En este trabajo Marianela Lafuente (Caracas, 1958) y Carlos Genatios (Caracas, 1959) abordan el tema de la migración venezolana, ofreciendo algunas cifras y una caracterización que ayudan a delinear un fenómeno en plena evolución. De gran interés son aquí los ejemplos de otras migraciones y sus vínculos con los países de origen y acogida, para comprender el potencial de las diásporas como motores de transformaciones sociales e institucionales.
El año 2021 encuentra a Venezuela sumida en una grave crisis. La contracción económica que ha vivido el país en los últimos años ha sido catastrófica, con caídas consecutivas del PIB desde el 2014. La disminución de la exportación petrolera, la agudización de las sanciones internacionales contra Nicolás Maduro y su gobierno, el colapso del sistema eléctrico nacional (racionamiento, apagones, fallas continuas en todo el país), el deterioro general de los servicios públicos, incluyendo especialmente el suministro de agua y gas, de la infraestructura en general, la dificultad para acceder a la alimentación, la dolarización de facto, la inflación en aumento y la crisis política, han llevado al país a una situación extrema, sin salidas visibles en el corto plazo. Desde el 2017, se agudizó el éxodo de los venezolanos, que atraviesan las fronteras terrestres impulsados por el deseo de escapar de la terrible situación y de encontrar trabajo y mejores condiciones de vida en otros horizontes. La irrupción del COVID-19, la cuarentena social y el aislamiento, y principalmente la escasez de gasolina, han paralizado casi completamente a Venezuela y sumido a la población en una terrible incertidumbre. La pandemia hoy se cierne sobre el país, con un sistema de salud en ruinas, una población sumida en la pobreza y una economía colapsada. Pero ni el COVID-19, ni el cierre de las fronteras han logrado frenar el éxodo de los venezolanos. La diáspora sigue en aumento. Con ella, ha salido del territorio un capital de talento invalorable y muy necesario para llevar adelante los planes de reconstrucción y reactivación económica del país.
Cuantificación de la diáspora
Según la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), el fenómeno migratorio venezolano ha pasado a ser “el éxodo más grande en la historia reciente de la región”. El 12 de abril de 2018 se creó una Plataforma Regional de Coordinación Interagencial para dirigir y coordinar la respuesta a los refugiados y migrantes de Venezuela.[1] Esta plataforma da cuenta de una cifra, actualizada al 5 de enero de 2021, que asciende a los 5.442.611 venezolanos migrantes, refugiados y solicitantes de asilo, según datos de los gobiernos receptores.[2]
Cuantificar la diáspora venezolana no es tarea fácil. Es muy difícil, en el contexto venezolano, encontrar estadísticas e indicadores oficiales que reflejen la situación real de la población. Las instituciones públicas no proveen información confiable ni actualizada. Cuando se utilizan los datos de los países de destino se encuentran también muchas dificultades. Las cifras dependen de las diversas metodologías utilizadas en cada país para censar la población y para elaborar estadísticas. Además, muchos países sólo dan cuenta de los venezolanos que poseen un estatus migratorio regular. Los datos generalmente no incluyen a los venezolanos que se encuentran como turistas, en situación irregular, en trámites de regularización o que ingresan clandestinamente. Tampoco dan cuenta de aquellas personas que poseen doble nacionalidad, las cuales usualmente abandonan el país como venezolanos e ingresan a su destino como nacionales. Por otro lado, no todos los países tienen los datos actualizados y las comparaciones se realizan con diferencias importantes en los lapsos de tiempo y años de muestreo. El flujo migratorio venezolano se ha incrementado aceleradamente desde el 2017, acentuándose entre el 2018 y el 2019. Dado lo reciente del fenómeno, es todavía más difícil cuantificar la data de manera ajustada. Según la ACNUR, el número de venezolanos que han regularizado su estancia en otros países, para enero de 2021, es de 2.493.620, apenas un 46% del total de migrantes, por lo que cuantificar la diáspora a partir del porcentaje de residentes que reflejan las estadísticas nacionales y de organismos internacionales resulta bastante conservador.
