John Lennon: "Seré un ex-Beatle por el resto de mi vida y no hay nada que hacerle"

Para octubre de 1974 John Lennon (1940-1980) llevaba algo más de tres años de su exi­lio voluntario en los Estados Uni­dos. Había llegado en septiembre de 1971 a Nueva York donde, en junio del siguiente año, editó "Some time in New York City", disco en cuya cubierta había una fotografía trucada del máximo dirigente chino Mao Tse Tung (1893-1976) y el presidente norteamericano Richard Nixon (1913-1994) bailando desnudos. Este hecho, más su constante oposición a la guerra de Vietnam, dio lugar a numerosos intentos por parte del gobierno estadounidense para expulsarlo del país por "extranjero indeseable". Uno de los temas del disco, "Woman is the nigger of the world", tuvo dificultades para su difusión, lo que no impidió que Lennon actuara en agosto de 1972 en el Madison Square Garden de Nueva York. Entre julio y agosto de 1973, grabó su siguiente disco, "Mind games", el que aparecería en noviembre mientras Lennon se instalaba en Los Angeles. Allí comenzó a trabajar en su siguiente disco: "Walls and bridges". Por entonces contaba con treinta y cuatro años de edad y estaba atravesando por una etapa de reflexión sobre su vida personal, su trayectoria con los Beatles, su época de adicciones, su relación con el "sistema" que, entre otras cosas, por medio de su Departamento de Justicia lo había anatemizado por "alentar la creencia de tener ideas revolucionarias, no sólo mediante sus entrevistas formales con marxistas, sino por el contenido de algunas de sus canciones y otras publicaciones". El gobierno estadounidense redoblaba por entonces sus esfuerzos por revocarle la visa de inmigrante y poder así deportarlo. Para Lennon se habían convertido en una rutina las visitas al Tribunal de Justicia para obtener su "Green Card" (tarjeta de residencia), lo que le era negado sistemáticamente. "Eso es idiota -diría-. Si ellos no fuesen tan du­ros conmigo cuando estoy aquí, yo ya me hubiese ido". La siguiente entrevista le fue realizada en Nueva York mientras ultimaba los detalles de la grabación de "Walls and bridges" en el Estudio C de la compañía The Record Plant y acudía, una vez más, a la sala de audiencias del tribunal que trataba el tema de su tarjeta de residencia permanente en Estados Unidos. La misma apareció publicada en el nº 56 de la revista "Pelo" en diciembre de 1974, sin hacer mención del autor.



¿Te gusta el resultado final del álbum?

Sí. Estoy impresionado. No es un álbum-concepto. No haré jamás uno, no me gustan "los" discos. Ahora tengo que elegir el orden de los títulos. Es siempre una de las partes más duras para mí. Percibir todo en secuencias para un con­traste correcto, es vital. Exacta­mente como ustedes y la revista. Si no ponen este artículo en una buena página, como la de aper­tura, todo está perdido. Bueno, las canciones deben estar tam­bién en el orden adecuado.

¿Quiénes están en este disco?

Elton John vino a cantar un poco y a to­car el piano en varios temas. Están Jim Keltner, Klaus Voorman, Nicky Hopkins, Ken Asher (que pro­dujo a Paul Williams) y Jesse Ed Davis en guitarra. El percusionista se llama Arthur Jenkins, y la sec­ción de vientos está compuesta por Bobby Keyes, Steve Madio, Howard Johnson, Frankie y Roonie. Más la sección de cuerdas y Harry Nilsson que canta "One dirt road". Elton estuvo grandio­so. Lo quiero mucho y me gusta mucho lo que hace. El llegó un día por aquí, en camino a Caribou, y me dijo que iba a ha­cer de "Lucy in the sky with diamonds" su próximo simple. ¡Dios! Él trabaja desde entonces en el álbum que saldrá en mayo próximo. Yo bajé a Los An­geles y luego a Caribou donde canté en su tema "One day at a time". El resultado fue muy bue­no y él quiso sacarlo con "Lucy…" en el lado A. Pero no creo que nuestro título pueda batirse con "Lucy…"

¿Te disgusta ser un ex-Beatle y tener que vivir con eso para siempre?

