EL NUDO DE LA GUERRA

 

por Clio Pizzingrilli

 

El movimiento pacifista va ganando apoyo, o mejor dicho, está proponiendo las razones de la paz cada vez con mayor claridad. De hecho, parece evidente que la guerra ucraniano-rusa no puede resolverse con un ganador y un perdedor, ya que el presunto ganador -Rusia-, aunque ganara, nunca lo sería, ya que la guerra continuaría en otros frentes, no menos importante el económico. Pero incluso si los vencidos fueran Ucrania, los vencidos nunca se ganarían de todos modos, si consideramos el backstage de la guerra, es decir, las fuerzas que mantienen viva la guerra mediante el envío de armas, con la prohibición de toda negociación, con la presión de los medios. La causa pacifista está aclarando los argumentos que hacen urgente el fin del conflicto; sin embargo la guerra no se detiene, y no se detendrá hasta que Rusia haya logrado lo que pretende lograr, a menos que Estados Unidos haya logrado lo que pretende lograr, a menos que China haya logrado lo que pretende lograr. Por tanto, podemos pensar que las razones del movimiento pacifista son irrelevantes y, sin embargo, cumplen la útil función de abrir los ojos a quienes piensan según un esquema binario: mal contra bien, atacado contra agresor, etc. Aquí, como en el caso de la sindemia, hay que tener en cuenta varias variantes. En el caso de la sindemia covid19, se trataba de contextualizar la explosión viral en la progresión creciente de la propagación de virus a partir de la década de 1990, dentro de una catástrofe climático-ambiental de todo el sistema, especialmente dentro de lo que se ha definido la era del antropoceno, pero que otros han definido más bien la era del capitaloceno. Y este es también el quid de la guerra ucraniano-rusa: el capital o sus políticas de expansión o, en otras palabras, su “plan suave”. Los estudiosos más sagaces han explicado que las raíces de este conflicto se encuentran en la caída del muro de Berlín, es decir, en el fracaso de los llamados estados comunistas, en la embriaguez capitalista de las poblaciones de esos estados, en la certeza de que el occidente capitalista pronto conquistaría a todos los territorios hasta entonces con denominación comunista. En la Alemania comunista, la población hizo cola durante días para recibir un puñado de marcos del canciller Helmut Kohl, y esa entrega pública de dinero presagiaba lo que sucedería con la unificación de Alemania y la expansión del control militar de la OTAN hacia el este. Pero esta conciencia todavía no es nada para acercarse a la comprensión de lo que está sucediendo, así como todavía no hay nada para comprender las modalidades que llevaron al establecimiento del estado ucraniano, así como todavía no hay nada en la conciencia que el envío de armas hace. Cruel el conflicto entre Ucrania y Rusia. Quizás debamos pensar en la debilidad del régimen ruso dirigido por Putin. hasta ahora nada es la conciencia de que el envío de armas hace cruel el conflicto entre Ucrania y Rusia. Quizás debamos pensar en la debilidad del régimen ruso dirigido por Putin. hasta ahora nada es la conciencia de que el envío de armas hace cruel el conflicto entre Ucrania y Rusia. Quizás debamos pensar en la debilidad del régimen ruso dirigido por Putin.

 

