Política y sexualidad en la obra de Wilhelm Reich

 17 de noviembre de 2007

Wilhelm Reich, el médico austríaco nacido el 24 de marzo de 1897 es, sin lugar a du­das, el primer gran hereje de los tiempos iniciales del psicoanálisis y su biografía presenta todos los rasgos necesarios para calificarlo como un "autor maldito". Su comprensión de la sexualidad, como centro de gravitación no sólo de la vida in­dividual sino también de toda vida social, y su posición de clase le hicieron blanco de todo tipo de persecuciones y bajo todas las banderas: su historia está constituida por una larga sucesión de excomuniones, exilios, procesos y escándalos, hasta concluir, tristemente, en los Estados Unidos, en donde fue diagnosticado como esquizofrénico progresivo y le quemaron sus manuscritos en el Incinerador Gansevoort de Nueva York en octubre de 1956. Reich murió en la cárcel un año después de un ataque al corazón, un día antes de apelar su sentencia el 3 de noviembre de 1957.
Sus primeros trabajos psicoanalíticos tuvieron lugar entre 1919 y 1927 y se ocupó en ellos de un vasto muestrario de temas cuyo denominador común es la interrogación por la genitalidad (el incesto, el coito, el onanismo y el masoquismo). Planteó allí la hipótesis de una relación entre la pre­sión de la "potencia orgásmica" (entendida como la capacidad de acompañar emocionalmente a la eyaculación) con la neurosis, que hallaría así su deter­minación fundamental en esta incapacidad para el goce que, en el plano social, se traduciría en agresividad desatada, convirtiendo la vida en co­mún de los hombres en una aventura de des­trucción.
Reich sería fiel durante toda su vida a esta ecuación, desarrollándola en los más diversos planos de reflexión y experimento: la salud psí­quica está en función de la potencia orgásmica, de la capacidad para darse en el cénit de la exci­tación sexual. La represión de este potencial orgásmico dará lugar al complejo que denominó "coraza caracterial", del que estableció sus diversas tipologías: compulsiva, histérica, masoquista o genital, así como también las estrategias para, rom­piendo las resistencias, liberar la energía sexual bloqueada o desplazada.
En conti­nuidad con esta hipótesis, surgió su definición de "peste emocional" como efecto de la impotencia orgásmica, campo especialmente abonado para el surgimiento de todo tipo de autoritarismos y a partir del cual establecerá una de las tipologías más clásicas dentro de la tradi­ción freudomarxista: la psicología de masas del fascismo.
Los momentos históricos en los que vivió parecieron subrayar la importancia de es­tas consecuencias sociales de la represión, tan a menudo obviadas desde el psicoanálisis. Así, en 1927, tras la brutal represión policíaca de una manifestación popular de la que fue testigo, adhirió al Partido Comunista, aunque sin abandonar por ello su línea de investigación y trabajo, fundando en Viena seis consultorios de higiene sexual para trabajadores, bajo el supuesto de que la lucha contra el autori­tarismo burgués debía plantearse en el doble plano individual y social, y que los conflictos sociales y los conflictos sexuales no eran más que las dos caras de un mismo problema: la explotación burguesa.
La publicación de "Materialismo dialéctico y psicoanálisis" fue el resultado de esta experiencia. Escrito tras un viaje a la Unión Soviética, puede considerarse como el texto inaugural de lo que con el tiempo se ha dado en llamar freudomarxismo. La concreción política de las intuiciones allí expresadas tuvo lugar, algunos años más tarde, en Berlín, donde fundó la "Liga Nacional para Política Sexual Proletaria" con la idea de fusionar el proyecto emancipalorio económico y político con el psíquico y sexual.
Sostuvo entonces que toda represión sexual tenía como fundamento el reforzamiento de la docilidad al orden social existente y defendió el derecho de los jóvenes al goce, frente a las hipocresías de la moral bur­guesa. Denunció a la familia como una fábrica de ideologías autoritarias y de estructuras mentales conservadoras, y planteó que la felici­dad psíquica, basada en el equilibrio sexual, exi­giría la destrucción del orden social patriarcal en una lucha que se hermanaría con la revolución contra el sistema capitalista y el Estado burgués.
Tras un encuentro con el antropólogo Bronislaw Malinowski (1884-1942) quien estaba interesado en la problemática sexual de las sociedades primitivas y ratificaría buena parte de sus hipótesis, se convirtió en un personaje decididamente ingrato a todos los niveles: para el nazismo, obviamente, por su condición de comunista y psicoanalista; para la propia institución psicoanalítica, cada más acomodaticia respecto al orden social existente y también para el Partido Comunista, avasallado por el puritanismo estalinista.


