Poesía y realismo sucio a 30 años de la muerte de Charles Bukowski

 


Poesía y realismo sucio a 30 años de la muerte de Charles Bukowski

Demian Paredes

Fue uno de los escritores de culto más frecuentados y adoptado como propio en la cultura argentina. Charles Bukowski encarnó un pariente cercano de los beatniks en la poesía norteamericana, aunque siempre mantuvo un perfil propio e independiente. Además, abordó la narrativa en cuentos y novelas y una figura de maldito que ayudó a construir su mito pero también interfirió más de una vez en la recepción de su literatura, excepcional en muchos sentidos. A treinta años de su muerte (el 9 de marzo de 1994), aquí se traza un retrato del genial Bukowski.  

Se han cumplido 30 años de la muerte de Charles Bukowski, poeta y narrador. Último “maldito” de la literatura estadounidense. Admirado y criticado por igual, dejó seis novelas, correspondencia, ensayos, prólogos, y, especialmente, una treintena de volúmenes de poesía, y ejerció influencia -tal como en su momento Borges, García Márquez y Bolaño-, dejando una pléyade de imitadores y emuladores, en temáticas y “estilos”, de diversa y dudosa calidad. Hijo de una alemana y un norteamericano, Heinrich Karl Bukowski Jr. nació en 1920 en Andernach, una ciudad alemana, y a los pocos años iría a vivir con su familia a Estados Unidos. Hijo también de la época de la Gran Depresión y la guerra, el niño (apodado Hank) recibiría pocos afectos, e incluso lo contrario: una educación rígida y rigurosa, reproches de su madre y severos castigos del padre, cuestión que -coincidente en esto, por ejemplo, con el escritor argentino Alberto Laiseca- será posteriormente objeto del recuerdo infinidad de veces, como un triste y exorcizante “ritornello”, en sus escritos.

Retraído del mundo de los adultos, tampoco de niño desarrolló amistades entre sus pares. En su libro Hank. La vida de Charles Bukowski, Neeli Cherkovski –poeta y autor de memorias y biografías, y fallecido el pasado 19 de marzo– dijo: “Se construyó unas defensas cada vez más fuertes. La ironía, el silencio y el sarcasmo fueron tres armas que aprendió a utilizar. Era taciturno y reservado, en casa y en el colegio. De las bocas de sus profesores sólo fluían palabras vacías cuando explicaban las lecciones que Hank sabía que eran pura rutina sin sentido. La falta de entusiasmo en sus voces le aburría”. De adolescente, sufriría además un feroz acné en el rostro, con pústulas y sangrados -y tratamientos médicos y caseros ineficaces-, manteniendo su baja autoestima y soledad, y descubriendo su vocación literaria, a los quince años, escribiendo un cuento corto. Entre escándalos y peleas familiares, el joven Hank comenzaría además con la bebida.

Una biblioteca pública, en el barrio de Los Ángeles, será la que abrirá al joven las puertas de la percepción: encontrará allí un lugar-refugio, un ambiente propicio para el descubrimiento a veces feliz, otras decepcionante, de la literatura. “Hank se convirtió en un lector voraz e incansable”, dice Cherkovski. “Cayó bajo el hechizo de las palabras frescas y maliciosas, de las frases que le sonaban más claras que la mayoría de las oídas en la escuela. Las imágenes conocidas aparecían bajo una nueva luz y los asuntos desconocidos se desplegaban de pronto ante él”. Sus primeros deslumbramientos: William Saroyan y John Fante.

