Antonio Gramsci José María Laso Prieto

 Publicado el: 2004-10-05

Gramsci, Antonio (1891-1937). El 22 de Enero de 1991, se cumplió el centenario del nacimiento de Antonio Gramsci, una de las más relevantes figuras de la cultura y la política italiana del siglo XX.
 

    



 

Gramsci, Antonio (1891-1937). El 22 de Enero de 1991, se cumplió el centenario del nacimiento de Antonio Gramsci, una de las más relevantes figuras de la cultura y la política italiana del siglo XX. Por su prematuro fallecimiento en 1937, casi han coincidido las conmemoraciones del cincuentenario de su muerte y del centenario de su nacimiento. Con motivo de la primera efemérides, se publicaron en diversos países libros y artículos conmemorativos en los que se argumentaba la vigencia de su pensamiento. Sin embargo, a partir de 1990, se produjeron acontecimientos históricos que potenciaron la vigencia y actualidad de las elaboraciones y concepciones políticas y teóricas de Gramsci. Concretamente, esta es la tesis del filósofo y sociólogo Adam Schaff al sostener que el fracaso del denominado "Socialismo real", en los países de Europa Central y Oriental, constituye la mejor confirmación de la certera previsión de Gramsci sobre la imposibilidad de construir una sociedad socialista sin haber logrado previamente el consenso ampliamente mayoritario de la población. Consenso que sólo se puede lograr actuando en el campo de la cultura para conseguir la hegemonía intelectual y moral del nuevo bloque emergente. La aportación específica de Gramsci, en el campo de la previsión científica, de las condiciones para la transformación social, la sitúa muy bien Adam Schaff, al precisar que "Mientras que Marx subrayaba la importancia de las condiciones objetivas de la revolución , Gramsci desarrolló, en un periodo posterior, aprovechando la experiencia de la revolución soviética, la teoría del consenso como teoría subjetiva de la revolución socialista. Sin el acuerdo de la sociedad, no se puede realizar con éxito la revolución ni mucho menos verificar el dominio de la clase obrera como hegemonía moral y política(y no como imposición violenta). Este consenso debe lograrse mediante el trabajo ideológico. De ahí el importantísimo papel que Gramsci atribuye a la intelectualidad en su teoría de la revolución socialista".

En otro plano, Gramsci estudió filología y lingüística en la Universidad de Turín. Después de una precoz colaboración en la prensa socialista, fundó la revista "L Ordine Nuovo "que llega a constituir un hito en el nivel teórico del marxismo italiano. Con gran entusiasmo, y no menor rigor, Gramsci se esforzó porque "L Ordine Nuovo" aportase al pensamiento y a la "praxis" marxista la altura necesaria para que pudiesen alcanzar su plena efectividad revolucionaria. De hecho, su labor periodística constituyó un serio intento de reforma intelectual y moral, inspirado en el precedente idealista de Benedetto Croce, para fundamentar en el marxismo una gran labor de esclarecimiento y crítica de los basamentos sociológicos de la cultura nacional italiana.

No menor importancia revistió su actividad como dirigente político, ya que se convirtió en el teórico y organizador de los Consejos de fábrica que por entonces florecieron en Turín. Posteriormente, tras un periodo de intensa militancia en el movimiento socialista, Gramsci encabezó el núcleo fundacional del Partido Comunista Italiano. Instaurado el régimen fascista, Gramsci fue detenido, no obstante la inmunidad parlamentaria que gozaba como diputado, y condenado a más de veinte años de prisión. En tan difíciles condiciones, redactó sus célebres "Quaderni del Carcere" que le consagraron como una autoridad teórica del movimiento obrero internacional.

