El proteccionismo comercial está en el ADN republicano, pero la escalada arancelaria es de tal dimensión que ha generado, en un tiempo récord, una gran incertidumbre en los mercados, las empresas y los consumidores, que temen la llegada de una contracción que podría ser global.
Diego Herranz Madrid-20/04/2025
Todos y cada uno de los dirigentes del Partido Republicano desde Ronald Reagan han tenido su doble receta económica basada en rebaja de impuestos y guerra arancelaria. Y todos ellos, salvo el exactor hollywoodiense (beneficiado por la precipitación del final de la Guerra Fría), han conducido a EEUU a etapas recesivas.
Destaca George W. Bush, que anotó dos periodos de recesión económica. Donald Trump ya registró bajo su primer mandato una contracción del PIB. Y ahora, en el segundo, sin haber alcanzado los 100 primeros días de gracia, parece encaminado a llevar nuevamente la economía americana a los números rojos. Y la mundial, porque JP Morgan Chase ya estima una probabilidad de contracción global del 60%. Dos premios Nóbel, además de una larga pléyade de economistas, advirtieron de que el espectro de la inflación que propagó Trump en la campaña electoral era una falacia. Joseph Stiglitz y Paul Krugman alertaron a los votantes de que se trataba de otra artimaña del candidato republicano. Los precios empezaban a estar bajo control tras dos largos años de subidas de tipos de interés por parte de la Reserva Federal y la actividad había dado sobradas muestras de resiliencia bajo la política antiinflacionista y de subsidios a la industria y a la transición energética verde de Joe Biden. Pero las tesis keynesianas no comulgan con el neoconservadurismo extremo que se ha instalado en la Casa Blanca. Es la versión económica del odio a lo que llaman woke de un presidente y su cohorte de milmillonarios que han implantado el recetario de la Heritage Foundation, el think tank que siempre estuvo detrás de las guerras comerciales y rebajas fiscales de todos y cada uno de los presidentes republicanos de la era moderna. Solo que el Project 2025 que ha emanado de sus ejecutivos contiene una carga ideológica adicional que empieza a definir la versión Trump 2.0: clama venganza en todos los movimientos dirigidos a enterrar cualquier vestigio económico del mandato demócrata. La batalla arancelaria de Trump ha invocado al fantasma de la recesión. No solo en EEUU, sino que afectaría a toda la actividad mundial. Pese a que heredó una coyuntura de fortaleza, el alcance de su empeño en destrozar el principio de la libertad de tránsito de mercancías, servicios, capitales y trabajadores ha provocado un clima de vientos huracanados en los mercados de capitales, en los hogares y en las empresas. Porque han sembrado el caos global sus aranceles recíprocos, sus exagerados gravámenes a rivales como China y los injustificados a aliados como la UE, Canadá o México, así como sus tarifas al acero, al aluminio o a los automóviles. Barómetros que alertan del peligroLas bolsas fueron el primer termómetro. El 3 de abril, la jornada que sucedió a lo que el Ejecutivo del presidente llamó el Día de la Liberación arancelaria, el Russell 3000, quizás el índice más amplio del mercado norteamericano, cayó un 5%; el 4 de abril, se dejó otro 6% cuando China avisó de que contraatacaría con aranceles del 34% (a lo que el inquilino del Despacho Oval respondió con el adicional del 125%, que volvió a replicar Pekín), en línea con el 6% que cayó esa jornada el índice tecnológico Nasdaq, con 86 de sus 100 cotizadas en rojo. Al igual que la mayoría de las acciones del sector financiero. Con los bancos de inversión a la cabeza, ante la presión de la deuda federal americana y con el bono a 30 años alejándose de la psicológica barrera del 5% de rentabilidad (y, por ende, de confianza en el futuro económico de EEUU), tras registrar ventas masivas a raíz del tsunami arancelario de Trump. Pero no fue el único barómetro. El barril de crudo Brent, ante el temor a una drástica caída de la demanda petrolífera global, descendió a los 65 dólares. El