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Autoengaño

                                                      (traducido por el traductor Google) 

Ansiedad, atención, autoengaño.

De lo que somos conscientes (o desconocemos) es un efecto de atención (o falta de atención). En otras palabras, sólo somos conscientes de aquello en lo que descansa nuestra atención, es decir, de las ideas, percepciones y recuerdos a los que se dirige nuestra atención en un momento dado. Es una parte infinitesimal de lo que existe y que nos concierne, por eso la conciencia es siempre muy limitada.

Más allá de eso, la conciencia es engañosa e ilusoria. De hecho, lo que gobierna nuestra atención y determina sus direcciones son los estímulos que recibimos del exterior y los filtros construidos por nuestros sistemas de defensa contra la ansiedad, que mantienen la atención (y por tanto la conciencia) alejada de esas ideas que nos harían sentir incómodos o nos causa sufrimiento.

En su libro "Mentira, autoengaño, ilusión", Daniel Goleman describe una conexión entre atención y ansiedad, en el sentido de que los pensamientos conscientes son guiados por el inconsciente para evitar que den lugar a malestares como ansiedad, angustia, pérdida, miedo, inseguridad, sufrimiento, pérdida de la autoestima, sentimientos de culpa, etc.

Esta conexión es consistente con el hecho de que, como nos enseñó Freud, el yo consciente no es dueño de su propia conciencia o voluntad. Es decir, el ego consciente no es el agente que elige qué y cómo pensar y no pensar, y cómo articular sus pensamientos. De hecho, la atención juega un papel en esta elección, que suele ser involuntaria y automática.

La atención, por otro lado, es siempre selectiva en el sentido de que solo es posible prestar atención a una o muy pocas cosas (percepciones, ideas, pensamientos o imágenes mentales) a la vez. Se trata de un proceso cognitivo pasivo, inconsciente, automático e involuntario que permite seleccionar algunos estímulos ambientales entre los muchos disponibles en un momento dado e ignorar otros. Los estímulos ambientales seleccionados son seguidos por reflejos automáticos, o respuestas cognitivas, emocionales y motrices, que, en la medida en que son percibidos conscientemente por el sujeto, constituyen, a su vez, estímulos. Por tanto, la mente está continuamente sujeta a estímulos tanto de origen externo como interno,

A pesar de ello, normalmente tenemos la ilusión de ser libres y en control de pensar lo que queremos y que lo que pensamos es correcto, es decir, lógico y racional. Esta ilusión se debe, en mi opinión, al hecho de que la idea de no ser libre ni siquiera para pensar en lo que uno quiere es tan inquietante y aterradora que un mecanismo de defensa inconsciente la saca de la conciencia.

Que la libertad de pensar es una ilusión se puede demostrar partiendo del principio de que todo lo que ocurre en el mundo (y por tanto también en la mente) ocurre por casualidad, o por alguna ley o lógica predefinida (o por una combinación de ambas). Entonces, cuando pensamos, nuestros pensamientos son aleatorios (y en ese sentido ilógicos) o siguen una lógica (o una combinación de lógica y azar). Bueno, si es cierto, como supongo, que en su mayoría siguen una lógica (más o menos realista), esto hay que memorizarlo en alguna parte, y supongo que está en el mapa cognitivo-emocional-motivador (al que está dedicado el  capítulo del mismo nombre). Quiero decir que la lógica a la que me refiero no se crea en el momento de su uso sino que ya existe antes de ser aplicada.

Por lo tanto, podemos suponer que se memorizan diferentes lógicas en la mente para diferentes situaciones (en su mayoría aprendidas como resultado de experiencias), tan numerosas que es imposible tomarlas todas conscientemente en consideración al mismo tiempo. Por tanto, debe existir un mecanismo o agente inconsciente y automático que, ante determinados estímulos, elija la lógica del pensamiento y / o comportamiento a aplicar entre los muchos posibles.

Las consecuencias prácticas de lo anterior son impactantes desde varios puntos de vista (existencial, ético, social, filosófico, psicológico, pedagógico, etc.). De hecho, nuestros pensamientos no solo son involuntarios (y por lo tanto incontrolables por el ego consciente), sino que también son engañosos, ya que no son objetivos. Esto se debe a que el agente que determina la secuencia de pensamientos evita las vías cognitivas potencialmente ansiosas antes de que se den cuenta, con el resultado de crear lagunas o saltos lógicos en el pensamiento mismo. Lo que es peor, es que no nos damos cuenta de estos vacíos y saltos lógicos ya que el agente que gobierna nuestros pensamientos impide que nuestra atención se fije en las inconsistencias y deficiencias de los propios pensamientos. Solo un pensamiento superior, oEl metapensiero (es decir, pensar en el propio pensamiento) puede, de hecho, investigar y cuestionarse a sí mismo y su racionalidad. Sin embargo, hay pocas personas capaces de pensar en meta,  y uno de los propósitos de este libro es enseñar cómo hacerlo.

Con respecto a las lagunas en nuestro pensamiento, RD Laing escribió:

“El alcance de lo que pensamos y hacemos está limitado por lo que no advertimos. Y hasta que no nos demos cuenta de lo que no nos damos cuenta, es poco lo que podemos hacer para cambiar, hasta que nos demos cuenta de cómo no nos damos cuenta de las formas de nuestros pensamientos y acciones ".

Niveles de percepción y respuesta

Una información, antes de llegar a la conciencia, sufre un cierto número de elaboraciones automáticas que la transforman, filtran, interpretan, clasifican, organizan y evalúan a partir de uno o más estímulos externos y / o internos. Por tanto, de lo que somos conscientes nunca es de la realidad como tal, sino de una transformación de la misma llevada a cabo por nuestra mente de formas más o menos diferentes de una persona a otra en función de las experiencias y el temperamento del sujeto.

Una información (o idea) puede ser más o menos placentera o dolorosa, atractiva o repulsiva. Esta cualidad no es establecida por la conciencia, sino por automatismos inconscientes (basados ​​en experiencias previas) incluso antes de que la información llegue a la conciencia misma. Es precisamente en la fase en la que la información suscita un sentimiento desagradable antes de llegar a la conciencia, que el inconsciente puede censurarla en el sentido de no permitir que llegue a la conciencia en absoluto, o de hacerla llegar alterada, distorsionada, falsificada, mistificada, disminuido. o acentuado restando aspectos particulares o agregando aspectos inventados.

El propósito de la autocensura inconsciente es, por tanto, evitar el mayor sufrimiento que se produciría si la información llegara a la conciencia. De hecho, una idea desagradable es en primer lugar a nivel inconsciente, provocando una sensación de malestar de origen desconocido en la conciencia (como en el caso de la ansiedad), y en segundo lugar puede serlo a nivel consciente, donde el malestar es asociado a una causa particular (más o menos correspondiente a la realidad).

Valor social del autoengaño - Mentiras colectivas

El autoengaño (es decir, un mapa mental de la realidad que no se corresponde con la realidad misma) tiene un valor social, en el sentido de que es un factor importante de cohesión social. De hecho, es imposible pertenecer a una comunidad sin compartir los engaños colectivos que la caracterizan.

