21.2.17
Oído al filósofo Zygmunt Bauman en el programa Salvados: "El mayor regalo que un padre puede hacer a sus hijos es el sacrificio de su tiempo". ¿Tanto se han distanciado las sanas costumbres de antaño que alguien tiene que avisar hoy del abandono que se padece? Creo, o eso me pareció, que más tarde Bauman volvió a decir la frase ampliando su perfil social y afectivo: en lugar del regalo a los hijos habló del regalo a los que quieres. Sin embargo me quedo con la primera intención. No es solo el cuidado lo que se transmite en las primeras fases de una relación entre padres con hijos. Es sobre todo el lazo de la afectividad, del estímulo para la autoestima. del reconocimiento del esfuerzo. La carencia de tal regalo lleva a criar individuos más consumistas que sociales. Y ahí llega el primer desarraigo, después la queja y por último la disfunción. Que uno sepa, las emociones, los afectos y, si se quiere, eso tan difuso llamado amor o cariño nunca puede dimanar de un producto. Ni se puede comprar ni vender. Bauman, muerto no hace aún ni dos meses, ponía el dedo en la llaga de algo más trascendente que otras creencias y usos que rezuman también excesivo hedor a mercancía.
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