22 marzo, 2019
Venezuela: un debate estratégico es un espacio diseñado por Revista Florencia para discutir con rigurosidad los principales problemas de la crisis venezolana. Sus objetivos son, por una parte, construir el estado de la situación en las áreas más acuciantes de la vida nacional, y por otra, incitar un debate prospectivo capaz de plantear soluciones integrales.
Conversamos con Malfred Gerig, sociólogo por la Universidad Central de Venezuela e investigador especialista en economía política global y economía política del petroleo, sobre el estado de la crisis económica que atraviesa el país, un balance sobre la gestión económica durante la Revolución Bolivariana y finalmente sobre las posibilidades de superación de la crisis.
La gestión de Nicolás Maduro se ha caracterizado por la opacidad e inexistencia de las cifras económicas, no obstante, las extraoficiales no son nada alentadoras. Si el Gobierno debiera escoger tres áreas para atender de manera prioritaria en materia económica ¿Cuáles deberían ser y por qué?
Lo más conveniente es ver las cosas tanto coyunturalmente como estructuralmente. Coyunturalmente los principales problemas de la economía venezolana son la recesión, la caída del consumo y el salario real y la inflación.
La economía venezolana se ha contraído por encima del 50% desde 2014, las importaciones pasaron de 66.000 millones de USD en 2012 a alrededor de 12.000 millones de USD en 2017. La decisión de recortar las importaciones para tapar el déficit en la cuenta corriente creado por la caída de los precios del petróleo tomada por el gobierno en 2016, prefiriendo el pago de la deuda externa sumado a la incapacidad de encontrar nuevo financiamiento externo, le aplicaron un shock al aparato productivo que no fue capaz de resistir. Esto, gracias a que las importaciones se habían convertido en el recurso de la economía venezolana para resolver la escisión entre producción y consumo que comenzó a finales de la década de 1970 y se aceleró a partir de 2007. En el punto que nos encontramos es difícil predecir el momento en el que la economía venezolana comenzará a crecer, o siquiera, detendrá su caída. No es posible atacar los múltiples desequilibrios macroeconómicos que sufre la economía venezolana si la recesión continúa.
En segundo lugar se encuentra la estrepitosa caída de los salarios y el consumo. En septiembre de 2012 el salario mínimo en Venezuela era de 476 USD, claro está con un bolívar sobrevaluado. Hoy el salario mínimo es de 5,6 USD. Las cifras hablan por sí solas. Los venezolanos hemos sido sometidos a un profundo shock sobre el consumo. Igualmente la inversión y el gasto público se han reducido estrepitosamente. Es difícil establecer una casuística en este caso, pero me atrevería a afirmar que la desaparición del mercado cambiario con la liquidación de CADIVI, la creación del CENCOEX y la caída de las importaciones asestaron el primer golpe a la economía venezolana al limitar en extremo la oferta de divisas, la caída del consumo el segundo, y la inflación y posterior hiperinflación el tercero. Por tanto, así como es necesario detener la recesión, al mismo tiempo hay que recuperar el salario real de los venezolanos y su consumo, la inversión y, sobre todo, el gasto público que ha sido el motor de esta economía durante un siglo.
En tercer lugar, se encuentra la hiperinflación, para mí, consecuencia de la caída de la producción y del consumo. La inflación no es sólo un fenómeno monetario como lo preconizan los apologetas del monetarismo. Y en el caso venezolano esta tiene cuatro componentes centrales: El aumento de precios como forma de captar la renta petrolera en el destino, la caída estrepitosa de la producción y el consumo, la ausencia del Estado en el mercado de divisas a partir de 2013 que aunado al shock sobre las importaciones dejaron el control del tipo de cambio en manos de un sector privado diezmado y especulativo que siempre ha preferido comprar divisas en lugar de invertir, y por último, la monetización del déficit fiscal. Sobre esto último hay que resaltar el cinturón de fuerza que se colocó sobre PDVSA al someterla a “funcionar” con un bolívar risiblemente sobrevaluado –nunca debemos olvidar el dolar a 10 BsF–, con un inaguantable subsidio a la gasolina que presionó un monumental contrabando externo de la misma.
En la acera estructural, el principal problema de la economía venezolana es el agotamiento del tipo de inserción que ha tenido en el sistema histórico capitalista en el último siglo. Venezuela ha aprovechado el siglo de hegemonía estadounidense en la economía global, el cual también ha sido el siglo del petróleo. Lo hizo mediante una integración rentista, esto es, ser proveedor de una materia prima esencial para el proceso de trabajo intensivo en capital y energía, piedra de lanza de la productividad estadounidense y europea. Venezuela se concentró en captar una ganancia de allí por concepto de la propiedad sobre el petróleo. Este tipo de inserción entró en su fase de decadencia en la década de 1980, y hoy se ha agotado. En el futuro Venezuela seguirá siendo un país petrolero, pero no podrá ser en ningún caso un país rentista. Esta generación tiene frente a sí un reto del tamaño de aquellos hombres y mujeres que en la década de 1920 decidieron integrarse a la economía global como un país petrolero.
