El Cuarteto de Alejandría
Lawrence Durrell
Autor: Lawrence Durrell
El cuarteto de Alejandría está compuesto por cuatro novelas: Justine, Balthazar, Mountolive y Clea; y uno debe leerlas en ese orden. Lawrence Durell se centra en un grupo de amigos que compartieron sus vidas en Alejandría, entre las dos guerras mundiales. Lo interesante, en este caso, es que cada uno narra la historia a su manera, dependiendo de cómo la sintió, cómo la vivió, cómo quiso vivirla, o cómo recuerda haberla vivido.
ffEs una sorpresa para el lector encontrase con una propuesta literaria tan contundente. La variedad de puntos de vista nos permite escuchar el relato en cuatro versiones distintas, como si se trataran de historias diferentes, contradictorias, a veces complementarias.
Esto significa una gran riqueza de recursos literarios: en las cuatro novelas varían el tono, el lenguaje, la interpretación de los personajes, la atmósfera, los narradores y el escenario. Hasta los hechos, que pertenecen a la realidad objetiva, parecen distintos según los cuentan unos u otros.
Lawrence Durrell
Autor: Lawrence Durrell
El cuarteto de Alejandría está compuesto por cuatro novelas: Justine, Balthazar, Mountolive y Clea; y uno debe leerlas en ese orden. Lawrence Durell se centra en un grupo de amigos que compartieron sus vidas en Alejandría, entre las dos guerras mundiales. Lo interesante, en este caso, es que cada uno narra la historia a su manera, dependiendo de cómo la sintió, cómo la vivió, cómo quiso vivirla, o cómo recuerda haberla vivido.
ffEs una sorpresa para el lector encontrase con una propuesta literaria tan contundente. La variedad de puntos de vista nos permite escuchar el relato en cuatro versiones distintas, como si se trataran de historias diferentes, contradictorias, a veces complementarias.
Esto significa una gran riqueza de recursos literarios: en las cuatro novelas varían el tono, el lenguaje, la interpretación de los personajes, la atmósfera, los narradores y el escenario. Hasta los hechos, que pertenecen a la realidad objetiva, parecen distintos según los cuentan unos u otros.
JUSTINE:
La propuesta de Durrell es la siguiente: hay tantas verdades como seres humanos que las viven y cuentan: todo es relativo, y todo, absolutamente todo, está teñido de subjetividad. Lo dice Justine, al inicio del primer volumen, como quien lanza la primera ficha del juego:
“-¡Mira!- exclamó-. Cinco imágenes distintas del mismo sujeto. Si yo fuera escritora trataría de conseguir una presentación multidimensional de los personajes, una especie de visión prismática. ¿Por qué la gente no muestra más que un solo perfil a la vez?”. (pág. 26).
Esta misma idea, con un elemento nuevo, aparece en boca de Darley, el narrador de Justine, cuando se pregunta:
“¿Hasta qué punto conozco a Pursewarden? Lo que sabemos de una persona se reduce a un aspecto de su carácter. Ofrecemos a cada uno una cara distinta del prisma. Repetidas veces me han asombrado ciertas observaciones que me confirman en esta idea. Por ejemplo, cuando Justine dijo de Pombal que era “uno de los grandes primates del sexo”. Mi amigo nunca me había dado una impresión de capacidad; lo encontraba indulgente hacia sí mismo a un punto casi ridículo. Me parecía divertido y digno de afecto, y su ridiculez esencial me enternecía. Pero Justine debió ver en él al gran felino de andar silencioso que era (para ella)”. (pág. 129).
¿Cuál es el elemento que aporta Darley?: no sólo varían los puntos de vista según quien narra, varían también porque cada ser humano se comporta de manera distinta dependiendo de con quien está relacionándose. Es, por lo tanto, un ser complejo, diverso, cambiante y tiene muchas facetas que salen a la luz en situaciones concretas. Para Darley, Justine es la mujer sexual por excelencia, él está atento a todo lo que aquello significa para él, la gran seductora, e intenta conocer aspectos de la sexualidad femenina, que él ignoraba, a través de ella. Justine es una fuente de conocimiento para Darley.
Es obvio que si a alguien le corresponde juzgar a Pombal por su rendimiento sexual será a una mujer. Pero la frase de Justine, respecto a Pombal y sus virtudes, no implica necesariamente una experiencia personal, puede referirse a un rumor, a un comentario escuchado por ella, a una impresión, incluso a una fantasía suya. Sin embargo. Darley, que ve a Justine capaz de seducir a todos, y libre para mantener relaciones con quien ella quiera, le atribuye a su comentario un significado concreto: ella lo dice porque lo conoce, y si ella lo dice, así será. Tanto que la visión que él tenía de Pombal, compañero divertido y tierno, queda anulada por la nueva visión que le transmite Justine.
La repetición de la palabra “prisma” en los dos párrafos citados, es clara como imagen del espejo: hay muchos reflejos, muchas caras: de la luz que le dé depende el brillo que muestre, o la opacidad.
Por todo esto, la Justine que aparece en el primer volumen es la Justine vista por Darley. Retirado en una isla griega, Darley decide escribir su relato. Darley-narrador es un personaje deslumbrado por una mujer a quien él considera la más atractiva de Alejandría. El texto que produce tiene el tono del deslumbramiento: yo, que he tenido la suerte de ser admitido como amante de tan fantástica mujer, yo que no me lo creo todavía, yo que no la merecía, debo de narrar lo que ví en ella, lo que aprendí, lo que disfruté. Al dar su testimonio, Darley desmenuza los momentos transcurridos con ella.
Todo lo que dice Darley, está teñido de esta pasión que lo ciega y limita. Tanto que hay personajes que ni siquiera menciona y que eran parte de su entorno, como Mountolive, Leila o Naruz. Ellos no le interesan a Darley, él se centra en la historia de su amor, en el retrato de Justine. Por esa misma razón se refiere a Melissa y Nessim, porque son “los otros” en la pareja Darley-Justine. Otras excepciones serán Scobie y Clea, aunque ésta última le interesa a Darley porque también estuvo enamorada de Justine, dato que contribuye a crear el aura alrededor del personaje.
Justine es en este volumen, una réplica moderna de la Justine de Sade: una mujer capaz de entregarse a los placeres del cuerpo, tanto que algunos la consideran ninfómana, pero al mismo tiempo es una mujer curiosa intelectualmente, con sed de conocimiento, alerta e inteligente, con un brillo especial que no se reduce a su aspecto físico.