Comenzó entonces una etapa de exilios sin consuelo que lo llevó a Copenhague, Londres, París, Berlín y Malmo, hasta que, en 1938, aceptó una invitación para trasladarse a los Estados Unidos. Llevó consigo los pri­meros resultados de unas investigaciones cada vez más orientadas hacia la biolo­gía y fundó allí el "Orgone Institute" y editó el "Orgone Energy Bulletin", donde publicó sus últi­mas obras. Pero, en 1947, el FBI comienzó una persecución implacable contra él. Esto cul­minó, diez años más tarde, con el encarcela­miento y la muerte del fundador de la idea de una política sexual, idea que desde entonces no ha dejado de crecer.

24 de agosto de 2007

Brevísima epístola sobre la tristeza

En “Las pasiones del alma”, René Descartes (1596-1650) escribió: “La tristeza, contrayendo los orificios del corazón, hace que la sangre vaya más lentamente a las venas y que, tornándose más fina y más espesa, ocupe menos sitio; de suerte que, retirándose a las más anchas, que son las más próximas al corazón, abandona las más lejanas, las más visibles de las cuales son las del rostro, y esto le muestra más pálido y descarnado, principalmente cuando la tristeza es grande o sobreviene súbitamente, como se ve en el susto, cuya sorpresa aumenta el movimiento que encoge el corazón”.
Dante Alighieri (1265-1321) hablaba de "la grande tristezza": “la tristeza es un estado de postración que debilita el ánimo de vivir. La tristeza es el origen sentimental de todos los sentimientos, el afecto fundamental y el sentimiento básico del dolor”. Friedrich Nietzsche (1844-1900) expresó: “El tiempo sólo tiene una realidad, la del instante. En otras palabras, el tiempo es una realidad ceñida al instante y suspendida entre dos nadas. El tiempo podrá sin duda renacer, pero en principio deberá morir. No podrá trasladar su ser de un instante al otro para lograr una duración. El instante es ya la soledad”.
Para Baruch Espinosa (1632-1677) “es la pesadez y la gravedad del alma que se siente en los miembros del cuerpo hasta llegar a la pasividad más completa” y para Charles Baudelaire (1821-1867), “la tristeza sumerge al individuo en una monotonía completa y a su vez envuelve a todos los objetos en una indiferencia mercantil”.
Dijo, con enorme tristeza, Fernando Pessoa (1888-1935): “Yo no quería sentir la vida, ni tocar las cosas, sabiendo, por la experiencia de mi temperamento al contagio del mundo, que la sensación de la vida era siempre dolorosa para mí. Pero al evitar ese contacto, me he aislado y, al aislarme, he exacerbado mi ya excesiva sensibilidad”. Mientras tanto, Sigmund Freud (1856-1939)reconocía como afectos al amor, al odio, a la tristeza, a la angustia y al dolor. No hablaba de depresión, sino de duelo y de melancolía, como reacciones ante una pérdida.
Sin embargo, para un hombre común y corriente que vive preguntándose si acaso existe entre los seres humanos cierto tipo de amor que no se base en alguna clase de engaño a uno mismo, las cosas son más sencillas: sólo se trata de decir y decirse la verdad. Ser honesto intelectualmente y no preocuparse por la incertidumbre. Sólo las certezas son fatalmente gravitantes. He aquí la verdadera razón de la tristeza.
Este mundo es una comedia para los que piensan y una tragedia para los que sienten.