Destinos de la diáspora
Venezuela fue durante mucho tiempo un país que acogía migrantes de otras nacionalidades. El fenómeno migratorio venezolano comienza a ser notorio solamente a finales del siglo XX. Varios autores distinguen diferentes oleadas de migración, las cuales responden a distintas circunstancias políticas, económicas y sociales del país.[3]
Los destinos principales de emigración de los venezolanos, hasta el 2015, se centraban en Estados Unidos y Europa, como lo muestra la Tabla 1. Los emigrantes, en su mayoría, tenían un nivel educativo alto y posibilidades económicas, lo que facilitó a muchos conseguir empleo o iniciar un negocio propio para establecerse en su destino. Sin embargo, las últimas oleadas de emigrantes han privilegiado como destino los países de América Latina y el Caribe. En 2019, Colombia y Perú fueron los principales destinos, agrupando más de un 65% del total de emigrantes. Le siguieron Estados Unidos con un 10,07% y España con un 8%. Después de Colombia y Perú, los principales destinos en América Latina son Chile y Argentina. En Europa, después de España, los principales destinos son Italia y Portugal.
A lo largo de estos años, no solamente ha variado el destino de los migrantes, sino que también ha cambiado su perfil. Diferentes olas migratorias se han sucedido, reflejando las diferentes motivaciones que han impulsado a los venezolanos a emigrar.
La primera ola migratoria importante coincide con los inicios del gobierno de Hugo Chávez. En 2002, ocurrió un golpe de estado, seguido de huelgas y paros nacionales, con los consecuentes despidos masivos de trabajadores de PDVSA, la compañía estatal venezolana de petróleo. Más de quince mil personas, en su mayoría profesionales altamente calificados, fueron expulsadas de PDVSA. Muchos de ellos emigraron a otros países petroleros, donde consiguieron rápidamente nuevos empleos, por lo general bien remunerados. La situación política y el incremento de la inseguridad personal hicieron que aumentara la salida de venezolanos del país, en su mayoría de clase alta y media alta, con recursos económicos y altos niveles educativos.
Entre los años 2004 y 2013, se produjo un incremento histórico de los ingresos petroleros en Venezuela. La aprobación de la posibilidad de una reelección indefinida de Chávez, en 2004, las frecuentes expropiaciones, la estatización de empresas, y el acoso a los medios de comunicación ocasionaron una pronunciada fuga de capitales, la emigración de empresarios y el traslado de empresas al extranjero (segunda ola migratoria).
Después de la muerte de Chávez, en 2013, y el ascenso al poder Nicolás Maduro, se profundizó el deterioro de la calidad de vida en Venezuela, aumentando el desabastecimiento y empeorando las condiciones económicas. A partir de ese momento hubo un notable incremento de la represión, la persecución política y la inseguridad personal. Por ello, las clases medias profesionales y los jóvenes universitarios comenzaron a buscar nuevos horizontes y mayores oportunidades de trabajo en el extranjero, y muchos partieron al exilio. A partir del año 2016, las clases más pobres también comenzaron a emigrar en busca de trabajo y medios para sobrevivir (tercera ola migratoria).
Después de 2017 el fenómeno se agravó y masificó, modificando el perfil de los migrantes: son de menor nivel educativo y menos recursos económicos. La migración sur/sur se acentúa, los desplazamientos ocurren mayoritariamente a través de fronteras terrestres, en parte porque es más barato, pero también debido a las dificultades que se presentan para conseguir pasaportes y visas, así como por la escasez de vuelos, ya que pocas compañías aéreas continúan sirviendo al país. La mayor parte de los emigrantes que abandonaron el país en 2018 y 2019 (casi un 75% del total de la diáspora en 2020) lo hicieron sin haber formulado un proyecto de migración previo. Los destinos escogidos, principalmente Colombia y Perú, han constituido para ellos una elección forzada e improvisada. Esta cuarta ola, con una emigración de venezolanos sin precedentes, se desaceleró a principios de 2020 por la irrupción del COVID-19, que cerró completamente las fronteras y paralizó la movilidad de las poblaciones del mundo, pero no se ha detenido y continúa en el 2021. Esta cuarta ola migratoria está fundamentalmente motivada por la pobreza en que está sumido el país, por la necesidad urgente que tiene la población de solventar sus necesidades más básicas para subsistir, conseguir trabajo, alimentación y salud.