Putin tiene a Rusia en sus manos desde hace veinte años, pero no ha sido capaz de establecer un nuevo bloque social -nuevo comparado con el de marca soviética-, una alianza política de diferentes clases sociales; por el contrario, ha concentrado el poder en manos de unos pocos, a los que de hecho se les llama oligarcas. La Rusia de Putin es absolutamente incomparable con la Rusia soviética, un Estado también despótico, como algunos pretendían ya en la primera mitad del siglo pasado, un Estado totalitario, como otros han afirmado posteriormente, sin embargo un país con un fuerte consenso de masas, porque fue generada por una revolución popular. En la coyuntura actual, Putin muestra toda la debilidad de su régimen: la guerra, que, como en una especie de LTI actualizado, se llama "operación especial" o "reunificación", pero que incluso se podría haber llamado "guerra humanitaria", es en realidad el movimiento desesperado y enojado de aquellos que no tienen otra oportunidad, de aquellos que ya están derrotados en un nivel conceptual por el capitalismo, del que Putin es un epígono -el último en orden cronológico- aunque rebelde. Putin habría tenido tiempo de sobra para responder a las políticas expansionistas del Occidente capitalista, pero durante los largos veinte años de poder personal hizo todo tipo de acuerdos -acuerdos pasivos- con el capitalismo, difundió Rusia con marcas capitalistas, fábricas, empresas ., símbolos; en un momento incluso pareció que tenía la intención de unirse a la OTAN.  Ahora en cambio muestra la diversidad rusa, presenta a Occidente como hipócrita y corrupto, hace hablar al Papa para afirmar la veracidad espiritual, es decir la superioridad política de Rusia, la autenticidad del alma eslava. Si Putin desató esta guerra es porque no supo responder a Occidente a nivel conceptual o, mejor dicho, no supo hacerse reconocer como un espacio dentro del sistema. Si ha recurrido a la fuerza bruta es por su ineptitud, y la de todo su establishment, para afirmar una especificidad rusa dentro del sistema capitalista. Me parece que aquí está el quid de la cuestión: el hecho de que una entidad impersonal como el capital todavía demuestra ser siempre capaz de convencer a cada sociedad, a cada comunidad, tanto en la forma de producir bienes, tanto en la forma de reproducción de las relaciones sociales como en la producción de ideologías; y por otro lado, la inserción de una especificidad rusa en la metafísica de la dominación capitalista habría requerido habilidades de gobernanza política que Putin ha demostrado que no tiene. A Putin solo le quedó jugar desesperadamente la carta del oso ruso que despierta de la hibernación, pero en verdad parece muy difícil reconocer una identidad rusa, ya que Putin es uno de los que esa identidad ha ayudado a desmantelar -identidad, la identidad, queramos admitirlo o no, provocada por la Revolución de Octubre, figura de la especificidad rusa en el siglo XX. Putin no tiene la inteligencia, la práctica empírica de China y mucho menos el PIB de China. De hecho, en la era del capitaloceno la guerra ucraniano-rusa expresa, de la forma más violenta y cruel posible, la necesidad del capital para continuar con la capitalización del mundo. Esta es la guerra de los algoritmos o más bien la guerra conforme a los procesos de matematización -la “mathematisierung” husserliana- que en las últimas décadas han experimentado una aceleración impresionante. Para los EE. UU. demócratas de Trump, este es elkairós que esperaban volver a ponerse a la cabeza del mundo, para lo cual el martirio de un pueblo brinda en efecto la oportunidad justa. Los estados europeos, por su parte, están de acuerdo con EE.UU. o fingen estar en desacuerdo; de hecho declaran que quieren establecer un ejército de la UE, ya que, como es bien sabido, la única forma de representar la independencia de un pueblo sigue siendo siempre armarlo.

 

PD. Ayer llegó la noticia de la suspensión del bombardeo de la planta siderúrgica en la que están atrincheradas las milicias del notorio batallón Azov con miles de civiles (que algunos sospechan utilizaron como escudos humanos). Putin comunica la decisión al Ministro de Defensa, que se sienta en el borde de la silla en actitud sumisa, mientras aparece estirado, sentado cómodamente, sólo el pie derecho delata algo de nerviosismo con ligeros temblores esporádicos. La decisión es, así debe parecer, dada la proximidad de la celebración de la Pascua ortodoxa, un acto de misericordia hacia los civiles atrapados, también de benevolencia hacia los soldados rusos que caerían en gran número en el asalto. Evidentemente se pone en duda la sinceridad del gesto.   


