El cineasta dedica su nueva película, 'El último suspiro', a la muerte y a la libertad de decidir cuándo se quiere acabar. Con 92 años, "y el horizonte de la muerte cada vez más cerca", Costa-Gavras mantiene intacta la vitalidad de su cine. La película compitió en el Festival de San Sebastián.
Denis Podalydès, Ángela Molina y Kad Merad, en una secuencia de 'El último suspiro'.Wanda Films
Begoña Piña Madrid-23/04/2025
"En lo más profundo uno sabe que se tiene que preparar, porque yo a mi edad tengo cada vez más cerca el horizonte de la muerte". Ha cumplido 92 años, aunque su vitalidad intelectual, artística y física no lo revelen, y ha empezado a indagar en un asunto "que me concierne personalmente, como hago en todas mis películas". Costa-Gavras, nombre esencial del compromiso político desde el cine, reaparece con una película sobre la muerte, El último suspiro, sobre la dignidad en la vida y en el final, sobre la necesidad de conseguir la libertad de decidir cuándo se quiere acabar y sobre lo que esto cuesta económicamente a los gobiernos del mundo.
"La muerte también es un problema económico", dice el cineasta, que participó con esta película en el Festival de San Sebastián. "El problema no es de médicos, es de dinero y, por otro lado, de coraje de la clase política. Los políticos no se atreven a abordar el tema de la muerte digna porque toca distintas sensibilidades. Las religiones no lo permiten y los políticos no se atreven, así que la sociedad tiene que luchar para llegar a esto".

El último suspiro, inspirada en el libro del mismo título de Claude Grange y Régis Debray, es un ejemplo de honestidad y de humanidad, un cine sin aspavientos, perfectamente coherente con el resto de la filmografía de este creador, en el que se dice justamente lo que se quiere decir con inteligencia y sensibilidad. "Una película al final no es un discurso político ni religioso, es una obra para provocar emociones. He hecho esta película para tratar de entender y para mostrar lo que siento yo".
"Creo que al final hay que estar preparado para partir con dignidad y dejar a los demás una cierta nostalgia más que una tristeza profunda o angustia. También quería hacer esta película para hablar de la forma de partir", afirma Costa-Gavras, que denuncia que el sistema que existe en Francia y en otros países europeos es "moderno, pero reducido". "Si llegas a una edad en la que ya no quieres continuar y pides ayuda para terminar, en Europa no te la dan, esto no existe, y tenemos que llegar a ello. En los países democráticos tiene que haber un lugar donde se pueda decir quiero terminar".
El gran tabú
Kad Merad y Denis Podalydés son los protagonistas de esta película, en la que participan Charlotte Rampling, Ángela Molina, Hiam Abbass y Marilyne Canto, entre otros. Un médico, Augustin Masset, y un escritor, Fabrice Toussaint, se enfrentan con la muerte. El primero mira cara a cara al final de la vida de sus pacientes, mientras que el segundo se encara con su propio destino.
Drama y comedia, como la vida misma, la película explora desde un territorio inusual la muerte. Gran tabú en el mundo occidental que, incluso a Costa-Gavras, le costó derribar para contar esta historia. "Al principio yo estaba impresionado, pero a medida que iba avanzando me iba interesando los diferentes casos que hay en la película, porque más o menos son verdaderos. Aunque estén ficcionados para el cine, todos corresponden a personajes reales. Ahora, para decir la verdad, me siento mucho mejor, aun sabiendo la edad que tengo".
Un acto político
"Creo que estamos en un momento en el que hay que hablar de la muerte a la sociedad. Durante mucho tiempo lo hemos dejado de lado, no queríamos hablar del tema, era una cosa como aterradora o sucia, que daba miedo y daba angustia, pero hay que hablar de ello y prepararse", dice el cineasta, que reconoce que en Francia se está tratando de aprobar leyes relacionadas con ello, pero "no lo conseguimos porque a la gente le da miedo".
Con una carga filosófica muy interesante, la película de Costa-Gavra mantiene el espíritu y el contenido político de todo su cine y de toda su vida. "A partir del momento en el que uno hace algo que llega a millones de personas, eso se convierte en un acto político", sentencia el creador ateniense, que para confirmarse a sí mismo echa mano, por supuesto, de los clásicos. "Creo que esa es la policía del mundo griego. Uno se dirige a la ciudad, a los ciudadanos, y les habla con sentimientos concretos, ya sea positivos o negativos, y el que te escucha también siente determinadas cosas. Y eso es política. Nuestros actos siempre siempre son políticos".
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