El catarismo, la religión del amor - Parte III

 


(Viene de la parte II)

Las diferencias entre el bautismo romano y el cátaro

En los registros de la Inquisición, se encuentran recogidas las palabras del cátaro Pierre Authié, quien al predicar en la casa de la familia Péire, en Arques, explicó las diferencias entre el bautismo Romano y el cátaro con las siguientes palabras:


Sibelly Péire, en su interrogatorio ante la Inquisición, cita las palabras pronunciadas por el mismo buen hombre respecto a la consideración que le merecían las iglesias católicas romanas.

El bautismo de la Iglesia romana no vale nada -–dijo así–, puesto que se hace en el agua materia y porque en el curso de este bautismo se dicen grandes mentiras; preguntan efectivamente al niño: ¿quieres ser bautizado? Y responden en su lugar que sí quieren, lo cual no es cierto, mientras él, por el contrario, llora. Luego, le preguntan también si cree esto o aquello y responden por él que sí cree y, sin embargo, no cree en nada, puesto que no tiene uso de razón. Le preguntan si renuncia al diablo y a sus pompas, y responden por él que sí, y, sin embargo, no renuncia a nada, puesto que empieza a crecer, a decir mentiras y a cometer diversas obras del diablo... En cambio, nuestro bautismo sí que es bueno, puesto que es de Espíritu Santo y no de agua, y porque somos mayores y estamos dotados de razón cuando lo recibimos, y por este bautismo, nos convertimos en Hijos de Dios...[i]....

(...) son las casas de los ídolos, explicaron, llamando ídolos a las estatuas de los santos que hay en las iglesias. Y los que adoran a estos ídolos son tontos, puesto que son ellos mismos quienes han hecho esas estatuas, ¡con un hacha y otras herramientas de hierro![ii]


Vemos así que los cátaros, cuya iniciación, se llevaba a cabo en la más estricta austeridad y, muy a menudo en cuevas, rechazaban las imágenes de los santos, vírgenes, y del mismo Jesús,  consideradas sagradas, cuando no eran sino obras del propio hombre.
   
Para los cátaros, la verdadera Iglesia, no era un espacio exterior, consagrado a la oración, sino que debía buscarse en lo más interior del ser humano.
   
En la deposición de Arnaud Sicre ante el inquisidor Jacques Fournier, se citan unas palabras de un campesino afiliado a la causa cátara, el cual expone que:

El corazón del hombre es la verdadera Iglesia de Dios, no la iglesia material[iii].


La cita nos permite comprender que los cátaros eran muy concientes de que el hombre que busca a su Dios, no debe  afanarse buscando fuera de sí, sino en lo más profundo  de su corazón. Por otra parte, los cátaros  no admitían que Cristo tuviera cuerpo humano, lo que equivalía a decir que Jesús no era Cristo. Tal concepción queda muy  patente  en las palabras  de  Raymonde Bézarza, quemada en 1270, quien dice:

“El Cristo no tuvo un cuerpo humano, ni una verdadera carne humana. La virgen María no fue verdaderamente, la madre del Cristo ni siquiera una mujer real. La Iglesia Cátara es la verdadera virgen María: verdadera penitencia, casta y virgen, que lleva al mundo a los hijos de Dios”.[iv]".


El  gran inquisidor en el Sabarthez, Bernard Gui, en su Práctica inquisitionis, p. 238, recordando sus muchos interrogatorios de cátaros, escribe:

“En cuanto a la encarnación de Nuestro Señor Jesucristo, en el seno de la bienaventurada María, siempre virgen, ellos la niegan. Pretenden que el Cristo no ha tenido un verdadero cuerpo humano, ni una verdadera carne humana, como todos los otros hombres. Niegan que la Virgen María haya sido verdaderamente la madre de nuestro Señor Jesucristo, e incluso una mujer real. Dicen que es su propia secta la que es la Virgen María, es decir la verdadera penitencia, casta y virgen,  que lleva al mundo a los Hijos de Dios”.