La figura 1 muestra el aumento masivo de la migración a partir de 2017, especialmente hacia Colombia, Perú y Chile.
Nivel educativo de la diáspora
Un alto porcentaje de la diáspora, incluso de las últimas oleadas migratorias, es joven y tiene un elevado nivel de estudios. Esto se explica en parte, porque el progreso en la matrícula universitaria venezolana fue una bandera del gobierno chavista y de sus misiones educativas; políticas que apuntaron a la masificación de la educación sin controlar su calidad. Por un lado, se crearon apresuradamente misiones educativas y se multiplicaron nuevas instituciones de educación superior que no contaban ni con la infraestructura ni con el personal adecuado para garantizar programas de calidad; y por el otro, se descuidaron y abandonaron las mejores universidades del país, hasta llevar a muchas de ellas a su virtual destrucción, con lo cual el nivel educativo se ha venido deteriorando aceleradamente. Para 2016, se estimaba que alrededor de un 25% de la población venezolana había obtenido un título universitario.[5] Pero desde 2005, con la creación masiva por parte del gobierno de nuevas universidades e institutos, se conocen también las deficiencias de sus egresados en todas las áreas, y particularmente en carreras relacionadas con la salud y el derecho. El nivel de los egresados universitarios en Venezuela es entonces muy heterogéneo, especialmente a partir de 2010. Es por ello que el nivel educativo no es un indicador suficiente para caracterizar a la diáspora altamente calificada y establecer políticas con respecto a una fuga de cerebros venezolanos. Se requeriría considerar otros factores, como las condiciones de empleo, antes de salir de Venezuela y en los países de acogida, información difícil de precisar, sobre todo para las oleadas migratorias más recientes.
La figura 2 muestra el nivel educativo de los migrantes venezolanos en los cinco principales destinos, comparado con los niveles promedio de la población mayor de quince años de países de la OCDE.
El estudio realizado por los autores, con datos de fuentes diversas de los cinco principales destinos de migración venezolana[6], indica que más del 50% de la diáspora es joven, con edades comprendidas entre los 20 y 39 años. A inicios del 2020, se estimó que más de 1.300.000 venezolanos con título universitario o de postgrado habían emigrado al extranjero. Entre ellos, se sabe que en España hay unos 5.000 médicos, mientras que se reportaban para 2018: 3.842 en Chile, 2.346 en Colombia y 1.654 en Ecuador. En total, se conoce que más de 30.000 médicos han emigrado, lo que corresponde a un 30% del total de médicos del país contabilizados en 2017.[7] El éxodo ha afectado también al sistema académico: más de un 40% de la planta profesoral de las universidades ha renunciado o emigrado, al igual que 200.000 maestros y 2.000 científicos. La situación de la diáspora en sus países de acogida es muy heterogénea, y se estima que un gran porcentaje de los venezolanos en el exilio están sobrecalificados para el trabajo que desempeñan, y una gran parte trabaja en ocupaciones elementales o están desocupados. Como referencia, las tasas de desempleo de la diáspora venezolana son del 6% en USA, 40% en España, 26% en Chile, 14,4% en Colombia y 6,1% en Perú (datos de 2018).
El potencial de la diáspora para el país
El COVID-19 ha impuesto un escenario incierto en todos los países del mundo. La recesión y el desempleo tornarán seguramente muy difícil la inserción de nuevos migrantes en las economías afectadas. Muchos países han anunciado medidas para cerrar temporalmente la migración, lo que coloca a las últimas oleadas de emigrantes venezolanos en una situación de gran vulnerabilidad.[8]
La migración del talento calificado venezolano responde a razones que tienen que ver con la inestabilidad política y económica, la inseguridad personal y las precarias condiciones de vida y de trabajo en el país. Las dificultades de instalación en países extranjeros hace que muchos de los migrantes no logren concretar sus aspiraciones. Algunos se establecerán de manera adecuada y permanente, y sus familias se desarrollarán en los países de acogida. Pero otros no se sentirán satisfechos con sus condiciones de trabajo y se inclinarán por regresar.
