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PSICOLOGÍA
Seis propuestas
lúdicas para entrenar la mente y aprender a descifrar esas coincidencias y
encuentros fortuitos que nos sorprenden
Un número que se repite, un color que destaca, un encuentro inesperado... Hay causalidades que interpretamos como señales
Rocío Carmona
13/09/2020
A todos nos ha sucedido: de repente empezamos a ver
de forma repetida un número, una letra, o pensamos intensamente en una persona
a quien hace tiempo que no vemos y justo nos la encontramos o nos llama
inesperadamente. Las sincronicidades
son un fenómeno psicológico y filosófico del que se
cuentan muchos ejemplos fascinantes.
Uno de los más célebres se atribuye al famoso actor
galés Anthony
Hopkins, quien hace años quiso empezar a prepararse para
protagonizar la versión cinematográfica de la novela La chica de
Petrovka, del escritor George Feifer. Como no había leído el libro, Hopkins
salió un día de su casa de Londres y tomó el metro para ir a comprar en libro.
Una tarea que le resultó imposible, pues el libro estaba agotado en todas las
librerías de Charing Cross que visitó. Frustrado, el actor decidió regresar a
su casa, y para ello volvió a tomar el metro en la estación de Leicester
Square. Al ir a sentarse, se encontró con que alguien había dejado abandonado
un libro sobre su asiento, un ejemplar viejo y plagado de anotaciones. Lo tomó
y cuando leyó el título se quedó sin habla. Se trataba de La chica de
Petrovka. Dos años después, durante el rodaje de la película, Hopkins
conoció al autor de la novela, quien le contó que dos años antes le había
dejado prestado a un amigo su ejemplar, que estaba lleno de anotaciones, pero
que éste lo había perdido en el metro. Cuando Hopkins le mostró el libro que se
había encontrado, ambos quedaron muy sorprendidos. Hopkins no solo había
encontrado el libro que buscaba, sino que, además, se trataba del mismo ejemplar
que había perdido Feifer.
El psiquiatra Carl Jung, el mayor estudioso
de las sincronicidades, contó una de las más extraordinarias,
relativa a una de sus pacientes. Una madre alemana fotografió a su bebé en 1914
y llevó la placa a revelar a una tienda de fotografía de Estrasburgo. Al poco,
estalló la Primera Guerra Mundial, circunstancia que hizo imposible que esta
madre pudiera recoger la fotografía. Dos años después, la mujer compró una
placa de película en Munich, a kilómetros de distancia, en este caso para tomar
una foto a su hija recién nacida. Al revelarla, el técnico descubrió una doble
exposición: la fotografía de la niña estaba superpuesta con la primera foto que
la mujer había tomado a su bebé en 1914. Por alguna razón, la placa original,
adquirida en Estrasburgo, no había sido revelada y había sido revendida como si
fuera virgen. La misma mujer, en dos ciudades distintas, había comprado la
misma película para fotografiar a sus dos hijos recién nacidos.
La vida nos regala a menudo pequeños momentos
mágicos que toman la forma de situaciones azarosas, felices coincidencias,
reencuentros fortuitos o sincronicidades asombrosas a
través de las que quizá intuimos una vía hacia lo extraordinario. Personas o
circunstancias que surgen en el momento preciso en que las necesitamos, como si
fueran señales del camino que debemos emprender.
Coincidencias, encuentros fortuitos en el momento
preciso a menudo son interpretadas como “señales” de la vida
Estos fenómenos misteriosos nos han cautivado desde
siempre. En la Grecia antigua Pitágoras hablaba de la
“armonía de todas las cosas”. Heráclito también
creía que el mundo estaba gobernado por un principio de totalidad. Hipócrates,
el padre de la medicina, creía que todas las partes del universo estaban unidas
las unas con las otras. Una visión que le llevaba a explicar las coincidencias
significativas como “elementos simpáticos” que se buscan los unos a los otros.
En Oriente, la filosofía taoísta o la espiritualidad budista o hinduista
también concebían un universo interconectado e interdependiente.
Pero el padre de las sincronicidades es, sin duda,
el ya mencionado psiquiatra suizo Carl Gustav Jung. Para Jung, las
sincronicidades son acontecimientos conectados los unos con los otros no a
través de la ley causa-efecto, sino a través de lo que se conocía como
“simpatías”. En la sincronicidad se da una coincidencia entre una realidad interior
(subjetiva) y una realidad externa (objetiva), en la que los acontecimientos se
vinculan a través del sentido que nosotros les damos.
.