Por otra parte, el proyecto de la Revolución Bolivariana ya cumple 20 años en el poder ¿Qué podemos decir de las políticas implementadas en materia económica en estos 20 años?
En este momento nos encontramos demasiado sumergidos en la marea como para hacer un balance riguroso amén de justo. Ahora bien, la principal crítica que le podemos hacer a la política económica de la Revolución Bolivariana es que no fue lo suficientemente radical al comprender la crisis orgánica en la que se encontraba la sociedad venezolana, ni dilucidar del todo que su principal contradicción era cambiar la forma en la que Venezuela ha concebido y generado la riqueza durante un siglo. O para decirlo de otra forma: en lugar de intentar producir una revolución en la inserción de Venezuela en el capitalismo global con las consecuencias que conlleva plantearse semejante proeza en un país del Sur global y más específicamente latinoamericano cuando la economía de la región ha sido la gran perjudicada en las transformaciones que se han dado en la economía global desde 1980, la Revolución Bolivariana pareció contentarse con hacer cambios radicales pero a lo interno de la misma matriz de pensamiento: la razón rentista, esto es, la creencia de que es posible reproducir la renta petrolera en desarrollo económico y que para ello se necesita aumentar la soberanía estatal sobre el recurso poniendo luego las ganancias al servicio del pueblo.
Debemos poner el punto de mira al realizar algún juicio en cómo se contuvieron o se precipitaron tendencias que aceleraron la crisis del capitalismo rentista venezolano. La dependencia de la economía venezolana del sector petrolero se agravó, se hicieron avances en la recaudación fiscal pero en ningún caso con los niveles de profundidad necesarios, la sobrevaluación del bolívar y el flujo de divisas favorecieron el empoderamiento de la burguesía comercial en detrimento de la muy mermada burguesía productiva, la caída de la productividad continuó su marcado declive pese a las inyecciones de capital fijo en algunos sectores, la crisis de inversión privada llegó a su cenit, igualmente, la dependencia de las importaciones como forma de tapar los huecos productivos se aceleró. Pero sobre todo no hubo ningún intento de resolver los problemas de reproducción ampliada: se importaron medios de consumo y cada vez la capitalización de la renta era menor. El desajuste entre el sector medios de producción y medios de consumo es abismal, haciendo a la economía dependiente del sector externo para la subsistencia de sus habitantes.
No se puede obviar la cuestión del socialismo: ¿en lo económico qué tanto se avanzó hacia esa meta? Podemos definir al socialismo como el reencuentro de los trabajadores con los medios de producción, o en otras palabras, un proceso de acumulación que no necesita desposeción de los medios de producción. La versión del socialismo rentista fue más bien una reencuentro con el consumo, un intercambio del excedente que se obtenia del mercado mundial por medios de subsistencia. Esto generó un metabolismo en el que aumentaba el sistema de necesidades, para ello se tenia que recurrir cada vez más a las importaciones, esto es, aumentar la dependencia del mercado mundial, y la capitalización de la renta o la acumulación orgánica quedaba de lado. Si vemos qué era lo que se importaba obtenemos muchas luces sobre este asunto.
Sin embargo, se lograron avances significativos en otras áreas. Se incluyó a millones de venezolanos en la economía, el consumo y el empleo. Esto generó un efecto de expansión de la oferta en muchas áreas, quizá telecomunicaciones sea la más evidente. La política petrolera, pese a sus altibajos, recuperó el dinamismo del nacionalismo petrolero devolviéndole al país la capacidad de agencia en el mercado energético global. La inversión pública recuperó dinamismo lo que también repercutió favorablemente en el crecimiento del PIB. Yo resaltaría la inversión en educación, salud y derechos que se hizo en la fuerza de trabajo. Pero repito: estamos aún demasiado inmiscuidos en la marea como para poder emitir juicio.
Durante años, incluso antes de 1999, especialistas en el área anunciaban el colapso del modelo venezolano basado en el “capitalismo rentístico”. En este sentido ¿El proyecto político chavista se planteó en algún momento su superación o al contrario, profundizó la dependencia rentista?
