Miércoles, 28 de agosto. Come en casa Borges, de vuelta de Montevideo. BORGES: «En Montevideo todo está como era entonces.1 Toda esa gente era muy simpática. Uno va allá y ve ese mundo de escritores, tan ocupados en sus problemas locales, como si tuvieran realidad. Están en el infierno y lo ignoran. Nosotros estamos en otro infierno: sabemos que ellos están en uno y no lo saben, y eso nos recuerda que nosotros hemos de estar en uno parecido pero distinto. Tenemos ganas de volver pronto, para no seguir con esa visión y esa intuición desagradables. Los escritores viven en un mundo falso, con ideas como la del destino cósmico del Uruguay. Los periodistas que me visitaron son mucho mejores: leen telegramas de todas partes del mundo y tienen una idea más justa de las cosas. Los escritores creen que no deben decir nada sencillamente. Hablé con un periodista inteligente, acompañado de un joven escritor, que no entendía nada. A propósito del film sobre Lawrence, les dije: "Si el carácter del héroe es un poco ambiguo, esto puede atribuirse en parte —Lawrence era ambiguo— a ese pudor de los ingleses de no mostrar héroes muy heroicos. Imagínense lo que sería un film de ustedes sobre Artigas o uno nuestro sobre San Martín...". "Es lo que digo —se quejó el joven poeta—, ¿por qué el cinematógrafo argentino no exalta los grandes mitos nacionales, San Martín y el gaucho?" "Bueno, bueno..." —dijo el periodista—».
Estuvo con Ipuche, el autor de La defensa de Paysandú: «Se hizo católico. Es alto, criollo de ciudad o pueblo de campo, con aire de artesano a quien uno llama señor. Muy orgulloso y honrado. Siempre iba a verme al hotel. Lo invitaba a comer y no aceptaba. El gobierno uruguayo le compró los derechos de sus libros, para publicar las obras completas. El pago es una mensualidad, una suerte de jubilación. No publicarán probablemente las obras. "Ya bastantes gastos tienen en pagarme", explica. En su libro sobre el Ciclo de Paysandú, le salen algunas frases involuntariamente cómicas, como: "En Paysandú sólo quedaron dos indios hieráticos, asustando a la soledad". Compara a Hernández con un teru teru: de Rafael Hernández dice: "Hermano del inmortal teru teru". Lo ignora todo de muchos de sus personajes: los cubre de elogios, pero uno adivina que debieron ser personas oscuras. Qué diferente el autor de "El Álamo",2 que hace notar que la gente común, en la hora de prueba, se sobrepuso a la propia mediocridad y obró heroicamente: es el efecto que se puede sacar de la situación. No lo cree así Ipuche, o ni se le ocurre la posibilidad, y torpemente insiste en que todos eran gente extraordinaria. Si tiene que decir que a Fulano lo ascendieron a capitán, escribe: "Le alcanzaron el título romántico de capitán". De los charrúas poco se sabe; los nombres que se conocen provienen de Barco Centenera, donde se proveyó Zorrilla de San Martín; Barco Centenera menciona a un indio Capicán,3 del que sólo queda el nombre; pues bien: Ipuche habla del destino capicánico del Uruguay. Según Ipuche, a Zorrilla de San Martín, que tomó buenos modelos —Bécquer y Carlyle—, las cosas no le salieron mal; en cambio al doctor Carlos Roxlo, a quien todos adulaban, así le salieron... Sus lecturas eran pocas y su modelo, Quintana. Según Ipuche, Silva Valdés cree que ha evolucionado porque ahora escribe coplas chabacanas. Objeta Ipuche: "Cualquiera escribe coplas chabacanas"».
BORGES (a su sobrino Miguel): «Vos, que sos aficionado a la Historia, ¿leíste el libro de Ipuche?» MIGUEL: «No es un libro para leer». BIOY: «Antes aquí se publicaban muchos libros que no eran para leer. Yo mismo los he escrito. Quiero creer que en ese sentido nuestra literatura ha progresado y que hoy tales libros son menos frecuentes».
Cuenta Borges: «En Tucumán hicieron un sable para regalarlo a Artigas. Se lo mandaron, pero el sable quedó en Córdoba, porque las guerras civiles de la Banda Oriental volvían azarosa la llegada del portador. Alguien, mucho después de la muerte de Artigas, buscó el sable en Córdoba y lo llevó al Uruguay. A Ipuche le bastó verlo para retemplar su ánimo y redimirse de errores. No sé por qué veneran tanto ese objeto que Artigas ni siquiera vio. Bueno, el famoso sable corvo de San Martín no habrá tenido un trato mucho más asiduo con su dueño».
A veces me he preguntado si la preferencia de Borges por Ipuche correspondería a alguna política, acaso no del todo consciente, de apoyar al menos consagrado de dos autores que siempre se nombran juntos. Ahora creo que no: creo que piensa, por momentos, que en Silva Valdés hay aún menos mérito; o que siquiera Ipuche es más original en su modesta poética.
BORGES: «Silva Valdés me habló de un malevo del barrio del Cerro que, para conquistar a las mujeres, se presentaba con la bragueta abierta y decía: "Ahí lo tenés. Prendete si tenés ganas". A ese malevo se lo podía calificar de misógino. Dabove contaba de otro malevo, que en el momento de irse decía: "Atención, que me voy"». BIOY: «Qué infeliz. Pensar que tal vez fuera un temible malevo». BORGES: «Y bueno, es lo mismo: un infeliz».
Clara Silva comentó que la apenaba el hecho de que Victoria fuera contraria al Uruguay. BORGES: «¿Contraria? ¿Por qué?». CLARA: «Porque no publica en Sur libros uruguayos». Borges observa después: «¿Cómo explicarle que no tiene un criterio geográfico?»
Parece que Mastronardi publicó no sé dónde (en alguna revista o diario poco visible) un artículo contra Zum Felde, titulado «Ego Zum Felde».4 BORGES: «Si a uno se le ocurre esa broma, es difícil contenerse y no escribir el artículo». En el Uruguay, el artículo cayó muy bien.
De Emir Rodríguez Monegal, que casó con una millonaria de vieja familia y pasó de comunizante a conservador de vieja cepa, dice: «Me parece que se le va la mano. Está corrompu, riche et triomphant».
1. Alusión a «La vuelta al hogar» (1887) de O. V. Andrade.
2. Se refiere probablemente a Walt Whitman, autor de «Song of Myself» (1856), en que se habla de la batalla.
3. En el canto XIV del poema Argentina y conquista del Río de la Plata (1602), Martín del Barco Centenera describe la batalla entre los hombres de Garay y los charrúas; menciona a los caciques Tabobá, Abayubá y Zapicán. J. Zorrilla de San Martín, en Tabaré (1888), cita a Sapicán, «el cacique más anciano» [II, 4], a Abayubá [II, 5], a Tabobá [II, 6].
4. Juego de palabras contra Alberto Z. F. y Ego Sum (1939) de Carlos Reyles.
Edición al cuidado de Daniel Martino
Barcelona: Ediciones Destino ("Imago Mundi"), 2006
Foto de FAF: Sección del stand dedicado a Borges en la Feria Internacional del Libro de Montevideo (2016)
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