EL LADO OSCURO

Tras un año y medio en la universidad, donde cursó algunas pocas materias de arte y periodismo, el joven Bukowski se aleja de su familia y casa, y recorre el país: son “los años incomprobables”, expresión del poeta John Thomas que Cherkovski retoma, para aludir a la cantidad de ciudades y trabajos (todos de tan corta duración como precarizados y mal pagos) que Hank debió padecer y de los que perdió, según afirmara en entrevistas, cartas y poemas, la cuenta. Y en un viaje a Texas por tren, en un parate, alejado del grupo plebeyo-proletario con el que viajaba, otro encuentro con una biblioteca pública, y un nuevo deslumbramiento literario: Dostoievski. Decidido a lanzarse y probar suerte, cuando comienza la década de 1940 el escritor envía medio centenar de relatos fantásticos a las revistas, sin lograr publicar ninguno. Será en 1944, cuando Story le acepte lo que será su debut: el relato “Consecuencias de una extensa nota de rechazo”, al que seguirá “Veinte Tanques de Kaseldown” en Portfolio: An International ReviewTrabajos mal pagos, (mala) vida en suburbios, borracheras y resacas en una literatura que expresa, de manera astuta y rebelde (y, ciertamente, desesperanzada) el “lado oscuro” o contracara del “gran sueño americano”. En los 50, tras una experiencia de internación hospitalaria y al borde de la muerte, por una úlcera sangrante por el consumo desenfrenado de alcohol, y con un trabajo en Correos, Bukowski retoma la escritura, que emerge de manera espontánea como poesía. Salvado por la literatura, y por una pareja, que le hace conocer el hipódromo y las apuestas, y le cambia hábitos de alimentación y bebida, habrá un torrente imparable de poemas, que harán del escritor el “rey de las revistas underground”. (Un poema, escrito y publicado en 1959, en una revista de San Francisco, dice, recuerda, sin embargo: “un padre es siempre el amo incluso aunque se // haya ido”.)

Célebre en su terreno, llega su primer poemario en 1960: Flower, Fist and Bestial Wail (Flor, puño y gemido animal). Seguirán Epos (con trece poemas y cuatro ilustraciones del autor), Poems and Drawings (Poemas y dibujos) y Longshoi Pomes (sic) for Broke Player (Poemas arriesgados para apostadores en bancarrota), entre numerosas ediciones y recopilaciones que les seguirán. Entre los beatniks (Corso, Kerouac, Ferlighetti y Ginsberg) y quienes publicaban la revista POETRY, Charles Bukowski abría su propio camino, así fuera lateral, o, incluso, marginal, con una voz clara, pura y -como han propuesto sectores de la crítica y la poesía- hasta whitmaniana. Pequeñas ediciones de 200 a 400 ejemplares y el “Premio Outsider del Año” jalonan ese período. Revistas y pequeñas editoriales difunden la poesía, y el retorno a la prosa (con ensayos y relatos) de Bukowski. Hacia fines de la década se lo comienza a publicar en Alemania, y las ediciones locales aumentan su tirada. En 1969 Penguin lo publica en su colección “Poetas modernos”, y el volumen Escritos de un viejo indecente, compilando sus columnas, agota rápidamente los 20.000 ejemplares. Son los mismos años -por necesidad económica- en los que da recitales de poesía, a sala llena, con una asistencia enfervorizada y un Bukowski tímido y generalmente bebido que no le iba en zaga.

En 1970 renuncia a su trabajo en Correos, luego de estar allí durante más de una década, en una apuesta por vivir sólo de la literatura, a los 49 años, y al año siguiente aparece Cartero, su primera novela. Junto con la siguiente, Factotum, entra en escena el alter ego del escritor: Henry Chinaski. Esa misma década su poesía se abre paso en Alemania, y un libro siguiente, de prosa, Mujeres, inspirado en El Decamerón, consolida, no sin críticas y algunas polémicas, la fama literaria y modus vivendi de Bukowski. Para Cherkovski, “la acusación más grave que Bukowski hace a la sociedad, y que encontramos a lo largo de toda su obra, es que la gente, atemorizada por las condiciones sociales y económicas, acaba aceptando la humillación y el fracaso. Aceptan puestos que les roban individualidad y gradualmente van aceptando, e incluso admitiendo, la sumisión a otras personas con puestos de mayor poder. Así pierden la capacidad de pensar por sí mismos”.