El autoengaño nos afecta tanto a  como a nosotros , y los patrones compartidos con otras personas anulan los que no se comparten. Además, la cohesión grupal prevalece sobre la verdad y se ignora cualquier información que pueda disminuir la cohesión.

Al respecto, Yuval Noah Harari escribió:

“Incluso si tenemos que pagar un precio para desactivar nuestras facultades racionales, los beneficios de una mayor cohesión social son a menudo tan grandes que las historias de ficción normalmente prevalecen sobre la verdad en la historia de la humanidad. Los eruditos lo saben desde hace miles de años, y es por eso que […] tuvieron que elegir entre servir a la verdad o la armonía social. ¿Deberían apuntar a unir a la gente haciendo que todos crean la misma falsedad, o deberían dar a conocer la verdad al precio de la desunión? Sócrates eligió la verdad y fue condenado a muerte. Las instituciones sociales más poderosas de la historia (clero cristiano, mandarines confucianos, ideólogos comunistas, etc.) han hecho prevalecer la unidad sobre la verdad. Por eso eran tan poderosos ".

Por tanto, podemos decir que el autoengaño, o las lagunas y saltos lógicos del pensamiento consciente, sirven para evitar ser excluidos o marginados de la comunidad a la que se pertenece. De hecho, la ausencia de autoengaño tendría dos graves consecuencias.

La primera sería una denuncia de la falsedad de la mayoría de los miembros de la propia comunidad, acusación que no sería tolerada por los interesados ​​y daría lugar al castigo y marginación del acusador.

La segunda consecuencia sería una autoacusación de la propia falsedad, lo que tendría efectos desastrosos sobre la autoestima, tanto desde el punto de vista intelectual como moral. De hecho, en este caso el sujeto se sentiría indigno de pertenecer a una comunidad de personas sinceras.

Tomemos las creencias religiosas, por ejemplo. Para quienes pertenecen a una comunidad caracterizada por compartir ciertas creencias religiosas, denunciar que estas se basan en invenciones y falsedades pasadas como verdad, equivale a una autocondena de exclusión de la propia comunidad. Tal eventualidad es tan aterradora en un nivel subconsciente que cualquier argumento lógico capaz de probar la falsedad de las acusaciones simplemente es ignorado. A esto se suma el hecho de que si se demostrara que esas creencias son falsas, el sujeto resultaría estúpido e ingenuo al no poder ver lo que es evidente y estar dispuesto a creer en la existencia de cosas que no existen, simplemente porque alguien lo ha inducido. para hacerlo o por instinto de imitación. Tal eventualidad también asusta al inconsciente del sujeto, ya que minaría su autoestima hasta el punto de hacerle sentir indigno de pertenecer a una comunidad de personas inteligentes y realistas. Por tanto, hay dos razones importantes para ignorar cualquier argumento que pueda exponer el engaño.

Supongo que el autoengaño se basa en axiomas inconscientes como los siguientes:

  • Soy parte de una comunidad de personas rectas, inteligentes y bien informadas.
  • soy justo, inteligente y conocedor
  • Comparto las creencias de la mayoría de los miembros de la comunidad a la que pertenezco
  • Soy aceptado y aprobado por la mayoría de los miembros de la comunidad a la que pertenezco

Pues bien, cualquier argumento que contradiga alguno de los axiomas mencionados es normalmente censurado por el inconsciente, evitando que se le preste atención para evitar ansiedad, pérdida de la autoestima, sufrimiento, confusión, etc.

Por ejemplo, es posible que la mayoría de los humanos no acepte este libro como verdadero, ya que cuestionaría uno o más de los axiomas anteriores.

Todos tienen una visión del mundo que se ha construido como resultado de sus experiencias. Tal visión podría ser errónea y engañosa en cuanto a lo que es más o menos importante, bueno, útil y verdadero. El problema es que no estamos acostumbrados a cuestionar nuestra visión del mundo, también porque nos condiciona a tal punto que no vemos todo lo que no es consistente o compatible con él.

Especialmente tendemos a negar la verdad de cualquier cosa que nos ponga en una mala posición. De hecho, la defensa de la autoestima prevalece sobre el reconocimiento de la verdad, y las amenazas a la autoestima son una de las principales causas de ansiedad y estrés.

Un experimento revelador

El famoso experimento de conformidad de Solomon Asch ha determinado que hay aproximadamente un 33% de posibilidades de que un individuo crea lo que otros dicen ver, incluso si esto es contrario a lo que él mismo ve. De hecho, cuanto mayor es el número de personas que piensan de cierta manera, mayor es la probabilidad de que una persona se adapte a su forma de pensar, incluso cuando no coincida con su propia experiencia.

En el experimento de Asch se trataba de elegir la respuesta correcta entre tres opciones, como se ilustra en la siguiente figura. La mayoría de los participantes en el experimento, de acuerdo con el experimentador, a veces respondieron deliberadamente incorrectamente sin el conocimiento de la única persona que era realmente el sujeto del experimento.

Un tercio de las personas evaluadas se adaptaron a la respuesta incorrecta de la mayoría, incluso si a primera vista pensaron que era incorrecta. Por otro lado, podemos asumir que la probabilidad de creer en falsedades alegadas por la mayoría es muy superior al 33% en situaciones ambiguas, donde las valoraciones no son verificables o cuando el sujeto no está completamente seguro de sus ideas y percepciones.

Este experimento se puede considerar como evidencia tanto de un conformismo en el sentido de un ajuste de la conducta a las presiones de la mayoría, como de un autoengaño, en el sentido de que la adaptación a la mayoría requiere que el sujeto se engañe a sí mismo, es decir, suprimir su propia verdad (basada en la propia experiencia directa) a favor de la afirmada por otros. En este sentido, el autoengaño se configura como una manipulación inconsciente ejercida sobre uno mismo, presumiblemente para evitar el castigo o la exclusión de una mayoría intolerante hacia quienes no están de acuerdo con las certezas comunes.

Esquemas mentales y contextos sociales

La conciencia y el inconsciente de cada individuo funcionan sobre la base de esquemas mentales predefinidos construidos (y modificables) a través de experiencias. Mediante estos esquemas, el sujeto determina qué es (o no) verdadero, bueno, bello e importante, es decir, en qué medida cada entidad percibida (objeto, idea, persona, situación, acción, etc.) es verdadera, buena, hermoso e importante.

Los esquemas mentales también definen los contextos sociales (teorizados por el sociólogo Erving Goffman con el nombre de "marco") en los que uno puede encontrarse, los roles que se pueden asumir en cada contexto y lo que cada rol puede, debe y no debe hacer. el contexto mismo. De hecho, cualquier transacción social fuera de contextos compartidos, o que no respete las reglas del contexto aplicable, normalmente se considera violenta, intrusiva o de mal gusto, o simplemente se ignora, como si nunca hubiera sucedido. En este sentido, podemos imaginar los malentendidos e inconvenientes que pueden surgir cuando dos personas atribuyen contextos diferentes a una misma situación, es decir, con roles y reglas diferentes.

