No me gusta utilizar la palabra «fascismo» en cualquier circunstancia, por ejemplo al actual gobierno de Argentina, que buscar destruir el estado nacional en contraposición al fascismo clásico, pero cuesta reemplazarla. En Estados Unidos es más fácil utilizarla: hace menos ruido. Aquí, una nota que parece contradictoria con la anterior, que describía la ofensiva de Trump (retirada de los fondos federales) a las universidades más prestigiosas (privadas y para ricos) por considerar que proveen de cuadros a la CIA y demás estamentos del «estado profundo», el verdadero poder. Como se verá al completar esta nota con la que sigue, quienes acusan a Trump y su pandilla de desbarrancar en un (neo) fascismo hecho y derecho no carecen de fundamentos. Y eso que ni siquiera ¿por clasismo? mencionan las decenas de miles de deportaciones de «marrones», «latinos, «hispanos», embarazadas y aún niños, siendo como es que los tatuados, por el mero hecho de serlo, suelen ser remitidos sin proceso judicial alguno a la cárceles de máxima seguridad de El Salvador de Bukele, un nuevo Guantánamo.
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