cobre, que se disparó durante una semana ante el encarecimiento de las materias primas metálicas y el acopio de este material por parte de fábricas y compañías, especialmente estadounidenses, se desplomó en varias sesiones. O el oro, que ha elevado todavía más su estatus de valor refugio en tiempos de crisis al coquetear con una onza a 3.500 dólares. Como señala The Economist, los procesos de fusión y adquisición o las salidas a bolsa (como las de Klarna, Medline o Stubhub) se han paralizado alertadas por VIX, el indicador con el que se mide la volatilidad bursátil, también en escalada alcista. Todo ello ha alterado la atmósfera económica americana, donde la ya de por sí temida estanflación (estancamiento económico, con aumento del paro y de la inflación) puede llevar a la Reserva Federal a un periodo de dudas existenciales sobre bajar tipos para espolear la actividad o subirlos para controlar los precios. Mientras, sigue el riesgo de recesión: el presidente de la Fed, Jerome Powell, ha avisado de que los datos que manejan apuntan a una ralentización en EEUU en el periodo enero-marzo. La cadena de contagio en EEUU toca de lleno a la demanda interna, el indiscutible motor de su PIB. David Kohl, economista jefe de Julius Baer, justifica el dato de inflación de marzo -inferior al esperado por el mercado- en "la contención de los consumidores, que están reduciendo su gasto discrecional" ante los efectos de los aranceles. Esto, en su opinión, deja en suspenso la decisión de la Fed del 7 de mayo y retrasa un recorte de tipos a la segunda mitad del año. Uno de los cálculos que mejor ilustran este temor inflacionista es el que ha dejado TechInsights, firma de análisis de datos, que avanza que el precio de venta al público del iPhone 16 Pro se va a duplicar desde los 1.100 dólares actuales a 2.245, porque la parte de su factura por componentes y montaje pasará de 580 a 1.183 dólares por los recargos a China, donde Apple tiene su mayor centro manufacturero. Quizás por ello, la Administración Trump libró de los impuestos recíprocos a la tecnología y los ordenadores una semana después del Día de la Liberación. Todo este carburante inflacionista se traslada a otros segmentos productivos, debido al repunte de gravámenes al 10%, que, como mínimo, Washington ha aplicado a cualquier rúbrica mercantil del exterior, con independencia del mercado del que proceda. Daños colaterales globales, en Europa y España"Será difícil para EEUU evitar una recesión si los aranceles se mantienen en el nivel anunciado", alerta Claudia Sahm, economista jefe de New Century Advisors. Más tajante aún se manifiesta en Time Yuan Mei, profesor en la Escuela de Negocios de la Singapur Management University, para quien "la economía más perjudicada será, sin duda, la de EEUU". En línea con la valoración de Ja-Ian Chong, investigador del Carnegie Institute en China. A su juicio, el objetivo del arancel recíproco generalizado es aumentar la capacidad manufacturera americana, pero su efecto real será una "disminución de la demanda y la producción globales". En la Universidad de Yale inciden en el lado de la inversión empresarial. Los análisis económicos –dicen Jeffrey Sonnenfeld, su decano asociado a Estudios de Liderazgo, y Steven Tian, director de su Instituto de Investigación– se concentran en los daños hiperinflacionistas de los aranceles y las caídas del 15% de Wall Street que han borrado cinco billones de dólares de riqueza. Pero, en paralelo, ha surgido una "preocupación aún mayor" entre los directivos por la cancelación de inversiones corporativas. En Europa, todos estos efectos van por barrios, como alertan figuras como Michel Barnier. El ex primer ministro francés, también excomisario europeo y exnegociador de la UE en el brexit, considera la sucesión de aranceles recíprocos como una evidencia del deseo, cada vez menos oculto, de Trump por dividir al club comunitario. En España, los temores se centran en su maquinaria y en los negocios del aceite de oliva y el acero, los más expuestos, según el Gobierno. La atmósfera en