El mito de Sísifo o cómo encontrar sentido a nuestra rutina diaria

‘Sísifo’, obra de un imitador de Ribera (siglo XVII) – Wikimedia

por David Rubio10/03/2025

 “No hay destino que no se venza con el desprecio”. Albert Camus es, entre otras muchas cosas, uno de los mayores fabricantes de sentencias de nuestra era. Da igual el “problema” que tengas, siempre habrá una frase, concepto o sugerencia de Camus que pueda servirte de alivio.

Y como no podía ser menos, el escritor francés de origen argelino también tuvo tiempo de explorar un personaje mitológico que le venía como anillo al dedo para explicar su filosofía del absurdo: Sísifo y su inseparable piedra, ahora arriba, ahora abajo.

Pero, ¿podemos bajar la ladera de la montaña con una sonrisa sometiendo nuestro infinito tormento? ¿hay forma de transformar el aburrido “absurdo rutinario” en entusiasta e ilusionante clarividencia? Por supuesto, porque “el esfuerzo mismo para llegar a las cimas basta para llenar un corazón de hombre”.

El Sísifo griego, ¿un ‘pieza’ que se ganó su castigo?

Pero antes de ponernos en modo existencial con el análisis camusiano del mito, hay que ir a la fuente para entender que el caso de Sísifo es bien diferente al de otros castigos divinos mucho más controvertidos.

Desde luego que Sísifo no era Prometeo, que asumió su castigo por su indómita rebeldía, ni siquiera Edipo que se ve arrastrado por un destino trágico que no ha “elegido”. El Sísifo griego no elige la piedra, pero sí su destino.

Fundador y rey de Éfira, más tarde conocida como Corinto, por donde también pasó Medea, Sísifo fue promotor de la navegación y el comercio. Pese a que Homero no aclara en sus obras la causa de su célebre castigo, se le describe en La Ilíada como el más astuto y artero de lo hombres, en principio en sentido peyorativo.

Sísifo burla a Zeus… y a la muerte

‘Sísifo’ de Tiziano (1548) – Wikimedia

Aunque Orfeo es uno de los pocos humanos que bajó al Hades y regresó para contarlo, Sísifo también puede presumir de haber burlado a la muerte… ¡dos veces! Primero fue condenado por Zeus por revelar uno de sus múltiples secretos románticos: Sísifo habría confesado a Asopo que su hija Egina había sido raptada por el mandamás del Olimpo.

Furioso, Zeus envío a Tánatos a que rindiera cuentas con Sísifo, pero este se las arregló para encadenarlo. Fue un momento singular en la historia de la humanidad, ya que durante ese tiempo la muerte no hacía su trabajo: ¡no moría nadie! La suspensión de una de las condiciones esenciales de la humanidad (y el riesgo de superpoblación) asustó a Zeus que envió a su hijo Ares para que rompiese las cadenas de la muerte.

Pero Sísifo todavía se libraría una segunda vez de la muerte con un método más rocambolesco. Antes de morir, y temiéndose lo peor, Sísifo convenció a su mujer Mérope para que no le rindiera homenaje con ofrendas, como era costumbre en la Grecia antigua.

Cuando se encontró en el inframundo se las arregló para embaucar a Perséfone, mujer de Hades que se apiadó de Sísifo permitiéndole volver para cumplir con sus póstumas obligaciones junto a su mujer. Por supuesto, no volvió al inframundo. Tánatos no quiso regresar a por él habida cuenta de lo que le había pasado la primera vez…

Sísifo, el héroe del absurdo

‘Sísifo’ de Antonio Zanchi (1660) – Wikimedia

Camus toma el mito clásico y lo lleva a su terreno, tomando partido a su favor desde el principio de su análisis, porque para el pensador francés Sísifo no era el más artero, “sino el más prudente y sabio de los mortales”.