Nessim aparece en este primer relato locamente enamorado de su mujer, dispuesto a aceptar las infidelidades de ella con tal de no perderla:
“El amor de Justine era como una piel en la que Nessim estaba cosido, como Hércules niño; y los esfuerzos de Justine por realizarse, lejos de alejarla, siempre la habían acercado a él. El mundo no comprende esta clase de paradoja; lo sé, pero tuve la impresión de que Nessim la comprendía y aceptaba de una manera imposible de explicar a quien no pueda separar el amor de la idea de posesión…” (pág. 33).
¿Era así realmente la relación de los esposos, o era lo que Darley quería ver para sentirse cómodo en el adulterio? ¿O era un poco de eso, más otro poco del pacto entre ellos que Darley ignora y que aparece en Balthazar y más claramente en Mountolive?
Hay en Justine una mirada detenida en su historia sexual: la violación en su juventud, el trauma y la necesidad de exorcizarlo, los diarios y la novela de Arnauti, primer marido de Justine, su tratamiento psicoanalítico, etc. La reiterada insistencia en esta faceta del personaje se debe a la curiosidad de Darley por ella como amante, incluso cierto morbo que le produce a él el tema, ya que en los otros volúmenes casi no aparece este aspecto del pasado de Justine.
También se menciona por primera vez la conspiración política que es el eje de las novelas, pero como Darley no sabe nada, y tampoco le interesa el tema, no le da el peso que tiene. Lo pone en boca de Scobie, quien es jefe del Servicio Secreto y le confiesa:
-“La pandilla más peligrosa está aquí, en Alejandría… todos son amigos suyos”. (pág. 168).
Para Darley esta frase es un error de Scobie, él cree en la Cábala, que es la pantalla que utilizan los conspiradores.
La propuesta de Durrell es la siguiente: hay tantas verdades como seres humanos que las viven y cuentan: todo es relativo, y todo, absolutamente todo, está teñido de subjetividad. Lo dice Justine, al inicio del primer volumen, como quien lanza la primera ficha del juego:
“-¡Mira!- exclamó-. Cinco imágenes distintas del mismo sujeto. Si yo fuera escritora trataría de conseguir una presentación multidimensional de los personajes, una especie de visión prismática. ¿Por qué la gente no muestra más que un solo perfil a la vez?”. (pág. 26).
Esta misma idea, con un elemento nuevo, aparece en boca de Darley, el narrador de Justine, cuando se pregunta:
“¿Hasta qué punto conozco a Pursewarden? Lo que sabemos de una persona se reduce a un aspecto de su carácter. Ofrecemos a cada uno una cara distinta del prisma. Repetidas veces me han asombrado ciertas observaciones que me confirman en esta idea. Por ejemplo, cuando Justine dijo de Pombal que era “uno de los grandes primates del sexo”. Mi amigo nunca me había dado una impresión de capacidad; lo encontraba indulgente hacia sí mismo a un punto casi ridículo. Me parecía divertido y digno de afecto, y su ridiculez esencial me enternecía. Pero Justine debió ver en él al gran felino de andar silencioso que era (para ella)”. (pág. 129).
¿Cuál es el elemento que aporta Darley?: no sólo varían los puntos de vista según quien narra, varían también porque cada ser humano se comporta de manera distinta dependiendo de con quien está relacionándose. Es, por lo tanto, un ser complejo, diverso, cambiante y tiene muchas facetas que salen a la luz en situaciones concretas. Para Darley, Justine es la mujer sexual por excelencia, él está atento a todo lo que aquello significa para él, la gran seductora, e intenta conocer aspectos de la sexualidad femenina, que él ignoraba, a través de ella. Justine es una fuente de conocimiento para Darley.
Es obvio que si a alguien le corresponde juzgar a Pombal por su rendimiento sexual será a una mujer. Pero la frase de Justine, respecto a Pombal y sus virtudes, no implica necesariamente una experiencia personal, puede referirse a un rumor, a un comentario escuchado por ella, a una impresión, incluso a una fantasía suya. Sin embargo. Darley, que ve a Justine capaz de seducir a todos, y libre para mantener relaciones con quien ella quiera, le atribuye a su comentario un significado concreto: ella lo dice porque lo conoce, y si ella lo dice, así será. Tanto que la visión que él tenía de Pombal, compañero divertido y tierno, queda anulada por la nueva visión que le transmite Justine.
La repetición de la palabra “prisma” en los dos párrafos citados, es clara como imagen del espejo: hay muchos reflejos, muchas caras: de la luz que le dé depende el brillo que muestre, o la opacidad.
Por todo esto, la Justine que aparece en el primer volumen es la Justine vista por Darley. Retirado en una isla griega, Darley decide escribir su relato. Darley-narrador es un personaje deslumbrado por una mujer a quien él considera la más atractiva de Alejandría. El texto que produce tiene el tono del deslumbramiento: yo, que he tenido la suerte de ser admitido como amante de tan fantástica mujer, yo que no me lo creo todavía, yo que no la merecía, debo de narrar lo que ví en ella, lo que aprendí, lo que disfruté. Al dar su testimonio, Darley desmenuza los momentos transcurridos con ella.
Todo lo que dice Darley, está teñido de esta pasión que lo ciega y limita. Tanto que hay personajes que ni siquiera menciona y que eran parte de su entorno, como Mountolive, Leila o Naruz. Ellos no le interesan a Darley, él se centra en la historia de su amor, en el retrato de Justine. Por esa misma razón se refiere a Melissa y Nessim, porque son “los otros” en la pareja Darley-Justine. Otras excepciones serán Scobie y Clea, aunque ésta última le interesa a Darley porque también estuvo enamorada de Justine, dato que contribuye a crear el aura alrededor del personaje.
Justine es en este volumen, una réplica moderna de la Justine de Sade: una mujer capaz de entregarse a los placeres del cuerpo, tanto que algunos la consideran ninfómana, pero al mismo tiempo es una mujer curiosa intelectualmente, con sed de conocimiento, alerta e inteligente, con un brillo especial que no se reduce a su aspecto físico.
