21 de marzo de 2010
El cantante y compositor uruguayo Alfredo Zitarrosa (1936-1989) nació en Montevideo, aunque vivió en una zona rural hasta su adolescencia, lo que influiría notoriamente en su repertorio, esencialmente de raíz campesina. Se inició como cantor profesional en 1963 cuando se presentó en un programa televisivo en Lima, Perú, a lo que siguió una actuación en un programa radial de La Paz, Bolivia. Hasta entonces se había desempeñado como periodista y locutor radial trabajando en varias emisoras de Montevideo para, más adelante, trabajar como cronista del célebre semanario "Marcha". Su debut como cantor profesional en Montevideo tuvo lugar en el auditorio del Servicio Oficial de Difusión Radioeléctrica en 1964. Su primer disco publicado se llamó "Canta Zitarrosa", al que siguieron aproximadamente cuarenta discos grabados en diferentes países, fundamentalmente en Uruguay y Argentina. Debido a su militancia política fue prohibido en su país a partir del establecimiento de la dictadura cívico-militar en 1973, por lo que partió al exilio: primero a la Argentina, hasta el comienzo de la dictadura militar en 1976, luego a España donde estuvo hasta 1979 y finalmente a México, donde además de cantar, desarrolló actividades periodísticas en el diario "Excelsior" y en Radio Educación. Tras una breve estancia en Argentina en 1983, al año siguiente pudo retornar a su país, donde fue recibido por una multitud. En 1988 editó el libro de cuentos "Por si el recuerdo", en el que recopiló historias escritas durante sus últimos treinta años. Póstumamente se publicó también "Fábulas materialistas" del mismo tono que el anterior. Como ya se dijo, Zitarrosa fue periodista en "Marcha". Una de sus intervenciones más recordadas en ese medio fue la vez en que le tocó entrevistar a Juan Carlos Onetti (1909-1994), el afamado autor de "El pozo", "La vida breve", "El astillero", "El infierno tan temido", "Dejemos hablar al viento" y "Juntacadáveres", entre tantos otros. Cuenta Zitarrosa, en la nota publicada en "Marcha" nº 1.260 del 25 de junio de 1965, que entrevistar a Onetti supuso una "menuda tarea". "Escribir sobre tamaña cosa -dice el autor de 'Doña Soledad'-, ahora sí que estoy frito". Le encomendaron que el reportaje versara sobre Carlos Gardel (1890-1935), el célebre cantor de tangos rioplatense. "¿Quién no le teme a Onetti -continúa Zitarrosa-, quién le conversa de algo a este triste apasionado, aunque se trate de conversar sobre Gardel?". Cuenta que cuando llegó a la casa del escritor estaba oscuro, por lo que encendió un fósforo y tocó el timbre de la primera portería, preguntando si ahí vivía Onetti. Era en el sexto piso. "Cuando después de varios minutos se abrió la puerta, apareció un individuo alto, idéntico al retrato de Sábat, ése donde parece un pez martillo. Me miró como a un germen con leve fastidio y con curiosidad implícita". "¿El señor Juan Carlos Onetti?", le preguntó Zitarrosa. Tal vez para emplear una frase amenazadora, hizo una pausa y simplemente le contestó: "Onetti". Para Zitarrosa, la mítica impermeabilidad del escritor, su "aspereza", viéndolo a él y hablándole "parecen sólo unos signos y unos gestos más, manejados a conciencia, una parte significativa de su lenguaje, que apenas alcanzan a encubrir el poco enigmático estrabismo, la ternura y la hombría dulce de este hombre con lentes que es Onetti".
A.Z.: Vengo a molestarlo para hacerle unas preguntas sobre Gardel.
J.C.O.: Va a ser difícil hablar sobre Gardel.
A.Z.: ¿Por qué era tan famoso?
J.C.O.: Porque la fama es puro cuento, botija.
A.Z.: ¿Dónde lo conoció?
J.C.O.: Lo conocí en el teatro 18, cantando. Después lo vi varias veces, de mesa a mesa, en aquel café donde se comían unas milanesas redondas, al lado del Tipí Viejo: Hoyos de Monterrey; vos no lo conociste. Era en aquella época de la zarzuela, un desastre de compañía, y la gente llegaba al final, para oírlo cantar; a esa hora había un repunte bestial en la venta de las entradas. La temporada iba mal; Gardel entraba como fin de fiesta.
