“El acto de escoger no es tanto el acto de ir por un camino o por otro, sino un acto de soltar las certidumbres y mirar.”
- Humberto Maturana
Discurso del Dr. Humberto Maturana, al recibir el Doctor Honoris Causa por la Universidad de Málaga, España.
Por: Humberto Maturana
Tengo algunas preguntas. Mi pregunta tal vez más grande es ¿cómo es que uno está dispuesto a regalar a otra persona lo que aprecia y ama? Para responder esta pregunta propongo seguir un camino reflexivo en torno a otras preguntas:
¿Cómo es que amamos? ¿De dónde viene nuestro amar?¿Qué clase de seres somos?¿Cómo hacemos lo que hacemos?
Primera Reflexión: El amar tiene que ver con el ver y el escuchar.
Cuando un niño dice: “mamá, el profesor, la profesora no me quiere” y la mamá pregunta “¿por qué dices eso?”, el niño dice porque nunca me ve cuando levanto la mano para hacer una pregunta y nunca escucha lo que digo.
En otras palabras, no me ve, no me escucha, no me quiere.
Segunda Reflexión: Decimos a veces que los niños son el futuro de la humanidad.
Nosotros en la Escuela Matríztica con mi colega Ximena Dávila y nuestros colaboradores pensamos que no es así, que el futuro de la humanidad somos las personas adultas.
Es con las personas adultas con quienes conviven que los niños, las niñas, los jóvenes se van transformando en la convivencia. Esta es nuestra gran responsabilidad. Las personas adultas, ahora, con lo que hacemos, con lo que escogemos, con lo que pensamos, somos el futuro de la humanidad.
Tercera Reflexión: El vivir ocurre en el presente.
Si miramos un poco el Cosmos, hablamos de tiempo, hablamos de pasado pero, ¿qué es el tiempo? El tiempo es una invención explicativa para conectar nuestra memoria del antes y el después. Pero todo ocurre en el presente. El cosmos ocurre en el presente y como ocurre en el presente, toda idea posible de un viaje temporal no es posible. Uno no puede volver atrás, no existe la vuelta atrás, ni siquiera el péndulo que parece que está haciendo un movimiento cíclico, de continuo retorno a la condición inicial, retorna a una condición inicial porque va cambiando todo el entorno según su batir en su movimiento.
Y la pregunta sobre ¿cómo es que amamos? nosotros queremos contestarla haciendo una mirada a la historia que nos dio origen como seres humanos. Si uno quiere en la mirada evolutiva un modo de explicar el presente, si uno quiere explicar cómo es que vivimos el presente que vivimos, lo que uno tiene que preguntarse es qué se ha conservado a lo largo de esta historia que yo estoy inventando para explicar el presente de modo que somos ahora como somos.
¿Cómo somos como seres humanos? Tenemos dos características fundamentales: la primera es que en tanto seres vivos mamíferos, nacemos amorosos. Y ¿qué quiere decir eso?
Quiere decir que el bebé al nacer, nace con la anatomía, la fisiología que implica de manera implícita un entorno acogedor que hará posible su vivir. Es decir, el bebé nace en la confianza implícita de que habrá nacido con él o con ella una mamá, un papá, un entorno que lo va a acoger porque si no lo acoge se muere. Lo mismo que la mariposa que sale de la crisálida con una anatomía y una fisiología que implica flores, néctar y que si no hay flores ni néctar, se muere.
¿Cómo es que los seres humanos nacemos amorosos? ¿Cómo es que el bebé nace amoroso? Nosotros pensamos que la otra característica fundamental es que existimos en el lenguaje, en el conversar y en el reflexionar. Esa es nuestra característica presente. Todo lo que hemos estado haciendo en esta ceremonia o rito, tiene que ver con nuestras reflexiones sobre lo que hacemos, sobre lo que pensamos, en un conversar en el que distinguimos qué cosas valoramos y qué cosas no valoramos. Hemos hecho reflexiones en el lenguaje, hemos mirado nuestro presente y hemos mirado nuestra historia.
Entonces, si los seres humanos nacemos amorosos y existimos en el lenguaje, el conversar y el reflexionar. ¿Qué tiene que haber ocurrido para que esto sea así? En la Escuela Matríztica de Santiago, pensamos que tiene que haber surgido lo humano en la familia ancestral.