Más que hablar de si se planteó en algún momento superar al capitalismo rentístico lo que nos llevaría a un ejercicio de exégesis programática, creo que debemos poner el punto de mira en cómo se precipitaron tendencias que llevarían al colapso del metabolismo económico del país. Como decía en la respuesta anterior, el principal error de la Revolución Bolivariana fue seguir trabajando en la matriz de la razón rentista. Si nos fijamos en el empeño en la distribución de la riqueza más que en la expansión de la producción, si vemos el empeño en pagar la “deuda social”, nos damos cuenta que se creía que podrían acomodar las cosas a lo interno del mismo patrón económico. Ahora bien, es justo decir que esta creencia no fue arbitraria. Dos hechos coadyuvaron a darle fuerza. En primer lugar, el aumento de los precios del petróleo. En 1999 el precio del petróleo rondaba los 17 USD, en 2005 cuando Chávez es capaz de sortear la guerra de posiciones política el petróleo se encuentra en 54 USD, colocándose por encima de los 100 USD en 2011, 2012 y 2013. En aquellos años no había una mejor idea que seguir siendo un país petrolero. En segundo lugar se encuentra el aumento de las reservas probadas de Venezuela. En 1999 Venezuela tiene 76.000 millones de barriles en reservas, las cuales comienzan a incrementarse con la certificación de la Faja Petrolífera del Orinoco hasta llegar a más de 300.000 millones de barriles hoy en día.
Más que profundizar la dependencia rentista la Revolución Bolivariana la llevó a sus límites inherentes. En este punto es necesario mencionar a Schumpeter para quien la vida económica tiene dos facetas: la estática y la dinámica, la del equilibrio y la del desarrollo. En lo que respecta a su relación con la renta, la Revolución Bolivariana se movió en el campo estático intentado buscar equilibrios a lo interno de la inserción rentista. Y en esto tuvo bastante éxito, hasta el punto de conseguir una nueva edad de oro o belle epoque del capitalismo rentístico masificando el consumo a partir del aumento de las importaciones y del cobro de rentas futuras mediante el endeudamiento externo. En el futuro la economía venezolana necesita una transformación dinámica lo que involucra no sólo una revolución económica sino social, tecnológica, territorial, moral, una nueva codificación de la estructura de esfuerzos. Diría que necesitamos gestar una nueva religión civil. Este es el tamaño del reto que tenemos ante nosotros. Sin embargo, los apologistas del capitalismo dependiente creen que pueden conseguir nuevos equilibrios promoviendo un desarrollismo por invitación bajo el amparo de Estados Unidos. Y sosteniendo que el agotamiento de un siglo de reproducir la vida económica del país se debe al pestañeo del Socialismo del siglo XXI.
Al colapso rentista se le suma una reducción drástica de las importaciones producto de una estrategia dudosa para asumir los compromisos de deuda externa. ¿Qué escenario podemos prever en el corto, mediano y largo plazo con respecto a estos compromisos inconclusos?
Lo primero que hay que decir es que Venezuela tuvo un endeudamiento externo innecesario dado sus saldos en cuenta corriente. Por lo que en la belle epoque bolivariana se hizo lo mismo que durante el primer gobierno de Carlos Andrés Pérez: precipitar mediante la deuda el cobro de rentas futuras. De allí que yo otorgo un mayor peso de responsabilidad del colapso económico en el periodo que va desde 2013 hasta 2018 en el gobierno porque todavía había capacidad de maniobra y las sanciones no se habían intensificado.
La responsabilidad del gobierno en el asunto de la deuda externa reside en no prever la imposibilidad de mantener el pago del servicio de deuda dado los desequilibrios en la balanza de pagos y la caída de las exportaciones. La estrategia del buen pagador acogida por el gobierno fue sin duda un error garrafal. Sus consecuencias son el colapso económico que tenemos frente a nuestros ojos. No desestimó el rol que jugaron los tenedores de bonos en penetrar al gobierno para que se efectuarán los pagos.
Por otra parte, es muy claro que Estados Unidos utilizó el asunto de la deuda, el cierre de los mercado financieros al gobierno de Nicolás Maduro, como un elemento central en su estrategia de asfixia financiera. Siendo bastante exitosos ya que el gobierno venezolano fue un buen pagador hasta quedarse financieramente exánime y sin embargo no tuvo acceso a nuevo financiamiento. Más de 100.000 millones de USD salieron del país por concepto de deuda externa desde 2011. Como podemos ver la deuda externa sigue siendo un mecanismo de centralización de riqueza demasiado importante para los países de Norte global.
En este momento la resolución del asunto de la deuda externa venezolana está completamente supeditado a la resolución del conflicto político. Sin embargo, valdría repetir algo que mencioné en un artículo sobre este tema en noviembre de 2018: Citgo es la joya de la corona para los tenedores de bonos venezolanos.
