No busquen mensajes en los mensajes de la nueva derecha: busquen sus propias reacciones a esos mensajes
Elon Musk y Donald Trump en un acto de promoción de los vehículos Tesla en la Casa Blanca a mediados de marzo. / The White House |
Guillem Martínez 21/03/2025
1- Desde el arte hasta el fútbol casi todo posee una gramática. Por lo que es necesario conocer la gramática de casi todo, pues casi nada es aquello por lo que se define a través del lenguaje.
2- Hola. Martínez. El trumpismo es un lenguaje críptico, compartido y aplaudido –lo que no significa que sea entendido– para unos, y algo incomprensible e indescifrable para otros. Pero nada es críptico siempre y todo el tiempo. En el presente artículo les explico últimos y novedosos elementos de la gramática trumpista, que hacen el fenómeno más comprensible. Es decir, también más vulnerable.
3- ¿Les sorprendió el vídeo, hecho con IA, sobre la nueva promoción de apartamentos en Gaza, elaborado y difundido por La Casa Blanca? Si les pareció insultante, deben saber que esa no era su intención. Era otra, en tanto el vídeo estaba emitido desde una lógica comunicativa experimentada por ISIS, conocida por los analistas de comunicación.
4- El vídeo no buscaba comunicar ningún mensaje. En términos generales, no busquen mensajes en los mensajes de la nueva derecha: busquen sus propias reacciones a esos mensajes, que es lo que esos mensajes pretenden edificar. La función y razón del vídeo era, únicamente, construir un supervillano. Bueno, dos: Musk y Trump, personajes a los que la IA no ahorra el cuerpo fofo, repelente, repulsivo, del malo de la peli. El sentido de la construcción de esos supervillanos es el mismo que se pretendía con aquellos vídeos de ISIS, en los que un tipo gordo y feo decapitaba, de manera obscena, con un cuchillo, a una persona inocente y débil –básicamente, eso es lo que pasa también, de otra forma, en este vídeo–. A saber: provocar y acaparar el rechazo del espectador. Y canalizar ese rechazo. ISIS se encargaba de señalar que era el clamor de un Occidente impío y degenerado. El trumpismo, a su vez, señala que se trata del clamor del progresismo, local y mundial, impío y degenerado.
5- Por cierto, un pequeño inciso. Esa forma de comunicarse en modo Trump/ISIS, para crear olas de ira con las que vertebrar un grupo a la defensiva, por aquí abajo ni la huele Vox –una extrema derecha estadísticamente más vieja y rancia que nueva–, pero la domina, en modo al dedillo, Ayuso. O el pollo de su pinganillo. Pasen de sus palabros. Están diseñados para todo, salvo para que pasemos de ellos ocho pueblos, momento en el que se convierten en aire. Fin del inciso. Seguimos para bingo. Trump. Gramática.
6- Es muy posible que eso mismo –un vídeo para crear un supervillano de ISIS– fuera lo que sucedió en la Casa Blanca el día en el que le dieron del frasco carrasco a Zelenski. No duden de que todo aquello fue una escenografía pretendida, a través de la cual Trump y Vance no estaban elaborando tanto política, como un espectáculo protagonizado por dos villanos. Lo que aludiría a una gramática pobre, al empleo de una misma técnica para diversas funciones. Con Zelenski, de hecho, se consiguió lo inaudito. Además de lo del supervillano, se escenografió un fin de época de tal manera que, al poco, sucedió lo imposible. Europa comprendió lo del fin de época al vuelo, de manera que anunció su rearme, esa demanda de cuando Trump 1.0. Algo fundamental, si la voluntad de Trump es, recordemos, deslocalizar militares estadounidenses de Europa para llevarlos a hacer guardia frente a los luceros de China.