A.Z.: A su juicio, ¿Gardel era un hombre triste?
J.C.O.: Tenía esa clase de tristeza que sale de adentro, que surge de un problema interior, aunque el problema interior no se sabe nunca de dónde viene. Nunca hablé con él, solamente lo veía, de vez en cuando -yo tenía unos veinte años- en ese café que te digo, de madrugada. Hablaba poco, era cortés y retraído y daba la impresión de ser tímido. Tenía una gran cordialidad; yo lo veía escuchando a todo el mundo con verdadera atención y siempre sonreía.
A.Z.: Hablemos de las mujeres de Gardel...
J.C.O.: Nunca lo vi con ninguna mujer y se sabe que no era hombre de hacer alardes. Hubo sí, una tal Juanita Larrauri, que fue diputada peronista y que publicó una serie de notas en uno de esos pasquines, diciendo que Gardel estaba loco por ella. Pero era vanidad femenina, y para peor póstuma.
A.Z.: La fama de Gardel es legendaria...
J.C.O.: Yo vinculo el protectorado de Artigas con las semejanzas espirituales notorias entre el hombre de las Misiones, de Corrientes y Entre Ríos con nuestro hombre. Aunque ahora, el montevideano, en particular, venga a ser, en lo referente a esa espiritualidad y comparado con el hombre del campo, algo así como el porteño para nosotros. Artigas forma parte de una genealogía que se dan los pueblos, obligatoriamente, como se la dan las familias pobres, y en la que son necesarios tanto el héroe nacional como el poeta y el novelista nacionales y como el cantor nacional. Si ustedes tienen a Napoleón, nosotros tenemos a Artigas; si ustedes tienen a Baudelaire, nosotros tenemos a Zorrilla. Gardel es parte inseparable de la genealogía de los pueblos del Plata.
A.Z.: ¿Cuál es la verdadera nacionalidad de Gardel?
J.C.O.: Para mí era francés.
A.Z.: ¿Cuál tango de Gardel le gusta más?
J.C.O.: ¿Te das cuenta de que siempre se dice los tangos de Gardel? Y sin embargo no hay ningún tango de él. ¿Te das cuenta que Gardel es el tango? A mí me gustan todos. No sé, podría indicarte que me gusta "Mano a mano".
A.Z.: ¿Cuáles serían los tangos que él cantaba con más sentimiento?
J.C.O.: El sentía más ese tipo de tango melancólico y cínico: "Por qué me das dique,/ señora de grupo". Y aquel otro, "Tortazos": "Qué hacés, tres veces qué hacés.../ No te rompo de un tortazo por no pegarte en la calle". La mejor postura que tenía era la del fiaca postergado, la que le cuadraba mejor; para mí el Gardel más auténtico es ése.
A.Z.: ¿Se puede comparar a Gardel con otros cantores?
J.C.O.: ¿Vos estás loco? Yo tengo una radio piojosa y escucho solamente Sodre y Gardel.
A.Z.: ¿Con guitarra o con orquesta?
J.C.O.: Me gustan más los tangos con guitarra.
A.Z.: ¿Era buen actor? ¿Qué opina de sus películas?
J.C.O.: Horrorosas. ¿Cuál es una en la que engancha a una mujer con el lazo? Era cantor, ¿entendés? Hasta cuando hablaba cantaba; no hay más que escuchar las grabaciones de algunas películas: "Margarita".
A.Z.: Onetti, ¿alguna vez le dio por cantar a usted?
J.C.O.: Sí me dio, y me dieron.
A.Z.: ¿Usted toca el violín?
J.C.O.: Sí, toco. Lo que más me gusta tocar es "Amurado".
A.Z.: ¿Y que habría opinado Gardel si hubiera leído "El pozo"?
J.C.O.: Yo no sé si sabía leer.
A.Z.: ¿Le habría gustado que Gardel cantara alguna cosa que no cantó?
J.C.O.: Sí. La "Berceuse bleu" de Julio Herrera.
A.Z.: ¿Gardel era inteligente, Onetti?
J.C.O.: ¡Sí!... ¡Y chau! Decí que lo más importante que ha sucedido en el Uruguay en materia artística se llama Carlos Gardel.
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