Para entender la concepción  cátara sobre el cuerpo de Cristo, hay que tener muy presente que los cátaros diferenciaban muy claramente entre la entidad Jesús, y Cristo. Para ellos, Cristo, como entidad macrocósmica, no tuvo nunca, ni podrá  tener jamás,  un cuerpo humano. Cristo, sin embargo, sí pudo manifestarse en la personalidad  de Jesús y actuar a través dela misma, pero en ningún caso confundían el cuerpo de Jesús con el propio Cristo.
   
De modo similar, los cátaros diferenciaban claramente entre la Virgen Maria, como madre de Jesús, y  la Virgen María como  Iglesia, es decir como cuerpo electromagnético puro donde poder llevar a cabo  el nacimiento del Cristo interior.
   
Es evidente, según sus concepciones, que la Virgen María, mujer, si bien pudo ser la madre de Jesús, no pudo ni podría ser nunca la madre del Cristo macrocósmico.  En hebreo, los nombre de María son: Miriam o Mariah. El primero significa la muerte que engendra y la vida que hace morir; el segundo significa: muerte y resurrección en Dios. María alude por tanto a la Madre Original, el lado femenino de la Palabra hecha carne, los nuevos éteres puros que se manifestaban al interior de la Iglesia cátara y por cuya intervención, los buenos hombres, tras un largo proceso de purificación,  podían dar nacimiento al Cristo interior.


Los sacramentos cátaros

La deposición de Pierre de Gaillac ante el inquisidor Geoffroy de Ablis, nos permite entender el concepto que tenían los cátaros sobre la comunión y sobre la comunión católica romana:


El texto deja claro las diferencias que separaban a las dos iglesias. Los cátaros rechazaban categóricamente el milagro  de la transubstanciación, estos es, de la conversión total del pan en el cuerpo de Cristo durante la Eucaristía.

Decían que el pan puesto en el altar, y bendecido con las mismas palabras que el propio Cristo utilizó el día de la cena con sus apóstoles, no era el verdadero cuerpo de Cristo y que, al contrario, es un escándalo y una superchería afirmarlo, puesto que ese pan es un pan de la corrupción, producido y salido de la raíz de la corrupción; mientras que el pan del que Cristo dijo en el Evangelio “Tomad y comed de él, etcétera” es el Verbo de Dios... De todo ello, concluyeron que la palabra de Dios era el pan del que se habla en el Evangelio y, por lo tanto, que el Verbo era el cuerpo de Cristo. [v].
   
Los  cátaros,  practicaban dos únicos sacramentos, “la bendición del pan” y el “Consolamnetum”. La bendición del pan no se celebraba en el templo, sino en las casas, en cada comida. Para los cátaros, el “pan”, el verdadero alimento santo, era la palabra de Dios, el Verbo, o explicado en términos más actuales, las radiaciones puras provenientes del mundo divino, pues solo tales radiaciones espirituales, son capaces de transmutar el hombre natural y despertar en quien las recibe, el Cristo interior  
   
En la misma  deposición se nos dice la opinión de los cátaros respecto a la acción de los cruzados, señalando que  su labor no tenía ningún valor y no redimía en nada los pecados del hombre, para señalar a continuación que la cruz que llevan los cruzados a ultramar no debería ser la de los objetos visible y corruptibles, sino “la cruz que es de buenas obras, y de verdadera penitencia, y de buena observación de la Palabra de Dios, ya que así es la Cruz de Cristo, y quien obra así sigue verdaderamente a Cristo, y se olvida de sí mismo, y carga con su propia cruz, que no es una cruz de corrupción”.[vi]."

(Continúa en parte 4)


[i] Deposición de Sibylle Péire, cita de “Las mujeres cátaras”, pág. 373 y 374

[ii] Deposición de Sibylle Péire, cita de “Las mujeres cátaras”, pág. 373 y 374

[iii] Deposición de Arnaud Sicre ante Jacques Fournier, cita de “Las mujeres cátaras”, pág. 384.

[iv] (Colección, Dota, 15, p.57) Cita de “La herencia de los cátaros. El druidismo”, pág.6

[v] Deposición de  Pierre de Gaillac ante Geoffroy de Ablis, cita de “Las mujeres cátaras”, pág. 381 y 382.

[vi] Deposición de  Pierre de Gaillac ante Geoffroy de Ablis, cita de “Las mujeres cátaras”, pág. 381 y 382.

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