7- La búsqueda del grupo compacto es un clásico del autoritarismo. Y una constante de los partidos de guerra cultural, incluso de los de –sí, tenemos de eso, brrrrr– izquierdas. Pero también resulta su talón de Aquiles. El grupo político compacto es una suerte de relación sentimental –de masas–. Y, por ello mismo –qué les voy a explicar a ustedes de las relaciones sentimentales que no sepan ya de ESO–, algo frágil e inestable, siempre próximo al éxtasis o al fracaso. En esta emisión de autoritarismo, el grupo que se pretende crear y mantener en la pasión constante es sumamente raro. E improbable. Al contrario que en los años treinta y cuarenta del siglo XX, este nuevo autoritarismo no nace para frenar al socialismo, sino que, precisamente, nace de la ausencia de socialismo, de cualquier amenaza y límite al neoliberalismo, que se confirma como el único proyecto económico, social y cultural en el planeta. El grupo, en esta emisión, no está generado, por lo tanto, por hermanos de trinchera, cutres, pobres, desesperados y con léxico anticapitalista, sino por todo lo contrario: una élite económica reducida y sumamente localizada. Se trata de un grupo canijo, tecnológico y de clase sumamente alta que, tras argumentar cosas que están en el aire, que son la época y que el progresismo y la derecha clásica no verbalizaron –la crisis de la democracia, su ineficacia–, crearon o participaron de herramientas tecnológicas –en ocasiones próximas, hasta entonces, al cyberanarquismo sexi: la cosa blockchain, la cosa criptomonedas–, lo mezclaron todo con la IA y sus posibilidades para el control social y la toma de decisiones –sesgadas–, todo ello con el fin de acabar por completo no solo con las instituciones democráticas, sino con la propia cultura democrática. Esa élite ahora ya no experimenta, sino que están tomando el control de las infraestructuras del Estado en EEUU. Sí, es espectacular. Pero que el espectáculo no les impida ver las problemáticas, impedimentos y chungos que ese proyecto tiene.
Esa élite ahora ya no experimenta, sino que están tomando el control de las infraestructuras del Estado en EEUU
8- Un problema –y no el menor– es que, como en el siglo XX, es difícil crear un movimiento de ricos hacia el que los pobres tengan empatía ciega y perpetua. Más aún si, en esta edición, los ricos no se limitan a regar de pasta al Nationalsozialistische Deutsche Arbeiterpartei, sino que hoy, los mamones, aspiran a dirigirlo, a ejercer la política, sin catetos austríacos como intermediarios. Resulta difícil, en efecto, crear, con un escaso número de millonarios tecnológicos –y más bien sociópatas, como Elon Musk o Peter Thiel… o Trump–, un grupo que transcienda la política y cree la comunión eléctrica y constante entre masa, política y Estado, pretendida y necesaria para suplir la democracia. Y esas dificultades ya han empezado a verbalizarse. Lo que no es anecdótico.
9- The New York Times, que en su día informó de tensiones entre Musk y el Gobierno Trump –solucionadas sometiendo a DOGE, la agencia de Musk, al mandato directo de Presidencia/Trump; lo que, en efecto, ilustra tensiones; y cierto freno, tal vez, a la revolución neoliberal anunciada; no todo el Gobierno, en fin, quiere expulsar funcionarios, por ejemplo–, informa ahora de un serio enfrentamiento entre Steve Bannon –ideólogo durante el trumpismo 1.0; el cateto austriaco ese; un reaccionario populista que iba a comerse el mundo y estructurar la extrema derecha europea, hasta que fue al talego por mangar pasta de los fondos recaudados al volks para alzar el muro mexicano– y Elon Musk –ideólogo aparente, o al menos momentáneo, del trumpismo 2.0–. Como todo en un movimiento dramático y teatral, son enfrentamientos dramáticos y teatrales. Pero explican la madre del cordero: el enfrentamiento, sin solución, entre un populismo popular, forjado desde el Tea Party –es decir, lentamente, desde 2010 y de manera analógica–, que se centra en el nacionalismo, la antiinmigración y la identidad/el racismo con el populismo millonetis y tecnológico, más dado a los negocios y a las posibilidades digitales del racismo. El drama está servido. Compren palomitas.