En Venezuela el éxodo masivo de las personas altamente capacitadas incluye profesionales de diversas áreas: médicos, ingenieros, científicos, profesores, maestros, pero también técnicos calificados, empresarios, gerentes; personas cuyas capacidades son muy necesarias para la reconstrucción y desarrollo del país. Incluso en el caso de aquellos emigrantes calificados que decidan no regresar, estas personas pueden igualmente aportar sus capacidades y recursos, y apoyar de muchas maneras los proyectos de desarrollo del país.
La valoración de las diásporas en el mundo ha cambiado. La diáspora calificada no puede verse ya como una indeseable “fuga de cerebros”, sino que comienza a ser valorada como un “banco de cerebros”, un capital importante que puede ser aprovechado en función del desarrollo del país, y como una fuente de recursos para impulsar nuevas dinámicas globales de circulación del conocimiento y del talento humano.
Por ello, en muchos países se han desarrollado políticas y programas de vinculación con sus emigrantes, con una concepción amplia e incluyente de la diáspora. El término ha pasado a incluir a todas aquellas personas que se identifican y mantienen vínculos con un país determinado, aunque sean los hijos o nietos de los emigrantes de primera generación. Los vínculos que identifican la diáspora de un país pueden ser de muchos tipos: culturales, lingüísticos, históricos, económicos, religiosos o afectivos. De más en más, numerosos gobiernos y organizaciones internacionales reconocen la importancia de las diásporas como agentes del desarrollo y como posibles instrumentos para dinamizar las relaciones sociales, económicas y culturales entre los países de origen y de destino. Casos paradigmáticos de los efectos beneficiosos de la diáspora calificada sobre el desarrollo económico de sus países de origen han sido la diáspora india y la diáspora china, que han sido abundantemente estudiados en diversas referencias.[9]
Además de los tradicionales servicios consulares para los nacionales en el extranjero, numerosos gobiernos se han esforzado en proponer innovadores programas para la diáspora en diversas áreas de desarrollo. En general, cuentan con una oficina u organismo público que se encarga de las relaciones con la diáspora y de promover programas y proyectos para su participación. En algunos países, incluso, se han creado ministerios dedicados exclusivamente a estas tareas. Es el caso, por ejemplo, de Bangladesh, Canadá, Filipinas e Israel, entre otros.[10]
Con respecto al caso venezolano, no existen políticas ni instituciones del gobierno para atender a la diáspora. Existen grupos de emigrantes que se han venido organizando espontáneamente en algunas ciudades del extranjero. En general, se puede afirmar que el funcionamiento de estas ONG de la diáspora es localizado, limitado y basado principalmente en el trabajo voluntario de los venezolanos. Algunas de ellas se encuentran muy politizadas. Las encuestas efectuadas en algunos países demuestran que son poco conocidas, y en algunos casos, la desconfianza, entre otros factores, obstaculiza su funcionamiento y posible expansión.
Experiencias en el mundo para dinamizar el potencial de la diáspora calificada
Las experiencias de otros países han dejado valiosas lecciones que pueden ser aprovechadas para la implementación de políticas exitosas en Venezuela.
Los programas de apoyo a la diáspora sólo tienen el impacto deseado cuando existen las políticas y planes adecuados en los países de origen. El énfasis de las políticas exitosas que conciernen a la diáspora calificada no están centrados solamente en la repatriación de los emigrantes, sino en la atracción del talento, el fomento a su circulación global y en crear y fortalecer la demanda de conocimientos en las universidades y empresas de los países de origen.
Las instituciones que apoyan a las diásporas pueden ser públicas, privadas o mixtas, y llevan distintos tipos de programas con múltiples objetivos.
