Izquierdas y derechas, diestros y zurdos Daniel Innerarity

 

Noviembre 2000

  Izquierdas y derechas, diestros y zurdos


¿Quién ganó en las elecciones? ¿Quién ganará el futuro? ¿Dónde está hoy la derecha? ¿Y dónde la izquierda? La reflexión está abierta. Y es urgente hacerla.

Daniel Innerarity

Buena parte del actual desconcierto ideológico se debe a que la derecha utiliza un lenguaje progresista y la izquierda habla en clave conservadora. La derecha se presenta -muchas veces, con razón- como la abogada de la innovación, como impulsora de la modernización o defendiendo las posiciones más avanzadas, mientras que la izquierda se preocupa por cosas tan poco revolucionarias como la seguridad, la cohesión o el mantenimiento del Estado de bienestar.
La derecha, que tradicionalmente ha legitimado los hechos sociales como realidades inmodificables, piensa ahora en una sociedad más abierta a las posibilidades, más flexible y configurable. La izquierda, que ha venido pensando en términos revolucionarios, se daría por satisfecha ahora con conservar lo que hay. Los papeles se han invertido: la derecha se ha hecho utópica y la izquierda, realista.
Esta situación parece aconsejar una nueva formulación de la diferencia entre derecha e izquierda, si es que uno quiere obtener alguna orientación para no perderse en el cambiante escenario de la política, especialmente equívoco desde que desaparecieron algunas de las referencias -cómodas al fin y al cabo- que ordenaban el mundo hasta el final de la guerra fría.

La derecha simplifica, la izquierda debe complejizar

El dilema que se plantea actualmente consiste, dicho de manera concisa, en cómo continuar la modernización. Términos como desarrollo, crecimiento, aceleración, progreso y expansión, aluden a un proceso que algunos se limitan a celebrar y otros, a la vista de sus no pocas consecuencias negativas, desearían parar. La sociología más reciente ha acuñado la expresión modernidad reflexiva para indicar la posibilidad de impulsar el desarrollo en sus diversas formas -tecnológico, económico, social...- sin dejar de ponderar sus efectos negativos -sobre el medio ambiente o la integración social, por ejemplo- e introducir las correcciones correspondientes.
Se trataría de desfatalizar los procesos sociales y entenderlos como posibilidades abiertas a la discusión. Con este esquema puede entenderse el nuevo reparto de papeles. La derecha estaría inclinada a subrayar el carácter inevitable de los procesos sociales y la izquierda tendería a hacer valer su dimensión configurable. La derecha preferiría la simplificación, la modernización sin más, mientras que la izquierda se inclinaría hacia la complejidad de una modernización reflexiva.
Una de las primeras cosas que esta diferenciación -en el caso de que sea certera- obliga a abandonar es la concepción lineal de la historia, el gran mito del progreso y del curso del tiempo que nos libera del lastre del pasado y nos conduce hacia un futuro emancipado. Los tiempos han cambiado tanto que ha cambiado incluso el tipo de cambio. Es inservible la idea del progreso si con ella se quiere indicar que el futuro será menos complejo, menos ambivalente que el pasado.
Ya sólo la derecha puede creer el cuento del progreso que nos ha de traer necesariamente un futuro menos regulado, con menos limitaciones y más libertad de elección que el pasado. Lo que nos espera es, por el contrario, un desarrollo futuro radicalmente más complejo.
El curso del tiempo sigue existiendo y se mueve hacia adelante, por supuesto, pero ya no indica el camino desde la servidumbre hacia la libertad sino el de la complejidad hacia la mayor complejidad. Algo esencial ha cambiado en el modo como el tiempo discurre y las cuestiones políticas ya no se plantean en términos de modernización -es decir: quién llega antes o va más de prisa- sino quién lo hace mejor, más reflexivamente y articulando las tensiones que generan los procesos sociales.

