KARL KRAUS -UN PENSADOR- el intelectual austríaco más respetado y más temido de su época

[1874-1936]



Karl Kraus fue una de las almas intelectuales de la Viena del primer tercio de este siglo, tal vez el intelectual austríaco más respetado y más temido de su época. Lo que ya es decir mucho, puesto que aquella ciudad conoció la producción  de pintores como Kokoschka, Gustav Klimt y Egon Schiele,  músicos como Arnold Schönberg, y poetas como Hugo von Hofmannsthal,  Rainer Maria Rilke, y Georg Trakl, además escribían sus obras : Wittgenstein , Popper,  y Sigmund Freud. Karl Kraus fue escritor, pensador, dramaturgo, antiperiodista y gran conciencia moral de Viena en los finales del imperio Austro-Húngaro.

               Kraus había nacido en Bohemia, en el seno de una familia judía que se trasladó a la capital del Imperio cuando aún era niño. Estudió derecho y filosofía pero no terminó ninguna de las dos carreras y tampoco tuvo éxito como actor teatral. En 1897 escribió un panfleto titulado “La literatura demolida” contra Hugo von Hofmannsthal y otros poetas de la época. A los veinticinco años empezó a publicar la revista Die Fackel (La Antorcha), que él mismo seguiría editando casi en soledad , desde 1911 prácticamente hasta su muerte, en 1936. En esos años salieron 922 números de La Antorcha, dedicada inicialmente a la crítica de la corrupción moral y política y luego a la crítica cultural en un sentido muy amplio. Die Fackel llegó a tener una tirada de 30.000 ejemplares.
               En 1908 Kraus publicó “Moralidad y criminalidad”, libro en el que recoge varios artículos de Die Fackel. En 1911 fue bautizado según el rito católico. Al iniciarse la primera guerra mundial se pronunció contra la euforia belicista y emprendió una misión de paz en Italia. Entre 1915 y 1917 escribió poesía amorosa y trabajó en la redacción de su obra : Los últimos días de la humanidad.
En 1920-1921 Kraus sufrió varios ataques de la derecha pangermana y antisemita y en 1923 abandonó el catolicismo. En 1926 fue propuesto, desde París y por escritores amigos, para el Premio Nobel de Literatura que nunca obtuvo. Desde 1929 criticó en público la política de la socialdemocracia.
Tanto como a los escritos, Kraus debe su fama a sus lecturas públicas en teatros, clubs y asociaciones: leía en ellos sus propios escritos, los clásicos preferidos (Shakespeare, Johan Nestroy) y contemporáneos que le interesaban por algún motivo particular (Frank Wedekind). En total, hay noticia de setecientas lecturas de este tipo, la última en 1936, año de su fallecimiento.
               Las lecturas públicas de Kraus eran un acontecimiento en Viena. Sobre sus lecturas públicas de los años de la primera guerra mundial ha escrito Elías Canetti: “Cuando leía pasajes en voz alta, uno quedaba paralizado. Nadie se movía en la sala, la gente apenas se atrevía a respirar. Él mismo iba recitando todos los papeles: especuladores y generales, la periodista Alice Schalek y los pobres diablos que caían víctimas de la guerra. Leía todos los papeles con tanta veracidad que aquellos personajes parecían desfilar realmente ante uno [...] Eran momentos culminantes de mi existencia y el entusiasmo me duraba mucho tiempo después. Cada frase de Kraus era una exigencia, si no se le hacía caso carecía de sentido ir a escucharlo. Yo llevaba año y medio asistiendo a cada lectura y estaba impregnado por ellas como por una Biblia. No ponía en duda una sola de sus palabras. Jamás, bajo ninguna circunstancia, hubiera contrariado sus indicaciones. Él era   mi convicción y mi fuerza”[La antorcha al oído. Traduc. de Juan J. del Solar. Muchnik, Barcelona, 1982].
               Cuando el músico Schönberg regaló a Kraus su “Tratado de Armonía” puso en el ejemplar esta dedicatoria: ”He aprendido de usted más, quizá, de lo que alguien debiera aprender de otro si pretende permanecer independiente”.
 Y el poeta Georg Trakl le dedicó estos versos:
Cándido,
albo sacerdote de la verdad,
voz cristalina donde habita el gélido aliento de Dios,
