, como À la recherche, como To the Lighthouse, nos devuelve la conciencia del poderío de la novela como forma suprema de narración del mundo. Palabras mayores. "




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VIDA Y DESTINO DE VASILI GROSSMAN 



Una radiografía al totalitarismo 



En 1985, la editorial Seix Barral publicaba en español, traducida de la edición francesa, la obra del escritor soviético Vasili Grossman Vida y Destino. Había sido escrita durante los años cincuenta y cuando Grossman la presentó a su publicación, las autoridades soviéticas no solamente la censuraron, sino que la consideraron tan peligrosa para el régimen que confiscaron las copias, los papeles del calco e incluso las cintas de tinta mecanográfica, con la intención de desaparecerla. Pocos años después, en 1964, fallecería el propio Grossman sin ver publicada su novela. Las autoridades soviéticas no habían conseguido destruir todas las copias existentes, pues Grossman entregó una copia a uno de sus amigos y posteriormente fue el disidente Andrei Sajarov quien hizo dos microfilmes de la obra; uno se perdió, pero el otro consiguió pasarlo a Suiza el novelista y también disidente ruso Vladimir Voinovich, donde fue publicado por primera vez. La novela, pese a contar con todos los ingredientes necesarios para haberse convertido en un gran éxito editorial, pasó desapercibida, sólo en Francia alcanzó un cierto éxito, por lo que la figura de Grossman siguió prácticamente desconocida para el público y la gran mayoría de la intelectualidad de occidente. Una serie de circunstancias posteriores pondrán en valor a Grossman como escritor y a su novela Vida y Destino. El primero vendrá de la mano del cine, será la película Enemigo a las puertas (2001), del director francés Jean Jacques Annaud, basada en la figura del célebre francotirador del ejército rojo, Vasili Zaitsev, en la batalla de Stalingrado. La mayoría de los críticos de cine, con gran desconocimiento, señalan que el guión de la película, escrito por el propio director ayudado por Alain Goddard, está basado en el libro de Willian Craig de similar titulo, pero lo cierto es que Craig solamente menciona muy escuetamente, en media página, la figura del joven francotirador siberiano. El guión de la película se tuvo que apoyar en los artículos de Grossman sobre Zaitsev en el periódico Estrella Roja, del que fue corresponsal de guerra durante toda la contienda, igualmente en el capitulo 55 de Vida y Destino, donde se relatan algunas de las andanzas de Zaitsev, así como en la obra de David L. Robbins, War of the Rats (1999), que también se basa en los escritos de Grossman. Ahora bien, la figura de Vassili Grossman fue redescubierta para los medios de comunicación de occidente, y consecuentemente para el gran público, por el historiador militar Antony Beevor. Beevor, durante la investigación para su obra Stalingrado, descubrió sus cuadernos de notas en el Archivo Estatal Ruso de Literatura y Artes. Años más tarde, el propio Beevor y Luba Vinogradova publicaban un libro con estos cuadernos, titulado: Un escritor en guerra. Vasili Grossman en el Ejército Rojo, 1941-1945. En la primera página de la Introducción de su obra escribían: “El lugar de Vasili Gorssman en la historia de la literatura mundial ha quedado asegurado por su obra maestra Vida y Destino, una de las grandes novelas rusas del siglo XIX, algunos críticos la sitúan incluso por encima de Doctor Zhivago de Pasternak o las novelas de Solyenitsin”. Es entonces cuando las Grossman y en particular de su Vida y Destino, que volverá a ser editado en español por Círculo de Lectores, pero esta vez traducida directamente del ruso. Vida y Destino, como señalan los principales biógrafos y estudiosos de Grossman, como Semion Lipkine, Simon Markish, Gregory Freidin o Robert Chandler, se trata de un libro concebido sobre el modelo tolstiano de Guerra y Paz. Se trata de una novela tremendamente larga de más de mil páginas, con un centenar de personajes y con muchas relaciones entrecruzadas, pero en el que una familia, la de los Sháposhnikov, sirve de nexo de unión a todo el relato, al representar las circunstancias personales por