Para la izquierda el dilema no es ya revolución o reformas

El dilema tradicional de la izquierda ha sido optar entre la revolución o la reforma, lo que suponía la aceptación de un curso coherente y reconocible de los acontecimientos frente al curso que sólo discutía de velocidades. Cuando, con motivo de la caída del muro de Berlín, comenzó a hablarse del final de la historia, evidentemente nadie estaba afirmando el final de los acontecimientos históricos -lo que sería sencillamente irrisorio- sino el agotamiento de una interpretación de la historia como secuencia irreversible de procesos y épocas que se suceden sin dejar huella.
Ya no vivimos en un tiempo que pueda ser simplificado por una revolución o por los intérpretes progresistas de la historia, como la vieja izquierda o la nueva derecha. Se podría decir que hemos abandonado esta linealidad y nos encontramos en una época de coexistencia de procesos, tensiones y movimientos que no son reducibles a un eje dominante que los integre o les confiera sentido.
El principal problema ante el que nos encontramos no es el de llevar a cabo la revolución o sustituirla por reformas parciales sino el de procurar la coexistencia de tipos completamente heterogéneos de seres humanos, culturas, tiempos e instituciones.


Hoy la ciencia y la técnica agudizan cada día más los debates

La izquierda ha de tomar partido por la complejidad frente a la simplificación, que es la gran tentación de la derecha, de lo que es buena muestra la simpleza pero también la popularidad de su discurso. Hasta hace poco, en la época de la modernización, la simplificación era la solución dominante. Era posible producir objetos (leyes, instituciones, industrias, comunicaciones, técnicas, mercados...) que no llevaban consigo consecuencias inesperadas y podían sustituir plenamente a otros objetos. Todo se basaba en la idea de que cuanta más ciencia y tecnología se aplicaran tanta menos discusión sería necesaria. Existía el mejor procedimiento, el óptimo económico, la solución más eficiente, medios para un fin determinado.
Hoy nos movemos en un campo bien distinto. La variedad de consecuencias que provocan los medios que usamos modifica la definición de los fines. La ciencia y la técnica no suprimen las controversias sino que las agudizan. Ya no vale apelar a la evidencia de unos datos o principios científicos indiscutibles porque es eso mismo lo que se ha tornado problemático. Los indicadores económicos no hacen innecesaria la discusión acerca de qué consideramos una buena sociedad, del mismo modo que tampoco el avance de la ciencia y la tecnología nos exime de establecer qué medio natural debemos conservar o cuáles son las condiciones no manipulables de nuestra corporalidad más allá de las cuales la vida se convierte en un artificio indigno.

La izquierda debe dificultar la vida a los simplificadores

En otros tiempos era la izquierda la que sostenía la existencia de unas leyes históricas o sociales. Hoy, es la derecha la que cree disponer de unas leyes científicas incuestionables y de una disciplina económica que permite omitir los procedimientos democráticos. En este nuevo contexto, la izquierda debería ser abogada de la discusión una vez que ha pasado el tiempo en que las ciencias podían ser utilizadas para simplificar los problemas sociales o eludir la política. La izquierda debería dificultar la vida a los simplificadores que presentan a las ciencias -especialmente a la economía- como suministradoras de datos indiscutibles y pretenden sustraerse así de las exigencias de una discusión pública.
La economía es una de las ciencias con mayor incidencia en la vida de los hombres y las sociedades. Pese a ello, la izquierda tradicional no reflexionó suficientemente acerca de la flexibilidad de los asuntos económicos y ha tenido una concepción de la ciencia económica aún más determinista que la derecha. Los críticos de la economía han aspirado a sustituir las doctrinas económicas dominantes por una economía verdaderamente científica. La crítica de la economía política tenía lugar por lo general en nombre de la ciencia y con la secreta aspiración de legitimar las decisiones económicas sorteando los procedimientos democráticos. Es indudable que esto lo hace mejor la derecha. La izquierda tradicional ha estado obsesionada con "la apropiación de los medios de producción", sin ser consciente de que existe una tarea mucho más relevante: organizar democráticamente el proceso de utilización óptima de los recursos económicos para el bienestar individual y social. Lo que hay que sustituir es el imperativo de calcular por el de discutir.