Los estudiosos de este concepto pronto se dieron
cuenta de que las sincronías suceden
más a menudo en períodos de transición, de cuestionamiento
personal o de crisis vital.
Son muy frecuentes cuando acaba de suceder una muerte o un nacimiento cercano,
acontecimientos que suelen volver la vida del revés. Jung creía que las
sincronicidades son un reflejo de procesos psicológicos profundos, y que nos aportan mensajes,
al modo de los sueños, pues adquieren
significado y nos pueden servir de guía, desde el momento en que se
corresponden con estados emocionales y experiencias internas.
Por ejemplo, no hace mucho, una persona cercana me
contaba que mientras estaba sentada junto a la piscina se le acercó una
preciosa mariposa que no paraba de revolotear a su alrededor, hasta que
finalmente se posó sobre su hombro. La familia de mi amiga estaba asombrada
ante la insistencia y la delicadeza de la mariposa, que se quedó con ella un
buen rato. Mi amiga, por su parte, no dudó en interpretar este curioso
encuentro como una bella señal de que el camino de transformación personal que
acababa de emprender era el correcto.
Jung creía que las sincronicidades son un reflejo
de procesos psicológicos profundos que nos aportan mensajes, como los sueños
Muchas personas pensarán que lo que a alguien le
puede parecer una señal inequívoca no es más que una simple coincidencia.
Pero la diferencia entre sincronicidad y coincidencia es que la primera tiene
una analogía en nuestra psique y, dependiendo de cómo la interpretemos, puede
informarnos, a través de la intuición o la emoción, de cuán cerca o lejos
estamos de nuestra propia coherencia interna.
En las tradiciones chamánicas, las sincronías se
interpretan como una especie de señal de radio que indica si nuestras
decisiones y métodos son los adecuados. Quizá Ralph Waldo Emerson se refería a
ellas cuando escribió que los seres humanos “poseemos las llaves que abren
todas las puertas”. “Todos somos inventores”, escribió, “y cada uno de nosotros
se embarca en un viaje rico en descubrimientos, guiado por un mapa personal del
que no existen más copias. El mundo no es otra cosa que aperturas,
oportunidades, hilos que esperan a que tiremos de ellos”
La noción de sincronía no tiene ningún fundamento
científico, aunque Jung conversó acerca de ellas con Albert
Einstein y acabó escribiendo sobre este fenómeno fruto de sus charlas con uno
de los padres de la mecánica cuántica, Wolfgang Pauli.
Estas “coincidencias” son más frecuentes en
momentos de crisis o cambios vitales
Otro de los momentos en que las sincronicidades
suelen aflorar es cuando nos encontramos lejos de casa. En mitad de un entorno
nuevo, comiendo platos nuevos, hablando con desconocidos, quizá incluso en otro
idioma, puede que nos resulte más fácil encontrar pistas que en nuestro entorno
cotidiano quizá nos pasarían por alto. Quizá por eso las vacaciones suelen ser
un momento perfecto para prestar atención y familiarizarnos con ellas. Cuando
nos encontramos frente a uno de esos momentos tan particulares siempre podemos
elegir entre pasarlos por alto o jugar con ellos. Aunque para hacerlo, a menudo
hace falta bajar revoluciones y desacelerar un tanto nuestra vida cotidiana.
“La suerte favorece a los espíritus preparados”, afirmaba Pasteur.
Cómo jugar con
los ‘mensajes’ del azar
La intuición juega un papel fundamental en la
vida de las personas, y para desarrollarla lo primero es trabajar la atención y la observación.
Prestar atención a las sincronicidades puede convertir nuestra vida en un escenario
mucho más interesante y lleno de oportunidades y creatividad. ¿Cómo empezar a
jugar con estos mensajes sutiles y efímeros?
1. Lleva siempre
contigo una libreta de notas. Apunta en
ella todo lo que se te ocurra: acontecimientos que te suceden, ideas, sueños
que has tenido, proyectos, frases significativas que encuentres o buenos
consejos que te den. Si la relees al cabo del tiempo, sin intentar juzgar tus
anotaciones, quizá descubrirás nombres, números, símbolos o conceptos que se
repiten y que pueden servirte de guía o darte claridad en algún momento de
confusión. No te autocensures pensando que lo que apuntas no tiene ningún
valor.