Il nodo della guerra


di Clio Pizzingrilli

 

Il movimento pacifista sta guadagnando consensi o per meglio dire sta proponendo le ragioni della pace con sempre maggiore chiarezza. Sembra infatti evidente che la guerra ucraino-russa non può essere risolta con un vincitore e con un vinto, poiché il presumibile vincitore – la Russia -, anche nel caso risultasse vinto, non sarebbe mai comunque vinto, giacché seguiterebbe la guerra su altri fronti, non ultimo quello economico. Ma anche nel caso in cui il vinto fosse l’Ucraina, il vinto non sarebbe mai comunque vinto, se si considera il backstage della guerra, ciò è a dire le forze che mantengono viva la guerra con l’invio di armi, con l’interdizione di ogni trattativa, con la pressione mediatica. La causa pacifista va precisando gli argomenti che rendono urgente terminare il conflitto; ciò nondimeno la guerra non si ferma, e non si fermerà se non quando la Russia avrà ottenuto quanto si prefigge di ottenere, se non quando gli Stati Uniti non avranno ottenuto quanto si prefiggono di ottenere, se non quando la Cina non avrà ottenuto quanto si prefigge di ottenere. Si può quindi pensare che le ragioni del movimento pacifista siano ininfluenti, e tuttavia adempiono l’utile funzione di aprire gli occhi a coloro i quali ragionano secondo uno schema binario: cattivi contro buoni, aggredito contro aggressore et sim. Qui, come nel caso della sindemia, occorre tener conto di diverse varianti. Nel caso della sindemia da covid19, si trattava di contestualizzare l’esplosione virale nella crescente progressione della diffusione di virus dagli anni Novanta in avanti, all’interno di una catastrofe climatico-ambientale di sistema, soprattutto all’interno di quella che è stata definita l’era dell’antropocene, ma che altri hanno piuttosto definito era del capitalocene. Ed è questo il nodo anche della guerra ucraino-russa: il capitale ovvero le sue politiche di espansione o, altrimenti detto, il suo “piano liscio”. Gli studiosi più accorti hanno spiegato che le radici di questo conflitto sono da ricercarsi nella caduta del muro di Berlino, cioè nel fallimento degli Stati cosiddetti comunisti, nella ubriacatura capitalistica delle popolazioni di quegli Stati, nella certezza che l’occidente capitalistico avrebbe presto conquistato tutti i territori fin lì a denominazione comunista. Nella Germania comunista la popolazione si mise in coda per giorni per andare a ricevere dalle mani del Cancelliere Helmut Kohl una manciata di marchi, e quella dazione pubblica di denaro prefigurava quanto sarebbe accaduto con l’unificazione delle Germanie e l’espansione del controllo militare della NATO verso est. Ma questa consapevolezza è ancora niente per avvicinarsi a intendere quello che sta accadendo, come ancora niente è comprendere le modalità che hanno portato alla costituzione dello Stato ucraino, come ancora niente è la consapevolezza che l’invio di armi incrudelisce il conflitto fra Ucraina e Russia. Forse occorre ragionare sulla debolezza del regime russo a guida Putin.

 