Tras la incursión en el cine, con el guion para la película Barfly (El borracho), con actuaciones de Mickey Rourke y Faye Dunaway, surgirá de esa experiencia (negativa) la novela Hollywood, crítica satírica del “star system”, componendas y negocios de la autotitulada “fábrica de sueños”. Al torrente permanente de poesía de los años sucesivos se suma su última obra en prosa, dejada lista poco antes de morir: Pulp, policial e hilarante historia donde reaparece fugazmente el cartero Chinaski. Libro “Dedicado a la mala escritura”, como dice su epígrafe, su protagonista, un decadente detective, tendrá a su cargo varias investigaciones: desde descubrir si un misterioso personaje que se pasea por librerías es Céline, con 99 años, escapando de “la señora Muerte” (quien, dudosa, contrata el servicio de investigación) hasta lograr que una extraterrestre deje en paz a otro cliente. Este último ser luego decide con su troupe abandonar la misión de conquista del planeta, diciéndole al detective que “es demasiado horrible”. Al preguntársele “qué” es o sería lo horrible, responde: “La Tierra. El humo, los asesinatos, el aire contaminado, el agua contaminada, la comida contaminada, el odio, la desesperación, todo. Lo único bonito en la Tierra son los animales y ahora los están exterminando, pronto desparecerán, a excepción de las ratas domésticas y los caballos de carreras. Es tan triste que no me extraña que bebas tanto”. A lo que el detective agrega: “Y no te olvides de nuestras centrales nucleares”. “Hundidos hasta el cuello”, es la respuesta.

BUKOWSKI ES ARGENTINO

En nuestro país, Bukowski llegó por las revistas, manteniéndose allí por décadas: primero en Humor, luego en CrisisCerdos y pecesFin de SigloLa danza del ratónDiario de PoesíaV de Vian y varias más; y las traducciones al castellano (españolísimo) de Anagrama, en su colección Contraseñas, y luego en los “Compactos” -recuérdense los relatos reunidos titulados La máquina de follar-, y la poesía, también traducida desde España, por el sello Visor. Por su parte, Esteban Moore, poeta y traductor argentino, es uno de quienes se ha dedicado a Bukowski, publicando Una de las más ardientes y otros poemas (1988 y 2012), Erótica varia (1990), Una de las más ardientes (2004), y el poema “Una de las más ardientes” incluido en su Breve selección de poesía norteamericana (2016), todos volúmenes publicados en Argentina (Buenos Aires y Córdoba) y México (Ciudad de México y Puebla). Además de recordar que autores como Sartre y Genet admiraron a Bukowski, Moore plantea que el logro del escritor consistía en que “hallaba el giro poético a las experiencias cotidianas, sin olvidar que en muchos casos estas eran la raíz del dolor, el sufrimiento y la muerte del hombre contemporáneo”.

Entre el mito y la leyenda, en ese juego de humor negro entre el personaje (que lo precedía) y la realidad, Bukowski trabajó duro, con disciplina -una palabra preferida suya-, y despreocupado y al margen de los grupos, las modas y los ambientes literarios y académicos. Así, ya escribía en una carta, en 1963: “me alegro de que se me acuse de indómito, me alegro de no pertenecer a ninguna escuela ni movimiento, lo sabes de sobra porque no te quedas en lo superficial. Me pasé horas en la biblioteca en compañía de Schope[nhauer] y Ari[stóteles] y Platón y los demás, pero cuando se te clavan los dientes de la vida, uno no está para meditar con calma”.

Explica Cherkovski: “Bukowski se convirtió en una voz inextinguible y apasionada de la ciudad. Eligió quedarse allí, enredarse en su lado más terrenal. Mientras muchos poetas suspiran por las tertulias literarias y la cultura metropolitana, lo que más le gustaba a Bukowski es la falta de todo eso. Frente a frente con la rancia y lenta decadencia de la zona Este de Hollywood, incorporó imágenes nuevas en la poesía estadounidense. En lugar de mirar ansiosamente hacia Europa, como hicieron muchos poetas de la Costa Este, influenciados por los expatriados Ezra Pound y T. S. Eliot, o hacia Asia, como una generación posterior de poetas de la Costa Oeste entre los que se encontraban Kenneth Rexroth y Gary Snyder, él miró hacia abajo, hacia las aceras y las calles agrietadas de Los Ángeles”. Su “realismo sucio” -problemática etiqueta, sin duda, discutida y sin consensos- apelaba a la experiencia y al lenguaje crudo y directo, basado en la experiencia, la reflexión y el desencanto, dejando surgir también cierto lirismo. Hemingway, Céline, Henry Miller y Artaud, integrando junto a sus otros autores preferidos una bukowskiana constelación.