Muchas iniciativas se orientan a la organización, creación y fortalecimiento de redes de la diáspora. Esto incluye acciones como censos y encuestas, a fin de cuantificar y caracterizar la diáspora, pero también la oferta de incentivos para el fomento de vinculaciones entre redes de la diáspora e instituciones de los países de acogida o internacionales, así como actividades de promoción, eventos, premios y programas de intercambio, movilidad y circulación de cerebros. Pueden crearse redes de talento, académicas, científicas, empresariales, sectoriales, redes de expertos en temas específicos, redes de pensamiento para propuestas de desarrollo (Think Tanks), etc. La creación de estas redes se facilita mediante plataformas tecnológicas y la presencia en las redes sociales.
Otro grupo de programas tradicionales para atender a la diáspora calificada se enfoca en el fortalecimiento de universidades, postgrados y centros de investigación; programas para la movilidad de investigadores, profesores y estudiantes; creación de redes de investigación internacionales y proyectos de investigación y desarrollo. En América Latina existen varias experiencias de este tipo, como el “Programa de circulación de uruguayos altamente calificados (CUAC)” y la red de académicos de Uruguay[11], la Red de Talentos Mexicanos en el Exterior (hoy Red Global MX), las redes científicas de Chile, y la ya desaparecida Red Caldas de Colombia, creada en 1991, que fue un programa pionero en América Latina para organizar redes de investigadores en el extranjero.[12]
En los años 90, se implementó en Venezuela el programa “Talento Venezolano” (TALVEN), inicialmente con apoyo de la UNESCO y la colaboración de las Academias Nacionales. En ese entonces se creó una base de mil venezolanos destacados residentes en el extranjero, a quienes se contactó para iniciar intercambios y proyectos conjuntos. En esa época se inició asimismo el Programa Pérez Bonalde, llamado también “Vuelta a la Patria”, que fue creado por la Fundación de Becas Mariscal de Ayacucho (Fundayacucho) y el entonces Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONICIT). El programa buscaba vincular a los venezolanos migrantes altamente calificados con el desarrollo del país, mediante agendas de trabajo durante periodos de tiempo específico. En 2008, se reactivó este programa dirigiéndolo principalmente a estudiantes de pregrado, con una orientación ideológica muy marcada. Poco se sabe hoy en día de los resultados de estas iniciativas.
Otro tipo de acciones se dedican específicamente a crear programas de apoyo al emprendimiento. Son redes de la diáspora que agrupan tutores o mentores de proyectos de startups en los países de origen, y ofrecen acompañamiento durante su ejecución. También se ocupan de la vinculación de empresarios o dueños de negocios que buscan expandir sus operaciones en el extranjero, con expertos de la diáspora y líderes empresariales experimentados. Ofrecen servicios de asesoría y a veces oportunidades de trabajo, pasantías e intercambios en las corporaciones de sus miembros. Cuentan a menudo con el patrocinio de fondos de riesgo y otros mecanismos de financiamiento. En esta área se crean también programas para el fortalecimiento de capacidades y formación para el emprendimiento. Las organizaciones de capacitación ayudan a los aspirantes a empresarios de la diáspora a adquirir el conocimiento y las habilidades para establecer y administrar un negocio exitoso. Los programas de capacitación van desde la transferencia de conocimientos de expertos de la diáspora a empresarios del país de origen, hasta ofrecer lecciones sobre gestión empresarial y proporcionar orientación sobre cómo elaborar planes de negocios y encontrar financiamiento.
múltiples organizaciones de inversión recolectan fondos de la diáspora y proporcionan financiamiento de capital semilla o aportes de capital posteriores para proyectos en los países de origen. Pueden complementarse con aportes de fondos públicos, privados o mixtos y otorgar créditos o subvenciones.
Un ejemplo es The Indus Entrepreneur (TiE)[13], una red internacional fundada en 1992 en Silicon Valley por un grupo de profesionales provenientes o con raíces en la India. Actualmente la red tiene 15.000 miembros (de los cuales más de 3000 son miembros fundadores o mentores) organizados en 61 capítulos de 14 países. En todo el mundo los capítulos TiE organizan anualmente unos 5000 eventos para educar, inspirar, guiar y financiar emprendedores. El evento principal organizado por la red es TieCon, considerado el foro empresarial más grande del mundo. Entre sus patrocinadores se incluyen empresas de capital de riesgo clasificadas entre las quinientas de ingresos brutos más altos en los EE. UU. Otras redes de este tipo son la red de Escocia, GlobalScot [14] y la red global de talentos de Nueva Zelanda[15]. Entre las iniciativas de nuestra región destaca la “Red de Talentos para la Innovación Chile Global”, creada en 2005 con financiamiento del Banco Mundial. Chile, pionero en la creación de los primeros fondos de capital de riesgo de la región, creó en 2010 el programa Startup Chile[16], reconocido internacionalmente y que ha inspirado spinoffs alrededor del mundo como Startup América, Startup Britain, Startup Perú, y Startup Brasil.
