El padre convertido en una segunda mamá no es una buena solución

El psicoanalista italiano Luigi Zoja reedita el título en el que revisó la historia de la figura paterna desde la prehistoria y apunta a la actual falta de definición social del rol paterno
Luigi Zoja, en una conferencia.



Luigi Zoja (Varese, Italia, 1943), tiene un algo de sabio desastrado, con la corbata ligeramente inclinada y el pelo cano despeinado. Está sentado en una mesa redonda, casi escolar, en la que atiende periodistas con la paciencia que exige la empresa cuando se trata de asuntos complejos y tratando de no meter la pata incurriendo en lo políticamente incorrecto. La cuestión es la paternidad. Y, en consecuencia, la posición social del varón. Es un tema que "está lleno de posibles incomprensiones". La óptica del italiano, cuyo título de 2000 'El gesto de Héctor, prehistoria, historia y actualidad de la figura del padre' (Taurus, 2017) acaba de ser revisado, aumentado y reeditado, es la de que la figura paterna está desdibujada y quizá acabada tal y como la conocíamos... pero aún no la ha sustituido otra.
Zoja, psicoanalista y profesor en el Instituto Jung de Zúrich, no ofrece soluciones tajantes, pero señala las contradicciones de un modelo social que ha dinamitado algunas de sus construcciones culturales fundamentales sin terminar de sustituirlas por otras. "Ahora las relaciones son más horizontales y los chicos aprenden fundamentalmente de otros chicos, con lo cual ese referente del padre se ha ido diluyendo dando consecuencias no siempre positivas", afirma.
PREGUNTA. ¿Así que los pacientes ya no pueden "matar al padre" porque este no representa la autoridad?
RESPUESTA. Bueno, hay algo de eso. Ahora se escucha a los periodistas y a los políticos clamar por una figura paterna, una referencia social, porque no la hay ni entre los líderes ni en las familias. Pero creo que todo eso son exageraciones. Por ejemplo, en el 68 había un conflicto político y muchas veces los eslóganes eran contra el padre y el patriarcado. Se conectó la construcción social de la figura del padre con el poder a derribar y aún se sigue buscando simbólicamente a esa figura. En los años sesenta hubo muchas exageraciones, y entre ellas la más significativa es el hombre nuevo.
P. ¿Es el psicoanálisis la mejor forma de abordar el rol paterno?
R. Antes el psicoanálisis se empleaba para entender la dirección de la sociedad y no como terapia individual. Hay una conexión entre los problemas de un sujeto y los sociales.
El hombre entiende como su función 'nueva' jugar mucho tiempo con los hijos, pero eso no supone un avance social
P. ¿Y es un problema social ese cambio en la paternidad?
R. Muchos problemas se han acelerado por una remisión del padre. Y las consecuencias trascienden a lo familiar. Hay muchas aristas que tratar sobre ese asunto.
P. Pero se entiende como un progreso la nueva función de los progenitores en el engranaje familiar...
R. Pero es todo un poco engañoso. El padre interviene más en la crianza de los hijos, pero la asimetría sigue siendo enorme. El 80% de las tareas en casa las sigue haciendo la mujer. El hombre entiende como su función 'nueva' jugar mucho tiempo con los hijos, pero eso, además de que no es nuevo, no supone un avance social ni aporta mayor equidad ni justicia.
P. Así que al final el padre se desnaturaliza en lo que ha sido su construcción desde los mitos occidentales y tampoco acaba de ejercer un nuevo papel.
R. Claro. Se queda en tierra de nadie, ni supone una autoridad lejana que podía representar un modelo de idealidad moral, ni resuelve los problemas de igualdad con las mujeres porque tampoco asume de verdad esa tarea.
En la segunda mitad del siglo XX hay una redefinición de la masculinidad y de los valores de las familias
P. ¿Realmente se ha diluido de tal manera ese padre "arquetípico"?
R. El padre es una figura de carácter cultural, una construcción social, mientras que la madre tiene un fundamento biológico mucho más claro. Partiendo de esa base es lógico que pueda variar con más facilidad que la madre.
P. ¿Y desde cuando se ha dado esa variación?