Cabe recordarse también lo que dijera acerca de “lo tarde” que le llegaron los éxitos en la vida: la fama literaria, el dinero y las mujeres, como se ve en el documental Born Into This (2003), donde además aparecen los músicos Bono y Tom Waits, admiradores, y el actor y director y amigo del escritor Sean Penn. Bukowski tenía una hija, y se había casado con su última pareja, Linda Lee Beighle, en 1985.

Tras un año de lidiar con la leucemia, Bukowski fallece en 1994. La docena (o más) de publicaciones póstumas ampliaron el panorama, dando cuenta de la profundidad y la calidad de este escritor. Alguien que consideraba que su obra la constituía una trilogía: poesía-prosa-correspondencia.

En un volumen aparecido en 2015, La enfermedad de escribir, de correspondencia, les dice en una misiva de 1958 a los editores de Nomad: “hay música en todo, hasta en la derrota”. Esto es cierto, aunque para su caso, sería mejor decir: tenemos, aquí, una inapelable victoria (literaria), aun en la derrota.

 

>Un poema de Charles Bukowski, en versión de Esteban Moore

EN UN BARRIO DE CRIMEN

las cucarachas escupen

clips sujeta papeles

y el helicóptero gira y gira

su olfato busca sangre

sus reflectores inoportunos penetran

nuestro dormitorio

5 tipos en este complejo habitacional

tienen pistolas

otro un

machete

somos todos asesinos y

alcohólicos

pero hay peores en el hotel

cruzando la calle

ellos se sientan en la entrada

verde y blanca

banales y depravados

esperando que los institucionalicen

 

aquí cada uno tiene una plantita verde

en la ventana

y cuando nos peleamos con nuestras mujeres

a las 3 de la mañana

hablamos suavemente

y en cada puerta

hay un pequeño plato con alimentos

cuyo contenido

desaparece antes del amanecer

presumimos

comido

por los

gatos.

 

La vida de los otros ... es un clásico " Un imprevisto pasaporte para la eternidad de este mundo"

 28 Feb 2024   

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La vida de los otros

1984. El capitán Gerd Wiesler (Ulrich Mühe) de la Stasi, el temible órgano policial de la República Democrática Alemana —unos 100.000 agentes, unos 200.000 delatores—, repasa el plástico que recubre la silla en la que ha estado sentado un investigado, para evaluar la marca del sudor que la presión ha dejado en la misma. Wiesler es un comunista fiel, leal, uno de los mejores investigadores de la Stasi, un convencido de que cuanto hace sirve al Partido y al Estado. Por eso le han conferido un caso muy especial: vigilar a Georg Dreyman (Sebastian Koch), un célebre dramaturgo, al parecer tan fiel al régimen como Wiesler. Wiesler y su equipo cablean la casa de Dreyman e instalan una central de recogidas de datos en el desván del edificio. Pero esa vigilancia encomendada, otro trabajo sin más, cambia a Wiesler al observar la vida de los otros, una vida bien distinta de la suya, gris y espartana, una vida en la que fluyen los sentimientos que en torrente se precipitan en la sensualidad del amor, la pasión que existe entre Dreyman y su novia, la actriz Christa-Maria Sieland (Martina Gedeck), en la amistad entre Dreyman y su amigo el director teatral Albert Jerska (Volkmar Kleiner), que ya no puede trabajar porque es crítico con el Régimen, con el sentido del arte, su libertad Wiesler se adentra en ese universo prohibido, una y otra vez, viviendo peligrosamente interfiere indebidamente en la vigilancia, está atrapado, fascinado, raptado por esa vida de los otrosSi, durante una fiesta Jerska lee, a solas, un libro de poemas de Bertolt Brecht, Wiesler roba el libro de la casa de Dreyman y lo lee, conmovido en su anodino, sin vida, apartamento. Si, tras el sucidio de Jerska, Dreyman toca al piano la Sonata para un hombre bueno, que le había regalado su amigo, Wiesler anega su alma en esas notas que le invaden y le turban.