El futuro será de quien integre lo mixto y articule lo diferente

En el fondo, el capitalismo actúa de una manera muy ineficiente cuando se trata de ponderar los efectos externos de la actividad económica. Funciona como un reductor de complejidad que acostumbra a los hombres a pensar en términos simplistas y a desentenderse de la riqueza de significaciones, implicaciones y consecuencias de su actividad. En el fondo, tiene una visión simplista del funcionamiento de la sociedad y del bien común. A la izquierda no le compete la tarea de combatirlo como un medio de producción sino de establecer el diálogo social de los intereses económicos con las dimensiones y los interlocutores que tienden a quedar fuera de consideración.
Estar a favor o en contra de la intervención estatal no es lo que distingue a la izquierda de la derecha porque, en el fondo, ya no es ésa la cuestión. Los asuntos políticos ya no se dirimen con una fórmula simple, ni con planteamientos disyuntivos, como si hubiera que elegir entre el Estado o el mercado. El futuro será de quien conciba adecuadamente lo mixto, lo complejo y la articulación de lo heterogéneo.
Soy consciente de que esta propuesta de diferenciación entre la izquierda y la derecha no coincide con la caracterización dominante y de que se trata, más bien, de la demarcación que a uno le gustaría. Tratándose de cuestiones políticas no es legítimo ocultar que las descripciones no son neutras y desinteresadas. Si alguien considera que ya no tiene sentido hablar de izquierdas y derechas, distingamos, si se quiere, entre zurdos y diestros, relativicemos o subrayemos la diferencia. Siempre habrá quien se ponga de parte de una objetividad escasamente maleable y quien prefiera la complejidad que supone entender la realidad social como un entramado de posibilidades, escasas tal vez, pero suficientes para que la política sea una aventura casi tan difícil como conseguir que una orquesta suene aceptablemente bien.


  Daniel Innerarity Grau (Bilbao, 1959) es un filósofo y ensayista español.

Biografía

Nació en 1959 en Bilbao. Es catedrático de filosofía política, investigador Ikerbasque en la Universidad del País Vasco y director de su Instituto de Gobernanza Democrática. Es profesor a tiempo parcial en el Instituto Universitario Europeo en Florencia.

Ha sido profesor e investigador invitado en diversas universidades europeas y americanas, como la Universidad de la Sorbona (Paris I), la London School of Economics and Political Science, la Maison des Sciences de l'Homme en París, la Universidad de Georgetown o el Max Planck Institute de Heidelberg.

Es colaborador habitual de opinión en El PaísEl Correo/El Diario Vasco y La Vanguardia.

Ha sido miembro del Consejo de Coordinación Universitaria, a propuesta del Senado de España; es miembro correspondiente de la Academia de la Latinidad y miembro de la Academia Europea de Ciencias y Artes, con sede en Salzburgo.

La revista francesa Le Nouvel Observateur le incluyó el año 2005 en una lista de los 25 grandes pensadores del mundo.1

Obras publicadas[editar]