las que pasan los miembros de la familia, como reflejo del sufrimiento del pueblo ruso durante la Gran Guerra Patria. La novelam sin llegar a ser autobiográfica, se sustenta en las experiencias y sensaciones personales de la vida del propio Grossman. El espacio temporal de la novela se fija durante la batalla de Stalingrado, sin duda el momento clave de la guerra y donde según fuese el resultado, el pueblo ruso podría ser esclavizado por el alemán. Grossman concibió Vida y Destino como la segunda parte de una obra de parecidas características literarias, con idénticos personajes y situada temporalmente en los meses previos al combate en la ciudad del Volga, titulada Por una causa justa, pero liberada de las prudencias y concesiones que había tenido que hacer en la primera parte para poder ser publicada. Vida y Destino recrea magníficamente la Ratenkrieg (guerra de ratas) en Stalingrado, situando a sus personajes en los lugares míticos de aquella batalla, como la colina Mamaiev, la fábrica de armas Barrikady, la fábrica de tractores Dzerzhinsky, o en la casa 6/I. Asimismo, relata la preparación y el avance de las tropas acorazadas rusas para envolver al 6 Ejértico de Von Paulus, así como la rendición del flamante mariscal del Reich ante el Ejército Rojo. Ahora bien, lo verdaderamente destacable de la novela son los procesos de aniquilación, represión y aplicación del terror que llevan a cabo los dos estados confrontados: el nazi, alemán, y el soviético, ruso. Sin aliento dejan las lecturas del genocidio judío, llevado a cabo por aquella raza que se considera de superhombres. De absolutamente conmovedora es la carta que a Víktor Shtrum envía su madre desde un gueto judío, poco antes de ser fusilada en los bosques de Ucrania. La madre de Grossman, como judía, había corrido la misma suerte. Sobrecogedor es el recorrido de una columna de judíos hacia la cámara de gas en el campo de exterminio de Treblinka, relatado por una de ellos. Judíos que no querían reconocer el destino que les tenía reservada la raza superior y que Grossman concreta en la frase que uno de ellos exclama, en un intento último de agradar: Gente estupenda, estos alemanes. Por otro lado, describe la vida de angustia y terror en que vivía el pueblo soviético sometido al stalinismo. Rememora en boca de sus protagonistas las atroces purgas de finales de los años treinta, que sufrieron un gran número de militares, burócratas, así como cuadros del PCUS. Relata la realidad de los campos de trabajo siberianos donde son enviados los disidentes y se elimina a aquellos que son condenados sin correspondencia. El proceso del comisario político del ejército rojo Krímov muestra la implacable forma en que la KGB conseguía las confesiones que deseaba y cómo un respetable comunista y servidor de la patria podía, por azares de la fortuna, convertirse en un terrible traidor. Lo importante de Vida y Destino, lo que resalta, es la inculcación del terror como propedéutica para la obediencia absoluta, característica común a los dos estados enfrentados. Grossman, sin haber leído Los Orígenes del Totalitarismo (1948), consigue mediante su novela caracterizar la realidad de los dos Estados Totalitarios como lo hace la propia Hannah Arendt. Grossman considera comparables las dos realidades políticas, la nazi y la soviética, como pone de manifiesto el comandante de la SS de un campo nazi, Liss, en conversación con uno de sus prisioneros, el viejo militante bolchevique Mostolvskoi, al decir: ¡No existen abismos entre nosotros! Somos formas diferentes de una misma esencia: el Estado de Partido, es decir la estructura del Estado Totalitario propuesto por Carl Schmitt. Grossman muestra su total frustración, al comprobar que la Gran Guerra Patria que tanto sufrimiento le estaba costando al pueblo ruso, nunca se saldaría con una victoria que trajera aparejada la ansiada libertad del pueblo. La derrota del totalitarismo nazi, a manos del Ejército Rojo de Stalin, libraba al pueblo ruso de ser esclavizado por los alemanes pero consolidaba, más aún si cabe, el totalitarismo soviético-estalinista y, por lo tanto, el esclavismo en el que estaba subsumido el pueblo ruso. 