"La vida de los otros finaliza con una de las secuencias más hermosas que he visto en una película. Intensamente poética, emociona hasta el tuétano cuando un hombre digno, pero derrotado, descubre la dedicatoria de un libro"

No debo contarles más; sería injusto. Salvo que Wiesler descubre que Christa-Maria ha cedido a los avances del Ministro Hempf (Thomas Thieme), para no quedarse sin trabajo; que Dreyman tiene oculta una máquina de escribir Olivetti con la que escribe un artículo sobre el alto número de suicidios, ocultado, que se producen en la RDA, y que el artículo se publica en Occidente en las páginas de Der Spiegel; que todo se precipita, que hay muertes, casi suicidios, degradaciones, investigaciones saboteadas, que Wiesler no cede ante nada ni nadie, porque ahora es, ya, un hombre libre, apasionado, loco, como rezaba, en un poema William Butler Yeats evocando cómo desearía morir.

La vida de los otros (2006) finaliza con una de las secuencias más hermosas que he visto en una película. Intensamente poética, emociona hasta el tuétano cuando un hombre digno, pero derrotado, descubre la dedicatoria de un libro. Los pobres de espíritu heredarán la Tierra.

Florian Henckel von Donnersmarck debutó como cineasta, también el guión es suyo, con esta película. Luego su carrera no ha sido nada brillante, pero qué importa cuando logró que, con imágenes de celuloide impregnadas de verdad y emoción, un tiempo de plomo, que fue, es y será, salte por los aires dinamitado por el alma, el corazón de los hombres buenos. La vida de los otros es un clásico, sea lo que sea o signifique esa palabra; yo pienso que es algo así como un imprevisto pasaporte para la eternidad de este mundo.

***

La vida de los otros (Das Leben der Anderen, 2006). Producida por Quirin Berg, Max Wiedeman, Dirk Hamm. Escrita y dirigida por Florian Henckel von Donnersmarck. Fotografía, Hagen Bogdanski. Montaje, Patricia Rommel. Música, Gabriel Yared y Stephane Moucha. Diseño de producción, Silke Buhr. Dirección de arte, Christiane Rothe. Vestuario, Gabriele Binder. Interpretada por Ulrich Mühe, Martina Gedeck, Sebastian Koch, Ulrich Tukur, Thomas Thieme, Volkmar Kleinert, Matthias Brenner, Charly Hubner, Herbert Knaup. Duración, 137 minutos.


Con tres heridas yo Miguel Hernández: el poeta del amor, la muerte y la vida,

 

JOSÉ MARÍA BALCELLS

  , poesía

Con tres heridas yo

Con el título de tan hondo pálpito hernandiano Miguel Hernández: el poeta del amor, la muerte y la vidael cual remite a tres palabras sustanciales de un bien conocido poema de Cancionero y romancero de ausencias, la madrileña editorial Alfabeto ha puesto de nuevo en valor una antología poética del oriolano que el poeta, filólogo y etnógrafo salmantino José Luis Puerto había dado a conocer en Edaf en 1999, y que ahora vuelve a publicarse con algunas actualizaciones y distinta titulación.

Más allá de que esta edición pueda haber secundado el eco de la efeméride de los ochenta años de la muerte del escritor en un presidio alicantino en marzo de 1942, lo a mi entender relevante es que esta segunda comparecencia de la misma selección de poemas y del mismo prólogo no solo es oportuna, sino conveniente. No lo digo tanto por los textos seleccionados, en los que al fin y al cabo uno puede coincidir más o menos en la prevalencia de unos sobre otros, como sucede con cualquier antología, sino porque la editora nos ofrece de nuevo otra oportunidad para revisitar el estudio introductorio de José Luis Puerto, que considero esclarecedor y de indudable vigencia.

"José Luis Puerto nos pone al corriente, de una manera siempre muy precisa, de los contextos biográficos, culturales y literarios en los que desarrolló su trayectoria poética"

Dicho estudio entiendo que merece una relectura atenta que revalorice el aporte hermenéutico que supuso ya hace más de dos décadas. Y ese aporte procede subrayarse dentro de la copiosa bibliografía sobre el oriolano que no cesa de crecer en un sentido o en otro y en todas direcciones y ámbitos de difusión, y que se ha ido propagando desde entonces, es decir desde comienzos del presente siglo. Ambos vocablos, los de difundir y propagar, han de entenderse en todo el alcance significativo multiplicador que comportan y que les doy, y para bien de la memoria de la persona y de la obra de Miguel Hernández, para el mejor crédito de la poesía española contemporánea, así como para el aprecio de los lectores en general, de los de poesía en concreto, y por supuesto del hernandismo.

