Alejo Carpentier en 'El arpa y la sombra' hizo un retrato elocuente de la soledad de un pontífice frente a sus decisiones trascendentales

 Tiara papal y pastelitos de crema

Alejo Carpentier en 'El arpa y la sombra' hizo un retrato elocuente de la soledad de un pontífice frente a sus decisiones trascendentales



Funeral de Pio IX (el Papa de 'El arpa y la sombra' de Carpentier).

Si nos ponemos estrechos, no pasa de ser una curiosa coincidencia, pero leer hoy los titulares de la prensa acerca de Papa dimisionario Benedicto XVI [B16] nos lleva en un vuelo directo de memoria literaria a las primeras páginas de El arpa y la sombra (1979) de Alejo Carpentier (Lausana 1904 – París, 1980). El protagonista del capítulo uno [El arpa] y motor de la historia de esa pequeña obra maestra (la última que escribió el más grande novelista cubano) es el Papa Pío IX, que además de ser el único pontífice que inspiró una tradicional pieza de repostería, el pionono, se le ocurrió la peregrina idea de canonizar a Cristóbal Colón. La historia del pionono es ya en sí otra novela.

Carpentier se sirvió de la peregrina estrategia geopolítica de Pio IX, que vio, entre otros desastres para la Curia, cómo los Estados Pontificios se desvanecían casi debajo de sus ventanas; en una rabieta, este papa excomulgó a Victor Manuel II de Saboya, pero aquello de nada sirvió: la suerte de Roma ante el mundo moderno estaba echada. La novela de Carpentier se divide en tres grandes capítulos: El arpa, La mano y La sombra, siendo un gran tejido de lenguaje barroco donde el dato histórico se mezcla ejemplarmente con la fantasía de la redacción novelesca.

Este papa inspirador, antisemita visceral (quitó y volvió a poner el gueto judío en Roma), le dio a Carpentier un material con mucha tela donde cortar, pues antes de ser investido sucesor de Pedro, había viajado a América Latina, y eso aparece ya en las primeras páginas del texto para luego adquirir importancia en la trama, que roza la novela de intriga, donde manera elíptica surgen paralelismos con lo que sucede en la Curia actual.

Si leemos L’Osservatore Romano de anteayer, vemos como su director Giovanni Maria Vian recuenta que B16 al volver de su viaje a Cuba, redacto a mano y firmó su dimisión. “Algo vio, o algo le dieron de comer en La Habana”, habría especulado el gran fabulista antillano, que deja caer en El arpa y la sombra que ya el futuro Pio IX no volvió a ser el mismo después de la aventura atlántica, citando incluso, los villancicos populares que oyó en Chile, que rondan, en la novela, la cabeza del papa mientras oye a lo lejos los campanarios romanos.

En el arranque de El arpa y la sombra, tras el imponente y casi operístico viaje en la silla gestatoria por los salones vacíos plenos de tapices sombríos y otras obras de arte, Pio IX llega a sus estancias privadas, y ya en su despacho se queda solo con un vaso de horchata. Este párrafo de Carpentier resulta casi una premonición, publicada hace casi 35 años, pero según los especialistas en su obra, escrita hace medio siglo:

“Firmar el decreto que tenía delante era gesto que quedaría como una de las decisiones capitales de su pontificado… Volvió a mojar la pluma en el tintero, y sin embargo, quedó la pluma otra vez en suspenso. Vacilaba nuevamente…”

El arpa y la sombra fue una publicación tardía, pero el argumento rondaba a Carpentier desde décadas atrás. Se publicó primero en México por la editorial Siglo XXI en 1979 y un año después en La Habana en una modestísima colección barata de nombre Cocuyo. En España, la mantiene en catálogo Alianza y Akal.

El papado de Pío IX (el papa epiléptico) fue el número 255 y duró 31 años y le sucedió León XIII (el papa poeta) como elegido 256, que estuvo en el sacro sitial 25 años (su cónclave fue de los más cortos de la historia: 2 días) y para quien un farmacéutico romano creó una “versión reforzada” del famoso tónico mariano (o jarabe Vin Mariani) a base de hojas de coca (también al parecer contenía láudano, belladona y nuez moscada: una bomba). León XIII se dormía hasta de pie, pero con el uso del tónico, del que consumía cada vez más botellas, se desperezó, volvió a cantar en latín y hasta a componer versos. Leon XIII, que vivió hasta los 93 años, fue el primer papa llevado al celuloide, filmado en 1896. Siempre aparece sentado y no está claro cuando dejó de caminar: el secretismo es parte del sello de la casa. Pío IX engordó muchísimo al final de su vida y los retratos lo disimulan poco; Carpentier habla de su peso en la silla de marras.

En El arpa y la sombra se alude a la tiara papal como símbolo máximo del poder. Durante años ha habido un constante tira y afloja con eso, unos diciendo que hay que ponérsela, y otros que no. A los papas bajitos les queda peor. A Pío IX, el coprotagonista junto a Colón y héroe secundario de Carpentier, lo enterraron con la suya. A propósito de tiaras (fue Pablo VI quien se negó a ponérsela por primera vez), en 1981 los católicos húngaros para demostrar su devoción a Juan Pablo II le regalaron otra tiara “para su uso privado”, lo que no está claro es en qué actividad “privada” un papa puede colocarse en la cabeza ese artefacto. Y en 2011, para no ser menos, los católicos alemanes le regalaron a B16 otra tiara nueva con gemas como almendras.

https://elpais.com/cultura/2013/02/12/actualidad/1360700345_110398.html


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