No, no, no. Seré un ex-Beatle por el resto de mi vida y no hay nada que hacerle. Estoy preparado como para ser capaz de volverme y ver lo que llega. Hace uno o dos años, pude dar la impresión de que odiaba todo eso, pero no es así... Ha­blo de la época en la que salía precisamente de la terapia; es­taba mentalmente perturbado y no quería más que tirar veneno por mi boca para esclarecer todo de­finitivamente. Ahora, es diferente. Cuando vi todo ese "affaire" de los Beatles en los periódicos, era co­mo las angustias de un divorcio y, siendo lo que yo era, se tra­taba precisamente de hacer saltar todo eso, precisamente como en los viejos tiempos en el "Melody Maker" cuando ponían: "Lennon pone fuera de combate a los Hollies en la última página". Siempre he tenido unas fauces grandes y lle­gué a vivir con ellas. Luego tu­vimos esa pelea, Paul y yo, pero ése fue un período que teníamos que atravesar. Ahora nos hemos arreglado. Puedo ver a los Beatles desde otro punto de vista. No pue­do acordarme de todo lo que ha pasado; solamente de algunas bravatas esparcidas por aquí y por allá, pero he comenzado a interesarme en lo que ha pasado mientras yo estaba metido en eso. Eso tuvo que haber sido increí­ble. Estoy sumergido en un viaje hacia la memoria. Elton vino con un re­galo de esos personajes de "Yellow Submarine" que son muy exitosos. Me dio cuatro muñequitos y yo pensé: ¿Dios, qué sig­nifica esto? ¡Un ex-Beatle que co­lecciona muñequitos Beatles! Pe­ro, ¿por qué no? Eso es historia, mierda, es historia. He atravesa­do todos estos años una etapa de odio. Estaba obligado a son­reír cuando no sentía deseos de hacerlo, pero ésa era la vida que yo había elegido, y ahora, que me he salido, es maravilloso echar una mirada hacia atrás, mierda... ¡Maravilloso! He pensado recientemente, ¿por qué no he tenido jamás consideración para los bue­nos momentos? Paul estaba pre­sente y nos pasamos dos o tres noches juntos hablando de los viejos buenos tiempos. Era muy bueno ver cómo cada uno se acordaba de Hamburgo o de Li­verpool. Todo eso ha lle­gado, y cuando yo he vociferado ha sido como un acceso loco, sal­vo que el mío ha explotado en público, como de costumbre. Odiábamos las giras de los Bea­tles tanto como las amábamos. Ha­bía noches fantásticas y otras de­sastrosas... Una cosa respecto de la terapia que he experimen­tado hace ya algunos años: "lim­pia" forzándote a desembarazarte de los aspectos negativos que es­tán en tu cabeza. No era perjudi­cial todos los días ser un Beatle. Había altos y bajos, pero el de­sastre principal venía de esas personas que querían que la len­gua larga de Lennon se soltara después de esos bajones. Así hi­ce yo un rápido viaje para volver a encontrar las partes quebradas en mi cabeza. Muchas cosas de­bieron salir, pero muchas otras debieron quedarse. Es un hecho, ahora tengo esa perspectiva...

Esta es la "pregunta-por-un-millón-de-dólares" que todo el mundo te quiere hacer: los Beatles, ¿volverán a unirse algún día?

No.

¿Por qué?

Hemos hecho de todo, pero no podemos reunirnos para tocar como si nos sentáramos a comer. El mes pasado, Paul, Ringo y yo nos en­contramos en Los Angeles y queríamos a George con nosotros, pero no le permitieron entrar en los Estados Unidos a causa de su asuntito de hace dos años. De modo que estábamos solamente los tres, pero todo el mundo se puso a declarar que los Beatles se unían de nuevo. ¡Eh, eh! ¡Pa­ren! ¿Nosotros no podemos en­contrarnos? ¡Mierda!

¿Para qué quisieron encontrar­se?

Para arreglar esas histo­rias del dinero. Estamos todos de acuerdo en los medios para hacerlo. Ahora, les corresponde a nuestros abogados decir si nues­tras modalidades de entendimien­to son posibles. Eso es todo. Queremos estar seguros de es­tar todos bien pagados. ¡Qué co­sas! Los cuatro ex-Beatles estábamos destinados a una vida de altos y bajos en conflicto permanente con la autoridad. Ya no lo somos más y ya no lo seremos. Es mi turno, en todo caso, de pelearme con Nueva York para salir. Geor­ge va a estar pronto tranquilo. Hace una gira norteamericana con Ravi Shankar muy pronto, y será aceptado por un cierto tiempo. Vos sabés, las personas querrán aún su autógrafo, le sonreirán y todo irá bien para él. Funciona co­mo lo fue siempre para nosotros... en oleadas. Sabés que algunos críticos analizaron "Mind games" y realmente se basaron en "Some time in New York City" para enjuiciarme. Lo mismo han hecho con Yoko, a la que han odiado siempre. "Mind games" no será el mejor álbum del mundo, pero fue disco de oro. No era todo tan malo.