Superada su etapa crociana inicial ?pero con consecuencias enriquecedoras de su pensamiento que subsistirán en el conjunto de su obra? Gramsci concibe precozmente al marxismo como una auténtica ruptura con toda ilusión especulativa. Tal orientación podría ser sintetizada en la célebre fórmula gramsciana de que "todo es política". Empero si en Gramsci, no obstante sus preocupaciones teóricas y el elevado nivel con que abordó las más complejas tareas intelectuales, la actividad del militante revolucionario ocupa un primer plano, no por ello incurre en un practicismo político estrecho. Por el contrario, como señala el profesor Manuel Sacristán, "Toda la obra de Gramsci queda estructurada por la finalidad de determinar un renacimiento del marxismo y de elevar su concepción filosófica, que por necesidades de la vida práctica se ha venido vulgarizando, a la altura que debe alcanzar para la solución de las tareas más complejas que propone el actual momento histórico: es decir, elevarlo a la creación de una cultura integral. Según el profesor Sacristán, "Gramsci cumplirá esta tarea, de acuerdo con la inspiración básica de Marx, no eliminando del marxismo el concepto central de práctica, sino proporcionando la más profunda concepción de ésta que se ha alcanzado en la literatura marxista. Por encima del accidental origen de la expresión, Gramsci es realmente el filósofo de la práctica".(1)

Para Gramsci, la "filosofía de la praxis", no se daba todavía bajo una forma propiamente "filosófica", en el sentido de un sistema coherente y organizado. Surgió en forma de aforismos y criterios prácticos, debido a que su creador Marx no pudo elaborarla por haberse concentrado en otros problemas. Polemizando con Benedetto Croce, que reducía el marxismo a una metodología histórica Gramsci postulaba una premisa teórica: "la filosofía de la praxis está por elaborar, lo que no significa que no exista potencialmente, sino, por el contrario, que incumbe a los seguidores de Marx y Engels desarrollar lo que éstos han dejado en germen"(2).

En consecuencia, Gramsci aporta su propia contribución. A la pregunta ¿Qué es la filosofía?, responde negando la existencia de una "filosofía en general, "para afirmar la existencia de diversas filosofías, o concepciones del mundo, entre las que se debe de optar. Combatiendo las concepciones elitistas de la filosofía, Gramsci considera que ésta no debe reservarse exclusivamente a "filósofos profesionales" ya que, en la medida que se trata de una actividad intelectual, practicada generalmente, "todos los hombres son filósofos".

El énfasis historicista de Gramsci hace adquirir a su pensamiento especificidad propia en el seno del marxismo. Como indica el profesor Gustavo Bueno, "el materialismo histórico, bajo la influencia de Engels, habría experimentado constantemente un tendencia a desplazarse hacia el materialismo dialéctico(en el sentido naturalista)como compensación a ese desplazamiento podrían entenderse gran parte de las interpretaciones "voluntaristas", "subjetivistas", o "metafísicas", consistentes en subrayar los momentos del "espíritu subjetivo" y del "espíritu absoluto"(marxismo cristiano, marxismo moral, etc). Gramsci representaría la interpretación de esa vuelta al revés de Hegel Croce en el sentido del desplazamiento del "centro de gravedad" de la historia al lugar ontológico que, en el sistema hegeliano, se designa como "espíritu objetivo". Con ello la filosofía deja de ser un estéril manejo de conceptos para pasar a ser tanto acción como concepción.

La identificación filosofía-política-historia constituye el núcleo de la concepción gramsciana de la filosofía. Para Gramsci, en efecto, la política es el primer momento donde la filosofía se halla en la fase simple y elemental afirmación. En consecuencia, la filosofía concebida como "reflexión crítica", es también política, es decir, acción permanente", y, en ese sentido, su identificación con la política significa realización concreta y necesaria de una teoría o de una concepción del mundo.