España presenta nubes y claros. Entre los escenarios borrascosos, las empresas del sector exterior sopesan cómo adelantarse a cambios contractuales, en los sistemas de pagos internacionales para adecuar las tarifas o en renegociaciones con proveedores, refinanciación de deudas o posibles reestructuraciones corporativas. Todo ello, en un ambiente de cambios en sus pólizas de crédito a la exportación. La atmósfera en España presenta nubes y claros. Entre los escenarios borrascosos, las empresas del sector exterior sopesan cómo adelantarse a cambios contractuales, en los sistemas de pagos internacionales para adecuar las tarifas o en renegociaciones con proveedores, refinanciación de deudas o posibles reestructuraciones corporativas. Todo ello, en un ambiente de cambios en sus pólizas de crédito a la exportación. Aunque también hay zonas de anticiclón, entre otras, las que pronostica el FMI, que acaba de elevar el crecimiento del PIB español al 2,5% este año con los cálculos de unos aranceles de, incluso, el 20%. La cuarta economía de la Eurozona "tendrá un foco directo e indirecto limitado", afirman los expertos del organismo internacional, que anticipan que España volverá a estar en el núcleo impulsor del crecimiento de las potencias industrializadas de la que ahora sacan a EEUU. Mientras, Alemania concentra su preocupación en su ya maltrecha industria y en su poderoso sector automovilístico. Y en Francia los temores se desvían al segmento de la moda y el agrícola. Atentos al pulso EEUU-ChinaSilvia Ungaro, analista de Atradius (los seguros que cubren anomalías geopolíticas y económicas y actúan como el canario en la mina) advierte de tiempos complejos para los negocios: "La presión sobre comercio global por los aranceles y la incertidumbre económica han impulsado la contratación de seguros de crédito comercial como escudo protector de los activos en el exterior". Según la última Encuesta de Confianza Empresarial de la Unión de Berna, resalta Ungaro, existe un aumento de su demanda a corto plazo, para todo el primer semestre de 2025, impulsada por esta nueva ola de aranceles. Sobre todo, si se recrudece el pulso geoestratégico entre EEUU y China, que ha prometido por activa y por pasiva que no cederá ante la "intimidación" de la Casa Blanca. "Tienen un búnker que han estado construyendo", explica Melanie Hart, directora del Centro Global de China en el Atlantic Council, en alusión a los milmillonarios estímulos (inicialmente de 586.000 millones de dólares, pero que pueden llegar hasta 800.000) si el tsunami de los aranceles americanos emite réplicas como, de hecho, ha sucedido esta última semana. "Si yo fuera Xi Jinping, me sentiría más cómoda que si encarnara a Trump", reconoce en Foreign Policy. Coincide con Wendy Cutler, subdirectora del Instituto de Política de la Sociedad Asiática y exnegociadora de la Oficina del Representante Comercial de EEUU (USTR), para quien "probablemente, China esté en mejor posición de soportar las consecuencias" de una guerra de índole comercial. Cutler también resalta que llueve sobre mojado y que el descontento agrícola en los estados del interior estadounidense puede florecer en cualquier momento. En 2017, la batalla arancelaria del primer mandato de Trump costó a los agricultores norteamericanos más de 27.000 millones de dólares por pérdidas exportadoras a China, que obligó a Washington a ofrecer un rescate similar para amortiguar el golpe. Los ajustes entre las empresas exteriores de ambas superpotencias serán ineludibles en caso de que no se rebajen los gravámenes y se evite la inteligente solución de negociar un consenso, afirma Chong Ja Ian, analista del centro Carnegie China, ya que la guerra comercial también afecta directamente a otras economías del Sudeste Asiático como Vietnam, Camboya y Bangladesh: EEUU ha iniciado la suspensión de pedidos textiles a Bangladesh, y alguna de las firmas estadounidenses más emblemáticas, como Nike, fabrican en Vietnam la mitad de sus productos de calzado. |
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