Ustedes aquí tienen un distinguido equipo de paleontólogos que ha estado trabajando en Atapuerca, que ha hecho un importante trabajo sobre las eras del Homo Sapiens, las eras paleontológicas del Homo Sapiens que es muy interesante. Nosotros, en el sur del mundo, hemos mirado las eras psíquicas y hemos propuesto junto con mi colega Ximena Dávila la noción de las “eras psíquicas de la humanidad”, en que hablamos de que lo humano tiene que haber comenzado cuando surge el lenguaje y el conversar. Y el lenguaje y el conversar han surgido donde no había lenguaje y conversar antes. Es decir, claro que había convivencia y claro que había que estar juntos; pero esto que hacemos nosotros ahora, que nos parece tan fácil y que un niño con dos años lo aprende fundamentalmente a la perfección no existía hace unos tres millones y medio de años que es cuando tiene que haber surgido la familia ancestral.
La familia ancestral tiene que haber surgido como un espacio de disfrute de la convivencia, de la cercanía, del estar juntos, de hacer cosas juntos, de lo que se hacía en el vivir cotidiano. Y ¿qué es lo que se hacía en el vivir cotidiano? Recolectar alimentos, compartir alimentos, estar juntos en la caricia, en el bien-estar. Eso es lo que queremos en la familia y eso tiene que haber surgido entonces.
Y nosotros somos el presente de la conservación de una generación a otra en el aprendizaje de los niños, de ese vivir que pasa a ser un vivir en el lenguaje y el conversar cuando se transforma en un vivir en coordinaciones recursivas de haceres y sentires que constituyen el lenguaje y el conversar.
Si ustedes piensan un poquito, sobre cómo aprende un niño, un bebé a vivir en el lenguaje se dan cuenta de que el bebé no va a la escuela a aprender a hablar o a lenguajear. Lo aprende en la casa con la mamá, con el papá, con los hermanos. ¿Cómo?. Haciendo las cosas de la casa. Aprendiendo de la misma manera como tiene que haber surgido en su origen hará unos tres millones o tres millones y medio de años atrás, en el modo de convivir, en el placer de hacer cosas juntos, que luego se va complicando en la historia recursiva de las distinciones del hacer cosas juntos cada vez más complicadas lentamente porque la vida misma de los haceres se va complicando.
Así que lo que les decimos es que somos seres amorosos en nuestro origen y nuestro presente modo de vivir como seres humano, y esta es la respuesta desde donde podemos encontrar un entendimiento sobre que uno reciba un regalo tan gentil y tan apreciado como lo que la Universidad de Málaga hace aquí, ahora con el otorgamiento del Doctor Honoris Causa.
Así que somos seres amorosos y vivimos en el lenguaje, el conversar y la reflexión. Y la reflexión es una cosa particularmente interesante porque consiste en soltar los saberes para mirarlos. No como un acto en la razón sino como un acto en la emoción. Soltar los saberes, soltar lo que sé, soltar lo que yo digo que sé. ¿Cuántas veces se habrán preguntado eso? ¿Sabrán lo que yo digo que sé?. Este es un acto maravilloso, que constituye el acto de la reflexión, en que uno suelta lo que cree que sabe y lo mira y tal vez descubre que no sabe lo que pensaba que sabía y lo deja y pasa a otro espacio, a otro dominio.
Yo ahora sé que soy Doctor Honoris Causa de la Universidad de Málaga pero la cosa no termina ahí, porque resulta que yo ahora me muevo en un dominio distinto. Que es el dominio que trae consigo el saber todo lo que esto implica. Es como un espacio relacionado que tiene características diferentes al cual yo vivía antes y del cual me doy cuenta precisamente por el que puedo hacer este acto de reflexión.
Y por último, exploremos ahora la pregunta que tiene que ver con cómo conocemos, con cómo generamos el mundo.
Y aquí quiero, si se me permite, relatar algo de mi historia que no está en la maravillosa historia que me sorprendió que hizo el Doctor Miguel López Melero de mí. Ahora sé más de mí que lo que sabía antes y estoy agradecido de que él me haya mostrado tantas cosas tan bonitas de lo cual yo me pregunto ¿será cierto todo eso? Pero como él pone fechas por aquí y por allá debe haber algo de cierto en la construcción del presente que estamos viviendo.
Yo he sido biólogo y qué quiere decir que uno ha sido biólogo. Biólogo es un científico. Y quiere decir que uno va por el mundo mirando a los seres vivos, las plantas, los insectos, todos los animales, las bacterias y preguntándose ¿cómo es esto del vivir?, ¿cómo hacen lo que hacen?