2. Entrena tu
capacidad de observación. Para hacerlo, proponte
seguir el siguiente experimento. Instálate en un banco, en el parque o en un
lugar público que te guste. Afila tus sentidos y presta atención a todo: las
personas que pasan, cómo van vestidas, el mensaje del grafiti de la pared, los
olores, los diálogos que escuches, la forma de las nubes, los árboles, el tipo
de flores que ves, la canción que suena en el móvil de aquel chaval, los
colores, las formas que hacen las sombras, el nombre del perrito que esa señora
no deja de llamar…
Anota todos esos detalles aparentemente anodinos en
tu libreta de notas. Repásalo luego. ¿Hay algo que destaque, que intente salir
a la superficie? ¿Quizá el nombre del perro también es el nombre del
protagonista de esa novela que quieres empezar a leer? Para darse cuenta de las
coincidencias significativas debemos movilizar nuestra atención. Y para ello,
tenemos que, de nuevo, bajar revoluciones. En nuestros contextos cotidianos,
rodeados de pantallas y saturados de información, es muy fácil que olvidemos
prestar atención a las señales sutiles que emite regularmente el entorno. Vuelve
a mirar los mensajes en los carteles, ese artículo con el que te topas tres
veces seguidas, el autor o la palabra que no dejas de ver últimamente.
3. Repasa tu
jornada. Antes de irte a dormir, detente un momento y
pasa revista a la película de tu día. Repasa de memoria todos los
acontecimientos, escena a escena, en orden cronológico o hacia atrás. Observa
los detalles importantes que tu conciencia quizá no ha retenido en el momento y
apúntalos en tu libreta. Trata, también, de resumir tu día en una palabra. Si
la jornada fuera una palabra, un color, un símbolo, el título de un libro, una
serie o una canción, ¿cuál sería? Cierra la libreta y apaga la luz. Existen
muchas posibilidades de que tus sueños y tus anotaciones encuentren una manera
de comunicarse.
4. Presta
atención a los lapsus y los errores. El padre
del psicoanálisis, Sigmund Freud, dedicó muchas páginas al estudio de estos
fenómenos. Los lapsus y las equivocaciones pueden convertirse en un juego
divertido, una especie de guiño malicioso de nuestro subconsciente. Olvidar el
nombre de una ciudad en la que acabamos de estar, llamar a una persona por el
nombre de otra, dejarse el bolso o el teléfono en casa de un amigo con quien
quizá anhelamos tener otro tipo de relación, pueden ser gestos reveladores de
algo anclado en nuestra psique y que pugna por emerger. Cuando te suceda,
presta atención y busca su posible significado: ¿es tu error un signo de fatiga
pasajera, de falta de atención o tiene algún sentido o algún mensaje para ti?
5. Juega a la
bibliomancia, o sea, a practicar el arte de la ”adivinación” a
través de los libros. Se dice que Abraham Lincoln abría a menudo la Biblia en
una página al azar en busca de una interpretación de sus sueños. Hay quien
utiliza el diccionario y elige, también al azar, una palabra que deberá ser la
tónica de su jornada. También hay quien se hace una pregunta y luego toma
cualquier libro, en casa o en una biblioteca, y con los ojos cerrados pasa los
dedos por la página hasta que estos se detienen. Entonces abre los ojos y
descubre el texto que aparece. ¿Cuáles son las primeras sensaciones e ideas que
surgen al leerlo?
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Arthur Koestler hablaba del “ángel de la
biblioteca”, un espíritu estudioso que desvela el texto adecuado en el momento
adecuado, cuando, por ejemplo, un libro se cae de una estantería o sobresale de
ella, o incluso se abre por una página determinada que, si leemos, quizá nos
aporta un mensaje oculto. Ese espíritu también podría, según Koestler, hacer
desaparecer un libro que nos parece importantísimo releer en un momento
determinado, para hacer que reaparezca cuando ya nos hemos dado cuenta de que
en realidad no lo necesitábamos.
6. Juega y
diviértete, pero no seas literal en tus interpretaciones y desapégate de los
resultados. Está bien abrir la mente, pero no obsesionarse ni
vivir en un estado constante de superstición o vigilancia. No hace falta
convertirse en una de esas personas que no toman ninguna decisión sin el
consejo de un vidente o una tirada de cartas del tarot, o que no toman cierta
ruta si pasa por allí un pobre gato negro.
Está bien abrir la mente, pero no obsesionarse ni
vivir en un estado constante de superstición o vigilancia
Los acontecimientos misteriosos deben servir para
conectar con nosotros mismos y prestar atención a aspectos personales
desatendidos. También para abrirse a la vida con gratitud y aceptarla tal y
como es, rindiéndose de vez en cuando a la magia del momento y de los
encuentros que se nos ofrecen.
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