Nessim aparece en este primer relato locamente enamorado de su mujer, dispuesto a aceptar las infidelidades de ella con tal de no perderla:
“El amor de Justine era como una piel en la que Nessim estaba cosido, como Hércules niño; y los esfuerzos de Justine por realizarse, lejos de alejarla, siempre la habían acercado a él. El mundo no comprende esta clase de paradoja; lo sé, pero tuve la impresión de que Nessim la comprendía y aceptaba de una manera imposible de explicar a quien no pueda separar el amor de la idea de posesión…” (pág. 33).
¿Era así realmente la relación de los esposos, o era lo que Darley quería ver para sentirse cómodo en el adulterio? ¿O era un poco de eso, más otro poco del pacto entre ellos que Darley ignora y que aparece en Balthazar y más claramente en Mountolive?
Hay en Justine una mirada detenida en su historia sexual: la violación en su juventud, el trauma y la necesidad de exorcizarlo, los diarios y la novela de Arnauti, primer marido de Justine, su tratamiento psicoanalítico, etc. La reiterada insistencia en esta faceta del personaje se debe a la curiosidad de Darley por ella como amante, incluso cierto morbo que le produce a él el tema, ya que en los otros volúmenes casi no aparece este aspecto del pasado de Justine.
También se menciona por primera vez la conspiración política que es el eje de las novelas, pero como Darley no sabe nada, y tampoco le interesa el tema, no le da el peso que tiene. Lo pone en boca de Scobie, quien es jefe del Servicio Secreto y le confiesa:
-“La pandilla más peligrosa está aquí, en Alejandría… todos son amigos suyos”. (pág. 168).
Para Darley esta frase es un error de Scobie, él cree en la Cábala, que es la pantalla que utilizan los conspiradores.
BALTHAZAR:
Este volumen responde al punto de vista de Balthazar, quien interviene para “corregir” la versión que había dado Darley en Justine. Balthazar va a buscar a Darley y le entrega un manuscrito con correciones a su texto. Los datos que aporta Balthazar, hacen que la interpretación de los personajes cambie de manera radical. Lo más importante, y doloroso para Darley, es que, según Balthazar, Justine estaba enamorada de Pursewarden, a él lo utilizó simplemente como pantalla, para distraer la atención de Nessim y evitar que sus celos perjudicaran a su verdadero amor.
Esta idea echa por tierra el mundo de Darley. Pero no por eso deja de escuchar la nueva versión, conciente de que:
“La verdad- me dijo una vez Balthazar mientras se sonaba en un viejo calcetín de tenis-, la verdad… no hay nada que, con el tiempo, se contradiga más”. (pág. 24).
Y el mismo Darley, con mente amplia, intenta reinterpretar la historia que él había contado para verla a la luz de los ojos de Balthazar:
“Tengo que aprender a verme a mí mismo en un nuevo contexto, después de leer las palabras crueles y frías de Balthazar… ¿Cómo no me he detenido un instante para preguntarme por qué razón Justine había de elegirme a mí como objeto de sus favores?”. (pág. 51).
El matrimonio de Justine y Nessim se explica ahora como un pacto entre los dos: él ofrece su dinero a Justine para buscar a su hija. En cambio lo que ella ofrece a Nessim, o lo que Nessim necesita de ella, no está claro en Balthazar. Pareciera, más bien, la unión de dos soledades. Queda en el aire la pregunta de Leila, cuando se entera del matrimonio de su hijo:
“¿Por qué habrá elegido a una judía?”. (pág. 106).
Justine es en Balthazar una mujer fría, enamorada de Pursewarden, quien la trata de mala manera y con cierto desprecio. Parece que disfruta al ser humillada, atraída por el cinismo del escritor, por su melancolía, por su intelectualidad, aunque él no la respete. Inquieta, intrigante, se entrega a Darley para tejer una cortina de humo a su alrededor y distraer la atención de su marido. Esta es una nueva Justine para el lector.
La Justine apasionada, brillante, centro de atención, que veía Darley, se transforma. Su relación con Pursewarden, según cuenta Balthazar, dependía de la provocación constante: él la pinchaba, la hería, la retaba, y ella reía desconcertada, atrapada por su cinismo y su extraño humor:
“Y Pursewarden le demostró que era ridícula con una serie de bromas tan desarmantes y conmovedoras que Justine se sorprendió riendo con un alivio que parecía casi pecaminoso. En cuanto a ella, no sólo la piel y el pelo de Pursewarden eran frescos, y hacía el amor con pereza y cinismo, si no que era dueño de sí mismo de una manera extraña. Despertaba en Justine una curiosidad apasionada que hasta entonces no había conocido”. (pág. 128).
Cuando Darley se entera de la relación de Justine con Pursewarden, que lo coloca a él en el papel de señuelo, piensa:
“Yo creía entonces que la presencia del escritor me protegía, cuando en realidad él se cobijaba en la mía!”. (pág. 203)
Esto supone el enfrentar las dos versiones: ¿a quién amaba Justine de verdad, a quién engañaba? Darley, narrador, se debe haber sentido ridículo y traicionado. Sin embargo:
“Hay tantas realidades como usted quiera imaginar, escribe Pursewarden”. (pág. 167).
Incluso Balthazar lo increpa por su postura inocente, y por no tener la capacidad de dudar. Pero también se plantea Balthazar si Darley no lo ha hecho de manera voluntaria, para que su versión se ajuste a sus deseos:
“Nunca sería usted un buen médico. Es preciso adivinar a los pacientes, porque mienten siempre. No lo pueden impedir. Forma parte del mecanismo de defensa de la enfermedad- así como su manuscrito traiciona el mecanismo de defensa del sueño que no quiere ser invadido por la realidad”. (pág. 162).
Y finalmente, cuando Clea sabe que Balthazar ha puesto de cabeza la historia contada por Darley, le plantea a Darley dos posibilidades:
“Ahora no puedo hacer nada por ti- quiero decir por tu libro. Una de dos: o tendrás que ignorar los elementos que Balthazar, con tanta perversidad, te ha proporcionado, o tendrás que “reelaborar” la realidad, como dices”. (pág. 263).
Todas esta variaciones contribuyen a enriquecer los puntos de vista, todos son válidos, el sentido de los actos depende de muchos factores, y de las personas involucradas. La interpretación de la realidad es relativa.
En Balthazar aparece un nuevo Egipto: el rural. En Justine sólo se recorre Alejandría, la ciudad cosmopolita. En este volumen, con la familia Hosnani, tenemos la dualidad campo/ciudad, correspondiendo la primera a Naruz, la segunda a Nessim. Los hermanos también son las dos caras del Egipto de entre guerras: el aspecto salvaje, campesino, feudal, y feo, estará representado por Naruz; el lado urbano, moderno, sofisticado, y bello, por Nessim.