Como autor

  • Praxis e intersubjetividad. La teoría crítica de J. Habermas, Pamplona, 1985.2
  • Hegel y el romanticismo, Tecnos, Madrid 1993.
  • La filosofía como una de las bellas artes, Ariel, Barcelona 1995. (Traducción portuguesa: A filosofia como uma das belas artes, Teorema, Lisboa 1996).
  • Ética de la hospitalidad, Península, Barcelona, 2001 (Traducción francesa: Éthique de l´hospitalité, Presses Universitaires de Laval, Canadá, 2009; traducción inglesa: Ethics of hospitality, Routledge, London/New York 2016; traducción finlandesa: Vieraanvaraisuuden etiikka, Helsinky: Into Kustannus, Helsinky 2019).
  • La transformación de la política, Península, Barcelona, 2002 (III Premio de Ensayo Miguel de Unamuno y Premio Nacional de Literatura, modalidad Ensayo 2003). (Traducción portuguesa: A trasformaçao da politica, Teorema, Lisboa, 2005; traducción francesa: La démocratie sans l'État: essai sur le gouvernement des sociétés complexes, Flammarion-Climats, Paris, 2006, prólogo de Jorge Semprún; traducción inglesa: Rethinking the Futur of Politics, Peter Lang, Bern 2010).
  • La sociedad invisible, Espasa, Madrid, 2004 (XXI Premio Espasa de Ensayo). (Traducción italiana: La società invisibile, Meltemi, Roma, 2006; traducción portuguesa: A sociedade invisível, Teorema, Lisboa, 2009; traducción francesa: La société invisible, Presses Universitaires de Laval, Canadá, 2012).
  • El nuevo espacio público, Espasa, Madrid, 2006 (Traducción italiana: Il nuevo spazio publico, Meltemi, Roma, 2008; Traducción portuguesa: O novo espaço público, Teorema, Lisboa 2010).
  • Le futur et ses ennemies, Flammarion-Climats, Paris 2008. (Versión española ampliada: El futuro y sus enemigos. Una defensa de la esperanza política, Paidós, Barcelona, 2009; versión reducida en euskera: Etorkizuna ezagutu eta taxutzea, Servicio de Publicaciones del Gobierno Vasco, Vitoria, 2009; traducción portuguesa: O futuro e os seus inimigos, Teorema, Lisboa, 2011; traducción inglesa: The futur and its enemiesStanford University Press, 2012; traducción italiana en preparación, Mimesis, Milán, 2012).
  • Penser le temps politique. Entretiens philosophiques à contretemps avec Daniel Innerarity, Presses Universitaires de Laval, Québec, 2011.
  • La democracia del conocimiento, Paidós Ibérica, Madrid, 20113​ (traducción alemana: Demokratie des Wissens, Transcript Verlag, Bielefeld 2013; traducción inglesa: The Democracy of Knowledge, Continuum, New York, 2013; traducción portuguesa: Democracia do conhocemento, Todolito, Lisboa 2016; trad. francesa: Démocratie et société de la connaissance, Presses Universitaires de Grenoble, 2015).
  • Un mundo de todos y de nadie: piratas, riesgos y redes en el nuevo desorden global, Planeta, Barcelona 20134​ (trad. inglesa: Governance in the New Global Disorder. Politics for a Post-Sovereign SocietyColumbia University Press, prefacio de Saskia Sassen; trad. italiana: Un mondo de tutti e nessuno, Roma: Inschibboleth, 2016).
  • La política en tiempos de indignación, Galaxia-Gutenberg, Barcelona, 20155​ (trad. portuguesa: Politica em tempos de indignaçao, Don Quixote, Lisboa, 2016; trad. brasileña: A Política em Tempos de Indignaçao, Leya, 2017: trad. francesa: Le temps de l'Indignation, Bordeaux, Le Bord de l'Eau, 2018; trad. inglesa: Politics in the time of indignation: The Crisis of Representative Democracy, London, Bloomsbury, 2019).
  • La democracia en Europa, Galaxia-Gutenberg, Barcelona, 20176​ (trad. inglesa: Democracy in Europe. A Political Philosophy of the European Union, Oxford: Palgrave MacMillan, 2018).
  • Política para perplejos, Galaxia-Gutenberg, Barcelona, 2018.7
  • Comprender la democracia, Gedisa, Barcelona 2018.8
  • Una teoría de la democracia compleja. Gobernar en el siglo XXI, Galaxia Gutenberg, Barcelona 2020.9
  • Pandemocracia. Una filosofía de la crisis del coronavirus, Galaxia Gutenberg, Barcelona 2020.10
  • La sociedad del desconocimiento, Galaxia Gutenberg, Barcelona 2022.
  • La libertad democrática, Galaxia Gutenberg, Barcelona 2023.

Como editor

  • The Europe of Refugees (ed. con Cristiana Astier y Ander Errasti), Rowman & Littlefield, Londres, 2019.
  • A New Narrative for a New Europe (ed. con Cristiana Astier, Ander Errasti y Jonathan White), Rowman & Littlefield, Londres, 2018.
  • Europa, quo vadis? (ed. con Miquel Seguró), Herder, Barcelona 2017.
  • Derechos humanos y políticas públicas europeas (ed. con Ignacio Aymerich), Paidós, Barcelona, 2016.
  • The Future of Europe: Democracy, Legitimacy and Justice after the Euro Crisis (ed. con Serge Champeau, Carlos Closa y Miguel Maduro), Rowman & Littlefield, Londres, 2014 (trad. castellana: El futuro de Europa, Paidós, Barcelona, 2016).
  • Internet y el futuro de la democracia, (ed. con Serge Champeau), Paidós, Barcelona 2012.
  • Cocinar, comer, convivir (con Andoni Luis Aduriz), Debate, Barcelona, 2012.
  • Política de la memoria: una ética del nunca más (editor), Revista Internacional de Estudios Vascos, San Sebastián, 2012.
  • La humanidad amenazada: gobernar los riesgos globales (ed. con Javier Solana), Paidós, Barcelona, 2011 (trad. francesa: Gouvernance mondiale et risques globaux, Presses Universitaires de Bordeaux, 2013; trad. portuguesa: A Humanidade Ameaçada: a Gestao dos Riscos Globais, Teodolito, Lisboa, 2013; trad. inglesa: Humanity at Risk. The Need for Global Governance, en Continuum, New York, 2013).
  • Las huellas de la crisis, Fundación Banco de Santander, 2010.



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