Antes de presentar sus más genuinos aportes sobre el universal poeta de Orihuela, José Luis Puerto nos pone al corriente, de una manera siempre muy precisa, de los contextos biográficos, culturales y literarios en los que desarrolló su trayectoria poética. Lo hace valiéndose de las contribuciones de especialistas de obligada consulta a la hora de aproximarse a la obra del autor antologado, pero sobre todo guiado por un experto del más alto nivel, el también filólogo salmantino Agustín Sánchez Vidal 

"Comienza José Luis Puerto remarcando cómo pivota Perito en lunas en torno a la clave de lo redondo y de lo cíclico, y destaca los elementos populares del primero de los libros de Miguel Hernández"

La base informativa antedicha constituye el preámbulo requerido en una edición como la que estoy reseñando, y en la que lo más granado viene después, obviamente. Viene como fruto de poner en ejercicio José Luis Puerto en la poesía de Miguel Hernández una mirada hermenéutica que responde en gran medida a su propia lectura de la realidad como sacral y de diapasón trufado de simbolismos que han de saberse leer una vez advertidos. En ese enfoque de algún modo se proyectarían, velis nolis, algunas convicciones y sentires personales plasmados en el quehacer lírico mismo del poeta albercano.

Comienza José Luis Puerto remarcando cómo pivota Perito en lunas en torno a la clave de lo redondo y de lo cíclico, y destaca los elementos populares del primero de los libros de Miguel Hernández, entre ellos los inspirados en el adivinancero, elementos que se conjugan con factores cultos, para más señas neogongorinos. A continuación va exponiendo sus comentarios analíticos sobre El rayo que no cesa, examinado en un epígrafe significativamente titulado “La herida del amor”, y en el que subraya el simbolismo que conllevan los objetos “punzantes”. El examen de dicho corpus antecede al de la poética hernandiana que designa como “civil”, expresada en las obras en verso del período bélico, Viento del pueblo El hombre acecha, libro este donde se acentúa lo que designa como “itinerario de la retracción”, el cual culmina en el poema que situó su autor como postrero, “Canción última”.  

"Tan interiorizada búsqueda la habría emprendido el poeta oriolano desde una triple conciencia de la herida, la que producen el vivir y el amar, así como la de saber que estamos destinados a la muerte"

Ese recorrido de retracción interior se profundiza en Cancionero y romancero de ausencias mediante una métrica en la que predominan ritmos de raigambre popular, y sobre todo merced a un vocabulario esencial y unas imágenes con las que el poeta alcanza “su cumbre artística, a base de esencialidad, desnudez, intensidad, precisión y desarrollo del arte de la sugerencia” (71). Ese corpus creativo tan emocionante se articula gracias a una dialéctica semántica entre lo abierto y lo cerrado. La apertura la representan los universales y los principios cósmicos regidores de lo matérico y de lo espiritual, a saber: el agua, el viento, la tierra, los astros, las estaciones, la naturaleza en suma. En contrapunto, lo cerrado “se configura como un paraíso en sí mismo” (45). Así lo califica José Luis Puerto, anotando que Miguel Hernández se diría que encontró en ese espacio un nuevo sentido al existir desde distintos ámbitos convergentes que conceptúa como “no agredidos”, y que son: el marco de la casa, y en ella el enser de la cama y el vientre de la amada; los seres en quienes volcó sus afectos más profundos, la esposa y el hijo; y cosas tan humildes como, entre otras varias, la cebolla, los zapatos viejos, las ropas del hijo.