Ya se habla del rostro de Mar-a-Lago, un rostro que hermana a todos los usuarios de la élite trumpista
10- El grupo más importante del trumpismo es, no obstante, aún más minoritario y reducido. Y, por ello, mucho más fácil de identificar. Y, por lo mismo, de parodiar. Se trata del mismísimo pack Trump, conocido como Trumpland, o como Mar-a-Lago. Es la Familia Real, el Camelot, el Kehlsteinhaus de Trump. Se trata de un grupo extraño. Es decir, poseedor de una gramática propia. Sabemos que son hombres y mujeres ricos y universitarios –sin un gran expediente, por lo común–. En el caso de ellas, son independientes, dueñas de su propia vida. Si hubiera que buscar un paralelo histórico que dibuje en el tiempo un grupo poderoso de ricos centralizado, reaccionario, no democrático, que integra mujeres libres, igual habría que remitirse al Versalles que dibujó Saint-Simon en el siglo XVIII. Fue, en efecto, un grupo fascinante. Pero siempre peligrosamente próximo al ridículo. Uno de los rasgos más cercanos a lo grotesco son, en esta ocasión, los rasgos. Es decir, el abuso de los arreglos estéticos. De hecho, ya se habla del rostro de Mar-a-Lago, un rostro que hermana a todos los usuarios de la élite trumpista. Tanto en hombres como mujeres, es una mezcla de pómulos, bótox y arreglos dentales uniformes, que construyen un rostro muy al gusto de una sola persona. Si tu rostro gusta a esa persona, eso facilita al usuario del rostro su ascenso a la política. Ese ha sido el caso, se dice, de Kristi Noem, mi ministra favorita. La de Interior, famosa por matar a su perro de un disparo –es una pena que no den el Nobel por eso– y que, seis meses antes de las elecciones, se hizo unos arreglitos en la dirección adecuada. Ese es también el rostro/biografía de Kimberly Guilfoyle, modelo y/o periodista de la Fox, a la que se le ha dado una patada hacia arriba –ha sido nombrada embajadora en Atenas–, una vez que, se dice, ha partido peras con el hijo de Trump, con quien salía entre operación y operación. Estén atentos a esta nueva selección de élites por, literalmente, la cara. Se trata de un nuevo acceso, aún más marciano, a la selección negativa, ese llenapistas del neoliberalismo. Crecerá antes de explotar.
11- Sabemos poco de las políticas de Trump entendidas como gramáticas. A saber: ¿a dónde conducen? ¿Qué se pretende con la crisis constitucional que se está declarando en EEUU? ¿Qué pasará, qué gramática surgirá cuando los tribunales penalicen a Trump? ¿Cuál es la gramática que explica este choque gratuito con los tribunales a partir del tema inmigración, del tema despido de funcionarios, del cierre de agencias gubernamentales, de la expulsión de personas trans del Ejército y del deporte universitario? Pero empezamos a conocer más sobre la gran construcción dramática y gramática de Trump, tal vez la gramática que las une a todas. Lo de los aranceles.
Con los aranceles –ciertos y vacilantes a la vez, experimentales y reales al mismo tiempo– se abren dos vías de investigación
12- Con los aranceles –ciertos y vacilantes a la vez, experimentales y reales al mismo tiempo– se abren dos vías de investigación. Vía a): pensadores próximos a la nueva extrema derecha opinan que los aranceles –entendidos como un plus de recaudación, lo que es no entender los aranceles, su locura, la crisis que están provocando, cuya metáfora fue el pánico en las bolsas EEUU, el pasado día 11 de marzo, ante una recesión que ya se huele– son, junto a los recortes del DOGE de Musk, esa motosierra, un intento desesperado para pagar la deuda pospandémica, creada por Biden. La vía a) es poco probable. No es una gramática que explique los aranceles, sino una gramática propagandística, que defendería la motosierra, ese mito –falso, salvaje– de la nueva extrema derecha. La vía b), más verosímil, en casa la conocemos como vía Quim Moncanut.
13- El señor Moncanut es un lector que, para mí, es como una madre. Es decir, me aprecia, si bien nunca me da la razón. En ese sentido, me pasó hace unos días un artículo de Yanis Varoufakis, que aporta el ser la primera descripción de la gramática de los aranceles de Trump. No se la pierdan. Varoufakis quizá sobreestima a Trump. Es decir, le dota de una inteligencia y un plan malévolo superior a lo que puede ofrecer. Pero, en todo caso, dibuja una lógica de los aranceles a tener en cuenta y que, con el paso de los días, parece confirmarse.