Leila, la madre, también es un personaje que irrumpe con fuerza recién en Balthazar. Ella es un antecedente de Justine, una mujer interesante, con personalidad, más autónoma que sus contemporáneas egipcias, bella y atractiva. Leila le muestra a Mountolive los encantos de su cultura, y él quedará marcado por esta misteriosa mujer. Leila será para Mountolive, lo que Justine para Darley.
Es interesante señalar cómo el relato de Balthazar nos introduce al Egipto profundo: las escenas del viaje por el desierto que realizan los dos hermanos a caballo, por ejemplo; o las escenas de la feria en donde se interna Naruz para interrogar al Magzub sobre el destino de la hija de Justine. La visión de Alejandría, ciudad misteriosa y cosmopolita, mestiza, sensual, llena de contrastes, es enriquecida y ampliada por esta parcela de Egipto que no había aparecido en “Justine”.
En Justine se había narrado un crimen en la cacería de patos: el muerto era Da Capo. En Balthazar hay una fiesta de carnaval, en donde matan a un personaje disfrazado, que llevaba el anillo de Justine. Naruz le confiesa a Clea, que fue él quien mató a ese personaje pensando que era Justine, cuando intentó seducirlo. Ofendido por el gesto de quien creía que era su cuñada, la elimina por honor. Siguiendo el mismo juego de cambio de identidades, nos enteramos ahora que el muerto el día de la cacería de patos, no era Da Capo, aunque sea ésa la versión oficial. La historia se va enredando, tenemos hechos que no somos capaces de interpretar, se intuye un trasfondo político, pero tendremos que esperar a “Mountolive” para atar los cabos sueltos.
Este volumen responde al punto de vista de Balthazar, quien interviene para “corregir” la versión que había dado Darley en Justine. Balthazar va a buscar a Darley y le entrega un manuscrito con correciones a su texto. Los datos que aporta Balthazar, hacen que la interpretación de los personajes cambie de manera radical. Lo más importante, y doloroso para Darley, es que, según Balthazar, Justine estaba enamorada de Pursewarden, a él lo utilizó simplemente como pantalla, para distraer la atención de Nessim y evitar que sus celos perjudicaran a su verdadero amor.
Esta idea echa por tierra el mundo de Darley. Pero no por eso deja de escuchar la nueva versión, conciente de que:
“La verdad- me dijo una vez Balthazar mientras se sonaba en un viejo calcetín de tenis-, la verdad… no hay nada que, con el tiempo, se contradiga más”. (pág. 24).
Y el mismo Darley, con mente amplia, intenta reinterpretar la historia que él había contado para verla a la luz de los ojos de Balthazar:
“Tengo que aprender a verme a mí mismo en un nuevo contexto, después de leer las palabras crueles y frías de Balthazar… ¿Cómo no me he detenido un instante para preguntarme por qué razón Justine había de elegirme a mí como objeto de sus favores?”. (pág. 51).
El matrimonio de Justine y Nessim se explica ahora como un pacto entre los dos: él ofrece su dinero a Justine para buscar a su hija. En cambio lo que ella ofrece a Nessim, o lo que Nessim necesita de ella, no está claro en Balthazar. Pareciera, más bien, la unión de dos soledades. Queda en el aire la pregunta de Leila, cuando se entera del matrimonio de su hijo:
“¿Por qué habrá elegido a una judía?”. (pág. 106).
Justine es en Balthazar una mujer fría, enamorada de Pursewarden, quien la trata de mala manera y con cierto desprecio. Parece que disfruta al ser humillada, atraída por el cinismo del escritor, por su melancolía, por su intelectualidad, aunque él no la respete. Inquieta, intrigante, se entrega a Darley para tejer una cortina de humo a su alrededor y distraer la atención de su marido. Esta es una nueva Justine para el lector.
La Justine apasionada, brillante, centro de atención, que veía Darley, se transforma. Su relación con Pursewarden, según cuenta Balthazar, dependía de la provocación constante: él la pinchaba, la hería, la retaba, y ella reía desconcertada, atrapada por su cinismo y su extraño humor:
“Y Pursewarden le demostró que era ridícula con una serie de bromas tan desarmantes y conmovedoras que Justine se sorprendió riendo con un alivio que parecía casi pecaminoso. En cuanto a ella, no sólo la piel y el pelo de Pursewarden eran frescos, y hacía el amor con pereza y cinismo, si no que era dueño de sí mismo de una manera extraña. Despertaba en Justine una curiosidad apasionada que hasta entonces no había conocido”. (pág. 128).
Cuando Darley se entera de la relación de Justine con Pursewarden, que lo coloca a él en el papel de señuelo, piensa:
“Yo creía entonces que la presencia del escritor me protegía, cuando en realidad él se cobijaba en la mía!”. (pág. 203)
Esto supone el enfrentar las dos versiones: ¿a quién amaba Justine de verdad, a quién engañaba? Darley, narrador, se debe haber sentido ridículo y traicionado. Sin embargo:
“Hay tantas realidades como usted quiera imaginar, escribe Pursewarden”. (pág. 167).
Incluso Balthazar lo increpa por su postura inocente, y por no tener la capacidad de dudar. Pero también se plantea Balthazar si Darley no lo ha hecho de manera voluntaria, para que su versión se ajuste a sus deseos:
“Nunca sería usted un buen médico. Es preciso adivinar a los pacientes, porque mienten siempre. No lo pueden impedir. Forma parte del mecanismo de defensa de la enfermedad- así como su manuscrito traiciona el mecanismo de defensa del sueño que no quiere ser invadido por la realidad”. (pág. 162).
Y finalmente, cuando Clea sabe que Balthazar ha puesto de cabeza la historia contada por Darley, le plantea a Darley dos posibilidades:
“Ahora no puedo hacer nada por ti- quiero decir por tu libro. Una de dos: o tendrás que ignorar los elementos que Balthazar, con tanta perversidad, te ha proporcionado, o tendrás que “reelaborar” la realidad, como dices”. (pág. 263).
Todas esta variaciones contribuyen a enriquecer los puntos de vista, todos son válidos, el sentido de los actos depende de muchos factores, y de las personas involucradas. La interpretación de la realidad es relativa.