Sin embargo, Gramsci no se desentendió de las ciencias naturales ni de los problemas epistemológicos generales. Al igual que Lenin, profundizó en la problemática de la física contemporánea para fundamentar científicamente la noción de objetividad y así contribuir a resolver el arduo problema de la relación entre ciencia y filosofía. La misma finalidad persigue cuando se plantea el problema de la denominada "realidad del mundo externo", estudia la relación entre ciencia e instrumentos científicos o profundiza en la elaboración del concepto de ciencia. "Lo que interesa a la ciencia es no tanto... la objetividad de lo real, cuanto el hombre que elabora sus métodos... que rectifica constantemente sus instrumentos materiales... y lógicos ?incluidos los matemáticos? lo que interesa en la cultura...la relación del hombre con la tecnología. Incluso en la ciencia , buscar la realidad fuera del hombre no es sino una paradoja..(3). Así trataba Gramsci de basar en sólidos fundamentos epistemológicos la Weltanschauung que haga del marxismo una auténtica filosofía.

No obstante el esfuerzo teórico de Gramsci no constituía una pretensión asépticamente especulativa. Su precoz instinto político la hizo percibir que el cientificismo, tras el que se ocultaban las posiciones revisionistas de los dirigentes de la II Internacional tenía no sólo raíces sociales objetivas sino también fundamentos gnoseológicos de claro signo positivista De ahí su triple lucha contra las impregnaciones que en el seno del marxismo habían alcanzado el positivismo, el determinismo económico y el reduccionismo sociologista. Sin por ello descuidar la necesidad de un "ajuste filosófico de cuentas" con el idealismo de Benedetto Croce, soporte ideológico fundamental de la burguesía italiana. Tal es el origen de la atención especial que dedicó a la relación entre base (infraestructura) y superestructura, a la función del bloque histórico y a su interconexión entre ambos planos de la formación histórica. Su exhaustiva investigación del papel de los intelectuales como "funcionarios de las superestructuras" y la distinción ya clásica entre "intelectual tradicional e intelectual orgánico", completa una faceta de la aportación teórica gramsciana de indudable transcendencia filosófica. Reviste también importancia su diferenciación entre "ideologías históricamente orgánicas" e "ideologías arbitrarias", así como el conjunto de su amplio trabajo acerca de la cultura.

Actualmente asistimos a un movimiento mundial de revalorización del pensamiento político y filosófico de Gramsci. A ello contribuyen los congresos internacionales de estudios gramscianos que periódicamente organizó el Instituto Gramsci y que posteriormente han continuado desarrollando otras entidades?, la edición de sus obras en los más diversos idiomas, y el hecho de que exista general coincidencia en considerar que los análisis de Gramsci representan la única verdadera tentativa marxista de explicitar las modalidades de la vía al socialismo en las condiciones del capitalismo avanzado. Por otra parte, tales análisis son los que mejor explican las causas del hundimiento final del sistema del denominado "socialismo real". Ese es el origen de la vigencia del pensamiento de Gramsci. O, más precisamente, de su creciente actualidad a medida que la problemática contemporánea se centra cada vez más en la temática que constituyó su preocupación fundamental.

N O T A S :

(1) Cita transcrita del prólogo de José María Laso a la obra "Leer a Gramsci" de Robert Maggiori y Dominique Grisoni. Editorial Zero. Madrid, 1974. Página, 11.

(2) Ibídem, pág. 218.

(3) Antonio Gramsci, "El materialismo histórico y la filosofía de Benedetto Croce. Ediciones Visor. Buenos Aires, 1971. Pág. 63

Las obras de Gramsci fueron publicadas inicialmente por la Editorial Einaudi de Turín. En una primera fase aparecieron "Lettere dal carcere"(1947), "Il materialismo storico e la filosofía de Benedetto Croce"(1948), "Gli intellettuali e l organizacione della cultura (1949), "Letteratura e vita nazionale"(1950), "Passato e presente(1951), "L Ordine Nuovo" (1954), "Scriti giovanile"(1958), "Sotto la mole"(1960). Una edición crítica de las Obras Completas de Gramsci, realizada por un equipo del Instituto Gramsci, dirigido por Valentino Gerratana se publicó, editado por Einaudi, en 1975. El mismo año se publicó en México la versión castellana por ediciones ERA. En español, se editaron inicialmente: "Cultura y literatura". Barcelona, 1967. "Introducción a la filosofía de la praxis" Barcelona, 1969. "La política y el Estado moderno "Barcelona, 1971. "Antología" (Selección y notas de Manuel Sacristán), Madrid, 1974.