En este aspecto, el Gobierno parece que ha adoptado una estrategia de Default Selectivo con grandes escándalos como los llamados “Hunger Bonds” (PDVSA 2022) y las polémicas referentes a los “Bonos de CITGO” (PDVSA 2020), mientras que en su momento el otrora candidato presidencial Henry Falcón asumió una propuesta de dolarización que claramente beneficiaba a los tenedores de la deuda ¿Qué estrategia plantea el proyecto político de Juan Guaidó en este ítem de suma importancia para el país?
Parece que a diferencia de Francisco Rodríguez quien era el edil económico de la operación Falcón, la operación Guaidó en las personas de Ricardo Hausmann y Miguel Ángel Santos está mucho más penetrada por los intereses de la banca multilateral, esto es, FMI, Banco Mundial, Banco Interamericano de Desarrollo. Estos parecen profesar un odio selectivo contra los tenedores de bonos combinado con una fe absoluta en las bondades de la banca multilateral euroccidental. Todas sus soluciones pasan por un cuantioso endeudamiento externo. Poniendo un especial énfasis en los efectos “perversos” de la Revolución Bolivariana, los economistas anudados a la operación Guaidó soslayan cualquier problema estructural de la economía venezolana por lo que sus recetas están condenadas a fracasar ante el tamaño de los retos que tiene el país en el futuro.
Seguramente la hoja de ruta que tienen en mente es proceder a una renegociación de la deuda, simplemente por que no queda otra cosa que hacer. Para que Venezuela pueda pagar sus compromisos externos debe haber una moratoria que permita al país recuperar la producción y las exportaciones. Para los economista ligados a la operación Guaidó la única ventaja que profesan tener es ser parte de la familia financiera euroccidental.
Para culminar, en un ejercicio propositivo ¿Qué habría que hacer combinando táctica y estrategia en materia económica para comenzar a recuperar las condiciones materiales de las mayorías depauperadas del país?
Haciendo un ejercicio de abstracción, en estricta materia económica hay que atacar tres problemas centrales: recesión, subconsumo, inflación. Para hacerle cara a la recesión no se ve en el panorama un plan más expedito que aumentar las importaciones por lo menos a 30.000 millones de USD, esto se puede conseguir tanto accediendo al financiamiento externo como aumentando la producción petrolera. Lo que se ve lejano dado el pantano en el que nos encontramos. La recuperación del consumo pasa tanto por un aumento general de salarios capaz de llevar el sueldo mínimo a por lo menos 100 USD mensuales como por la recuperación del gasto público.
Por su parte, para mitigar la inflación es necesario atacar por distintos flancos: renta en el destino, aumento de la producción y el consumo, reducción del déficit fiscal y del subsidio a la gasolina. Ahora bien, empezar por el retorno del Estado a un rol asertivo en materia de regulación económica –donde en lugar de colocar policías en la puerta de los expendios de alimentos se utilicen los mecanismos de política monetaria para regular la creación de dinero por parte de la banca mediante el crédito, los cuales a la postre presionan el tipo de cambio a la alza– la unificación del tipo de cambio, la creación paulatina de un mercado de divisas con la participación del Estado, son pasos necesarios pero insuficientes. El gran legado de aquellas ideas que giraban en torno al control de cambio y que sostenían que la “burguesía” debía producir sus propias divisas es la hiperinflación y el salario real más bajo del planeta.
La cuestión fiscal también es central. Es necesario un aumento de los combustibles internos, única medida capaz de aliviar el hueco en la cuentas fiscales. Además, es obvio que la sociedad venezolana está demasiado empobrecida como para financiar las necesidades fiscales del Estado, sin embargo, la crisis ha conllevado a una centralización de la riqueza o un aumento de la desigualdad, por lo que incrementar la recaudación fiscal en las mayores rentas es siempre una buena idea.
Como decíamos, los problemas de la economía venezolana necesitan más que la búsqueda de un equilibrio estático, que en el mejor de los casos normalizarian la miseria, una revolución dinámica. Schumpeter colocaba cinco áreas donde es posible una revolución de este tipo: 1- introducción de un nuevo bien, 2- un nuevo método de producción, 3- apertura de un nuevo mercado, 4- la conquista de una nueva fuente de aprovisionamiento de materias primas, 5- creación de una nueva organización industrial. Sobre esas posibilidades es que la sociedad venezolana debe situar sus energías, motivaciones y voluntades.
Los problemas económicos de la sociedad venezolana no admiten en la realidad abstracción, lo económico y lo político son inseparables. Por lo que para cualquier mejoría en la situación económica del país se necesita un retroceso en el vaciamiento de la soberanía de su legítimo depositario el pueblo venezolano. A partir de 2016 la soberanía se ha ido trasladando primero del pueblo a las elites, y luego a actores geopolíticos. Pero apelar a la soberanía involucra más que un referéndum plebiscitario, es necesario un profundo debate nacional sobre el sentido del país y la reinstitucionalización del mismo.
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