En Balthazar aparece un nuevo Egipto: el rural. En Justine sólo se recorre Alejandría, la ciudad cosmopolita. En este volumen, con la familia Hosnani, tenemos la dualidad campo/ciudad, correspondiendo la primera a Naruz, la segunda a Nessim. Los hermanos también son las dos caras del Egipto de entre guerras: el aspecto salvaje, campesino, feudal, y feo, estará representado por Naruz; el lado urbano, moderno, sofisticado, y bello, por Nessim.
Leila, la madre, también es un personaje que irrumpe con fuerza recién en Balthazar. Ella es un antecedente de Justine, una mujer interesante, con personalidad, más autónoma que sus contemporáneas egipcias, bella y atractiva. Leila le muestra a Mountolive los encantos de su cultura, y él quedará marcado por esta misteriosa mujer. Leila será para Mountolive, lo que Justine para Darley.
Es interesante señalar cómo el relato de Balthazar nos introduce al Egipto profundo: las escenas del viaje por el desierto que realizan los dos hermanos a caballo, por ejemplo; o las escenas de la feria en donde se interna Naruz para interrogar al Magzub sobre el destino de la hija de Justine. La visión de Alejandría, ciudad misteriosa y cosmopolita, mestiza, sensual, llena de contrastes, es enriquecida y ampliada por esta parcela de Egipto que no había aparecido en “Justine”.
En Justine se había narrado un crimen en la cacería de patos: el muerto era Da Capo. En Balthazar hay una fiesta de carnaval, en donde matan a un personaje disfrazado, que llevaba el anillo de Justine. Naruz le confiesa a Clea, que fue él quien mató a ese personaje pensando que era Justine, cuando intentó seducirlo. Ofendido por el gesto de quien creía que era su cuñada, la elimina por honor. Siguiendo el mismo juego de cambio de identidades, nos enteramos ahora que el muerto el día de la cacería de patos, no era Da Capo, aunque sea ésa la versión oficial. La historia se va enredando, tenemos hechos que no somos capaces de interpretar, se intuye un trasfondo político, pero tendremos que esperar a “Mountolive” para atar los cabos sueltos.
MOUNTOLIVE:
Este tercer volumen está narrado en tercera persona. Aparece aquí a un narrador omnisciente que toma distancia, y que va ordenando los hechos desde fuera. Mountolive es quizás el más objetivo de los relatos, y al mismo tiempo aporta una visión histórica y política, centrada en la figura de David Mountolive, el embajador británico en Egipto.
El padre de Nessim y Naruz, quien no había aparecido hasta el momento, encarna el odio de los locales a los británicos. Los Hosnani, egipcios coptos, se sienten abandonados por los europeos después de la independencia, e indefensos en un mundo musulmán en donde son tratados con desconfianza. Miembros de una antigua élite, educada, rica, católica, luchan por recobrar un lugar en el nuevo orden.
Leila, en cambio, antigua amante de un Mountolive joven, parece, por educación y gustos, más cerca de los ingleses, como su hijo Nessim. Naruz sigue el modelo del padre, quien expresa su amargura con estas palabras:
“…Eso expresa exactamente el punto de vista británico, punto de vista con el que siempre hemos tenido que luchar los coptos. Antes de que ellos vinieran no había disensiones entre nosotros y los musulmanes de Egipto. Los británicos enseñaron a los musulmanes a aborrecer a los coptos y a discriminarlos. Sí, Mountolive, los británicos. Fíjese en lo que digo”. (pág. 45).
Leila, la culta, la guía espiritual del joven diplomático, fue la primera en descubrir a Pursewarden, a través de un libro escrito por él. Le pide a Mountolive que le compre otro libro suyo en Londres, y gracias a eso se conocen Pursewarden y Mountolive y luego terminarán siendo amigos. Es curioso como en este tercer volumen, a manera de flash back, tenemos este dato, porque Pursewarden hasta el momento era:
-En Justine: un excéntrico que circula por ahí, sin tener un rol definido.
-En Balthazar: un diplomático extravagante que trabaja para los británicos, que fue amante de Justine, que alguna vez estuvo con Melissa, y que suicidó.
-Ahora, en Mountolive, resulta un personaje importante porque es quien desencadena el desenlace del complot. A pesar de haber defendido tercamente a Nessim y sus amigos ante las acusaciones del agregado militar inglés, descubre, en una conversación con Melissa, que estaba equivocado, y que en efecto sus amigos complotaban contra los ingleses para crear el nuevo estado de Israel. Angustiado y dividido entre el deber (sabía que tenía que delatarlos), y el afecto que sentía por ellos, se suicida. Pero antes avisa a Nessim y a Mountolive, para que los dos tomen precauciones en uno y otro bando.
También, es en este tercer volumen cuando nos enteramos del motivo que tuvo Nessim para casarse con Justine. Decidido a colaborar con los judíos en la creación de Israel, Nessim elige a Justine por ser judía. Ese dato, (su matrimonio con una judía), le otorgaría credibilidad en el movimiento. Los coptos piensan que sólo con la creación de un nuevo estado fuerte, se conseguiría balancear las fuerzas en el Medio Oriente. Por lo tanto, un estado judío potente, conviene a los no musulmanes.
Justine, cansada de la vida, sólo tiene un objetivo: encontrar a su hija. Cuando Nessim le ofrece su dinero para buscar a la niña, y le pide a cambio su complicidad a favor de la causa política, ella revive. Su pasión por la lucha, por un ideal, la engancha. Con este dato todo se aclara: es por este ideal político que ella se hace amante de Darley y Pursewarden, de una manera fría y calculada:
-Darley es amante de Melissa y Melissa puede saber algo de la trama política por su ex amante, Cohen, quien estaba implicado y además, hablaba mucho. Si Justine lo seduce, podría controlar a Darley, que es inglés y por lo tanto podría delatarlos.
-Pursewarden trabaja para la embajada británica, hay que neutralizarlo.
Ella actuará de espía en ambos casos.
Entonces nos encontramos frente a una nueva Justine: la luchadora política, que por una idea, es capaz de almacenar amantes y traicionar públicamente al marido. También aparece un nuevo Nessim: no es que él ame tanto a Justine que para no perderla sea capaz de soportar sus traiciones, como pensaba Darley, si no que no la ama como hombre. Justine es su cómplice. Su vida sexual no le afecta.