 Luis Aurelio González Prieto


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Vasili Grossman


por Y Atanesova Kuzmenko - ‎2015
Vasili Grossman y aquellos elementos que más influyeron en la .... 7 Grossman, Vasili: Por una causa justa, Galaxia Gutenberg, Barcelona, 2011, p. 319-320. 8.
Vida y destino
Por Martín Caparrós (01/08/08)

Hace unos días terminé de leer una de las grandes novelas del siglo XIX. Pero hay libros de los que no se puede decir “terminé de leerlo”, y probablemente ésa sea la prueba de su grandeza: aunque la haya terminado sigo, de diferentes modos, queriendo, sin querer, leyendo esa novela.


Vasili Grossman fue, durante un tiempo, algo así como un héroe de la Unión Soviética. Había nacido en 1905 y en Berdichev, Ucrania, en una familia judía acomodada; la revolución lo entusiasmó desde el principio y decidió estudiar ingeniería porque, en esos días, el camarada Lenin decía que el comunismo era el poder soviético más la electricidad. Pero empezó a escribir desde muy joven y, a sus 30, publicó sus primeros cuentos; en 1936, mientras el camarada Stalin mataba a millones de comunistas con sus purgas, Grossman fue aceptado en la oficialísima Unión de Escritores, con todos sus privilegios, y abandonó la ingeniería. Al año siguiente su esposa Olga fue detenida por “no haber denunciado las actividades antisoviéticas” de su primer marido, el poeta Boris Guber. Desesperado, Grossman mandó una carta al jefe del servicio secreto, pidiendo su liberación: “Todo lo que poseo –mi educación, mi éxito como escritor, el alto privilegio de compartir mis pensamientos y mis sentimientos con los lectores soviéticos– se lo debo al gobierno soviético”. Para su propia sorpresa, su mujer fue liberada unos meses más tarde.



En 1941, la alianza entre Stalin y Hitler se rompió y los alemanes invadieron Rusia. Grossman fue exceptuado del servicio militar, pero pidió ir al frente como corresponsal: sus crónicas de guerra, publicadas en el diario del ejército soviético, Estrella Roja, lo hicieron popular y respetado. Grossman acompañó a las tropas rusas que liberaron el campo de Treblinka y fue uno de los primeros en escribir sobre el holocausto nazi. Buscaba, entre otras cosas, rastros de su madre, deportada y gaseada; sus artículos sirvieron como pruebas en los juicios de Nüremberg. Cuando la guerra terminó su vida era, dentro de lo posible, desahogada; hay distintas versiones sobre por qué decidió tirar todo por la borda.



Quizás haya sido la decantación de lo que había visto y vivido en la Gran Guerra o, más probablemente, la ola de antisemitismo lanzada entonces por el Kremlin. Lo cierto es que, en algún momento, Grossman empezó a escribir una novela que contaría esos años y que pensó llamar, sin el menor pudor, Vida y Destino.



Cuando la terminó, en 1960, Grosmann la mandó, como debía, al comité de censura. No tenía grandes expectativas pero era el único modo de llegar, eventualmente, a publicarla. La censura no sólo la vetó; poco después su departamento fue asaltado por un comando KGB que se llevó todas las copias e incluso, por si acaso, los carbónicos y las cintas de la máquina de escribir. Un jefe del Politburó, Mikhail Suslov, le dijo que su novela no se publicaría en trescientos años: “¿Por qué tendríamos que agregar su libro a las bombas atómicas que nuestros enemigos preparan contra nosotros? ¿Por qué tendríamos que iniciar una discusión sobre la necesidad de la Unión Soviética?”. En esos días todavía había gente que creía en la literatura.




Vasili Grossman se murió en 1964, a sus 58, marginado, humillado, de un cáncer de estómago. Quince años más tarde un amigo consiguió sacar a Suiza un borrador de la novela, y al tiempo se publicó en inglés y francés; la traducción española apareció el año pasado. Vida y destino es, insisto, una de las grandes novelas del siglo XIX.

Digo: una novela de cuando las novelas creían que podían –que debían– contar el mundo sin pudor, sin ninguna modestia. Algunos la comparan con Guerra y Paz: yo estoy de acuerdo. Vida y destino es un fresco espeluznante de los desastres de la guerra y de la vida bajo el poder de un Estado total: los días en el frente de Stalingrado donde cada cual sigue su pequeño camino personal bajo las bombas, las agachadas de los funcionarios que obedecen por miedo o por codicia, la carta estremecedora de una vieja judía a punto de viajar al exterminio, las noches en un gulag soviético y en un campo alemán, las muertes heroicas, las muertes tontas, las muertes olvidadas, las traiciones, las peleas de un científico ruso con sus colegas y con su conciencia, las matanzas de campesinos durante la colectivización de la agricultura, los amores y desamores donde también tercia la mano del Estado, las semejanzas entre el sistema nazi y el soviético, las reflexiones sobre la sucesión de Lenin por Stalin, la caída de un comunista detenido y torturado sin saber por qué, los grandes odios, las pequeñas miserias, contadas con un aliento extraordinario, sin miedo de la desmesura.


Y con un objetivo: se ve –se lee todo el tiempo– que Grossman escribió esta novela como quien prepara meticulosamente la bomba suicida, con la conciencia de que le costaría la vida o algo así pero que, de algún modo, le valdría la pena.



Una novela, digo, del siglo XIX: de cuando las novelas creían que debían y podían. Después, a principios del veinte, la vanguardia se cargó aquella forma ingenua, desmesurada de poner en escena “lo real” para cambiarlo, y buscó en la experimentación sobre sí misma su sentido. Hasta que, en los setentas, ochentas, esa idea chocó contra sus límites y no quedó ni lo uno ni lo otro: ni contar para cambiar el mundo ni para buscar nuevas maneras.