En el área de financiamiento, múltiples organizaciones de inversión recolectan fondos de la diáspora y proporcionan financiamiento de capital semilla o aportes de capital posteriores para proyectos en los países de origen. Pueden complementarse con aportes de fondos públicos, privados o mixtos y otorgar créditos o subvenciones. Pueden funcionar con convocatorias periódicas o premios a las mejores propuestas. La mayoría de las organizaciones de inversión supervisan y acompañan las distintas etapas de los proyectos financiados. Las organizaciones de capital de riesgo y asociaciones estratégicas van más allá de otorgar el capital semilla. Se ocupan de proyectos comerciales que evalúan como rentables. A menudo forman alianzas estratégicas con otros fondos de riesgo, líderes empresariales, ingenieros y otros profesionales. Para estas organizaciones el número de asociaciones estratégicas o proyectos respaldados por capital de riesgo generalmente es menos importante que la calidad de la inversión propuesta, el alto potencial de retorno de la inversión y el impacto de tales asociaciones e inversiones en el crecimiento económico en sectores estratégicos. Para otros, las alianzas estratégicas consisten en fomentar la confianza y las relaciones a largo plazo entre las instituciones clave en los países de origen y destino.
Desde hace algunos años los bancos de desarrollo y otros organismos multilaterales han creado fondos con donaciones múltiples para proyectos relacionados con las diásporas de una región determinada. También algunos países, por lo general destinos de migrantes de diversas regiones del mundo, como Estados Unidos, Francia o Alemania han concretado iniciativas para la creación de fondos destinados a las diásporas que se radican en esos países y para facilitarles la inversión en proyectos, el envío de remesas o el retorno a sus países de origen.
Existen adicionalmente iniciativas privadas o mixtas que atienden diásporas multinacionales. Como ejemplo, El Fondo de Migración y Desarrollo fue creado por el Banco de Desarrollo Africano (AfDB) en 2009[17], con un aporte inicial de Francia por un monto de 6 millones de euros, y del Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (IFAD) por un monto de US$ 0.2 millones. AfDB estableció un fondo de donantes múltiples con el objetivo de promover y apoyar iniciativas locales y las emergentes de la diáspora africana, a fin de reducir los costos de remesas e inversiones y promover la utilización de fondos transferidos, en proyectos beneficiosos para los migrantes y sus comunidades de origen. Otro ejemplo es el Mercado de la Diáspora Africana, una iniciativa que brinda apoyo a los empresarios de la diáspora africana establecidos en EE.UU, a fin de desarrollar ideas innovadoras y de alto impacto en empresas nuevas o establecidas en África subsahariana.[18] Otras iniciativas interesantes han sido promovidas en Estados Unidos por la Fundación Calvert, que ha ofrecido productos financieros a la diáspora de América Latina (a través de la Red Raíces, Argentina) y de la India (India Investment Initiative, III, que fue lanzada como parte de una asociación de USAID/DCA, USAID/Asia, y USAID/India).[19]
Programas importantes han sido también creados para facilitar la circulación de las remesas que los emigrantes envían a sus países de origen. Los bancos centrales de cada país pueden proponer alternativas con canales de tasas más baratas para las transferencias. También los incentivos para el uso de la banca electrónica y de las criptomonedas por parte de los beneficiarios de programas sociales de los gobiernos son estratégicos porque pueden ser extendidos a la captación de remesas y a promover su utilización en programas de desarrollo del país.[20] En este sentido, pueden resaltarse en América Latina las experiencias de México y El Salvador[21].