No hay que olvidar, que al final de Justine, hay una imagen de ella, transmitida por Clea a Darley, de una Justine gorda y descuidada que trabaja en un kibbutz en Israel. Sin embargo, dado el tono de Justine, y como en esa novela no tenemos ni idea de su trabajo político, resulta simplemente un elemento romántico del personaje: deja su lado hedonista y frívolo para convertirse en una mujer entregada al bien social.
Naruz, que era hasta el momento, el hermano tímido e inculto, se convierte en predicador, capaz de conmover a las masas. Se dibuja en Mountolive una nueva faceta del personaje, Naruz crece ante nuestros ojos, descubrimos en él recursos que desconocíamos.
Las piezas van encajando según el enfoque político: el simulacro de la muerte de Da Capo tenía una finalidad en el grupo de los rebeldes. Y a Melissa la habían mandado fuera para que no cantara lo que sabía, no fue un acto de misericordia por su enfermedad.
Cuando muere Pursewarden, Nessim sabe que lo han delatado. Intenta, entonces, comprar al Ministro del Interior (Memlick Bajá) para ganar tiempo y enviar las armas que faltan. Soborna a éste, y como resultado, Memlick acusa a Nariz y lo señala como el Hosnani culpable, para no sacrificar a Nessim y seguir recibiendo dinero de él..
Cuando Mountolive tiene su última entrevista con Leila, y percibe la decadencia de la mujer y el asco que le produce, decide largarse del país. Todos lo han abandonado, hasta los recuerdos. Pero antes de partir quiere perderse en el Egipto profundo, en el país árabe, como un gesto de adiós romántico. La escena del sheik que lo lleva a un prostíbulo de niñas lo enfrenta con la realidad. El horror, la pobreza, la decadencia, lo golpean recordándole que en Alejandría conviven los extremos.
La muerte de Naruz cierra esta novela con una narración muy bella, en donde el hondo sentir del pueblo queda reflejado en el lenguaje. Los ritos, el dolor, y las prácticas populares se mezclan en esta orgía de lágrimas y danzas. Es el mismo lenguaje que describía la feria en donde Naruz busca al Magzub; y la visita que realizan los dos hermanos a la tribu, en el desierto. Cuando los personajes están en el medio rural, el lenguaje se vuelve más lírico, se nota cierto barroquismo y el uso de muchas figuras. En la ciudad, las cosas se narran con precisión y menos adorno. Salvo las descripciones de Alejandría, que son muy sensuales en Justine, y muy elegantes en Balthazar.
Este tercer volumen está narrado en tercera persona. Aparece aquí a un narrador omnisciente que toma distancia, y que va ordenando los hechos desde fuera. Mountolive es quizás el más objetivo de los relatos, y al mismo tiempo aporta una visión histórica y política, centrada en la figura de David Mountolive, el embajador británico en Egipto.
El padre de Nessim y Naruz, quien no había aparecido hasta el momento, encarna el odio de los locales a los británicos. Los Hosnani, egipcios coptos, se sienten abandonados por los europeos después de la independencia, e indefensos en un mundo musulmán en donde son tratados con desconfianza. Miembros de una antigua élite, educada, rica, católica, luchan por recobrar un lugar en el nuevo orden.
Leila, en cambio, antigua amante de un Mountolive joven, parece, por educación y gustos, más cerca de los ingleses, como su hijo Nessim. Naruz sigue el modelo del padre, quien expresa su amargura con estas palabras:
“…Eso expresa exactamente el punto de vista británico, punto de vista con el que siempre hemos tenido que luchar los coptos. Antes de que ellos vinieran no había disensiones entre nosotros y los musulmanes de Egipto. Los británicos enseñaron a los musulmanes a aborrecer a los coptos y a discriminarlos. Sí, Mountolive, los británicos. Fíjese en lo que digo”. (pág. 45).
Leila, la culta, la guía espiritual del joven diplomático, fue la primera en descubrir a Pursewarden, a través de un libro escrito por él. Le pide a Mountolive que le compre otro libro suyo en Londres, y gracias a eso se conocen Pursewarden y Mountolive y luego terminarán siendo amigos. Es curioso como en este tercer volumen, a manera de flash back, tenemos este dato, porque Pursewarden hasta el momento era:
-En Justine: un excéntrico que circula por ahí, sin tener un rol definido.
-En Balthazar: un diplomático extravagante que trabaja para los británicos, que fue amante de Justine, que alguna vez estuvo con Melissa, y que suicidó.
-Ahora, en Mountolive, resulta un personaje importante porque es quien desencadena el desenlace del complot. A pesar de haber defendido tercamente a Nessim y sus amigos ante las acusaciones del agregado militar inglés, descubre, en una conversación con Melissa, que estaba equivocado, y que en efecto sus amigos complotaban contra los ingleses para crear el nuevo estado de Israel. Angustiado y dividido entre el deber (sabía que tenía que delatarlos), y el afecto que sentía por ellos, se suicida. Pero antes avisa a Nessim y a Mountolive, para que los dos tomen precauciones en uno y otro bando.
También, es en este tercer volumen cuando nos enteramos del motivo que tuvo Nessim para casarse con Justine. Decidido a colaborar con los judíos en la creación de Israel, Nessim elige a Justine por ser judía. Ese dato, (su matrimonio con una judía), le otorgaría credibilidad en el movimiento. Los coptos piensan que sólo con la creación de un nuevo estado fuerte, se conseguiría balancear las fuerzas en el Medio Oriente. Por lo tanto, un estado judío potente, conviene a los no musulmanes.
Justine, cansada de la vida, sólo tiene un objetivo: encontrar a su hija. Cuando Nessim le ofrece su dinero para buscar a la niña, y le pide a cambio su complicidad a favor de la causa política, ella revive. Su pasión por la lucha, por un ideal, la engancha. Con este dato todo se aclara: es por este ideal político que ella se hace amante de Darley y Pursewarden, de una manera fría y calculada:
-Darley es amante de Melissa y Melissa puede saber algo de la trama política por su ex amante, Cohen, quien estaba implicado y además, hablaba mucho. Si Justine lo seduce, podría controlar a Darley, que es inglés y por lo tanto podría delatarlos.
-Pursewarden trabaja para la embajada británica, hay que neutralizarlo.
Ella actuará de espía en ambos casos.
