James Joyce - Ha caído, penetrante, la tristeza




Me la encuentro al salir de la casa de Ralli, mientras ambos le damos limosna a un pordiosero ciego. Contesta mi apresurado saludo rotando y desviando sus ojos negros de basilisco. E col suo vedere attosca l’uomo quando lo vede. Agradézcote la cita, messer Brunetto.

Extienden bajo mis pies alfombras para el hijo del hombre. Esperan mi paso. Ella está en la sombra amarilla del zaguán, una capa a cuadros escudando sus hombros caídos del frío: y mientras me detengo sorprendido y miro a mi alrededor ella me saluda glacial y sube la escalera clavándome oblicuamente, por un instante, desde sus perezosos ojos, un chorro de ponzoña líquida.

Una delicada y ajada cobertera verde-claro cubre el diván. Una estrecha habitación parisiense. Aquí estuvo reclinado el peluquero, pero ya no. Besé su media y el borde de su falda polvorienta negra-moho. Es la otra. Ella. Gogarty vino ayer a que lo presentara. Debido a Ulises. Símbolo de la conciencia intelectual… Entonces, ¿Irlanda? ¿Y el marido? Andando de arriba a abajo por el pasillo en sus alpargatas o jugando al ajedrez contra sí mismo. ¿Por qué nos han dejado aquí? Aquí estuvo reclinado el peluquero, pero ya no, apreté mi cabeza contra las rodillas nudosas de ella… Símbolo intelectual de mi raza. ¡Escucha! Ha caído, penetrante, la tristeza. ¡Escucha!

—No creo que tales actividades mentales o físicas puedan considerarse enfermizas—

Ella habla. Una voz débil desde más allá de las frías estrellas. Voz sabia. ¡Di más! ¡Oh, dilo otra vez; hazme sabio! Nunca había oído esta voz. Ella se enrosca hacia mí por el diván arrugado. No puedo moverme ni hablar. Acercamiento enroscado de carne nacida-de-las-estrellas. Adulterio de la razón. No. Iré. Iré.

—¡James, amado!—

Blandos labios mamantes besan mi axila izquierda: un beso sinuoso en millares de venas. ¡Estoy ardiendo! ¡Me encojo como una hoja en llamas! Desde mi axila derecha brota un colmillo de fuego. Una serpiente centelleante me ha besado: una helada serpientenoche. ¡Estoy perdido!

—¡Nora!—


En Giacomo Joyce, 1914
Traducción: Alfredo Matilla
Imagen: James Joyce por Jacques-Emile Blanche

Publicar un comentario

0 Comentarios