Para mí los seres humanos eran otros seres vivos. Cuando uno estudia a los seres vivos, por ejemplo, a las mariposas, uno estudia a las mariposas, habla de cómo se alimentan, cómo se reproducen, cómo vuelan las mariposas. Pero, rara vez se encuentra uno con una mariposa particular. Una mariposa que puedo tener aquí en la mano yo la conozco, hasta puede tener un nombre. Sí, sí claro es una mariposa, pero entre todas las mariposas es un individuo particular.
Yo ya no puedo tratar a las mariposas simplemente como mariposas si me encuentro con ellas como individuos particulares.
Yo hablaba de los seres humanos de la misma manera que uno puede hablar de las mariposas. Los seres humanos teníamos una historia evolutiva, nacíamos amorosos pero un día me encontré con la profesora Ximena Dávila quien me mostró que los seres humanos éramos personas. Un día me dice: “Doctor, he hecho un descubrimiento” y le pregunté ¿qué? Y me dice: “me he dado cuenta de que el dolor por el cual se pide ayuda relacional es siempre de origen cultural y la persona al contarme sus preocupaciones, me muestra la matriz relacional en la cual su vivir fue negado, fue abusado, violado, no oído u oída. Y me muestra también la matriz relacional de cómo se sale de ese dolor. Y aparece para mí entonces, en toda su majestad, la persona.
Es cierto, porque si una persona solicita ayuda, es una persona que ha sufrido alguna negación. Puede haber sido un niño no escuchado, abusado, violado, tantas cosas que sabemos que pasan en este presente cultural patriarcal/matriarcal. Tal vez sabemos que pasan porque están pasando más o porque antes simplemente no lo oíamos o no lo veíamos. Y es asi entonces como aparece para mí la persona. Antes yo me relacionaba con seres humanos, ahora veo que el vivir humano ocurre en personas y esto hace una diferencia fundamental.
Y aquí vuelvo al momento inicial de esta tarde, cuando recibo el doctorado Honoris Causa como persona. Sí, claro, soy un ser humano pero soy yo como persona y es la persona la que genera el mundo siempre. Cada uno de ustedes genera un mundo. Un mundo que tiene que ver con sus preferencias, sus deseos, sus gustos, sus reflexiones. Que es distinto del de otro y que con esas diferencias somos capaces de convivir y hacer algo juntos, de colaborar, de co-inspirar en un proyecto común en una comunidad. Y además, en tanto somos personas, podemos reflexionar y podemos darnos cuenta de si queremos o no queremos el mundo que estamos generando unos con otros. Podemos entonces, ser libres.
¿Quiero o no quiero el vivir que estoy viviendo? Y ese que es un acto en la emoción, es un acto en el cual uno suelta sus certidumbres de modo que luego viene el razonar, la argumentación reflexiva racional, a veces no lo vemos porque no nos damos cuenta de que todo argumento racional tiene fundamento no racional, que es lo que le da carácter al argumento. Por ello, todo sistema racional tiene fundamentos no racionales.
Y es desde allí que lo maravilloso de esta ceremonia es que su fundamento no es racional. Tiene que ver con el respeto, con el aprecio, con el reconocimiento que uno hace al otro porque le gusta su historia o lo que hace, con la posibilidad de reflexionar y preguntarse si uno quiere o no quiere lo que está viviendo o el vivir que está generando. Y uno puede darse cuenta de que uno es como persona siempre generador del mundo en que vive. Lo vive con otros pero cada uno de nosotros somos responsables del mundo en que vivimos y de lo que escogemos.
El acto de escoger no es tanto el acto de ir por un camino o por otro, sino un acto de soltar las certidumbres y mirar.
Y es esa libertad de sentir, de amar, de reflexionar sobre como vivimos nuestro vivir, pero sobre todo entendiendo que somos nosotros el futuro de la humanidad, es el preguntarnos por cómo vivimos ahora, porque los niños, las niñas, los jóvenes aprenden nuestro espacio psíquico. Aprenden nuestro vivir. No aprenden cosas. Aprenden el convivir con sus maestros, aprenden a reflexionar si los maestros reflexionan, aprenden la honestidad si los maestros y las maestras son honestos.
De modo que esta ceremonia, esta distinción a mí me conmueve porque me pone nuevamente en la presencia de mí mismo como persona y el compromiso que siento como ser creador del mundo con otros y el deseo de que el mundo que creamos sea digno de vivir por nuestros hijos e hijas y por los hijos e hijas de ellos y ellas.
Muchas gracias.
Prof. Dr. D. Humberto Maturana Romesín
Málaga a 9 de noviembre de 2010
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