Me da envidia el camarada Grossman, que sabía para qué escribía. Ahora no sabemos: me parece que casi siempre no sabemos. Ya no sabemos dónde está el coraje de un texto, dónde su necesidad. En general, creo, escribimos para escribir. Porque es interesante, simpático, satisfactorio incluso, porque no está mal ser escritor, porque se gana algo de plata y un poco de respeto, un par de viajes, la admiración de algunos. Por eso, supongo, escribimos cositas. Por eso, supongo, las librerías están llenas de libros que no dicen nada, que se olvidan en un par de meses, que dan exactamente igual. Me da envidia, mucha envidia Vasili Grossman, canceroso, olvidado, convencido quizá de que su esfuerzo había valido todas esas penas: que si tenía una vida debía hacerla un destino y que ese destino, extrañamente, era una novela. 



Fuente: www.criticadigital.com



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Por Rafael Narbona
Vida y destino, Vasili Grossman. Traducción de Marta Rebón. Círculo de Lectores/Galaxia Gutenberg. Barcelona, 2007. 1.112 páginas.

De vez en cuando, la literatura y la historia rescatan a sus protagonistas, revelando que el olvido sólo es un destino provisional. Vasili Grossman no regresó a la actualidad hasta finales de los 80, cuando la URSS comenzó a desintegrarse. Su reaparición no añadió un autor más a las letras rusas, sino que situó en un lugar de excepción Vida y destino, una novela monumental, que recobra el papel testimonial de la literatura. Testimonio que restituye el sufrimiento individual y crónica de las ideas en su papel configurador.


Nos encontramos con la primera traducción del texto íntegro en castellano, cuidadosamente editado, un verdadero lujo para el lector que anhela comprender la violencia del siglo XX y aún cree en la literatura como forma de conocimiento y transformación social. Con la batalla de Stalingrado como centro narrativo, el personaje de Shtrum (podríamos decir Grossman), intelectual judío fascinado por la relatividad y la física cuántica, encarna perfectamente la perplejidad de una época ante sus propios logros y su incapacidad para dominarlos. Es posible dividir el átomo, transformar la materia en energía, eliminar a millones de seres humanos a una velocidad inconcebible.



Grossman ratifica el polémico análisis de Hannah Arendt: nacionalsocialismo y comunismo pueden subsumirse bajo el mismo concepto. Utopías que trituran seres humanos con la promesa del paraíso terrenal. Auschwitz, Hiroshima y Stalingrado son los laboratorios donde se construye el hombre nuevo. Pero el hombre nuevo es Shtrum, obligado a firmar un documento infame, que incrimina a inocentes y niega la verdad. Es indiscutible que Grossman pensaba en su propia debilidad, firmando una carta oficial que solicitaba un castigo ejemplar para los médicos judíos implicados en un falso complot contra Stalin.



Vasili Grossman había crecido en un familia judía asimilada. Apegado a su madre, que probablemente estimuló su vocación literaria, no pudo salvar su vida, cuando los alemanes invadieron Ucrania. Yekaterina Savelievna, a cuya memoria está dedicada Vida y destino, murió asesinada con los 30.000 judíos de Berdichev. En los años 50, Vasili seguía escribiendo a la madre ausente: "He intentado imaginar cientos de veces cómo fue tu muerte". Después de la guerra, obtuvo la Bandera Roja del Trabajo y escribió sin problemas. No era un disidente. Su espíritu crítico sólo empezó a despertar con sus dos últimas novelas. Todo fluye relataba la hambruna que causó entre cinco y ocho millones de muertos en Ucrania. Era imposible abordar el tema, ocultando la responsabilidad de Stalin. La novela quedó inacabada.



Sólo una desconcertante ingenuidad explica que intentará publicar Vida y destino, esperanzado por el aperturismo de Kruschev. El manuscrito sobrevivió al KGB, que destruyó varias copias, sin imaginar que existían otras. Grossman creyó, sin embargo, que no se había salvado ninguna y cayó en una depresión. Murió poco después, de un cáncer de estómago. El tiempo transcurrido se ha ocupado del desagravio. Ni la censura ni los cambios de sensibilidad estética o moral han afectado a una obra que recrea las diferentes formas del sufrimiento humano, sin renunciar a comprender la primera mitad de un siglo pródigo en sueños utópicos, filigranas metafísicas y tentaciones faústicas. Ambiciosa, con multitud de personsajes y escenarios, de inequívoco aliento tolstoiano pero con la delicadeza y exactitud de Chejov, Vida y destino no se conforma con relatar los hechos, sino que pretende comprender la relación entre el poder y las masas. Vida y destino es una novela, pero también un estudio político, que identifica la esencia del totalitarismo con la presunción de culpabilidad. La inocencia no existe para Hitler o Stalin. Sus campos de concentración, apunta Grossman, estaban "habitados por criminales que no habían cometido ningún crimen".