R. Está claro que en la segunda mitad del siglo XX hay una redefinición de la masculinidad y de los valores de las familias tradicionales, que eran en las que se desarrollaba ese rol generalmente, pero yo discrepo con que ese sea el punto de partida. Soy partidario del punto de vista de la gran historiografía francesa y su teoría de los grandes ciclos, como Braudel, y creo que ya desde las grandes revoluciones, con la francesa a la cabeza, se fue desplazando ese papel jerárquico. Si usted se da cuenta la fraternidad es una de las patas que acaba con el viejo régimen y la fraternidad no deja de ser una relación horizontal.
P. Y el desplazamiento de lo religioso, ¿no? La secularización también tendrá un protagonismo importante.
R. Claro, mucho de la construcción patriarcal tiene que ver con el mito y, posteriormente, con lo religioso. En la medida que las sociedades occidentales se han ido secularizando, la figura del padre también se ha ido diluyendo.
Al eliminar una figura limitadora sin poner otra que cumpla esa función, se crean chicos más violentos e hipersexualizados
P. ¿Y dónde está el padre ahora?
R. El padre ahora es un proveedor en el mejor de los casos. Se ha quedado en tierra de nadie. También las feministas lo han señalado. Se ha hecho una especie de tábula rasa con el patriarcado y se ha arrasado con todo, incluso con lo bueno. Quizá hay que eliminar los excesos del patriarcado, pero la abolición extrema del padre deja un vacío y ese es un problema en las sociedades occidentales, que con la globalización son todas.
P. ¿Y en que se se traduce ese problema?
R. Especialmente en el comportamiento de los varones jóvenes. Al final, es una paradoja. Al eliminar una figura limitadora sin poner otra que cumpla esa función, se crean chicos más violentos e hipersexualizados. No vamos hacia una sociedad más equilibrada entre lo masculino y lo femenino. Forjamos una sociedad androcéntrica igualmente, pero más descontrolada.
P. ¿Y cómo son esos hijos educados sin figura paterna?
R. No están luego preparados para ser padres. Y muchos de ellos abandonan los hogares o simplemente no cumplen ninguna función porque no están nunca ni saben realmente nada de los hijos.
P. ¿Por qué?
R. Porque nadie les ha enseñado una economía psicológica que limite los instintos y los controle, algo que también está dificultando el propio consumismo.
P. ¿Y cómo se comportan?
R. Muchos de esos padres se convierten en hermanos. Vuelven a casa y se ponen a ver la televisión o a jugar a los videojuegos con los chicos como si fueran otro niño más.
Los adolescentes aprenden de otros adolescentes, no de sus padres. No hay educación, hay mucha información
P. Pero se implican mucho más en el cuidado de sus hijos, ¿no?
R. Su tarea antes era poner límites y ahora no solo no los ponen sino que participan de los juegos sin atender a las obligaciones. En realidad muy pocos asumen las obligaciones pesadas del cuidado de los hijos. La mayor implicación de los hombres es una ilusión, porque se fundamenta más en el ocio y en compartir tiempo con los niños que en otras tareas más ingratas.
P. ¿Y desde el punto del imaginario, ha cambiado realmente la idealización del padre?
R. No tanto. Todos tenemos una expectativa homogénea sobre lo que esperamos de un padre, y, sin embargo, la sociedad la va cambiando poco a poco, aunque en nuestra conciencia esos cambios se producen mucho más despacio.
El padre que se ha convertido en mamá de sexo masculino no es una solución para la necesidad de una autoridad
P. ¿Y nos sentimos más huérfanos?
R. Claro que puede producir una sensación de orfandad. Eso ha sido progresivo en los últimos 50 años. Los adolescentes aprenden de otros adolescentes. No hay educación, hay mucha información.
P. Pero en realidad los hijos ven más que antes a sus padres...
R. El hombre actual como padre ha perdido su cualidad de referencia. El padre que se ha convertido en mamá de sexo masculino no es una solución para la necesidad referencial de una autoridad o modelo. Es una figura buena y práctica, pero duplica lo maternal.
P. ¿Se puede plantear este debate sin recibir muchas críticas?
R. Es difícil, porque se aprecian matices ideológicos o políticos y la gente se pone histérica. No hay mucho diálogo.

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