Tan interiorizada búsqueda la habría emprendido el poeta oriolano desde una triple conciencia de la herida, “la que producen el vivir y el amar, así como la de saber que estamos destinados a la muerte.”, señala José Luis Puerto (45). Estos conceptos primordiales Miguel Hernández los aunaría en sendos vocablos diferenciados en aquel conocidísimo poema del Cancionero y romancero de ausencias que se inicia diciendo “Llegó con tres heridas”, y en el que el poeta fue cambiando de posición los tres términos conceptuales en otras tantas estrofas. El poema lo quiso finalizar adjudicándose el hablante a sí mismo esa triple herida. Y situó los conceptos básicos del texto en un orden escalar que estimo ascendente y que conlleva un mensaje muy significativo acerca de cómo los priorizaba el poeta a la hora de la evaluación de su propia conducta, una conducta inspirada en el ejemplo de la entrega, del darse, del amor:

Con tres heridas yo:
la de la vida,
la de la muerte,
la del amor.                  

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Autor: Miguel Hernández. Título: Miguel Hernández, el poeta del amor, la muerte y la vida. Antología poética. Editorial: Alfabeto. VentaTodostuslibros.

La España negra, Gutierrez Solana.

 El blog de Ila Basmati

La España negra, Gutierrez Solana. La visita del Obispo, 1926


Gutierrez Solana. La visita del ovispo, 1926

Nace en Madrid en 1886 y fallece en esta misma ciudad con 59 años en 1945.

Gutierrez Solana. La visita del ovispo, 1926

Sus años mas fecundos coinciden con el periodo de entreguerras.

Solana con su hermano Manuel y el crítico Sánchez Camargo. 1945.

1920 el pintor cumple 34, teniendo 54 en 1940.

Es importante señalar que este periodo coincide con su definitiva instalación en Madrid, donde ha regresado en 1917, cansado de la reclusión provinciana de Santander.

Antes de esta etapa de plenitud, Solana pinta una parte importante de su obra.

1904 con 18 años envía por primera vez obra a la Exposición Nacional de Bellas Artes.

Sin titulo, 1901

1906 vuelve a participar y Zuloaga lo elogia y adquiere su cuadro Procesión por Toledo.

Procesión por Toledo

1906-1920 se aleja de los corrillos artísticos porque se instala en Santander, pero no esta inactivo, aunque su obra es menos conocida.

Un maestro de escuela, 1906

Hace con un estilo consolidado y un discurso propio:

Iglesia de la aldea, 1906
Chulos y chulas, 1906
Santanderinos 1907
Plaza de las Ventas, 1907
Pasiego 1907 1908

 Los autómatas (1907), Las vitrinas (1910), El entierro de la sardina (1912), Las coristas (1915), El lechuga (1915-1917), Mujeres de la vida (1915-1917), La vuelta de la pesca (1917), La peinadora (1918).

El Lechuga y su cuadrilla 1917
El torero Lechuga, 1916
Las coristas, 1915
La peinadora, 1918
Mujeres de la vida, 1917-1918
Entierro de la sardina, 1912
Detalle de Las vitrinas
Las vitrinas
Retrato de mi tío Florencio Cornejo El mudo 1914
Autorretrato, 1918-1919
La vuelta de la pesca, 1917
El ciego de los romances 1915-1920
Los caídos

1920 comienza a ser tomado en consideración por los críticos y a producir obra de calidad con un ritmo más intenso.

Payasos, 1920

La serie se inicia con dos cuadros excepcionales, fechados en torno a 1920, La tertulia del café Pombo y El Cristo de la sangre.

La tertulia de Pombo, 1920

1920 iniciada en esta década la dinámica vanguardista de España, Solana no permanece ajeno a ella.

Corrida de toros en Chinchón, 1918

1925 interviene en la Exposición de los Ibéricos, que es la primera renovación plástica.

El cura de la aldea, 1923.

En vida expone en Paris 3 exposiciones y otras en Venecia, Berlín, Londres, Oslo, Nueva York, Pittsburg y San Francisco.

Santos de pueblo

Pero no consolidan su nombre, aun hoy internacionalmente muy desconocido.

El fin del mundo

Su pintura de entreguerras tiene concomitancias con el panorama internacional, que por entonces vuelve a la recuperación del figurativo, como en la vanguardia local que vuelve al obsesivo tema de las señas de identidad.