Los esquemas mentales están determinados sobre todo por la cultura a la que pertenecen y son más o menos similares de persona a persona en el sentido de que, al comparar los esquemas mentales de dos individuos, se pueden encontrar entidades comunes con evaluaciones concordantes, entidades comunes con discordantes. evaluaciones, y entidades disconformes. común (es decir, conocido por uno y no por el otro).

Cuando en la interacción entre dos personas surgen discrepancias sobre la evaluación de determinadas entidades comunes, supongo que en las mismas personas se activa una lógica inconsciente que dice algo así:

Mi evaluación de la entidad X (es decir, hasta qué punto X es verdadero, bueno, hermoso, importante) es diferente de la de mi interlocutor. Si su evaluación fuera correcta, la mía estaría equivocada. Si es así, sería mi forma de pensar la que estaba equivocada, ya que determinaba la evaluación en sí. Dado que mi forma de pensar coincide con mi personalidad, entonces esto estaría mal. Y dado que mi personalidad coincide con mi persona, entonces esto estaría mal, entonces yo estaría equivocado. Sin embargo, no puedo admitir que me equivoque porque esto me haría sufrir de una manera insoportable, por lo que la valoración que hace mi interlocutor de la entidad X es necesariamente errónea y, en consecuencia, mi interlocutor también.

Por lo tanto, en el caso de evaluaciones discordantes, el inconsciente tiene varias opciones, entre las que se incluyen las siguientes:

  • mantener su valoración diferente devaluando al interlocutor;
  • devaluar la importancia de la entidad valorada y por tanto de la valoración en sí, considerándola no importante, en el sentido de que la valoración discordante no repercute en la relación entre los dos interlocutores o con otras personas;
  • eliminar su propia valoración, o abstenerse de valorar la entidad en cuestión;
  • negar la existencia de la entidad en cuestión.

En todos los casos se trata de autoengaño, en cuya raíz está la idea de que el propio esquema mental (entendido como una visión del mundo) coincide con la propia persona y que las propias evaluaciones son absolutamente ciertas. En cambio, la verdad es que nuestros esquemas mentales son relativos, variables, cambiantes, "inclinados" (del inglés sesgado ), generalizadores, simplificadores, siempre limitados y nunca suficientes.

También es incorrecto suponer que dos evaluaciones en conflicto no pueden ser válidas. En realidad pueden serlo, ya que toda evaluación debe ser circunstancial, relativizada o contextualizada, por lo que un cambio de contexto podría alterar la propia evaluación.

Doble vínculo, autoengaño y manejo de mentiras

Todo ser humano está sujeto a un "doble vínculo": por un lado el deber de ser sinceros (como nos han enseñado desde la infancia), por otro lado, el de no denunciar las mentiras colectivas de la comunidad a la que pertenece. De hecho, si lo hiciera, los demás lo castigarían hasta el punto de excluirlo de la propia comunidad. La solución a esta doble coacción, para evitar el estrés emocional y otras perturbaciones psíquicas, consiste en no ver las mentiras ajenas o propias, o en no considerar ciertas afirmaciones como mentiras.

Es difícil mentir a los demás sin mentirte también a ti mismo. Para ser convincentes, debemos creer en lo que decimos a los demás, incluso si es una mentira. De hecho, si cultivamos dos versiones diferentes de los hechos en nuestra mente, una verdadera para nuestro uso y otra falsa para los demás, terminaríamos confundiéndolos y revelando inadvertidamente a los demás lo que queremos ocultarles o creer en ellos. algunas de las falsedades que contamos.

De hecho, estamos tan acostumbrados a ser engañados y a engañar, que también nos engañamos a nosotros mismos sin darnos cuenta. La verdad y la mentira están tan bien mezcladas que continuamente intentamos comprender qué es verdadero y qué es falso en las narrativas que recibimos. También nos dedicamos a construir nuestras propias mentiras y a ocultar verdades indecorosas sobre nosotros mismos. En consecuencia, siempre tenemos miedo (consciente o inconscientemente) de que las verdades sobre nosotros salgan a la luz.

Además, no podemos denunciar impunemente todas las mentiras de los demás, pero muchas veces debemos fingir que no las vemos para mantener buenas relaciones con nuestros interlocutores.

Las mentiras más comunes se refieren a la religión, la política, las relaciones sociales, la moral, la estética, la inteligencia, el estado propio y de los demás, los sentimientos, los deseos y las motivaciones de uno, en el sentido de que todos tratan de parecer mejores y más importantes de lo que realmente son. y convertir la necesidad o el defecto en virtud.

Supongo que el manejo inconsciente e irracional de la mentira es una de las principales causas de nuestro malestar emocional, nuestras inhibiciones y nuestros trastornos psíquicos y psicosomáticos.

Dado que no podemos evitar mentir o manejar nuestras propias mentiras y las de los demás, debemos intentar hacerlo de manera consciente, pragmática, con inteligencia, moderación, sensibilidad y, si es posible, con amor.

Amenaza, ansiedad, estrés y autoengaño

La ansiedad es el efecto de la percepción de una amenaza real o presunta, más o menos clara y más o menos consciente. La ansiedad da lugar a un estrés mental (destinado a alejar o eliminar la amenaza) que a la larga puede provocar fatiga y trastornos psicosomáticos.

Si un evento se evalúa (consciente o inconscientemente) como amenaza, se desencadena la ansiedad y una serie de mecanismos para resolverlo. La atención se concentra entonces en la causa (real o presunta) de la ansiedad y las motivaciones predominantes son las que inducen el ataque o la huida con respecto a lo que se percibe como amenaza. Como resultado, la atención se desvía de otras opciones de comportamiento que podrían neutralizar la amenaza de manera más inteligente y eficaz.

Podemos distinguir la ansiedad y el consiguiente estrés mental en dos categorías: la de origen natural (como en el caso en el que se corre el riesgo de ser atacado por un animal feroz o de ser sumergido por una avalancha) y la de origen social (como por ejemplo para ejemplo cuando se cuestiona la reputación de uno). El estrés natural suele ser de corta duración y cualquier dolor físico se alivia con endorfinas para permitir que la persona se concentre en una solución rápida para evitar el peligro. El estrés social, por otro lado, a menudo es de larga duración y el dolor asociado es menos agudo, por lo que la secreción de endorfinas anestésicas no ocurre o se agota rápidamente. Además, la fuente del estrés social es mucho más difícil de determinar que la natural.Si la causa del estrés social no se supera rápidamente, el dolor es entonces atenuado por mecanismos de defensa paliativos inconscientes , que tienden a negar las amenazas o distorsionar la percepción. De esta forma se reduce el estrés a expensas del realismo de percepción.

De hecho, puede haber tres respuestas a una situación estresante:

  • Enfrentar la amenaza y cambiar la situación eliminando o removiendo la amenaza en sí.
  • aliviar el estrés a través de un paliativo físico (alcohol, drogas, etc.) o mental (autoengaño, delirio, etc.)
  • no afrontar el estrés y sufrir daños (fatalismo, sensación de derrota, atenuación reducida, trastornos psicosomáticos, etc.)