Precisamente, se habla en la televisión de tu se­paración de Yoko…

Ella y yo he­mos tenido un pequeño... dis­gusto. Ella vive siempre en lo que era nuestra casa, pero yo he ate­rrizado en un departamento de Los Angeles. So­mos dos artistas, y encontramos difícil la vida en común. Le hablo aún por teléfono.

¿Cuál es la TV neoyorkina que te interesa John?

Toda. Los canales emiten conti­nuamente buenos programas ge­nerales o musicales. Ano­che, pasando de un canal a otro, vi a una serie de grupos: Blues Corporation, Temptations, O'Jays, Flash Cadillac (cuyas mímicas fuera de moda me hacen estallar de risa) y, luego, lo que esperaba desde un largo tiempo: Chris Jagger. Esto debe ser muy duro. Tratar de ser un Jagger por el resto de tu vida y tratar de hacer un espec­táculo, eso debe ser muy duro. Está bien, de todos mo­dos.

Pero, podría cambiar su apellido si no quiere que se sepa quién es. Mike McGear, el hermano de Paul McCartney, lo ha hecho.

Pero si él se lo cambiase, no podría conseguir trabajo la primera vez que viene a Estados Unidos.

¿Viste la actuación de David Peel and The Lower East Side Band? Peel se presenta como el campeón pasado de moda del "underground" y declaró que el "underground" tendría que continuar su campaña para derrocar al "establishment rock" y a la industria del disco.

Estuve ligado perso­nalmente con él, durante una grabación, hace ya tres años. Ahora Peel gritó en la TV que los Beatles eran y son unos cerdos que han tomado su dinero... Y bien, le diría a él que me de el mío.

¿Y a la banda Televisión?

Son tan malos que se convierten en casi buenos. Pue­den apenas tocar sus instrumen­tos y aparecen vestidos con harapos, pero poseen un espí­ritu irresistible. Me hacen acordar a los Beatles de Hamburgo. Si, puedo identificarme con ellos porque representan exacta­mente lo que fuimos: todo a flor de piel y tocando a cada minuto. Suenan terriblemente mal, pe­ro están OK.

He visto en la TV tu salida del Tribunal. La prensa y las cámaras esperándote, las preguntas y todo eso…

Es molesto, pero ya casi amo todo eso. Precisamente, como en los buenos viejos tiem­pos... Cámaras, preguntas. Eso es bastante bueno para mí. Mientras más sumergido estoy, más amo esto. Cuando me sien­to habituado a una situación, ya no hay nada más que decir, no puedo escribir ni una palabra. Tengo necesidad de estar exas­perado para poder trabajar.

"Parece ser un joven sano. Debiéramos permitirle perma­necer en Nueva York definitivamente", decía un periodista… ¿Cómo evalúas las chances de éxito en esta pelea por per­manecer en Nueva York, John?

Noventa y nueve a una a mi favor.

¿Por qué?

Porque  tengo una confian­za excesiva, como es habitual.

¿Por qué quieres permanecer en Nueva York?

Porque aquí es algo en­cantador. Amo esta ciudad. Todo está concentrado aquí en un gigantesco amontonamiento, y me gusta mucho la forma en que uno puede obtener lo que quie­re en cualquier momento. Nueva York es viviente. Indica el nivel exacto del mundo actual, y es por eso que quiero quedarme. Hace siglos era Roma, y si hubiera es­tado vivo en esa época, hubiera querido permanecer allí. Estoy convencido de que es el lugar conveniente en este momento. Pienso que si no pudiera vivir aquí lo haría en París. Me encan­tan los franceses, son tan vulga­res...

Vi que a la salida, luego de atender a la prensa, tomaste un taxi. Estoy sorprendido por el contraste extravagan­te con las limusinas protegidas por la policía en di­versas partes del mundo, hace diez años, bajo el reino de la beatlemanía. Tomás a menudo taxis en Nueva York, John?

