HACE 40 AÑOS
Defensor de la obscenidad frente a la pornografía,relató sus devaneos sexuales con una prosa de calidad pero en un lenguaje tan explícito que le valió ser censurado en Estados Unidos
Henry Miller se amó a sí mismo sobre todas las cosas.
Apologista de la sexualidad sin complejos, defensor de la obscenidad frente a la pornografía, apelativos que le valieron la calificación de escritor maldito, su vida fue todo menos ejemplar.
Es muy probable que los estrictos orígenes de Henry Miller le convirtieran en el desvergonzado autor que fue. Hijo de unos luteranos alemanes emigrados a Estados Unidos, acumuló aventuras amatorias y su segundo matrimonio con la bailarina June Mansfield, de alto voltaje sexual, cambió el rumbo de su vida para convertirle en un coleccionista de experiencias, con amantes como la escritora Anaïs Nin, que ambos compartían.
Sus devaneos en la alcoba los relató con un lenguaje explícito que causó escándalo en 1934, cuando apareció su Trópico de cáncer. La obra solo se publicó en Francia, donde por entonces vivía, mientras que en EE.UU. fue celosamente prohibida. Sus libros eran una introspección sobre la condición humana, pero, al adornarlos de forma llamativa con procacidades, desafió los límites de la censura americana, marcando un hito.
Henry Valentine Miller llegó al mundo el 26 de diciembre de 1891 y lo abandonó 88 años después, el 7 de junio de 1980.
Su vida, consagrada a la literatura desde que a los 33 años decidiera abandonar su cargo como director de personal en la compañía de telégrafos, fue todo menos ejemplar.
Escritor autodidacta que abandonó todo por las letras, fue un maníaco del sexo (‘El sexo es una de las nueve razones para la reencarnación… Las otras ocho no son importantes’) e impartió su doctrina en pos de la consecución de su sueño dorado, hacerse con el Premio Nobel de Literatura, que le resultó esquivo.
La mente del genio era intrincada, ofrecemos una selección de sus 'principios' más inquietantes:
-‘...'No tienen bastante con un buen polvo, quieren tu alma también.’
Trópico de Cáncer (1934)
- ‘En un mundo tan hambriento de amor, no es de extrañar que los hombres y las mujeres se vean cegados por el encanto y el brillo de sus propios yoes reflejados’.
‘Para llegar a ser el gran amante, el magnetizador y catalizador, el foco cegador y la inspiración del mundo, primero hay que experimentar la profunda sabiduría de ser un tonto de remate’.
Sexus (1949)
-‘Una mujer que me saque de mí mismo tiene que ser mejor que yo’.
- ‘Los americanos, robots que avanzan con la biblia en una mano y un fusil en la otra, que corren hasta el mar’.
-'Vivir sus deseos, agotarlos en la vida, es el destino de toda existencia'.
- ‘El prisionero no es el que ha cometido un crimen, sino el que se aferra a su crimen y lo vive una y mil veces. Todos nosotros somos culpables de un crimen, el gran crimen de no vivir la vida al máximo. Pero todos somos libres en potencia. Podemos dejar de pensar en lo que no hemos hecho y hacer lo que esté en nuestro poder’.
Sexus, (1949)
-'Quien por un amor muy grande (lo que finalmente es una locura) muere, renace para ya no conocer ni amor ni odio, sólo para gozar'.
- 'Si tuviera la oportunidad de ser Dios, la rechazaría. Si tuviese la oportunidad de ser una estrella, la rechazaría. La oportunidad más maravillosa que ofrece la vida es la de ser humano. Abarca todo el universo. Incluye el conocimiento de la muerte, del que ni Dios goza'.
-’Tampoco seré esposa. Joder, ya es bastante difícil ser mujer. ¡Detesto a las mujeres! Todas son unos bichos, hasta las mejores. Yo seré lo que soy: alguien que interpreta el papel de mujer’.
Sexus (1949)
-‘La amarga experiencia me ha enseñado que lo que sostiene el mundo es la relación sexual. Pero la jodienda, la auténtica, el coño, el auténtico, parecen contener un elemento no identificado que es mucho más peligroso que la nitroglicerina’.
Trópico de Capricornio (1939)
-‘Dios es la suma de todos los espermatozoides, que han alcanzado la conciencia plena. Entre la base y la cima no hay pasado, no hay estación intermedia. El río nace en algún lugar de la montaña y fluye hasta el mar. En ese río que conduce hasta Dios, la canoa es tan inútil como el acorazado. Desde el comienzo mismo la travesía es de regreso a casa’.
Trópico de Capricornio (1939)
-‘Después de haber echado una carta, subía al piso de arriba y me tumbaba junto a mi mujer y, con los ojos bien abiertos fijaba la vista en la oscuridad, como intentando leer mi futuro. Me decía una y otra vez que, si un hombre, un hombre sincero y desesperado como yo, ama a una mujer con todo su corazón, si es capaz de cortarse las orejas y enviárselas por correo, si es capaz de sacarse la sangre del corazón y volcarla en el papel, saturar a esa mujer con su necesidad y anhelo, asediarla eternamente, no puede ser que ella lo rechace. El hombre más feo, más débil, el hombre más indigno ha de triunfar por fuerza, si está dispuesto a dar hasta la última gota de su sangre. Ninguna mujer puede rechazar el don del amor absoluto’.
- ‘Soy el preso en la casa del amor extraviado’.
Sexus, (1949)
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