Según Varoufakis, Trump pretende hacer un Nixon Shock con el fin de comerse con patatas los acuerdos de Bretton Woods
14- Según Varoufakis, Trump pretende hacer un Nixon Shock, esa serie de piruetas que Nixon moduló en 1971 –congelación de precios y salarios y, tachán tachán, aumento de aranceles– con el fin de comerse con patatas los acuerdos de Bretton Woods –la conferencia monetaria y financiera de las Naciones Unidas, en 1946, en la que se acordaron las políticas económicas mundiales y las dinámicas del comercio mundial: la cosa FMI, el Banco Mundial, el dólar como moneda internacional–. La idea del Nixon Shock era superar la inflación y el déficit comercial –por primera vez en el siglo XX, Estados Unidos, en 1971, tenía una balanza comercial deficitaria–. Para todo ello, Nixon suprimió la convertibilidad del oro en dólar. Lo que cambió todo y provocó que el dólar, a través de, lo dicho, un shock, una crisis internacional –a la que colaboró, y mucho, la subida de aranceles– devaluara tácitamente su valor. ¿Qué pretende Trump hoy? Algo parecido, según Varoufakis.
15- Trump pretende “instaurar un nuevo orden internacional”. Su plan es llevar a cabo en 2025 un 1971, “un Nixon Shock: un shock global”, con el que Trump pretende “un dólar hegemónico y bonos del Tesoro estadounidense de bajo interés”. Es decir, un dólar depreciado, más barato. “Sabe que los mercados nunca lo conseguirán por sí solos. Solo los bancos centrales extranjeros pueden hacerlo por él”, para lo cual deben ser obligados a actuar. “Y ahí es donde entran en juego sus aranceles”. “(Trump) no solo esperará que cada interlocutor reduzca los tipos de interés internos, sino que exigirá cosas diferentes a cada uno. A los países asiáticos (…) les exigirá que vendan una parte de sus activos en dólares a corto plazo a cambio de su propia moneda. A la eurozona (…) podría exigir tres cosas: que a) acepten canjear sus bonos a largo plazo por bonos a ultralargo plazo o incluso perpetuos; que b) permitan la migración de la manufactura alemana a Estados Unidos; y, por supuesto, que c) compren muchas más armas fabricadas en Estados Unidos”. La cosa c) está pasando. Por un tubo. Y la b), me temo.
Los aranceles no son la motosierra, esa locura autónoma, sin necesidad de lógica/gramática. Pueden ser, claro, otra locura autónoma
16- Los aranceles no son la motosierra, esa locura autónoma, sin necesidad de lógica/gramática. Pueden ser, claro, otra locura autónoma. O pueden ser lo de Varoufakis. Si lo son, son una operación no carente de riesgos. Altísimos. Concretamente, dos. Riesgo 1): la ruina interna, la recesión y, con ella, la modificación de políticas económicas gore. Riesgo 2) “Pekín podría (…) convertir a los BRICS en un nuevo Sistema de Bretton Woods”. Vamos, que podría pasar que el yuan fuera el nuevo dólar para amplias regiones del mundo y de productos. Quizás eso es lo que hay al final de esta gramática, con muchos números de ser fallida, de lo de los aranceles. Además de una recesión mundial clara, anunciada ya por el BCE y por Fitch. Y, claro, por la Bolsa de NY.
17- Como ven, el trumpismo es una gramática repleta de fallos. Pero no se confíen. En Europa, tomaduras de pelo más endebles y artesanales, a través de gramáticas aún más cutres, como el brexit o el procés, duraron más de diez años, aún hoy son fuertes, y crearon un nuevo mundo y más próximo al cosmos ultraderechista, en el que hoy estamos.
18- Es más, el trumpismo, esa gramática ruinosa y ridícula, carece de oposición, como queda claro en el enfrentamiento Trump-universidades, en el que las universidades de EEUU están en modo NS/NC. Una victoria como la del trumpismo no se explica sin grandes derrotas previas. La muerte de la universidad, como derrota previa, es de las más gordas, si se fijan.
Autor >
Guillem Martínez
Es autor de 'CT o la cultura de la Transición. Crítica a 35 años de cultura española' (Debolsillo), de '57 días en Piolín' de la colección Contextos (CTXT/Lengua de Trapo), de 'Caja de brujas', de la misma colección y de 'Los Domingos', una selección de sus artículos dominicales (Anagrama). Su último libro es 'Como los griegos' (Escritos contextatarios).
0 Comentarios