Todo el tiempo. A me­nudo me sentía un poco paranoi­co cuando tenía que salir a la calle. Lue­go descubrí que toda la paranoia estaba en mi cabeza... Nadie presta realmente atención. No hay problemas aquí, en Nueva York. Yo los tomo todo el tiempo, pero no así en California. Allí todavía se dedican a husmear a las estrellas. Yo viajo a Los Angeles en auto y descubro una centena de países diferentes en el camino. Norteamérica es tan diferente de un Estado al otro que no pue­do aburrirme. Me gustaría cono­cer China, el mundo entero en realidad, pero todo eso es un po­co loco. No puedo dejar para nada este lugar mientras no haya ga­nado la causa en el Tribunal. Además, hay tanto que hacer aquí: todavía no he podido ver a Elvis. Un día compré entradas, pero no estaba en buena forma... ¡Qué basura! Me gustaría ver a los Stones, a Bowie y a Elton, pero eso me po­ne nervioso. Ir a un concierto donde me imagino de rodillas asaltado por las fanáticas y todo ese elemento terrible. Las personas continúan preguntando necedades, como lo han hecho siempre; por ejemplo: ¿Tenés vos la mitad de Apple? Sólo me animaré cuando una persona que quiera mu­cho me pida que esté allí para acompañarla. Iré allí sólo como un amigo.

Al terminar las entrevistas mostraste el signo de la paz y gritaste "amnistía, amnistía".

Es la primera vez que me veo en la televisión desde hace tres años. Mi abogado cree que podré permanecer en Nueva York durante dos años to­davía, nada más que peleándome contra la orden de deportación.

Hablemos del Festival Beatles-Fans anunciado en el Commodore Hall de Nueva York, una convención en la que cien­tos de personas llegarán del mun­do entero para dos días de festi­val, discusiones, films y venta de reliquias como un maniquí tuyo de tamaño natural o discos "pirata" de los Beatles.

Tengo muy pocos discos "pirata" de los Bea­tles. A pesar de que los considero como una pequeña estafa y que perjudican a la industria discográfica, los amo -por lo menos- igual que un fan. Ese de los Beatles en la TV de Suecia, "Drop in", es mejor en muchos aspectos que algunas grabaciones oficiales.

La Convención Beatles-Fans conmemora el décimo ani­versario de la invasión norteamericana de los Beatles. Apple ha en­viado dos films inéditos a los Estados Unidos: "Mágical mystery tour" y "Beatles at Shea Stadium", que ustedes filmaron para la televisión. ¿Puede uno imaginarse a los cuatro Beatles aparecien­do en un evento como éste?

No, pero pienso que sería agra­dable para todos hacer algo así... Pero no podemos realmente re­unimos los cuatro en un evento como ese. Es como esa amenaza de los años sesenta: los Blue Meanies del film "Yellow Submarine" trataban siempre de vencer al Sar­gento Pepper. Ellos no parecían poder soportar vernos vivir feli­ces o juntos. Otro inconveniente mayor: desde que dos de nosotros nos encontramos, la prensa anuncia una reformación de los Beatles. Ellos se apropian de las circunstancias inmediatamente porque tienen necesidad de dinero y declaran también que el odio reina entre nosotros. ¡Basura!

¿Qué es lo que no funciona con Gran Bretaña?

Nada. Es una cuestión típi­camente británica. Si me dan la Tarjeta de Residencia podré volver al país y visitar a mi familia. No es para nada a causa de los impuestos, porque se paga solamente un po­co menos aquí que en Inglaterra. Si fuese nada más que por una cuestión de dinero, me iría a Sui­za. Yo quiero poder desplazar­me. Los Angeles, París, Londres, Nueva York... Me encantan los cambios. Me gustaría ir a Améri­ca del Sur, porque no he ido ja­más. Nueva York es el presen­te, se siente en el aire… No ten­go nada en contra de Inglaterra o de Gran Bretaña. Entiendo y he dicho que aquello está un poco des­ordenado ahora, pero era aún bastante sano cuando yo salí. También, no los dejan verme co­mo cualquier otro, abandonando el barco que se hunde, porque toda­vía estaban a flote cuando yo de­jé el país. De todos modos, hay ahora buena música en Gran Bre­taña.



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