La psiquiatra Mardi Horowitz ha resumido en la siguiente lista algunas estrategias implementadas por los mecanismos de defensa del inconsciente para evitar o disminuir la ansiedad social:

  • Asociaciones invisibles , es decir, lagunas en la relación de causa y efecto, o en la predicción de las consecuencias de lo evidente.
  • Insensibilidad , es decir, inhibición de las respuestas emocionales a determinadas situaciones percibidas (distanciamiento emocional).
  • Atenuación de la respuesta emocional o reducción de la amenaza.
  • Pérdida de atención , es decir, menor capacidad para concentrarse en la información, incluidos pensamientos, sentimientos y sensaciones físicas.
  • Aturdimiento , es decir, menos disposición y capacidad para comprender y evaluar el significado de eventos y mensajes.
  • Pensamientos restringidos , es decir, incapacidad para explorar otros posibles significados además del más inmediatamente evidente.
  • Defectos de memoria , es decir, amnesia selectiva de eventos o detalles de eventos.
  • Negar la evidencia , es decir, pensar que una cosa con un significado evidente tiene otra.
  • Barrera con la fantasía , es decir, escapar de la realidad o sus implicaciones a través de fantasías sobre lo que pudo haber sido o podría ser.

Varias reflexiones sobre el autoengaño y el inconsciente

El engaño es una afirmación total o parcialmente falsa, la ilusión una expectativa improbable o imposible, o irreal. Los seres humanos se engañan y se engañan mutuamente (consciente o inconscientemente) por ignorancia, para explotarse, para conformarse o para salvar las apariencias; se engañan y se engañan inconscientemente por ignorancia y por sufrir menos. De hecho, la verdad puede ser desarmadora, ridícula, dolorosa, atroz, impactante, insoportable.

Cuanto más estamos seguros de no engañarnos a nosotros mismos, más nos engañamos a nosotros mismos. Y viceversa, cuanto más seguros estamos de engañarnos a nosotros mismos, menos nos engañamos. De hecho, en el primer caso estamos tan seguros de nuestras ideas que no las cuestionamos, mientras que en el segundo caso nuestras dudas nos llevan a verificar su validez.

El inconsciente selecciona lo que considera útil e ignora lo que considera inútil con respecto a sus motivos, tomando conciencia solo de lo que considera útil.

Cuando miramos una pintura, la atención se dirige a ciertos detalles más que a otros de una manera no aleatoria. El inconsciente determina qué partes merecen más atención y cuáles menos. Estos últimos son los que tienen más probabilidades de provocar ansiedad.

El mecanismo de represión freudiano está ligado al de la atención selectiva. De hecho, el propósito de la represión, como el de la atención selectiva, es evitar el estrés y el sufrimiento del sujeto.

Así como un dictador controla la circulación de la información según sus intereses y su política, el inconsciente controla lo que puede surgir y lo que no debe llegar a la conciencia.

Cualquier deseo generalmente considerado patológico, criminal, humillante, vergonzoso o ridículo (y como tal doloroso) es normalmente reprimido, aun cuando continúa buscando su satisfacción en formas ocultas o disfrazadas. A veces incluso sucede que el sujeto piensa que tiene deseos opuestos a los que reprimió, es decir, cree que odia lo que realmente ama y ama lo que realmente odia.

La mentira, así como el autoengaño, sirven (o deberían servir) para ser más respetados, aceptados, reconocidos, amados por los demás. Sirven para presentarnos a los demás de una manera más respetable y socialmente digna de lo que realmente somos.

No solo se pueden eliminar los hechos, sino también los sentimientos relacionados con los hechos. De hecho, a veces no se eliminan los hechos, sino sólo los sentimientos relacionados con ellos, como si fuéramos indiferentes a los hechos mismos.

La racionalización es un mecanismo que construye una narrativa aceptable para explicar hechos, la explicación sincera sería inaceptable. En otras palabras, se trata de negar las verdaderas razones de una determinada conducta citando razones plausibles distintas de las reales y políticamente correctas.

Amamos cualquier cosa que respalde nuestras mentiras y odiamos cualquier cosa que amenace con exponerlas.

El alcohol y las drogas son paliativos que reducen la ansiedad al reducir la atención a las amenazas percibidas.

Los mensajes publicitarios y políticos son casi siempre engañosos, especialmente en caso de guerras y crisis políticas y económicas.

Cuando escuchamos un determinado discurso, es posible que nos concierna, que directa o indirectamente diga algo de nosotros que no es halagador, algo que no es coherente con la imagen que tenemos de nosotros mismos y que en consecuencia pone en tela de juicio nuestra personalidad. En este caso el inconsciente nos lleva a no tomarnos en serio ese discurso, a no darle peso, a olvidarlo de inmediato, ni a criticarlo y desacreditarlo.

“Trivers, llevando su teoría de las emociones a sus consecuencias lógicas, señala que en un mundo lleno de máquinas de falsedad, la mejor estrategia es creer tus propias mentiras. No puedes hacer que tus intenciones ocultas sean descubiertas a menos que pienses que son tus intenciones. Según esta teoría del autoengaño, la mente consciente se esconde la verdad de sí misma para esconderla mejor de los demás. Pero la verdad es útil y, por lo tanto, debe registrarse en algún lugar de la mente, bien protegida de las partes que interactúan con otras personas ". [Steven Pinker]

Consideraciones finales

No es cierto que normalmente buscamos la verdad y la justicia, como creemos y queremos que creamos. De hecho, tratamos de satisfacer nuestras necesidades y deseos incluso a costa de ser falsos e injustos.

El hombre necesita ser amado, respetado, acogido, protegido, ayudado, cuidado, servido, pero no necesita amar, respetar, acoger, proteger, ayudar, cuidar, servir, incluso si lo hace (o pretende) porque si no lo hiciera, no sería considerado respetable o no sería aceptado.

El hombre necesita derechos, no deberes, para dominar, no ser dominado, su propia libertad, no la de los demás, para usar a los demás, para no ser usado por ellos. Pero estas verdades están ocultas, mistificadas, ocultas a nosotros y a los demás. De hecho, somos mucho más egoístas de lo que estamos dispuestos a admitir.

Por tanto, si queremos ser menos egoístas y más respetuosos con las necesidades y deseos de los demás, debemos revelar nuestros autoengaños y reconocer el verdadero alcance de nuestro egoísmo, sin absolvernos solo porque alguien sea más egoísta que nosotros.


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Autoinganno

Ansia, attenzione, autoinganno

Ciò di cui siamo consapevoli (o inconsapevoli) è un effetto dell’attenzione (o della disattenzione). In altre parole, siamo coscienti solo di ciò su cui si posa la nostra attenzione, ovvero delle idee, delle percezioni e dei ricordi verso cui la nostra attenzione è rivolta in un dato momento. Si tratta di una parte infinitesima di ciò che esiste e che ci riguarda, per cui la coscienza è sempre molto limitata.

Oltre a ciò, la coscienza è ingannevole e illusoria. Infatti, ciò che governa la nostra attenzione e che determina le sue direzioni sono gli stimoli che riceviamo dall’esterno e i filtri costruiti dai nostri sistemi di difesa contro l’ansia, che tengono l’attenzione (e quindi la coscienza) lontana da quelle idee che ci farebbero sentire a disagio o ci causerebbero sofferenze.