Sobre Gramsci, se han publicado en España, entre otras, las siguientes obras: A.R. Buzzi, "La teoría política de Gramsci". Barcelona, 1969. Dominique Grisoni y RobertMaggipri, "Leer a Gramsci" Madrid, 1974. José María Laso Prieto, "Introducción al pensamiento de Gramsci". Prólogo de Gustavo Bueno. Madrid, 1973. P. Lombardi, "Las ideas pedagógicas de Gramsci". Barcelona, 1973. J.M. Piotte, "El pensamiento político de Gramsci". Barcelona, 1973. Juan Trías (Coordinador) José María Laso y otros "Gramsci y la izquierda europea". Fundación de Investigaciones Marxistas. Madrid, 1992. Rafael Diaz-Salazar, "El proyecto Gramsci". Prólogo de Francisco Fernández Buey. Editorial Anthropos. Madrid, 1991. Maria Antonietta Macciocchi, "Gramsci y la revolución en Occidente" México , 1976. Angelo Broccoli, "Antonio Gramsci y la educación como hegemonía". Editorial Nueva Imagen. México, 1977. Francisco Fernández Buey, "Actualidad del pensamiento político de Gramsci". Editorial Grijalbo. Barcelona, 1977. Hugues Portelli, Gramsci et la question religieuse". Editions Anthropos, París, 1974. Aguilera

http://www.antroposmoderno.com/antro-articulo.php?id_articulo=628

Pier Paolo Pasolini, frente a la tumba de Antonio Gramsci, en 1970.

Retornos de Gramsci

La avalancha de biografías y ensayos inspirados en el filósofo italiano refleja la actualidad de su obra, inspiradora tanto del populismo español como de la derecha radical en Francia y Estados Unidos


Hemos de impedir durante 20 años que este cerebro funcione”. El fiscal que en 1928 sentenció a Antonio Gramsci tras pronunciar este exabrupto fracasó sonoramente en su empeño. Aunque el dirigente comunista italiano (1891-1937) no sobrevivió al cautiverio que le impuso Mussolini, lo empleó para escribir sus Cuadernos de la cárcel: un total de 30, compilados en seis volúmenes de anotaciones y ensayos heterodoxos, cuya influencia trasciende al canon marxista en el que se inscriben.

En una tradición propensa a debates bizantinos y herméticos, las reflexiones de los Cuadernos de Gramsci brillan por su utilidad. Resultaron clave —combinadas con la teorización del populismo que realizaron Ernesto Laclau y Chantal Mouffe— en la estrategia fundacional de Podemos. Pero también destaca su capacidad para influir en tradiciones políticas ajenas: desde las derechas radicales en Francia (a través de la Nouvelle Droite) y Estados Unidos (mediante la figura de Samuel Francis y proyectos como Breitbart) hasta la reciente campaña del demócrata moderado Pete Buttigieg, hijo del principal académico y divulgador estadounidense de Gramsci.

En el pensador sardo confluyen así gancho práctico e interés teórico. Como muestra, la avalancha reciente de traducciones de obras inspiradas en la suya: desde la biografía de Giuseppe Fiori (Capitán Swing, 2016) hasta los ensayos de Perry Anderson (Las antinomias de Antonio Gramsci y La palabra H, publicados por Akal en 2018). En el plano de análisis nacional, Dominación sin hegemonía, de Ranajit Guha (Traficantes de Sueños, 2019), empleó un enfoque gramsciano para describir las relaciones subalternas en el Raj británico y la India poscolonial; El largo camino a la renovación, de Stuart Hall (Lengua de Trapo, 2018), hizo lo propio con el thatcherismo en el Reino Unido. Fuera de España, Leftism Reinvented (Harvard University Press, 2018), de la socióloga Stephanie Mudge, hace una lectura original e inteligente de Gramsci para trazar la evolución de la socialdemocracia occidental en el siglo XX.