Existen diversas maneras de canalizar las inversiones de la diáspora interesada en contribuir con el desarrollo de sus países de origen. Se están estableciendo recientemente modalidades innovadoras de mecanismos de inversión que están dando resultados positivos. Entre ellas: plataformas participativas de financiamiento, fondos de inversión que equiparan el capital semilla, mecanismos de financiamiento combinado y bonos de la diáspora. Se ofrecen actualmente plataformas de inversión privadas en la web, que proporcionan a los inversores particulares los medios para orientar sus recursos hacia fondos de capital privado institucionales, proyectos, asociaciones público-privadas y programas de deuda soberana (por ejemplo, bonos de la diáspora). Pueden citarse como ejemplo algunas experiencias de creación de fondos en Etiopía y Somalia[22], la plataforma Babyloan de Mali[23] y la iniciativa Atikha de Filipinas[24]. Resalta también la iniciativa de Nigeria de lanzar en 2017 su primer bono de la diáspora, con el que se recaudaron un total de US$ 300 millones para proyectos de desarrollo. En 2015, las remesas de la diáspora nigeriana habían alcanzado una cifra de US$ 21 mil millones.[25]
Dinamizar la diáspora venezolana: una tarea urgente
Es urgente elaborar propuestas para incentivar la incorporación de la diáspora a la recuperación productiva de Venezuela. Las experiencias de otros países son valiosas para orientar el diseño de programas dirigidos a la diáspora de alto nivel con una oferta organizada de oportunidades favorables de trabajo y de inversión en Venezuela.
Son necesarias iniciativas en dos direcciones: programas de repatriación, a fin de incentivar el regreso de los venezolanos dispuestos a hacerlo, ofreciendo un destino que los haga productivos a su regreso, pero también programas para estimular y organizar la contribución de aquellos venezolanos que no tienen previsto regresar, para que su aporte esté vinculado a necesidades prioritarias del país.
Algunas iniciativas pueden y deben iniciarse de inmediato, independientemente de la situación política y sin esperar una “transición”. Luego, otras etapas podrán continuar en el periodo de transición política en Venezuela.
Las primeras tareas requeridas son las de fortalecer las capacidades de las universidades y otras instituciones, especialmente del sector salud, y las de incentivar y organizar la demanda de conocimientos desde los sectores empresariales, así como la mejora urgente de servicios públicos. Las necesidades son acuciantes, los retos son enormes y en estas tareas iniciales, la participación organizada de la diáspora será esencial para garantizar éxitos tempranos en áreas y proyectos estratégicos, que infundan confianza, dinamicen ciertos actores y se comience un proceso que haga posible la realización de los programas previstos a corto y largo plazo.
Una línea de acción estratégica fundamental pasa por la conformación y consolidación de redes de la diáspora altamente calificada en el extranjero, y, en paralelo, redes de apoyo en Venezuela. Estas redes se conciben como plataformas fundamentales que permitirán la articulación y ejecución de los programas que se propongan, con la participación activa de la diáspora.
Es recomendable que los esfuerzos para estimular el retorno de migrantes calificados de la diáspora estén vinculados a programas o proyectos específicos en los países de origen: iniciativas de emprendimiento, inserción en incubadoras, parques tecnológicos o zonas especiales de desarrollo, proyectos de innovación en empresas, proyectos de investigación en universidades o centros de I+D, proyectos de fortalecimiento de capacidades docentes en universidades incluyendo postgrados, inserción en programas de formación, proyectos industriales, entre otros.
Para ser exitosos, los programas de repatriación requieren el acompañamiento de políticas, programas y estímulos eficientes de reinserción. Se requiere una plataforma de “aterrizaje” adecuada para el retornado, que incluya una adecuada remuneración y condiciones favorables para el retornado y sus familiares. Un marco legal apropiado y un sistema ágil de incentivos son factores de éxito.
Las políticas y programas de retorno de la diáspora o de su vinculación con proyectos para el desarrollo del país requieren de una estructura institucional específica para ese sector y de un financiamiento adecuado. Los planes relacionados con la diáspora necesitan un planteamiento claro de objetivos y áreas prioritarias para el desarrollo, con criterios específicos para los distintos tipos de migrantes y modalidades posibles de movilidad. La intervención de los organismos multilaterales con programas apropiados pueden ser estratégicos para apoyar un enfoque nacional de dinamización de la diáspora, y pueden proveer el capital inicial para lanzar las primeras iniciativas.