Entonces nos encontramos frente a una nueva Justine: la luchadora política, que por una idea, es capaz de almacenar amantes y traicionar públicamente al marido. También aparece un nuevo Nessim: no es que él ame tanto a Justine que para no perderla sea capaz de soportar sus traiciones, como pensaba Darley, si no que no la ama como hombre. Justine es su cómplice. Su vida sexual no le afecta.
No hay que olvidar, que al final de Justine, hay una imagen de ella, transmitida por Clea a Darley, de una Justine gorda y descuidada que trabaja en un kibbutz en Israel. Sin embargo, dado el tono de Justine, y como en esa novela no tenemos ni idea de su trabajo político, resulta simplemente un elemento romántico del personaje: deja su lado hedonista y frívolo para convertirse en una mujer entregada al bien social.
Naruz, que era hasta el momento, el hermano tímido e inculto, se convierte en predicador, capaz de conmover a las masas. Se dibuja en Mountolive una nueva faceta del personaje, Naruz crece ante nuestros ojos, descubrimos en él recursos que desconocíamos.
Las piezas van encajando según el enfoque político: el simulacro de la muerte de Da Capo tenía una finalidad en el grupo de los rebeldes. Y a Melissa la habían mandado fuera para que no cantara lo que sabía, no fue un acto de misericordia por su enfermedad.
Cuando muere Pursewarden, Nessim sabe que lo han delatado. Intenta, entonces, comprar al Ministro del Interior (Memlick Bajá) para ganar tiempo y enviar las armas que faltan. Soborna a éste, y como resultado, Memlick acusa a Nariz y lo señala como el Hosnani culpable, para no sacrificar a Nessim y seguir recibiendo dinero de él..
Cuando Mountolive tiene su última entrevista con Leila, y percibe la decadencia de la mujer y el asco que le produce, decide largarse del país. Todos lo han abandonado, hasta los recuerdos. Pero antes de partir quiere perderse en el Egipto profundo, en el país árabe, como un gesto de adiós romántico. La escena del sheik que lo lleva a un prostíbulo de niñas lo enfrenta con la realidad. El horror, la pobreza, la decadencia, lo golpean recordándole que en Alejandría conviven los extremos.
La muerte de Naruz cierra esta novela con una narración muy bella, en donde el hondo sentir del pueblo queda reflejado en el lenguaje. Los ritos, el dolor, y las prácticas populares se mezclan en esta orgía de lágrimas y danzas. Es el mismo lenguaje que describía la feria en donde Naruz busca al Magzub; y la visita que realizan los dos hermanos a la tribu, en el desierto. Cuando los personajes están en el medio rural, el lenguaje se vuelve más lírico, se nota cierto barroquismo y el uso de muchas figuras. En la ciudad, las cosas se narran con precisión y menos adorno. Salvo las descripciones de Alejandría, que son muy sensuales en Justine, y muy elegantes en Balthazar.
CLEA:
La última novela del Cuarteto, es el cierre esperado por el lector. Creo que en Mountolive se resuelven los enigmas mayores, y se vislumbra en toda su amplitud el engranaje político que da sentido a la historia, sin embargo lo que se narra en Clea es el final del recorrido de los personajes. Darley regresa a Alejandría, y en su intento vano de volver al pasado, se relaciona con Clea, simulando que todo sigue igual. Pero la realidad se encarga de desmentir esta ilusión: la guerra ha destruido la ciudad, Nessim ha perdido un ojo, Justine ha perdido su belleza y su energía, ambos están con arresto domiciliario: solos, abandonados, y derrotados, el gran vínculo entre los dos se ha roto; Balthazar se encuentra convaleciendo de una pasión que lo trastornó; Pombal, el mujeriego infatigable, termina enamorado de una mujer casada con quien tiene una relación casta; Mountolive enamorado de Liza, la hermana ciega de Pursewarden; Leila lejos de Alejandría llora la muerte de Naruz y responsabiliza a Nessim por ella, Scobie se ha convertido en un santón local.
Pursewarden será el alter ego de Durrell, el escritor iluminado, el artista creador, el hombre de ideas y genialidad capaz de ver el lado oculto del mundo, capaz de traspasar lo vulgar. En “Mis conversaciones con el hermano asno” (extractos del cuaderno de notas de Pursewarden), hay un paralelismo entre Darley y Pursewarden en donde sale triunfante este último, como el más sabio. Es Pursewarden (Durrell) quien elabora el concepto de lo que es, o debe ser una novela:
“…¿recuerda lo que escribió Pursewarden? “Una novela debe ser un acto de adivinación a través de las entrañas, no el cuidadoso relato de una partida de pato en el prado de una casa parroquial”. (pág. 86).
Darley en cambio, es temeroso, delicado, cobarde, busca lo seguro, no arriesga y reconoce el genio del otro. Pero su humildad es una virtud que le permite sobrevivir, y al final será él quien cierre la novela, novelando:
“Las palabras que presagian simplemente la vieja historia de un artista maduro. Escribí “Erase que se era…”
Y sentí que el universo entero me daba un abrazo”. (pág. 332).
La ciudad, Alejandría, fue casi un personaje en “Justine”, en donde Darley la utiliza como el escenario perfecto (y en parte responsable) de su romance con Justine. Las descripciones que en ella se hacen de la ciudad son sensuales y voluptuosas. En Balthazar la misma ciudad tiene matices de elegancia, de misterio y aparece siempre en contraste con el campo. En Mountolive tenemos la Alejandría del medio diplomático, las embajadas a la orilla del río, la casa del Ministro del Interior, la ciudad con influencia europea y refinamiento occidental que se mezcla con lo egipcio. En Clea la ciudad ha sido arrasada por la guerra:
“Bañarse ahora en esas playas producía una extraña sensación de melancólica serenidad; como si estuviéramos en un petrificado bosque de la era neolítica: tanques como esqueletos de dinosaurios, cañones grandes y erectos como muebles pasados de moda. Las minas constituían un peligro y los beduinos solían extraviarse en ellas cuando llevaban a pastar sus rebaños”. (pág. 229).
“…hasta la ciudad parecía sentirse a veces abrumada por los violentos estallidos de aquella tristeza, de aquel disfrazado tedio… Alejandría fue siempre una ciudad perversa, pero disfrutaba de sus placeres con altura, a un ritmo anticuado, tradicional, incluso en lechos mercenarios; ¡jamás así, de pie contra un muro, un árbol o un camión! Ahora la ciudad se parece a un enorme orinal público”. (pág. 121).