11 de agosto de 2007

Nota breve sobre el miedo y la ansiedad

El miedo se desencadena en dos situaciones básicas: el temor al abandono o a la pérdida (ansiedad depresiva) y el temor a ser destruido (ansiedad persecutoria). La primera es la situación más frecuente y, cuando se hace crónica, puede desembocar en una depresión en la cual se instala la vivencia de pérdida. Es importante entonces, conocer las pautas que permiten configurar el modo en que se presenta la ansiedad. En primer lugar, saber en qué momento del día existe mayor angustia, qué está pasando en ese momento, si la situación cambia el fin de semana y si disminuye la angustia cuando se está acompañado. Luego, conocer el contenido del miedo, es decir, qué peligro es imaginado y qué se haría si los peores temores se hiciesen realidad.
En psiquiatría siempre hay referencia al pasado, por lo tanto el diagnóstico clínico es completado por el diagnóstico etiológico, que indaga las causas y el desarrollo del cuadro actual. Generalmente el registro de lo que acontece se deriva de algunas preguntas fundamentales: a qué le temíamos cuando éramos niños y si esos temores se hicieron realidad o no; cómo los enfrentamos en el caso afirmativo y si nos preocupábamos porque los temores se repitiesen; si superamos aquellos temores, de qué manera lo logramos y si existen actualmente temores que nos recuerden a los de la infancia; a quién recurríamos para calmar nuestros temores y, en ese caso, ver si nos ayudaban o nos dejaban solos.


Las terapias actuales nos llevan a enfrentar el sufrimiento para quitarnos de encima el enorme peso que significa vivir temiendo que suceda lo peor ya que, tal temor, nos paraliza y nos conduce a esperar las respuestas en los demás, lo que, invariablemente, conduce al incremento de dicho temor. La espera por nuestro rescate que nunca llega generará una desalentadora frustración.
Gran parte de la ansiedad que sentimos, se origina en el hecho de aferrarse al miedo y no actuar. La inacción empeora las cosas y la preocupación es la fe ciega en que ocurra lo peor, ya que acarrea justamente lo que se teme, constituyendo así un círculo vicioso. El alivio de estos padecimientos proviene sin lugar a dudas de la comprensión del mecanismo que los produce.

8 de agosto de 2007

Sobre la depresión

La depresión es un trastorno cuyo síntoma dominante es una profunda tristeza. Una intensa tristeza angustiosa que se traduce en el individuo en comportamientos tales como inmovilidad, lentitud en el pensar, repliegue sobre sí mismo, elusión del contacto con los demás, dificultad para encontrar placer en algo. A este cuadro se agrega una disminución del impulso hacia la actividad: las personas se lamentan de su incapacidad de rendimiento, sienten el profundo disgusto como sensación en el pecho y el cuerpo y ven ante sí un mundo gris, indiferente y desconsolado. De todo lo que perciben extraen lo desfavorable, lo desdichado; el presente sólo ofrece desgracia y el porvenir es espantoso ante ellos.


Manifiestan aparte un conjunto de malestares corporales tales como cansancio, insomnio, malestares digestivos y cardiovasculares, etc. Su aparición ocurre luego de un shock emocional que produce sentimientos de pérdida (abandono, infidelidad de la pareja, muerte de un familiar, pérdida de trabajo o situación social) y que obra como el principal factor desencadenante, aunque, por supuesto, cada individuo tiene una "estructura psíquica" que precede a esa patología y que es la que le permite desarrollarla.
Debido a los signos físicos que acompañan a toda depresión, es correcto un examen clínico completo aunque no abusivo, ya que si no, el paciente deambulará durante años por los consultorios de diversos especialistas buscando la causa de su "órgano enfermo" y alguna receta que le ayude a paliar su sufrimiento. La depresión no es algo que se pesque, como el sarampión o la gripe, sino más bien un desorden más profundo, un acontecer en el cual está comprometida toda la existencia del sujeto, y este dolor moral, sentido como una tragedia que invade por completo la vida, es el signo cardinal del estado depresivo.