A esta galería se suma ahora Vida y pensamiento de Antonio Gramsci (1926-1937), también de la madrileña Akal. Escrito en 2012 por Giuseppe Vacca —historiador, presidente de la Fondazione Istituto Gramsci y oriundo de Bari, donde el sardo pasó la mayor parte de su cautiverio— y traducido al español por Antonio José Antón Fernández, se trata de una biografía intelectual extensamente documentada. Vacca se vale de material recabado durante décadas de investigación —principalmente correspondencia epistolar— para trazar la evolución del pensamiento de Gramsci e imbricarlo en un tapiz de relaciones complejas: con su mujer, Julia Schucht; con otros dirigentes del partido; con el movimiento comunista internacional durante el ascenso de Stalin y con el economista Piero Sraffa, cuya asistencia fue clave para la redacción de los Cuadernos. El objetivo es aunar teoría y biografía para hacer justicia a la observación del dirigente comunista Palmiro Togliatti: “Gramsci fue un teórico de la política, pero sobre todo fue un político práctico, es decir, un combatiente […] Toda la obra escrita de Gramsci debería tratarse partiendo de [esta] consideración”. Estamos ante un trabajo meticuloso, esencial para quienes busquen profundizar en la filosofía de la praxis gramsciana.

Gramsci, visto por Sciammarella.
Gramsci, visto por Sciammarella.

¿Cuáles son las líneas maestras de este pensamiento? Aunque muchos de sus conceptos clave —sobre la función de la hegemonía, el partido político como “príncipe moderno”, la guerra de posición y movimiento, o el papel del intelectual orgánico— han adquirido popularidad por cuenta propia, todos se pueden inscribir dentro de una matriz común en la que destacan tres elementos. El primero es la consideración de la cultura nacional, las normas y los valores como un terreno de disputa fundamental para alcanzar y ejercer el poder político. Esta sensibilidad convierte a Gramsci en el máximo exponente de lo que Michael Burawoy denomina un marxismo sociológico, alejado del determinismo económico que caracteriza a las ramas más ortodoxas (y torpes) de la tradición. El segundo elemento, derivado del primero y ejemplo del legado intelectual de Maquiavelo en Gramsci, es una apreciación de la autonomía de lo político. Lejos de reducir la competición electoral a un apéndice de las relaciones de clase, la virtud y la fortuna intervienen a la hora de formular estrategias, maniobrar contra adversarios o explotar una coyuntura con talento. Aquí aparece el tercer elemento clave: la posición de Gramsci, en la expresión de Eddy Sánchez, como un teórico de la coyuntura, cuyo análisis “se pone al servicio de la acción política concreta que permita captar, en cada momento, el problema central y actuar en consecuencia”.

Nada de esto, sin embargo, explica su popularidad actual. En la posguerra el pensamiento de Gramsci atravesó décadas de hibernación, circunscrito a y patrimonio del poderoso Partido Comunista de Italia. Redescubierto en los setenta, tampoco alcanzó entonces el aclamo de marxistas como Louis Althusser, que hoy suscitan un interés pasajero. En los ochenta, cuando la nueva izquierda británica procura entender la ruptura del orden de posguerra que trajo el thatcherismo, reemerge al fin el interés por su legado. Contra el historiador Eric Hobsbawm, que subestimó a Margaret Thatcher como una aberración pasajera, Stuart Hall supo entender que la Dama de Hierro tenía un plan para reconstituir el sentido común británico soldando dos ideologías en apariencia incompatibles: el conservadurismo moral inglés y la ideología del libre mercado. Anticipándose a sus victorias electorales en los ochenta, Hall explicó que las contradicciones en el interior del thatcherismo –entre, por ejemplo, los intereses de pequeños propietarios y grandes empresas– no eran un síntoma de debilidad, sino prueba de su voluntad de aglutinar un bloque social heterogéneo en torno a un proyecto político transformador. Perry Anderson, siempre parco en sus elogios, describió este análisis como “el ejemplo más clarividente de un diagnóstico gramsciano de una sociedad”.

