Ya entrados en el tercer milenio apreciamos cómo la sociedad en general y sus diversas organizaciones están inmersas en una profunda transformación que va más allá de lo digital. La educación y la gestión humana lucen como los mayores retos.
Durante siglos tuvimos visiones fragmentadas, lineales, parceladas y simplificadas del mundo. Conformamos estructuras con base en especializaciones, departamentos y funciones que la mayoría de las veces desconocemos o subestimamos, los cuales son partes de un todo. Menospreciar la importancia del todo implica desestimar que lo que ocurre a alguna de las partes afecta en mayor o menor medida, a todos. Hoy vivimos un ejemplo universal: algo que ocurrió en China terminó afectando a toda la humanidad.
Edgar Morin
Esta consideración inicial viene al caso, por cuanto el 8 de julio de 2021 se conmemora el centenario de Edgar Morin, filósofo, sociólogo, pensador universal, quien nos lega un método sobre la base de que la sociedad es compleja: en ella todo está interconectado en distintas dimensiones. Apoyados en los aportes de Morin y de otros pensadores antes y después de él, surge luego la sistémica, la cibernética y las teorías de la información, aportando argumentación y sustento a lo que denominamos pensamiento complejo.
Nacido en París, Francia, Edgar Morin ha sido testigo de excepción de los principales eventos del siglo XX y principios del siglo XXI. Sus primeros años fueron muy convulsionados, pues su infancia estuvo marcada por las secuelas de la primera Guerra Mundial y los efectos de la pandemia conocida como la Gripe Española. A los diez años pierde a su madre y vive el período de la Gran Depresión, previo a la segunda Guerra Mundial.
Incorporado al ejército de su país alcanza el grado de Teniente Coronel. Es cuando se ve obligado a cambiar su apellido familiar de Nahúm por el de Morin. En 1940 se matricula simultáneamente en la Facultad de Letra y en la Escuela de Ciencias Políticas de la Universidad Soborna de Paris, pero ante la invasión nazi se ve obligado a suspender sus estudios. En1942 se titula en la Soborna en Historia, Geografía y Derecho.
La vida de Morin muestra una nueva etapa cuando termina la segunda guerra mundial y posteriormente ocurre en 1989 la caída del muro de Berlín, año que publica su libro “La cabeza bien puesta.” Durante esta época ejerce de periodista, maestro, investigador y cinematógrafo. Vive la reconstrucción económica, social y moral de Europa, la creación de la Unión Europa y la denominada guerra fría entre USA y la URSS.
A partir de la década de los 50 ocupa lugar destacado en la sociología francesa, siendo expulsado del partido comunista francés por sus críticas a los excesos del comunismo estalinista, marcando diferencias tanto con Tito, jefe de estado de Yugoslavia, como con el gobierno comunista chino de Mao.
En 1977 aparece el primer tomo de “El Método”, considerada su obra más importante, propuesta científica relativa a un nuevo paradigma integrador para comprender mejor la realidad física y social. Durante su fructífera vida, Morin ha publicado más de 30 diferentes libros, destacando la “Introducción al pensamiento complejo” (1990), “La cabeza bien puesta” (1998), “Mis demonios” (1994) y “Los siete saberes para una educación del futuro” (2000).
Nadie se encuentra aislado
El aporte de Morin ha servido para que durante el siglo pasado la humanidad dispusiera de una
perspectiva sobre la complejidad del pensamiento con el denominado enfoque sistémico: ningún sujeto, objeto, parte o acontecimiento se encuentra aislado, apartado, retirado u olvidado sino que forma parte de un sistema en el que se relaciona, se complementa, es antagónico, interactúa y se retroalimenta, haciendo todo mucho más complejo de lo que parece a simple vista.
Esta tesis es fundamental a la hora del análisis de la complejidad de la gestión humana tanto en la sociedad de la que formamos parte como en las organizaciones públicas y privadas en las que interactuamos.
Apelando a las enseñanzas de Morin, encontramos que es indispensable modificar nuestra manera de pensar si queremos reformar la sociedad a los fines de seguir avanzando. De allí que, en paralelo, podemos decir que para reformar la gestión humana en las organizaciones primero tenemos que modificar el pensamiento de las organizaciones, sean estas públicas o privadas.
Es decir, transitar desde los paradigmas actuales hacia el paradigma de la complejidad.
El ámbito de acción de la complejidad es tan amplio como la racionalidad occidental. En ese sentido su aplicabilidad, estudio, análisis continúa afectando a todas las áreas del saber humano. En ese hacer debemos pensar en términos de conectividad, de relaciones y contexto, sin garantías absolutas de certezas.
Al ser la interpretación de la realidad social cambiante e impredecible se trata de buscar en un océano de incertidumbres los archipiélagos de certidumbres.
En el caso particular de la gerencia, las escuelas administrativas y sus representantes han creado una amplia gama de enfoques y puntos de vistas, muchos de ellos empíricos y estudiados en forma parcelada, fragmentarios en el tiempo, por períodos y nombres (escuela científica, escuela clásica, escuela de las relaciones humanas, estructuralistas, etc.) que a veces distorsionan o hacen perder la interconexión y retroalimentación entre ellas.
Analizar alguna de estas escuelas o sus representantes sólo en forma aislada es, sin duda alguna, no entender el pensamiento complejo y su aplicabilidad.
Los denominados “Gobierno Corporativo” y “Grupos de Interés” de las organizaciones deben conocer y estar consciente de la complejidad del momento, de las profundas transformaciones que estamos viviendo y en consecuencia prepararse para gestionarlas. Debemos producir empoderamiento en cascada a todos los integrantes de la organización con el fin de que estos generen entre sus colaboradores conocimiento, innovación y compromiso traducibles en eficiencia y un mejor lugar de trabajo.
En este comienzo de milenio tan complejo, las organizaciones en general deben reaprender nuevos métodos sobre la gestión humana que sirvan para gerenciar la incertidumbre creciente que les caracteriza, sin dejar de lado aspectos fundamentales como la cultura organizacional, la ética, los valores y códigos de conducta.
El ser humano no como un recurso o como capital, sino como un actor en su complejidad social, organizacional e individual. Tres complejidades presentes a la vez, que se retroalimentan, se complementan y siguen los principios de la complejidad descritos por Edgar Morin.
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