El estilo de Gutiérrez Solana no cuadra con el regionalismo español del primer tercio del siglo XX, ni con el expresionismo nacional con vocación cosmopolita, que le permite a Zuloaga tener un notable éxito.

Guerra

Tampoco cuadra con la vanguardia pretendidamente nacional de Alberto Sánchez o Palencia.

Disciplinantes, 1920

Lo que hace para crear desconcierto entre el silencio y la retorica local, son los ideales éticos y estéticos de la generación del 98.

Pájaros, 1921

Por lo que resulta intempestivo, un ejemplo antimoderno, creador a destiempo.

La corrida de toros, 1923

Aunque insiste en los temas del 98, hay un ideario regeneracionista, finisecular con personalidad.

Capea en Ronda, 1926-1927

La obra de Solana tiene un discurso propio, de hecho, su peculiaridad en arrastrar con insistencia las señas de identidad, de cara al naciente siglo XX, por la generación del 98.

La mascara y los doctores, 1928

Es esa forma, pero no el fondo, lo que le diferencia del resto de sus colegas coetáneos.

1929

Pero su pintura, su fórmula, no es nueva, ni en el contexto internacional de expresionistas internacional, el expresionismo truculento tiene notables representantes como el belga James Ensor, además de una dependencia Goyesca y de Zuloaga.

El espejo de la muerte, 1929

No puede provocar por la novedad de lo que hace, sino como artista a destiempo, por su insistencia y por la carga de violencia que comporta esa obstinación, capaz de generar una transformación cualitativa singular.

Las chicas de Claudia

Esa actitud de aislamiento y obstinación, no es nueva en la tradición pictórica española, incluso por pintores de la época contemporánea como Goya, que al buscar nuevas ideas y horizontes, se topan con el fondo irreductible de la vieja identidad española.

Representa Madrid y su gente, el acontecimiento callejero que termina en agitación popular, una agitación de guiñol, mascara de carnaval o resignado ceremonial de dolor anónimo.

Pero a diferencia de los casticistas y de los regionalistas así como de los regeneracionistas del 98, Solana no reivindica nada, no pretende comprender nada, rehúye cualquier explicación.

Sus paisajes se diferencian de sus contemporáneos, porque son siempre porque son panorámicas antropomórficas, fondos urbanos, la mayoría de las veces caseríos de pueblo que ayudan a caracterizar un lugar determinado, poro nunca con intención pintoresca.

Procesión de la muerte, 1930

Maniquíes, muñecos, mascaras, en su iconografía hay predilección por retratar figuras rígidas, acartonadas.

Nunca es nítida en su pintura, la frontera entre lo animado y lo inanimado.

Osario

Se entiende su afición por los pasos de Semana Santa con su trágica representación de episodios congelados

Los disciplinantes

La visita del obispo es una estampa del atávico enclaustramiento español, aunque sin concepción folclórica, presenta una agobiante e hierática composición claustrofóbica, que remite a Beckman o Morandi.

La Reunión en la botica, 1934

No practica la denuncia social, en lo que se separa del regeneracionismo moral del 98, así como de los regionalismos contemporáneos.

Murga de Cádiz, 1935

Hay un intento de crear un espacio de silencio.

Retrato de Unamuno, 1936

Donde se hace mas nítida esa búsqueda pictórica del silencio, que es una búsqueda de la inmovilidad, es en las escenas cotidianas de burdel, cuando representa autómatas en las vitrinas, .

En ellas la quietud se hace mas explicita y por lo tanto mas ruidosa.

El burro con mascara, 1936

¿Por qué busca el esqueleto de la realidad?

Mascaras, 1938

Una cuestión romántica muy poco folclórica.

El entierro de la sardina, 1943

La búsqueda de una osamenta para la invertebrada realidad española atenaza al 98.

Autorretrato con muñeca, 1943
Procesión en Zamora, 1943-1945

CALVO SERRALLER Francisco, FUSI AIZPURÚA Juan Pablo. El espejo del tiempo. Editorial Taurus, Madrid, 2009.

Fotos Trianart

http://vacioesformaformaesvacio.blogspot.com/2014/08/jose-gutierrez-solana-pintura.html

https://elcultural.com/solana-la-espana-negra-que-no-cesa