Putin ha in mano la Russia da un ventennio, eppure non è stato capace di costituire un nuovo blocco sociale – nuovo rispetto a quello di marca sovietica -, un’alleanza politica di classi sociali diverse; al contrario ha accentrato il potere nelle mani di pochi, che infatti vengono detti oligarchi. La Russia di Putin è assolutamente imparagonabile alla Russia sovietica, uno stato anch’esso dispotico, come alcuni affermarono già nella prima metà del secolo scorso, uno stato totalitario, come altri hanno confermato successivamente, nondimeno un paese dotato di un forte consenso di massa, perché generato da una rivoluzione di popolo. Nella presente congiuntura, Putin mostra tutta la debolezza del suo regime – la guerra, che, come in una sorta di aggiornata LTI, viene chiamata “operazione speciale” o “di ricongiungimento”, ma che avrebbe potuto chiamarsi persino “guerra umanitaria”, è infatti la mossa disperata e rabbiosa di chi non ha nessuna altra chance, di chi è già sempre sconfitto sul piano concettuale dal capitalismo, di cui Putin è un epigono – l’ultimo in ordine di tempo – benché riottoso. Putin avrebbe avuto tutto il tempo per replicare alle politiche espansionistiche dell’occidente capitalistico, eppure durante il lungo ventennio di potere personale ha stretto accordi di ogni tipo – accordi passivi – con il capitalismo, ha disseminato la Russia di marchi capitalistici, di fabbriche, imprese, simboli; a un certo punto è persino sembrato che avesse intenzione di entrare nella NATO.  Ora invece mette in mostra la diversità russa, rappresenta l’occidente come ipocrita e corrotto, fa parlare il Pope in capo per affermare la veracità spirituale, cioè la superiorità politica della Russia, l’autenticità dell’anima slava. Se Putin ha scatenato questa guerra è perché non è stato in grado di replicare all’occidente sul piano concettuale o, per meglio dire, non è stato in grado di farsi riconoscere uno spazio all’interno del sistema. Se ha fatto ricorso alla forza bruta, è a causa della inettitudine, sua e dell’intero suo establishment, di affermare una specificità russa in seno al sistema capitalistico. Mi pare che qui sia il nodo della faccenda – il fatto che una entità impersonale come il capitale si dimostri ancora sempre capace di convincere ogni società, ogni comunità, sia nel modo di produrre le merci, sia nel modo di riproduzione dei rapporti sociali, sia nella produzione di ideologie; e d’altra parte l’inserzione di una specificità russa entro la metafisica della dominazione capitalistica avrebbe richiesto capacità politiche di governance che Putin ha dimostrato di non avere. A Putin rimaneva soltanto di giocare disperatamente la carta dell’orso russo che si desta dal letargo, ma invero pare assai arduo riconoscere una identità russa, giacché Putin fa parte della schiera di coloro che quella identità hanno contribuito a smontare – l’identità, lo si voglia ammettere oppure no, portata dalla Rivoluzione d’ottobre, cifra della specificità russa in seno al ’900. Putin non ha l’intelligenza, la prassi empirica della Cina, tanto meno il pil della Cina. In realtà, nell’era del capitalocene la guerra ucraino-russa esprime, nella maniera più violenta e crudele possibile, la necessità del capitale di continuare la capitalistizzazione del mondo. Questa è la guerra degli algoritmi o meglio la guerra conforme ai processi di matematizzazione – la “mathematisierung” husserliana – che in questi ultimi decenni hanno subito una accelerazione impressionante. Per gli USA democratico-trumpiani questo è il kairos che stavano aspettando per rimettersi a capo del mondo, al cui scopo il martirio di un popolo dà infatti l’occasione giusta. Gli stati europei, da parte loro, concordano con gli USA ovvero fingono di discordare; dichiarano infatti di voler istituire un’armata della UE, poiché, com’è noto, il solo modo per rappresentare l’indipendenza di un popolo è ancora sempre armarlo.

 

Ps. Ieri è giunta la notizia della sospensione del bombardamento dell’acciaieria in cui sono asserragliate le milizie del famigerato battaglione Azov con migliaia di civili (che alcuni sospettano usati come scudi umani). Putin comunica la decisione al Ministro della Difesa, il quale siede sul bordo della sedia in atteggiamento sottomesso, mentre lui appare disteso, seduto comodamente, solo il piede destro tradisce un qualche nervosismo con lievi, sporadici fremiti. La decisione è, così deve sembrare, data la vicinanza della celebrazione della pasqua ortodossa, un atto di misericordia verso i civili intrappolati, anche di benevolenza nei confronti dei soldati russi che cadrebbero numerosi nell’assalto. Della sincerità del gesto evidentemente si dubita. Probabilmente Putin cerca un modo di concludere l’“operazione speciale” e ha bisogno di dare una immagine clemente di sé.   

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