EL TRIUNFO DEFINITIVO DEL IDEAL TECNOLIBERTARIO

 JORGE BENÍTEZ MADRID 


El auge de Musk consolida un 

fenómeno surgido en el Silicon Valley 

de los 90: magnates cuyo poder rivaliza 

con el de la política... y hasta lo supera


Elon Musk lo tenía casi todo hace tan sólo 48 horas. Era el hombre más rico del planeta. Alguien capaz de cambiar el curso de una guerra, de liderar la nueva carrera espacial llevando a la humanidad a Marte y de revolucionar el transporte con sus coches autónomos. De mirar al futuro con sus implantes cerebrales y de controlar la conversación del presente desde X, el antiguo Twitter. Hoy, Elon Musk ya lo tiene todo. Su nombramiento para dirigir un nuevo Departamento de Eficiencia Gubernamental en la Administración Trump junto al ex candidato presidencial republicano Vivek Ramas wamy pone en sus manos el aparato más poderoso del planeta: el go bierno de Estados Unidos. Cuesta pensar en un individuo privado que haya acumulado tanta in fluencia personal desde los Médici. Y su ascenso marca el triunfo definitivo de la era tecnolibertaria que surgió en el Silicon Valley de finales de los años 90 de la mano de empresas como Amazon, eBay o PayPal. Su misión, según el futuro presidente, consistirá en impulsar «reformas estructurales a gran escala» que tendrán un enorme impacto en la Administración federal. Es decir, desmantelar lo que pueda la burocracia gubernamental, reducir el exceso de las regulaciones y reestructurar las agencias del Gobierno. La expectación es grande y, sin duda, un triunfo de una política tan agresiva tendría una influencia apabullante en gobiernos de todo el mundo. Aunque, por el momento, todo son especulaciones: sus defensores con sideran que el nuevo superministro va a aumentar la eficiencia de la Administración, que funcionaría con la larga autonomía de un Tesla, mientras que sus detractores consideran que un Estado serio no se puede gestionar como una empresa molona. «Su designación es la confirmación de algo sabido pero temido por muchos: el triunfo del capitalismo digi tal en su versión más desenfrenada» dice Álvaro Santana-Acuña, profesor de Sociología de la Universidad de Harvard. «Estamos ante el comienzo de la era tecnolibertaria. Una era que debería caracterizarse por dejar no sólo que el gobierno actúe no sólo por liberalizar los mercados, sino para  proteger la libre difusión de las tec nologías disruptivas, que va desde la inteligencia artificial sin regulación hasta las criptomonedas». En sus declaraciones a lo largo de estos años, Musk ha dejado claro que su fantasía de transformar el mundo va en serio. Un mundo, en realidad, a su imagen y semejanza. Esta decisión de Trump no sólo puede ser muy lucrativa para sus negocios, si no que permite al dueño de Tesla erigirse como un arquitecto con poderes omnímodos que rediseñe el Estado, y por tanto el país, a su antojo. El cargo de ministro plenipotencia rio del tijeretazo –Musk dice que po dría recortar hasta dos billones de dó lares– fomentará una privatización del gobierno y una externalización de algunos asuntos de Estado al sector privado. Su ambición en ese sen tido es enorme y su convicción, también. Lo ha demostrado con creces con todas sus empresas: si lleva a cabo sus planes, Ronald Reagan podría parecer un trasnochado militante de Podemos a su lado. «Queda aún por ver cuál va a ser su grado de influencia», matiza Juan To var, profesor de Relaciones Interna cionales en la Universidad de Burgos, que se muestra más cauto que otros compañeros y considera que la llega da de Musk tiene cosas buenas. «Re organizar la Administración podría ser positivo y sus aportaciones al desarrollo científico del país, también».Pero el problema a debatir no es ese. Ni siquiera su sorprendente paso de la actividad privada a la públi ca, muy común en los gabinetes de Estados Unidos. El problema que mu chos ven es lo que representa Musk. Un paso más en el control de las cosas del día a día por parte de un puñado de compañías superpoderosas, con una influencia a la altura de cual quierpaís del G20... o más. Ese miedo a los oligarcas digitales en el gobierno lo expone el filósofo Jorge Freire, que se muestra des confiado ante los «tecnoleviatanes»: ese grupo de empresarios dueños del mundo digital que desde sus empresas han marcado el camino del siglo XXI. «Lo propio sería que los mismos liberales reaccionaran ante esto», dice Freire. «Al fin y al cabo el liberalismo surgió ante el poder absoluto del rey… Pero qué le vamos a hacer si el nuevo leviatán no es estatal». En este caso, parece que el rey es Elon Musk. Y quizá ahora sí que puede decir con propiedad la expresión de Luis XIV: «El Estado soy yo». Lo cierto es que el dueño de Tesla, como otros muchos multimillona rios que representan este libertarismo de nuevo cuño, tienen una rela ción ya de por sí muy potente con el Estado, aunque se declaren enemigos de su intervención en cualquier aspecto de la vida. Sus empresas tienen firmados actualmente 300 con tratos con la Administración de EEUU. Según datos públicos, sólo Space X y Tesla han ganado 15.000 millones de dólares en contratos federales. La primera trabaja con el Pentagono y varias agencias, incluida la NASA, mientras que su compañía de coches eléctricos se ha beneficiado de ayudas al sector y de subvenciones a las estaciones de carga. En EEUU ya se han levantado las voces que denuncian «conflicto de intereses» por semejante relación. Lo cierto es que habrá que ver si Musk da un paso al lado en sus negocios y ver cómo responde la legislación actual a su nombramiento para realizar su nueva función. No sólo en sus negocios sino en la propia política exterior del país que afecta a sus intereses. Como cuando se filtró que participó en la conversación de Trump y Zelenski, información que luego ha sido desmentida.

¿ES MUSK EL DONALD TRUMP DEL MUNDO DE LOS NEGOCIOS? J. B.

 Muchos así lo ven,como un bocazas que siempre triunfa. En 2021 hizo una encuesta entre sus 80 millones de seguidores para decidir si vendía sus participaciones en Tesla y el resultado hundió las acciones de la empresa en Bolsa. En 2018, la Comisión de Bolsa ya le había acusado de fraude por especular en la red sobre las operaciones de su empresa en el mercado. Muchas las veces la lía con el Twitter en la mano, pero sus empresas son el sueño de cualquier emprendedor. «Las finanzas funcionan de tal manera hoy que las cosas ya no son valiosas en función de sus flujos de efectivo, sino en función de su proximidad a Elon Musk», escribió un columnista 

de Bloomberg

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