Vida y destino realiza una prodigiosa recreación del cerco de Stalingrado, que resultó fundamental para la labor de Antony Beevor. Beevor utilizó la información proporcionada por la novela y escribió una biografía sobre su autor: Un escritor en guerra. Los personajes de Grossman se corresponden con los diferentes rostros de la guerra. El general Yeremenko simboliza el esfuerzo de los militares comprometidos con la victoria, sin ambiciones políticas ni insensibilidad moral. Su serenidad contrasta con el histerismo y mediocridad de Hitler y Stalin, incapaces de controlar los acontecimientos que han precipitado. El dolor de Liudmila por la pérdida de su hijo concierne a todos los que han vivido algo semejante: desgarro, incredulidad, locura. Mostovski, prisionero de los alemanes, al menos conserva el alivio de estar recluido por el enemigo. Es más fácil resistir cuando las alambradas no han sido levantadas por antiguos camaradas.



La frustración de Zhenia, a la que se deniega una y otra vez el permiso de residencia pese a ser hija de un héroe de la revolución, muestra la impotencia de los ciudadanos ante una burocracia ciega e irracional. La vieja niñera alemana que es deportada por la denuncia de una vecina interesada en su cuarto, más amplio y luminoso, ejemplifica la degradación moral de las sociedades gobernadas por dictaduras, donde se estimula la delación. Grossman posee un enorme talento para describir al hombre en mitad de circunstancias terriblemente adversas. Se ha comparado Vida y destino con Archipiélago Gulag; para algunos, las dos obras más peligrosas para la estabilidad de la antigua URSS.



Es casi imposible medir la repercusión de un libro. Ni siquiera es sensato plantearlo, si bien es cierto que los artículos de Ilya Ehrenburg sobre las atrocidades de los nazis contribuyeron a incrementar las represalias del Ejército Rojo. Las páginas de Vida y destino están dedicadas al sufrimiento de los soldados, a las penalidades de los judíos, al dolor de las miles de familias que enviaron a sus hijos al frente mientras sufrían las privaciones de la retaguardia y las arbitariedades de un régimen que mostraba el mismo desprecio por el ser humano que el Sexto Ejército del mariscal von Paulus. Vida y destino, con sus decenas de historias que giran sobre la guerra, ciudades sitiadas, el apego a la tierra y a los seres queridos, las dudas políticas, morales y religiosas, la tenacidad del existir y la fatalidad del azar, se enfrenta a los aspectos más terroríficos del siglo. Grossman percibe el campo de concentración como el estrato más profundo de nuestra cultura. Su capacidad de organizarse por sí mismo pone de manifiesto que el poder ya no es un centro visible, sino un sistema que puede prescindir del hombre para seguir controlando la historia.



Aunque sea en el campo de la ficción, podemos afirmar que Grossman ha conseguido penetrar en las cámaras de gas, un espacio nunca filmado o fotografiado en su terrible funcionamiento. Claude Lanzman afirmaba que entre esas paredes se hallaba la verdad de nuestro tiempo. El sacrificio de Sopia Osipovna, que desprecia la oportunidad de salvarse para morir junto a David, un niño casi desconocido, produce tanto horror como ternura. Es la misma ternura que desprende la carta de la madre de Shtrum, que escribe a su hijo antes de ser evacuada del gueto, sabiendo que nunca podrá leer sus palabras. La adaptación teatral de la carta corrobora el poder narrativo de una obra que sólo necesita unas páginas para urdir una historia.



Shtrum, como Grosmann, Jean Améry o Primo Levi, nunca habían pensado en el hecho de ser judíos. "El antisemitismo es un fenómeno único porque el destino histórico de los judíos es único". Su participación en la ciencia, las artes y la política confirman que el progreso y la barbarie avanzan de la mano, como ya advirtió Walter Benjamin. "El siglo de Einstein y Planck es el siglo de Hitler y Stalin". La admiración que produce Vida y destino no puede evitar la náusea moral y la congoja. Vida y destino es la prueba de que el Ángel de la Historia recoge el dolor de las víctimas para ofrecerles un mañana y convocar a los vivos para que atiendan su anhelo de paz y justicia.



Fuente: www.elcultural.es, 20/09/07

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