Nel suo libro “Menzogna, autoinganno, illusione”, Daniel Goleman ci descrive una connessione tra l’attenzione e l’ansia, nel senso che i pensieri coscienti vengono pilotati dall’inconscio in modo da evitare che diano luogo a disagi come ansia, angoscia, smarrimento, paura, insicurezza, sofferenza, perdita di autostima, sensi di colpa ecc.

Tale connessione è coerente col fatto che, come ci ha insegnato Freud, l’io cosciente non è il padrone della propria coscienza né della propria volontà. Vale a dire che l’io cosciente non è l’agente che sceglie cosa e come pensare e non pensare, e come articolare i propri pensieri. Infatti in questa scelta ha un ruolo l’attenzione, la quale è normalmente involontaria e automatica.

L’attenzione, d’altra parte, è sempre selettiva in quanto non è possibile prestare attenzione che a una o pochissime cose (percezioni, idee, pensieri o immagini mentali) alla volta. Si tratta infatti di un processo cognitivo passivo, inconscio, automatico e involontario che permette di selezionare alcuni stimoli ambientali tra i molti disponibili in un dato momento e di ignorarne altri. Agli stimoli ambientali selezionati fanno seguito riflessi automatici, ovvero risposte cognitive, emotive e motive, le quali, nella misura in cui vengono percepite consapevolmente dal soggetto, costituiscono, a loro volta, stimoli. La mente è dunque continuamente soggetta a stimoli di origine sia esterna che interna, i quali si influenzano reciprocamente e determinano la direzione dell’attenzione e influenzano di conseguenza il comportamento del soggetto in modo automatico e involontario.

Malgrado ciò, abbiamo normalmente l’illusione di essere liberi e padroni di pensare ciò che vogliamo e che ciò che pensiamo sia giusto, ovvero logico e razionale. Tale illusione è dovuta, a mio parere, al fatto che l’idea di non essere liberi nemmeno di pensare a ciò che si vuole è così sconvolgente e spaventosa che un meccanismo di difesa inconscio la rimuove dalla coscienza.

Che la libertà di pensare sia un’illusione si può dimostrare partendo dal principio che tutto ciò che avviene nel mondo (e quindi anche nella mente) succede o per caso, o per qualche legge o logica predefinita (o per una combinazione di entrambe le cose). Quindi, quando pensiamo, o i nostri pensieri sono casuali (e in tal senso illogici), oppure seguono una logica (o una combinazione di logica e caso). Ebbene, se è vero, come suppongo, che essi seguono per lo più una logica (più o meno realistica), questa deve essere memorizzata da qualche parte, e io assumo che lo sia nella Mappa cognitivo-emotivo-motiva (a cui è dedicato il  capitolo omonimo). Intendo dire che la logica a cui mi riferisco non si crea nel momento dell’uso ma esiste già prima di essere applicata.

Possiamo dunque ritenere che nella mente siano memorizzate logiche diverse per diverse situazioni (per lo più apprese a seguito di esperienze), così numerose che è impossibile prenderle tutte consapevolmente in considerazione allo stesso tempo. Ci deve essere dunque un meccanismo o agente inconscio e automatico che, a fronte di certi stimoli, sceglie la logica di pensiero e/o di comportamento da applicare tra le tante possibili.

Le conseguenze pratiche di quanto sopra esposto sono sconvolgenti da diversi punti di vista (esistenziale, etico, sociale, filosofico, psicologico, pedagogico ecc.). Infatti, non solo i nostri pensieri sono involontari (e quindi incontrollabili dall’io cosciente), ma sono anche ingannevoli in quanto non oggettivi. Questo perché l’agente che determina la sequenza dei pensieri evita i percorsi cognitivi potenzialmente ansiogeni prima che essi divengano consapevoli, col risultato di creare delle lacune o salti logici nel pensiero stesso. Quel che è peggio, è che di tali lacune e salti logici non ci rendiamo conto dato che l’agente che governa i nostri pensieri evita che la nostra attenzione vada a posarsi sulle incongruenze e le carenze dei pensieri stessi. Solo un pensiero più elevato, o metapensiero (cioè pensare al proprio pensiero) può infatti indagare e mettere in discussione se stesso e la sua razionalità. Tuttavia sono rare le persone capaci di metapensare e uno degli scopi di questo libro è quello di insegnare a farlo.

A proposito delle lacune del nostro pensiero, R. D. Laing ha scritto:

“La gamma di ciò che pensiamo e facciamo è limitata da ciò che non riusciamo a notare. E finché non riusciamo a notare ciò che non riusciamo a notare, c’è poco che possiamo fare per cambiare, fino a quando notiamo come non riusciamo a notare le forme dei nostri pensieri e azioni.”

Livelli di percezione e di risposta

Un’informazione, prima di arrivare alla coscienza, subisce un certo numero di elaborazioni automatiche che la trasformano, la filtrano, la interpretano, la classificano, la organizzano e la valutano a partire da uno o più stimoli esterni e/o interni. Perciò quello di cui siamo consapevoli non è mai la realtà in quanto tale, ma una sua trasformazione effettuata dalla nostra mente in modi più o meno diversi da una persona all’altra in quanto dipendenti dalle esperienze e dal temperamento del soggetto.

Un’informazione (o idea) può essere più o meno piacevole o dolorosa, attraente o repellente. Tale qualità non è stabilita dalla coscienza, ma da automatismi inconsci (sulla base di precedenti esperienze) ancora prima che l’informazione arrivi alla coscienza stessa. E’ proprio nella fase in cui un’informazione suscita un sentimento sgradevole prima di essere giunta alla coscienza, che l’inconscio può censurala nel senso di non farla arrivare affatto alla coscienza, o di farcela arrivare alterata, distorta, falsificata, mistificata, sminuita o accentuata mediante la sottrazione di particolari aspetti o l’aggiunta di aspetti inventati.

Lo scopo dell’autocensura inconscia è dunque quello di evitare la maggior sofferenza che si avrebbe se l’informazione arrivasse alla coscienza. Infatti un’idea sgradevole lo è prima di tutto a livello inconscio, provocando una sensazione di disagio di origine non nota alla coscienza (come nel caso dell’angoscia), e secondariamente può esserlo a livello cosciente, laddove il disagio viene associato ad una particolare causa (più o meno corrispondente alla realtà).

Valenza sociale dell’autoinganno – Menzogne collettive

L’autoinganno (ovvero una mappa mentale della realtà che non corrisponde alla realtà stessa) ha una valenza sociale, nel senso che è un importante fattore di coesione sociale. Infatti, è impossibile appartenere ad una comunità senza condividere gli inganni collettivi che la caratterizzano.

L’autoinganno riguarda sia l’io che il noi, e gli schemi condivisi con altre persone prevalgono su quelli non condivisi. Inoltre, la coesione del gruppo prevale sulla verità, e qualunque informazione suscettibile di diminuire la coesione stessa viene ignorata.