mago airado,
bajo tu abrigo llameante chirría la azul coraza del guerrero.
Beltolt Brecht: “Cuando la época se tomó la muerte por su mano, él fue esa mano”. 
Él estaba siempre al borde de un abismo, “en el umbral del juicio final”, dice Walter Benjamín. Y continúa:  “Kraus no conoce ningún sistema. Cada pensamiento tiene su propia célula. Pero cada célula puede, motivada en apariencia por algo insignificante, convertirse en tribunal de justicia presidido por la lengua”.
               Cesare Cases, en su introducción a la edición italiana, recuerda el contexto: la batalla de Kraus en Die Fackel, contra la prensa liberal de la Viena de la época, fue una batalla caracterizada por “la identidad profundamente vivida, y realizada, de moral y palabra”. En “Moral y Criminalidad” esta batalla del “antiperiodista” va a la raíz del mal. Cases contextualiza el texto poniéndolo en relación con dos hechos de la vida personal de Kraus: el amor por Annie Kalmar (muerta de tuberculosis en 1901 a los veintitrés años) y la ruptura con Maximilian Harden (pseudónimo de M. Witkowski), que dirigía en Berlin la revista “Die Zukunft”. También da importancia a la influencia de Otto Weininger, el autor de ”Sexo y Carácter”.
               Para Kraus, la moral es cosa de la naturaleza, como lo es la palabra; y en tanto que crítico de la palabra, esto se expresa en la denuncia de la adulteración de la misma por el lenguaje periodístico, el crítico de la justicia deriva de la misma fuente originaria su autoridad de juez supremo en relación con las infamias que se comenten en nombre de la justicia. Las dos operaciones se identifican: la crítica de la palabra es tribunal moral y viceversa .
               En la concepción inicial de Kraus “criminalidad” se entiende en el sentido de justicia criminal o penal, no en relación con la actitud “criminal” del delincuente. “Criminalidad” se opone pues, a “moralidad” en el sentido de que lo público se opone a lo privado, los valores privados de cada uno pertenecen al dominio de la ley que debe tutelar los derechos del prójimo. En este sentido la ley penal es un dispositivo de protección social en la medida en que mi ética personal puede chocar con el bien material, físico, moral, de mi prójimo y, por tanto, con un bien jurídico. Para Kraus, un Estado es tanto más elevado culturalmente cuanto más se aproximen sus leyes al control de los bienes sociales y más se alejen al mismo tiempo del control de la vida de los sentimientos individuales. Esto significa que una condena penal no implica necesariamente una condena moral, puesto que puede ser la exigencia moral lo que impulse a uno a transgredir la ley. Hasta aquí, comenta Cases, nada que entre en contradicción con la tradición liberal.
               La lucha de Kraus apunta desde el principio a la moral sexual, porque es en esta esfera en la que se hace más patente la intromisión del aparato jurídico en una vida privada que tendría que ser respetada: la moral sexual individual no amenaza al prójimo en el mismo sentido en que lo amenaza la moral privada del amigo del perro que se niega a ponerle bozal. De todas formas, también en lo que se refiere a la moral sexual Kraus reconoce el derecho a la intervención estatal o a la reglamentación legal. Lo condenable no es la legislación en general sino su rigidez, el abuso en esta materia. Pero llevando hasta el fondo la tradición liberal, Kraus acaba por disolverla. “Sittlichkeit” [moralidad] no es ya la moral individual, la moral del amigo de los animales, sino (en la acepción del idealismo alemán) moral colectiva, la moral dominante, la costumbre consagrada; “Kriminalität” toma el sentido de “criminalidad”, tendencia a delinquir. De ahí que Kraus puede escribir: ”Un proceso por delito contra la moral es la consciente transformación de una inmoralidad individual en inmoralidad general, y sobre ese oscuro terreno se destaca, luminosa, la culpa, demostrada, del acusado”. Ningún delito sexual es tan grave como la ola de indignación moralista que suscita y en el que emergen la envidia y el sadismo sepultados bajo la represión.