El suicidio de Pursewarden tiene una última explicación. Resulta que no se mató por haber descubierto a sus amigos implicados en el complot contra los ingleses, lo hace por amor a Liza:
“El temor de que, mientras yo esté vivo, y exista todavía en algún lugar del mundo, te sentirás en realidad incapaz de desprenderte de las crueles cadenas con que te he sujetado durante todos estos años. Este temor ha helado mi sangre, pues sé que en verdad lo que se me exige es mucho más definitivo, para que tú puedas renunciar a mí para siempre y empezar a vivir. Tengo que abandonarte definitivamente…” (pág. 201).
Termina el Cuarteto con la unión de Liza y Mountolive quien acepta la embajada en Francia, Clea se va a París, Darley a Inglaterra: los europeos regresan a su continente, ha llegado el fin de la fiesta. Mientras que Justine y Nessim, reviven gracias a una nueva jugada política, la historia termina con humor, con un guiño al lector:
“Hemos empezado algo, Nessim y yo. Nos hemos entendido, por fin, Clea. Soy tan feliz que me echaría a llorar. Esta vez es algo mucho mayor, internacional. Nos iremos a Suiza el año próximo…” (pág. 330).
Las citas textuales están tomadas de la edición de bolsillo de la editorial Edhasa, 1986. Traducción de Santiago Ferrari.
La última novela del Cuarteto, es el cierre esperado por el lector. Creo que en Mountolive se resuelven los enigmas mayores, y se vislumbra en toda su amplitud el engranaje político que da sentido a la historia, sin embargo lo que se narra en Clea es el final del recorrido de los personajes. Darley regresa a Alejandría, y en su intento vano de volver al pasado, se relaciona con Clea, simulando que todo sigue igual. Pero la realidad se encarga de desmentir esta ilusión: la guerra ha destruido la ciudad, Nessim ha perdido un ojo, Justine ha perdido su belleza y su energía, ambos están con arresto domiciliario: solos, abandonados, y derrotados, el gran vínculo entre los dos se ha roto; Balthazar se encuentra convaleciendo de una pasión que lo trastornó; Pombal, el mujeriego infatigable, termina enamorado de una mujer casada con quien tiene una relación casta; Mountolive enamorado de Liza, la hermana ciega de Pursewarden; Leila lejos de Alejandría llora la muerte de Naruz y responsabiliza a Nessim por ella, Scobie se ha convertido en un santón local.
Pursewarden será el alter ego de Durrell, el escritor iluminado, el artista creador, el hombre de ideas y genialidad capaz de ver el lado oculto del mundo, capaz de traspasar lo vulgar. En “Mis conversaciones con el hermano asno” (extractos del cuaderno de notas de Pursewarden), hay un paralelismo entre Darley y Pursewarden en donde sale triunfante este último, como el más sabio. Es Pursewarden (Durrell) quien elabora el concepto de lo que es, o debe ser una novela:
“…¿recuerda lo que escribió Pursewarden? “Una novela debe ser un acto de adivinación a través de las entrañas, no el cuidadoso relato de una partida de pato en el prado de una casa parroquial”. (pág. 86).
Darley en cambio, es temeroso, delicado, cobarde, busca lo seguro, no arriesga y reconoce el genio del otro. Pero su humildad es una virtud que le permite sobrevivir, y al final será él quien cierre la novela, novelando:
“Las palabras que presagian simplemente la vieja historia de un artista maduro. Escribí “Erase que se era…”
Y sentí que el universo entero me daba un abrazo”. (pág. 332).
La ciudad, Alejandría, fue casi un personaje en “Justine”, en donde Darley la utiliza como el escenario perfecto (y en parte responsable) de su romance con Justine. Las descripciones que en ella se hacen de la ciudad son sensuales y voluptuosas. En Balthazar la misma ciudad tiene matices de elegancia, de misterio y aparece siempre en contraste con el campo. En Mountolive tenemos la Alejandría del medio diplomático, las embajadas a la orilla del río, la casa del Ministro del Interior, la ciudad con influencia europea y refinamiento occidental que se mezcla con lo egipcio. En Clea la ciudad ha sido arrasada por la guerra:
“Bañarse ahora en esas playas producía una extraña sensación de melancólica serenidad; como si estuviéramos en un petrificado bosque de la era neolítica: tanques como esqueletos de dinosaurios, cañones grandes y erectos como muebles pasados de moda. Las minas constituían un peligro y los beduinos solían extraviarse en ellas cuando llevaban a pastar sus rebaños”. (pág. 229).
“…hasta la ciudad parecía sentirse a veces abrumada por los violentos estallidos de aquella tristeza, de aquel disfrazado tedio… Alejandría fue siempre una ciudad perversa, pero disfrutaba de sus placeres con altura, a un ritmo anticuado, tradicional, incluso en lechos mercenarios; ¡jamás así, de pie contra un muro, un árbol o un camión! Ahora la ciudad se parece a un enorme orinal público”. (pág. 121).
El suicidio de Pursewarden tiene una última explicación. Resulta que no se mató por haber descubierto a sus amigos implicados en el complot contra los ingleses, lo hace por amor a Liza:
“El temor de que, mientras yo esté vivo, y exista todavía en algún lugar del mundo, te sentirás en realidad incapaz de desprenderte de las crueles cadenas con que te he sujetado durante todos estos años. Este temor ha helado mi sangre, pues sé que en verdad lo que se me exige es mucho más definitivo, para que tú puedas renunciar a mí para siempre y empezar a vivir. Tengo que abandonarte definitivamente…” (pág. 201).
Termina el Cuarteto con la unión de Liza y Mountolive quien acepta la embajada en Francia, Clea se va a París, Darley a Inglaterra: los europeos regresan a su continente, ha llegado el fin de la fiesta. Mientras que Justine y Nessim, reviven gracias a una nueva jugada política, la historia termina con humor, con un guiño al lector:
“Hemos empezado algo, Nessim y yo. Nos hemos entendido, por fin, Clea. Soy tan feliz que me echaría a llorar. Esta vez es algo mucho mayor, internacional. Nos iremos a Suiza el año próximo…” (pág. 330).
Las citas textuales están tomadas de la edición de bolsillo de la editorial Edhasa, 1986. Traducción de Santiago Ferrari.
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