A tal proposito Yuval Noah Harari ha scritto:

“Anche se dobbiamo pagare un prezzo per disattivare le nostre facoltà razionali, i vantaggi di una maggiore coesione sociale sono spesso così grandi che storie inventate normalmente prevalgono sulla verità nella storia dell’umanità. Gli studiosi lo hanno saputo per migliaia di anni, ed è per questo che […] hanno dovuto scegliere se servire la verità o l’armonia sociale. Dovrebbero mirare a unire le persone facendo in modo che ognuno creda alla stessa falsità, o dovrebbero far conoscere la verità al prezzo della disunione? Socrate scelse la verità e fu condannato a morte. Le più potenti istituzioni sociali della storia (clero cristiano, mandarini confuciani, ideologi comunisti ecc.) hanno fatto prevalere l’unione sulla verità. Per questo erano così potenti.”

Possiamo dunque dire che l’autoinganno, ovvero le lacune e i salti logici del pensiero cosciente, servono ad evitare di essere esclusi o emarginati dalla comunità di appartenenza. Infatti, l’assenza di autoinganno avrebbe due gravi conseguenze.

La prima sarebbe una denuncia della falsità della maggioranza dei membri della propria comunità, accusa che non sarebbe tollerata dagli interessati e darebbe luogo alla punizione ed emarginazione dell’accusatore.

La seconda conseguenza sarebbe un’autoaccusa della propria falsità, che avrebbe effetti disastrosi sull’autostima, sia da un punto di vista intellettuale che morale. Infatti in tal caso il soggetto si sentirebbe indegno di appartenere ad una comunità di persone sincere.

Prendiamo ad esempio le credenze religiose. Per chi appartiene ad una comunità caratterizzata dalla condivisione di certe credenze religiose, denunciare che queste sono basate su invenzioni e falsità fatte passare per verità, equivale ad un’autocondanna all’esclusione dalla comunità stessa. Una tale eventualità è talmente spaventosa a livello inconscio che qualsiasi argomento logico in grado di dimostrare la falsità delle credenze sotto accusa viene semplicemente ignorato. A ciò si aggiunge il fatto che se si dimostrasse che quelle credenze sono false, il soggetto si dimostrerebbe stupido e ingenuo in quanto incapace di vedere ciò che è evidente e disposto a credere nell’esistenza di cose che non esistono, semplicemente perché qualcuno lo ha indotto a farlo o per istinto di imitazione. Una tale eventualità è anch’essa spaventosa per l’inconscio del soggetto in quanto minerebbe la sua autostima al punto da farlo ritenere indegno di appartenere ad una comunità di persone intelligenti e realiste. Ci sono dunque due importanti motivi per ignorare ogni argomento che potrebbe svelare l’inganno.

Suppongo che l’autoinganno sia basato su assiomi inconsci come i seguenti:

  • io faccio parte di una comunità di persone giuste, intelligenti e ben informate
  • io sono giusto, intelligente e ben informato
  • io condivido le credenze della maggioranza dei membri della comunità a cui appartengo
  • io sono accettato e approvato dalla maggioranza dei membri della comunità a cui appartengo

Ebbene, qualunque argomento che contraddica uno degli assiomi suddetti viene normalmente censurato dall’inconscio evitando che l’attenzione si posi su di esso al fine di evitare ansia, perdita di autostima, sofferenza, confusione ecc.

Ad esempio, il presente libro potrebbe non essere accettato come vero dalla maggior parte degli esseri umani in quanto metterebbe in discussione uno o più degli assiomi suddetti.

Ognuno ha una visione del mondo che si è costruita a seguito delle sue esperienze. Tale visione potrebbe essere errata e ingannevole per quanto riguarda ciò che è più o meno importante, buono, utile e vero. Il problema è che non siamo abituati a mettere in discussione la nostra visione del mondo, anche perché ci condiziona a tal punto da non farci vedere tutto ciò che non è coerente o compatibile con essa.

Tendiamo specialmente a negare la verità di tutto ciò che ci mette in cattiva luce. Infatti la difesa dell’autostima prevale sul riconoscimento della verità, e le minacce all’autostima sono una delle principali cause di ansia e stress.

Un esperimento rivelatore

Il famoso esperimento di conformità di Solomon Asch ha determinato che esiste una probabilità di circa il 33% che un individuo creda a ciò che altri asseriscono di vedere anche se ciò è in contrasto con quanto egli stesso vede. In effetti, maggiore è il numero di persone che la pensano in un certo modo, maggiore è la probabilità che una persona si adegui al loro pensiero, anche quando questo non corrisponde alla propria esperienza.

Nell’esperimento di Asch si trattava di scegliere la risposta esatta tra tre opzioni, come illustrato nella figura seguente. La maggioranza dei partecipanti all’esperimento, d’accordo con lo sperimentatore, rispondevano ogni tanto volutamente in modo errato all’insaputa dell’unica persona realmente oggetto dell’esperimento.

Un terzo delle persone testate si adeguava alla risposta errata della maggioranza anche se a prima vista la ritenevano errata. D’altra parte, possiamo supporre che la probabilità di credere in falsità affermate da una maggioranza sia molto più alta del 33% in situazioni ambigue, dove le valutazioni non sono verificabili o quando il soggetto non è completamente sicuro delle proprie idee e percezioni.

Questo esperimento può essere considerato come evidenza sia di un conformismo nel senso di un adeguamento del proprio comportamento alle pressioni della maggioranza, sia di un autoinganno, nel senso che l’adeguamento alla maggioranza richiede che il soggetto si autoinganni, ovvero sopprima la propria verità (basata sulla propria esperienza diretta) a favore di quella affermata da altri. In tal senso l’autoinganno si configura come una manipolazione inconscia esercitata su se stessi, presumibilmente per evitare una punizione o l’esclusione da parte di una maggioranza intollerante verso chi dissente dalle comuni certezze.

Schemi mentali e contesti sociali

La coscienza e l’inconscio di ogni individuo funzionano sulla base di schemi mentali predefiniti costruiti (e modificabili) attraverso le esperienze. Mediante tali schemi, il soggetto determina ciò che è (o non è) vero, buono, bello e importante, ovvero in quale misura ogni entità percepita (oggetto, idea, persona, situazione, azione ecc.) sia vera, buona, bella e importante.

Gli schemi mentali definiscono inoltre i contesti sociali (teorizzati dal sociologo  Erving Goffman col nome di “frame”) in cui ci si può trovare, i ruoli che si possono assumere in ciascun contesto e ciò che ogni ruolo può, deve e non deve fare all’interno del contesto stesso. Infatti, qualsiasi transazione sociale al di fuori di contesti condivisi, o che non rispetti le regole del contesto applicabile, è normalmente considerata violenta, invadente o di cattivo gusto, oppure viene semplicemente ignorata, come se non fosse mai avvenuta. Possiamo a tal proposito immaginare gli equivoci e i disagi che possono nascere quando ad una stessa situazione due persone attribuiscono contesti diversi, cioè con diversi ruoli e diverse regole.