               De ahí procede el abuso de funciones en el comportamiento del juez. Así se crea el mecanismo psíquico que, en la sociedad represiva, culmina en la infamia jurídica. La solución no está en la separación entre lo público y lo privado, sino en el fin de una sociedad represiva que vive confundiéndolos, en la venganza que el hombre se toma, frente a la angustia de la propia vida privada, linchando la del otro y transformándola en caso público. En Kraus esta denuncia convive, sin embargo, con la idea del abuso legislativo: “El legislador podría ser útil si redujese la intervención legislativa, en orden a la moral sexual, a la protección de tres bienes: la salud, la libertad del querer y la minoría de edad. Lo que se tiene que perseguir es la conducta del individuo que continúa su actividad sexual (y daña a otros) a sabiendas de que tiene una enfermedad venérea, el uso de la violencia y el abuso de los niños. Pero el legislador no debe tocar lo que hacen entre ellas, con consentimiento mutuo y libertad, personas adultas. La moral individual no puede ser nunca un bien jurídico; a lo sumo podrá serlo la decencia pública. Lo que ocurre entre cuatro paredes no puede suscitar escándalo y el poder del Estado no está llamado a meterse por el agujero de la llave. La indiscreción de una justicia que querría reglamentar el comercio entre los sexos siempre ha producido la peor de las inmoralidades: la criminalización del instinto sexual es un impulso estatal al delito [...] Comercio homosexual: sobre el fértil terreno de la amenaza penal prospera el grano del chantaje. Y éste es el delito más ruinoso que la justicia moralista tiene sobre su conciencia”. Kraus practica la “negación determinada”. No es un pensador que defina relaciones generales y luego las ejemplifique; es un publicista que parte de un artículo o de un proceso y hace emerger, en la reflexión sobre ello, la mentira que representan y la verdad que niegan.  “He expresado la sospecha de que la actividad sexual es casi la única de las actividades que no se prostituye en este mundo; de ahí que se haya pasado este estigma a las mujeres para quitarlo de la prostitución de todos los oficios masculinos”. La mujer sólo decae cuando en vez de enorgullecerse de su propia función de “dadora de placer” acepta la moral masculina y se defiende en el ámbito que le viene impuesto. Más aún: cuando se pone a escribir sobre esto”.
               Cesare Cases define esta concepción como paradójica y se distancia de un punto de vista que privilegia, en el análisis de los géneros, lo natural frente a lo sociocultural. Kraus acepta el dualismo platonizante: belleza, sexualidad y placer es cosa de la mujer; el Espíritu es cosa del hombre. La función de la mujer es estimular el Espíritu a través de la belleza. La naturaleza, el Origen, aparece en dos formas contrapuestas que se integran en el amor, pero que deben permanecer diferenciadas.  a las instituciones del mundo masculino. Su concepción de la mujer y de la relación entre los géneros se ve bien en este texto publicado en Die Fackel:“La naturaleza ha dotado a la mujer con la sensualidad como fuente original en la que las mentes de los hombres pueden encontrar su renovación. No obstante, los padres fundadores de normas han invertido la relación entre los sexos, constriñendo la sexualidad habitual de la mujer mediante convenciones, y permitiendo a una sexualidad masculina funcional correr sin trabas en pos de la procreación. Como resultado de ello, tanto la gracia física como la energía mental se han ajado. A las mujeres de clase media se les impone la dignidad y el autocontrol, mientras que al hombre se le permite una bestial autoindulgencia. Y así [el hombre] canaliza el espléndido torrente de la sensualidad femenina para sus propias y poco interesantes necesidades, quedando su cerebro totalmente vacío en ese proceso”.

