Una edición conmemora los 50 años de Las venas abiertas de América Latina, lectura de iniciación política en los 70 y clásico de la cultura de izquierda en un revival reciente.
Eduardo Galeano murió el 13 de abril de 2015
Lectura de iniciación política en los años 70, clásico de la cultura de izquierda redescubierto a principios del siglo XXI, Las venas abiertas de América Latina cumple cincuenta años de su aparición y vuelve a las librerías con una edición aniversario. En rigor el libro de Eduardo Galeano no dejó de circular desde su primera publicación, a pesar de las prohibiciones de gobiernos autoritarios, las críticas de especialistas y la propia valoración del autor, que hacia el final de su vida lo encontró aburrido. Concebido para intervenir en una coyuntura en que se avizoraban “tiempos de rebelión y de cambio”, sobrevivió a la clausura de esa etapa histórica y ofrece nuevas posibilidades de lectura desde el presente.
Dibujos de Rep para la reedición de "Las venas abiertas de América Latina", de Eduardo Galeano, en 2021.
Galeano describió su libro como “una historia del saqueo” del continente y “de los mecanismos actuales del despojo”; la correlación del pasado y el presente y el modo en que se prefiguran las estructuras económicas y los modos de relación con los centros de poder son mecanismos de su argumentación. En “Siete años después” (1978), agregado como apéndice, acusó recibo de las primeras críticas y dijo que había escrito un manual de divulgación sobre economía política: un autor no especializado trataba de dirigirse al público común sin utilizar “el lenguaje hermético” de los especialistas –funcional en su opinión a la circulación restringida del conocimiento– y tampoco el de la propaganda revolucionaria.
Esa elección de estilo y el trabajo de escritura son claves de la vigencia de Las venas abiertas de América Latina. Las estadísticas sobre las que se apoya el libro pueden estar desactualizadas y su ambiciosa mirada panorámica sacrifica detalles y particularidades, pero el impulso narrativo del relato y la destreza en la selección del dato que patentiza el planteo y en el ordenamiento de la información sostienen la lectura e incluso preservan un carácter persuasivo más allá de que determinados análisis resulten simplificaciones.
Las reflexiones sobre el funcionamiento del Fondo Monetario Internacional, los mecanismos de la deuda externa y el sistema mundial de patentes, entre otros aspectos del libro, tienen particular actualidad. Pero si el libro se impuso al paso del tiempo fue ante todo porque Galeano no suscribió las certezas sobre el futuro de los movimientos insurreccionales de los años 70; no habla de revolución, palabra ausente en el libro, sino de un momento de cambio en que se impone la necesidad del conocimiento histórico. Encuentra un modelo en la Revolución Cubana, pero también valora experiencias tan distintas como el gobierno de Juan Velasco Alvarado en Perú o el de Salvador Allende en Chile.
Unidad latinoamericana
Su ideal es en todo caso el de la unidad latinoamericana y antes que a los pensadores del socialismo invoca a las figuras de Artigas y Bolívar. En última instancia no son la economía ni la política los ejes de su pensamiento, sino aquello que proviene de la poesía y la ficción: un concepto de esperanza que parece identificar con la misma condición humana –“en la historia de los hombres cada acto de destrucción encuentra su respuesta, tarde o temprano, en un acto de creación”, es su declaración final– y las voces de testigos anónimos a los que otorga un estatuto comparable al de las fuentes bibliográficas y que aportan una especie de versión sensible de los procesos en cuestión.
Dibujos de Rep para la reedición de "Las venas abiertas de América Latina", de Eduardo Galeano, en 2021.
La bibliografía citada es extensa, pero la base de la argumentación sobre el expolio del continente desde la colonización española hasta el siglo XX surge de las obras de un pequeño núcleo de historiadores, economistas y sociólogos: Sergio Bagú, Vivian Trías, Celso Furtado, André Gunder Frank, Darcy Ribeiro, René Dumont y antes que Marx, los estudios de Ernest Mandel. También acude a la literatura: las novelas de Jorge Amado, Carlos Fuentes, Alejo Carpentier, Miguel Ángel Asturias y otros autores de los 60 son leídas en clave documental.
Al mismo tiempo, se apoya en informes y cifras de organismos internacionales y gobiernos de distintos países que, por la forma de la cita, constituyen una especie de evidencia aluvional. Galeano usa y abusa de la estadística comparada con plena conciencia de sus efectos de persuasión –con frases del tipo “el ingreso promedio de un ciudadano norteamericano es siete veces mayor que el de un latinoamericano y aumenta a un ritmo diez veces más intenso”– y refuerza sus tesis con destacados en cursiva que resaltan las conclusiones y afirmaciones fuertemente asertivas en los subtítulos, un recurso que parece tomado del oficio de los tituleros de la prensa gráfica, capaces de capturar al lector con una frase deslumbrante: “El latifundio multiplica las bocas pero no los panes”, “La industrialización no altera la organización de la desigualdad en el mercado mundial”, y un largo etcétera.
Revisionismo
Galeano abrevó en el revisionismo histórico y le dio nuevo empuje con su concepción de las “historias oficiales” como representaciones engañosas e interesadas del pasado. De hecho, ese fue uno de sus intereses como director editorial de la revista Crisis entre 1973 y 1976. Los “sacrilegios” –es el término que recoge– más efectivos al orden discursivo convencional surgen sin embargo de otros recursos de lengua y de estilo: la ironía, el humor negro, las sentencias del lenguaje coloquial, incluso campesino (la Organización de los Estados Americanos, dice, “tiene la memoria del burro, porque no olvida nunca dónde come”) y sobre todo el uso de la primera persona, que introduce de manera sorpresiva como un factor disruptivo y a la vez de énfasis en lo que despliega como análisis económico.
Galeano observa la ciudad de Potosí desde la azotea de una casa colonial, conversa con mineros en la profundidad de un yacimiento en Chile, asiste a la intimidad de la zafra en Cuba, comparte un viaje con un campesino guaraní en Paraguay. No se presenta como un frío analista; más bien es un testigo comprometido con lo que observa y con sus informantes, gente del pueblo a la que reviste de un aura (un viejo mendigo al que encuentra cerca de Ouro Preto “camina descalzo a mi lado, a pasos lentos bajo el tibio sol de la tarde”) y le atribuye frases reveladoras. También exhibe fuentes calificadas: “En 1964, en su despacho de La Habana –dice–, el Che Guevara me enseñó que la Cuba de Batista no era solo de azúcar”.
Dibujos de Rep para la reedición de "Las venas abiertas de América Latina", de Eduardo Galeano, en 2021.
En abril de 2014, Galeano dijo en Brasilia que Las venas abiertas de América Latina era un capítulo cerrado en su historia y que le habían faltado lecturas para la elaboración. A partir de entonces, surgió la leyenda de una autocrítica o de un arrepentimiento, a pesar de que en el mismo acto Galeano reivindicó la escritura. Lo cierto es que no se desentendió de la obra, sino que por el contrario introdujo correcciones y agregados en distintas reediciones. Las conclusiones apresuradas sobre aquellas declaraciones parecieron confirmar, antes que un viraje del autor, la incomodidad y la perturbación que provoca un libro, como virtudes intactas a medio siglo de su aparición.
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