Gli schemi mentali sono determinati soprattutto dalla cultura di appartenenza e sono più o meno simili da persona a persona nel senso che, confrontando gli schemi mentali di due individui, si possono trovare entità comuni con valutazioni concordanti, entità comuni con valutazioni discordanti, ed entità non comuni (cioè conosciute dall’uno e non dall’altro).

Quando nell’interazione tra due persone emergono discordanze sulla valutazione di certe entità comuni, suppongo che nelle stesse persone si attivi una logica inconscia che dice qualcosa come segue:

La mia valutazione dell’entità X (cioè in quale misura X sia vero, buono, bello, importante) è diversa da quella del mio interlocutore. Se la sua valutazione fosse giusta, allora la mia sarebbe sbagliata. In tal caso, sarebbe il mio schema mentale ad essere sbagliato, dato che esso ha determinato la valutazione stessa. Siccome il mio schema mentale coincide con la mia personalità, allora questa sarebbe sbagliata. E siccome la mia personalità coincide con la mia persona, allora questa sarebbe sbagliata, quindi io sarei sbagliato. Tuttavia io non posso ammettere di essere sbagliato perché ciò mi farebbe soffrire in modo insopportabile, per cui la valutazione dell’entità X da parte del mio interlocutore è necessariamente sbagliata, e di conseguenza lo è anche il mio interlocutore.

Pertanto, in caso di valutazioni discordanti, l’inconscio ha diverse opzioni, tra cui le seguenti:

  • mantenere la propria diversa valutazione svalutando l’interlocutore;
  • svalutare l’importanza dell’entità valutata e quindi della valutazione stessa considerandola non importante, nel senso che la valutazione discordante non ha ripercussioni nella relazione tra i due interlocutori o con altre persone;
  • eliminare la propria valutazione, ovvero astenersi dal valutare l’entità in questione;
  • negare l’esistenza dell’entità in questione.

In tutti i casi si tratta di un autoinganno, alla cui radice c’è l’idea che il proprio schema mentale (inteso come visione del mondo) coincida con la propria persona e che le proprie valutazioni siano assolutamente veritiere. La verità è invece che i nostri schemi mentali sono relativi, variabili, mutevoli, “inclinati” (dall’inglese biased), generalizzanti, semplificanti, sempre limitati e mai sufficienti.

E’ anche sbagliato ritenere che due valutazioni discordanti non possano essere entrambe valide. In realtà possono esserlo, dato che ogni valutazione dovrebbe essere circostanziata, relativizzata, ovvero contestualizzata, per cui un cambiamento nel contesto potrebbe alterare la valutazione stessa.

Doppio vincolo, autoinganno e gestione delle menzogne

Ogni umano è soggetto ad un “doppio vincolo”: da una parte il dovere di essere sinceri (come ci hanno insegnato sin da bambini), dall’altra quello di non denunciare le menzogne collettive della comunità di appartenenza. Infatti, se lo facesse, gli altri lo punirebbero fino ad escluderlo dalla comunità stessa. La soluzione di questo doppio vincolo, per evitare stress emotivo e altri disturbi psichici, consiste nel non vedere le menzogne altrui né le proprie, ovvero nel non considerare certe affermazioni come menzogne.

E’ difficile mentire agli altri senza mentire anche a se stessi. Per essere convincenti dobbiamo credere in ciò che diciamo agli altri, anche se si tratta di falsità. Infatti, se nella nostra mente coltivassimo due diverse versioni dei fatti, una vera a nostro uso e una falsa per gli altri, finiremmo per fare confusione tra di esse e rivelare inavvertitamente agli altri ciò che vogliamo tener loro nascosto, oppure per credere in alcune delle falsità che diciamo.

Siamo infatti talmente abituati ad essere ingannati e ad ingannare, che inganniamo anche noi stessi senza accorgercene. Verità e menzogne sono mescolate così bene che siamo continuamente impegnati nel cercare di capire cosa ci sia di vero e di falso nelle narrazioni che riceviamo. Ci impegnamo anche nel costruire le nostre menzogne e nel nascondere le verità sconvenienti su noi stessi. Di conseguenza abbiamo sempre paura (consciamente o inconsciamente) che le verità che ci riguardano vengano alla luce.

Inoltre non possiamo denunciare impunemente tutte le menzogne altrui, ma dobbiamo spesso fingere di non vederle per mantenere buoni rapporti con i nostri interlocutori.

Le menzogne più comuni riguardano la religione, la politica, le relazioni sociali, la morale, l’estetica, l’intelligenza, lo status proprio e altrui,  i propri sentimenti, i propri desideri e le proprie motivazioni, nel senso che ognuno cerca di apparire migliore e più importante di quanto sia realmente, e di fare di necessità o difetto virtù.

Suppongo che la gestione inconscia e irrazionale delle menzogne sia una delle principali cause del nostro stress emotivo, delle nostre inibizioni e dei nostri disturbi psichici e psicosomatici.

Poiché non possiamo fare a meno di mentire né di gestire le menzogne nostre e altrui, dovremmo allora cercare di farlo consapevolmente, pragmaticamente, con intelligenza, moderazione, sensibilità e, se possibile, con amore.

Minaccia, ansia, stress e autoinganno

L’ansia è l’effetto della percezione di una minaccia reale o presunta, più o meno chiara e più o meno consapevole.  L’ansia dà luogo ad uno stress mentale (teso all’allontanamento o alla eliminazione della minaccia) che alla lunga può causare stanchezza e disturbi psicosomatici.

Se un evento viene valutato (consciamente o inconsciamente) come minaccia, scattano l’ansia e una serie di meccanismi tesi a risolverla. L’attenzione viene allora concentrata sulla causa (reale o presunta) dell’ansia e le motivazioni prevalenti sono quelle che inducono all’attacco o alla fuga rispetto a ciò che viene percepito come minaccia. Di conseguenza l’attenzione viene allontanata da altre opzioni di comportamento che potrebbero neutralizzare la minaccia in modo più intelligente ed efficace.

Possiamo distinguere l’ansia e il conseguente stress mentale in due categorie: quella di origine naturale (come ad esempio nel caso in cui si rischia di essere aggrediti da un animale feroce o di essere sommersi da una valanga) e quella di origine sociale (come ad esempio quando la propria reputazione viene messa in discussione).  Lo stress naturale è di solito di breve durata e l’eventuale dolore fisico viene attenuato da endorfine per consentire alla persona di concentrarsi su una rapida soluzione di evitamento del pericolo. Lo stress sociale è invece spesso di lunga durata e il dolore connesso meno acuto, per cui la secrezione di endorfine anestetizzanti non avviene o si esaurisce rapidamente. Inoltre la fonte dello stress sociale è molto più difficile da determinare rispetto a quello naturale. Se la causa dello stress sociale non viene superata rapidamente, il dolore viene allora attenuato da meccanismi inconsci di difesa palliativi, i quali tendono a negare le minacce o a distorcerne la percezione. In tal modo lo stress si riduce a discapito del realismo della percezione.