SOBRE LA PRENSA Y LOS PERIODISTAS

*En tiempos que tenían tiempo, se podía resolver algo con el arte. En un tiempo que tiene periódicos, la materia y la forma se han escindido en favor de una comprensión más rápida. Como no tenemos tiempo, no les queda a los autores otro remedio que decirnos con todo género de detalles lo que se hubiese podido expresar brevemente.

*¿Es la prensa un mensajero? No: es el acontecimiento. ¿Un discurso? No: es la vida. No sólo plantea la exigencia de que el verdadero acontecimiento lo constituyan sus noticias sobre los acontecimientos, sino que provoca también esa siniestra identidad por la cual, en apariencia, se informa de los hechos antes de que se hagan realidad. *[...] La prensa no es un mozo de equipajes. Es el acontecimiento. De nuevo el instrumento nos ha superado. Hemos colocado al hombre, que debe comunicar la existencia de un incendio y que debería jugar el papel más subalterno dentro del Estado, por encima del mundo, del incendio, de la casa, de los hechos y de nuestra imaginación.

*El periodista está estimulado por el plazo. Cuando tiene tiempo, escribe peor.

*¡Tienen la prensa, tienen la bolsa, y ahora tienen también el subconsciente!

*Se prohíbe, con razón, toda sátira que entienda el censor.

*La distorsión de la realidad en el informe es el informe verídico sobre la realidad.

*¡Ay, ay de la prensa! Si Cristo viniese ahora al mundo, tan cierto como que vivo que no les señalaría la paja en el ojo a los fariseos, sino a los periodistas!
*

MISCELANEA

*La filosofía no es muchas veces sino un ánimo de adentrarse en un laberinto. El que después se olvida de la puerta de entrada podrá alcanzar fácilmente fama de pensador independiente.

*Pregúntale al prójimo sólo sobre cosas que tú sabes mejor. Entonces sí que será valioso el consejo.
*Para proteger la verdad se puede disimular.

*Si el amor sólo sirve para procrear, aprender sólo sirve para la docencia. Ésta es la doble justificación teológica de la existencia de los profesores.

*El pensamiento es un hijo del amor. La opinión es reconocida en la sociedad burguesa.

*La diferencia entre la antigua y la nueva psicología consiste en que la antigua se irritaba moralmente por cada anomalía y la nueva, en cambio, ha ayudado a que la inferioridad se convierta en orgullo de clase.

*Educación es algo que reciben los más, que muchos transmiten y pocos tienen.

*En alguna parte encontré esta inscripción:”Se ruega dejar este lugar como se desearía encontrarlo”. ¡Ay, si los educadores hablasen a las personas con la mitad por lo menos de contundencia que los hoteleros!

*La sexualidad mal reprimida ha perturbado no pocos hogares; la bien reprimida ha perturbado el orden universal.
*No estoy a favor de las mujeres, sino en contra de los hombres.

*Lo que quiero decir es lo siguiente: el comunismo como realidad no es más que la otra cara de su propia ideología mutiladora de la vida y, por obra y gracia de un origen ideal más puro, un complejo antídoto precisamente para el objetivo ideal más puro. Que el diablo se lleve su práctica, pero Dios nos lo mantenga como amenaza constante sobre las cabezas de quienes poseen fincas y, para conservarlas, enviarían a todos los demás a los frentes del hambre y del honor patrio, diciéndoles, a modo de consuelo, que la vida no es el supremo de los bienes. Dios nos conserve el comunismo para que esta gentuza, tan insolente que ya no sabe qué inventar, no se nos vuelva más insolente todavía; para que la sociedad de quienes poseen el derecho de disfrutar en exclusiva y consideran la humanidad sometida a su mando suficientemente dotada de amor con la sífilis que recibe de ellos, para que esta sociedad, digo, al menos se vaya a la cama con una pesadilla.¡Para que al menos se quede sin ganas de predicar moral a sus víctimas y se quede también sin humor para hacer chistes sobre ellas!
[En La antorcha, noviembre de 1920].

*Hago que el guardia baile al son de la música que prohíbe.

*Muchos tendrán razón algún día. Pero será la razón de la sinrazón que tengo hoy.

*Su risa es un regulador de la demencia universal.

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