El avance del neoliberalismo en los ochenta también trajo innovaciones en el terreno de la economía política y el desarrollo. El ejemplo más claro es la teoría de la dependencia, que planteó la existencia de tensiones entre el centro y la periferia del sistema de producción mundial, donde el desarrollo del primero es parasitario del segundo. Aquí, de nuevo, la huella de Gramsci es perceptible. Nacido en un pueblo humilde de Cerdeña, combinó su origen campesino con la agitación política durante el bienio rojo de Turín (1919-1920). Esta experiencia directa de las diferencias entre el mundo rural y urbano le permitiría teorizar los límites de la acción revolucionaria en Italia: en concreto, la persistencia de una “cuestión meridional” que obligaría a los obreros industriales y urbanos del norte a establecer una alianza histórica con el campesinado pobre del Mezzogiorno si aspiraban a gobernar el país.

Estos dos ejemplos indican que el atractivo de Gramsci también reside en que fue un teórico de la derrota. La revolución rusa y la caída de los imperios centroeuropeos llevaban consigo la promesa de un futuro emancipador, capaz de trascender las contradicciones que desembocaron en la Primera Guerra Mundial. En vez de eso Europa presenció un empuje contrarrevolucionario, seguido de la restauración del orden económico victoriano, el auge de la extrema derecha y la deriva hacia un conflicto aún más sangriento. El año 1918 no representó el fin utópico de la historia, sino un interludio gramsciano: cuando lo viejo no termina de morir, lo nuevo no termina de nacer y se multiplican los síntomas mórbidos.

Los paralelismos con la actualidad abundan. Barack Obama entró en la Casa Blanca con una retórica mesiánica de cambio y esperanza. El desplome financiero de 2008 nos emplazaba a “refundar el capitalismo”, en palabras del entonces presidente francés. La reconfiguración se produjo, pero no en la dirección que parecía abrirse tras el colapso de los modelos macroeconómicos neoliberales. Al contrario, de 2010 en adelante se apostó por las políticas de austeridad, combinadas con la represión de los colectivos más damnificados por la crisis. En la zona euro también se ha instaurado, como señala Eddy Sánchez, una nueva “cuestión meridional” que obliga a los Estados miembros del sur a anclarse en modelos de crecimiento dependientes del turismo, el sector servicios y la especulación inmobiliaria.

El resultado de este proceso no es solo un aumento de la precariedad y desigualdad económicas. Durante la década pasada hemos presenciado cambios profundos en las identidades políticas: desde el auge del populismo y la fragmentación de los sistemas de partidos tradicionales hasta la consolidación de enormes brechas generacionales, pasando por la emergencia de lo que el politólogo José Fernández-Albertos denomina “precarios políticos” y los dilemas de la clase trabajadora tradicional, atrapada entre los fracasos del centro-izquierda y los cantos de sirena del nacionalismo. Movimientos que no siempre guardan una relación lineal con el devenir de la economía, pero que difícilmente hubiesen sorprendido a Gramsci.

El mundo actual se ha vuelto desconcertante para quienes se acomodaron al que le precedió. Volvemos a encontrarnos en un interludio, donde lo viejo agoniza pero lo nuevo no termina de nacer. La filosofía de la praxis es imprescindible para afrontar este impasse con destreza.

https://elpais.com/cultura/2020/03/12/babelia/1584030922_143267.html

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