Ci possono infatti essere tre risposte ad una situazione di stress:

  • fronteggiare la minaccia e cambiare la situazione eliminando o allontanando la minaccia stessa
  • alleviare lo stress mediante un palliativo fisico (alcool, droghe ecc.) o mentale (autoinganno, illusione ecc.)
  • non fronteggiare lo stress e subirne i danni (fatalismo, senso di sconfitta, riduzione dell’attenzione, disturbi psicosomatici ecc.)

Lo psichiatra Mardi Horowitz ha riassunto nella seguente lista alcune strategie messe in atto dai meccanismi di difesa dell’inconscio per evitare o diminuire l’ansia sociale:

  • Associazioni non viste, cioè lacune nelle relazioni di causa effetto, ovvero nella previsione delle conseguenze di ciò che è evidente.
  • Insensibilità, cioè inibizione delle risposte emotive a certe situazioni percepite (distanziamento emotivo).
  • Attenuazione della risposta emotiva, ovvero ridimensionamento della minaccia.
  • Calo dell’attenzione, cioè minore capacità di mettere a fuoco le informazioni, compresi i pensieri, i sentimenti e le sensazioni fisiche.
  • Intontimento, cioè minore prontezza e capacità di comprendere e valutare il significato degli avvenimenti e dei messaggi.
  • Pensieri ristretti, cioè incapacità di esplorare altri possibili significati oltre a quello più immediatamente evidente.
  • Difetti di memoria, cioè amnesia selettiva di avvenimenti o dettagli di avvenimenti.
  • Negare l’evidenza, cioè pensare che una cosa dal significato evidente ne abbia invece un altro.
  • Sbarramento col fantasticare, cioè sfuggire alla realtà o alle sue implicazioni attraverso fantasie su ciò che avrebbe potuto essere o potrebbe essere.

Riflessioni varie su autoinganno e inconscio

L’inganno è un’affermazione totalmente o parzialmente falsa, l’illusione un’aspettativa improbabile o impossibile, ovvero non realistica. Gli esseri umani ingannano e illudono l’un l’altro (consciamente o inconsciamente) per ignoranza, per sfruttarsi reciprocamente, per conformismo o per salvare la faccia; ingannano e illudono se stessi inconsciamente per ignoranza e per soffrire di meno. Infatti la verità può essere disarmante, ridicola, dolorosa, atroce, sconvolgente, insopportabile.

Più siamo certi di non ingannarci, più ci inganniamo. E viceversa, più siamo certi di ingannarci, meno ci inganniamo. Infatti, nel primo caso siamo talmente sicuri delle nostre idee che non le mettiamo in discussione, mentre nel secondo caso i nostri dubbi ci inducono a verificare la loro fondatezza.

L’inconscio seleziona ciò che considera utile e ignora ciò che considera inutile rispetto alle sue motivazioni, rendendo consapevole solo ciò che considera utile.

Quando guardiamo un quadro, l’attenzione va a certi particolari più che ad altri in modo non casuale. L’inconscio determina quali parti meritano più attenzione e quali meno. Le seconde sono quelle più suscettibili di evocare ansia.

Il meccanismo freudiano della rimozione è legato a quello dell’attenzione selettiva. Infatti, lo scopo della rimozione, come quello dell’attenzione selettiva, è di evitare stress e sofferenze al soggetto.

Così come un dittatore controlla la circolazione delle informazioni secondo i suoi interessi e la sua politica, l’inconscio controlla ciò che può affiorare e ciò che non deve affiorare alla coscienza.

Ogni desiderio generalmente considerato patologico, criminoso, umiliante, vergognoso o ridicolo (e in quanto tale doloroso) viene normalmente rimosso, anche se continua a cercare la sua soddisfazione in forme nascoste o dissimulate. A volte succede perfino che il soggetto pensi di avere desideri opposti a quelli rimossi, ovvero creda di odiare ciò che in realtà ama e di amare ciò che in realtà odia.

La menzogna, così come l’autoinganno servono (o dovrebbero servire) a essere maggiormente rispettati, accettati, riconosciuti, amati dagli altri. Servono a presentarci agli altri in modo più rispettabile e socialmente degno di come siamo realmente.

Non solo i fatti possono essere rimossi, ma anche i sentimenti legati ai fatti. Anzi, a volte i fatti non vengono rimossi, ma solo i sentimenti ad essi legati, come se fossimo indifferenti ai fatti stessi.

La razionalizzazione è un meccanismo che costruisce una narrazione accettabile per spiegare fatti la cui sincera spiegazione sarebbe inaccettabile. Si tratta cioè di negare i veri motivi di un certo comportamento adducendo motivi plausibili diversi da quelli effettivi e politicamente più corretti.

Amiamo tutto ciò che avalla le nostre menzogne e odiamo tutto ciò che minaccia di svelarle.

Alcool e droghe sono palliativi che riducono l’ansia riducendo l’attenzione sulle minacce percepite.

I messaggi pubblicitari e quelli politici sono quasi sempre ingannevoli, specialmente in caso di guerre e di crisi politiche ed economiche.

Quanto sentiamo un certo discorso, è possibile che esso ci riguardi, che dica direttamente o indirettamente qualcosa di noi di non lusinghiero, qualcosa che non sia coerente con l’immagine che abbiamo di noi stessi e che di conseguenza mette in discussione la nostra personalità. In tal caso l’inconscio ci induce a non prendere sul serio quel discorso, a non dargli peso, a dimenticarlo subito, oppure a criticarlo e screditarlo.

“Trivers, portando alle sue logiche conseguenze la sua teoria delle emozioni, nota che in un mondo pieno di macchine rivelatrici delle falsità la miglior strategia è quella di credere alle proprie menzogne. Non puoi far scoprire le tue intenzioni nascoste se non pensi che siano le tue intenzioni. Secondo questa teoria dell’autoinganno, la mente cosciente nasconde a se stessa la verità per meglio nasconderla agli altri. Ma la verità è utile, e perciò dovrebbe essere registrata da qualche parte nelle mente, ben protetta dalle parti che interagiscono con le altre persone.” [Steven Pinker]

Considerazioni conclusive

Non è vero che normalmente cerchiamo la verità e la giustizia, come crediamo e vorremmo far credere. In realtà cerchiamo di soddisfare i nostri bisogni e desideri anche al costo di essere falsi e ingiusti.

L’uomo ha bisogno di essere amato, rispettato, accolto, protetto, aiutato, accudito, servito, ma non ha bisogno di amare, rispettare, accogliere, proteggere, aiutare, accudire, servire, anche se lo fa (o finge di farlo) perché se non lo facesse non sarebbe considerato rispettabile o non sarebbe accettato.

L’uomo ha bisogno di diritti, non di doveri, di dominare, non di essere dominato, della propria libertà, non di quella altrui, di usare gli altri, non di essere usato da loro. Ma queste verità sono nascoste, mistificate, dissimulate a noi e agli altri. Siamo infatti molto più egoisti di quanto siamo disposti ad ammettere.

Perciò, se vogliamo essere meno egoisti e più rispettosi dei bisogni e dei desideri altrui, dobbiamo svelare i nostri autoinganni e riconoscere la vera misura del nostro egoismo, senza assolverci solo perché qualcuno è più egoista di noi.

Prossimo capitolo: Psicoterapia.

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