Las alteraciones químicas del sistema nervioso no alcanzan a explicar el estado de ánimo triste, ya que el psiquismo no se puede reducir a fórmulas de laboratorio. Por eso los fármacos antidepresivos deben ser tomados con precaución y sólo como complemento de la psicoterapia. No hay ninguna pastilla que impida sufrir algunos acontecimientos penosos de la vida. Sólo su comprensión puede ayudar al conocimiento de lo que sucede y a la superación de desdichas que con frecuencia pueden ser evitadas. El bienestar no es imposible y es bien sabido que no se lo alcanza con drogas que anestesian el sufrimiento sino con el saber por qué el individuo cae en trampas que él mismo construyó. Por eso, el “conócete a ti mismo” es fundamental y está más vigente que nunca.

De los saltos de la vida

El primer gran salto hacia la vida es el nacimiento, el segundo gran salto es la adolescencia. El salto es efectuado no hacia un nuevo mundo, sino hacia "si mismo" como ser individual. Se preparó acumulando una infinidad de experiencias, gracias a las cuales, el adolescente está en condiciones de iniciar su gran trabajo de individualización. Necesita descubrir quién es y esto implica poder cuestionar lo que no es, lo que deriva en un periodo de luchas, interrogantes y agresiones.
Duda de todo, de lo que lo rodea, de su cuerpo, de lo que siente, de lo que piensa y dice. Atraviesa cambios en su cuerpo externo e interno, debe asumir un nuevo papel que es producto y consecuencia de la adquisición de una nueva identidad. El adolescente tenía una identidad que es puesta en duda por su medio, por lo que buscará una nueva identidad y su rol en este mundo. Todos estos cambios en los hijos, resultan terribles en los padres, pues presuponen modificaciones en ellos mismos. Con sus dudas, los adolescentes comienzan a cuestionar al grupo familiar y este comienza a sentirse amenazado y en desequilibrio. Todo esto se verá mucho más agravado en familias muy rígidas, con pocos permisos de cambio.
La familia es, en el sentido psicológico, un conjunto de imágenes entrelazadas que cada uno tiene del otro dentro de si; esto implica que cuando el adolescente, a través de su rebeldía y de sus cuestionamientos, intenta definir una nueva imagen de si mismo, inevitablemente la imagen que tienen de él el resto de los integrantes debe sufrir una redefinición. Los hijos sienten que pierden a sus padres, por lo menos a los padres que ellos conocían y los padres sienten que pierden a sus hijos. Los hijos desorientados por estos padres que recién empiezan a ver, sienten una profunda sensación de extrañeza y los padres una sensación muy penosa. Los adolescentes introducen en la relación un fuerte sentimiento de envidia y frustración en los padres, porque ellos, los adolescentes pueden hacer y vivir lo que los padres ya no pueden hacer ni vivir. Esta sensación de pérdida se manifiesta mezclada con rabia. Estos sentimientos bien encaminados no son malos ni perversos, todo lo contrario, servirán para reformular su manera de ser y determinarán en gran medida el tipo de relación que establezcan con los hijos.


Muchas veces los padres denotan resistencias para aceptar el paso del tiempo y la natural declinación acompañada paralelamente con el desarrollo de sus hijos. Al pensar y actuar como si el tiempo no transcurriera, dificultan el ciclo de crecimiento de los hijos. Estos hombres y mujeres de alrededor de 40 años, tienen hijos que están atravesando su etapa adolescente. Es muy común en esta etapa de la vida que surja una crisis donde este hombre o esta mujer se replantean las decisiones más importantes que tomaron en su adolescencia, como la elección vocacional y de pareja. Allí reciclan su propia adolescencia y evalúan su vida hasta el momento, quedando conformes o no con ella. El desenlace para no caer en una competencia descarnada con sus hijos ni en una depresión, dependerá de las salidas sanas que puedan lograr para aceptar la pérdida de su propia juventud. El simple hecho de que lo nuevo existe representado por los hijos, es algo que justifica en mucho nuestra vida y al entrar en contacto con ellos, con sus expectativas, deseos, posibilidades y anhelos, también estamos entrando en contacto con la vida.

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