©Trópico Absoluto
Notas
[1] https://r4v.info/es/situations/platform. Actualmente, la Plataforma Regional está formada por 41 organizaciones participantes, incluidas 17 agencias de la ONU, 15 ONGs, cinco donantes, dos instituciones financieras internacionales y el Movimiento de la Cruz Roja.
[2] https://r4v.info/es/situations/platform (consultada el 04-02-2021)
[3] Páez, T. (2015), Koechlin, J. et al. (2018), Selee A. et al. (2020)
[4] Lafuente M. y Genatios C, Informe para el BID: La Diáspora Venezolana Altamente Calificada:
Propuesta para su vinculación con los planes de desarrollo del país, 2020
[5] https://datos.bancomundial.org/indicador/SE.TER.CUAT.BA.ZS?locations=VE&view=chart
[6] Lafuente M. y Genatios C, Informe para el BID: La Diáspora Venezolana Altamente Calificada:
Propuesta para su vinculación con los planes de desarrollo del país, 2020
[7] Estos datos son aproximados, probablemente los números sean aun superiores
[8] Adicionalmente a esta crítica situación que sufre la diáspora venezolana, se presenta un proceso de diferenciación para el acceso a las vacunas.
[9] OIM (2016) Migración calificada y desarrollo: Desafíos para América del Sur Cuadernos Migratorios Nº 7 agosto 2016.
[10] https://migrationdataportal.org/es/themes/diasporas
[11] https://www.gub.uy/ministerio-relaciones-exteriores/politicas-y-gestion/programas
[12] OIM Migración calificada y desarrollo: Desafíos para América del Sur Cuadernos Migratorios Nº 7, agosto 2016.
[14] https://www.globalscot.com
[15] https://www.keanewzealand.com/world-class-nz/
[16] http://startupchile.org/about/apply/
[17] https://www.afdb.org/en/topics-and-sectors/initiatives-partnerships/migration-and-development-initiative/migration-and-development-trust-fund
[18] Inter-American Dialogue, Evaluation report: “Assessment African Diaspora Marketplace”, November 4, 2011
[19] https://www.calvertimpactcapital.org/
[20] El sistema “Patria” en Venezuela sería una buena plataforma para tal fin.
[21] B. Aldasoro, “Mejores prácticas sobre iniciativas para promover la inclusión financiera de receptores de remesas en el ámbito rural”, Documentos de Proyectos (LC/TS.2020/17, LC/MEX/TS.2020/2), Ciudad de México, Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), 2020 y ver también: https://www.colombiafintech.co/novedades/aprobada-la-ley-fintech-de-mexico
[22] https://www.ethiopiatrustfund.org/about-us/#Background y http://somaliagrifood.org/
[23] https://www.babyloan.org/en/
[24] https://guardian.ng/opinion/diaspora-commission-reconnecting-global-african-community/
[25] https://nidcom.gov.ng/
Marianela Lafuente (Caracas, 1958) y Carlos Genatios (Caracas, 1959) son ingenieros civiles egresados de la Universidad Central de Venezuela. Ambos son también Licenciados en Filosofía de la UCV y poseen sendas Maestrías en Ingeniería Estructural de la Universidad Federal de Río de Janeiro. Doctores en Ciencias del INSA, Francia. Genatios obtuvo un DEA de la Universidad de Toulouse en Estudios Humanísticos y Lafuente una Licenciatura en Letras Modernas en la misma universidad. Profesores de la UCV, miembros de la Academia Nacional de la Ingeniería y el Hábitat de Venezuela, han publicado varios libros y numerosos artículos científicos y de opinión. Genatios fue Ministro de Ciencia y Tecnología y Lafuente Viceministra de Ciencia y Tecnología en Venezuela. Genatios es actualmente Jefe del Departamento de Ingeniería del Miami Dade College. Lafuente es directora del Centro Citeci en Caracas.
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