"El gran cansancio de la existencia no es más, tal vez, que el enorme trabajo que nos tomamos para ser razonables durante veinte, cuarenta años y más, para no ser simple y profundamente uno mismo, es decir: inmundo, atroz y absurdo. Una pesadilla, tener que presentar desde la mañana hasta la noche un superhombre, como un pequeño ideal universal, al subhombre claudicante que se nos ha dado." (Celine)
"Para Céline la humanidad es abyecta, no existe nadie libre de culpa. Demostrar eso, que la maldad está presente en todas partes, es el motor de su primera novela. Mostrar cómo se manifiesta el egoísmo en África, en América, en París, entre burgueses, entre soldados, obreros, borrachos, enfermeras, prostitutas, nobles, ancianos, niños. ¿Qué es la noche para Céline? La vida misma, es decir, la guerra. Llegar a su fin es un acto de sinceridad, de desnudez. Todo aquél que se despoja de sus amables vestiduras, revela lo que hay en él de inadmisible. Por lo tanto, los nazis fueron los más sinceros de todos, al mostrar a cara descubierta todo el horror que eran capaces de provocar en el mundo. Viajar al fin de la noche es no extraviarse del camino de la soledad y la maldad: no intentar nada para alejarse del abismo, no maquillar la pesadilla. El nazismo fue para Céline el fin de su propia noche, fue su estación final, definitiva."
(Céline: el hombre enfadado por Andreu Navarra Ordoño )
Viaje al fin de la noche, "novela del pesimismo, dictada por el espanto ante la vida y el hastío que ella ocasiona"
León Trotsky
"Quien se niega a leer a Quevedo (cuya ideología no fue mucho mejor que la de Céline), o rechaza El mercader de Venecia por antisemita y Otelo por apología de la violencia de género es un filisteo, no un exquisito moralista. Pero lo grave es que las abominables desmesuras raciales y políticas de Céline mantienen un torturado parentesco con los rasgos que hacen su obra única e insustituible en la literatura del siglo XX". FERNANDO SAVATER 28 JUN 2011
"Muchos se resisten a reconocer el talento de Céline por sus simpatías hitlerianas, pero nadie como él describió con intuición genial esta humanidad obtusa y estúpida."
Vargas Llosa
Viaje al final de la noche(1932) y Muerte a crédito (1936)
"En aquellas dos primeras novelas lo que destaca es la ferocidad de una postura -la del verboso narrador- que arremete contra todo y contra todos, cubriendo de vituperios y exabruptos a instituciones, personas, creencias, ideas, hasta esbozar una imagen de la sociedad y de la vida como un verdadero infierno de malvados, imbéciles, locos y oportunistas, en el que sólo triunfan los peores canallas y donde todo está corrompido o por corromper. El mundo de estas dos novelas, narradas ambas en primera persona por un Ferdinand que parece ser el mismo (en Muerte a crédito cuenta su niñez y adolescencia hasta que se enrola en el Ejército y, en El viaje al final de la noche, su experiencia de soldado en la Primera Guerra Mundial, sus aventuras en el África y en Estados Unidos y su madurez de médico en los suburbios de París), sería intolerable por su pesimismo y negrura, si no fuera por la fuerza cautivadora de un lenguaje virulento, pirotécnico y sabroso que recrea maravillosamente el argot popular y finge con éxito la oralidad, y por el humor truculento e incandescente que, de tanto en tanto, transforma la narración en pequeños aquelarres apocalípticos. Estas dos novelas de Céline, más que para ser leídas, parecen escritas para ser oídas, para entrar por los oídos de un lector al que los dichos, exclamaciones, improperios y metáforas del titi parisién de los suburbios le sugieren todo el tiempo un gran espectáculo sonoro y visual a la par que literario. Qué oído fantástico tuvo Céline para detectar esa poesía secreta que escondía la jerga barriobajera enterrada bajo su soez vulgaridad y sacarla a la luz hecha literatura.."
"En aquellas dos primeras novelas lo que destaca es la ferocidad de una postura -la del verboso narrador- que arremete contra todo y contra todos, cubriendo de vituperios y exabruptos a instituciones, personas, creencias, ideas, hasta esbozar una imagen de la sociedad y de la vida como un verdadero infierno de malvados, imbéciles, locos y oportunistas, en el que sólo triunfan los peores canallas y donde todo está corrompido o por corromper. El mundo de estas dos novelas, narradas ambas en primera persona por un Ferdinand que parece ser el mismo (en Muerte a crédito cuenta su niñez y adolescencia hasta que se enrola en el Ejército y, en El viaje al final de la noche, su experiencia de soldado en la Primera Guerra Mundial, sus aventuras en el África y en Estados Unidos y su madurez de médico en los suburbios de París), sería intolerable por su pesimismo y negrura, si no fuera por la fuerza cautivadora de un lenguaje virulento, pirotécnico y sabroso que recrea maravillosamente el argot popular y finge con éxito la oralidad, y por el humor truculento e incandescente que, de tanto en tanto, transforma la narración en pequeños aquelarres apocalípticos. Estas dos novelas de Céline, más que para ser leídas, parecen escritas para ser oídas, para entrar por los oídos de un lector al que los dichos, exclamaciones, improperios y metáforas del titi parisién de los suburbios le sugieren todo el tiempo un gran espectáculo sonoro y visual a la par que literario. Qué oído fantástico tuvo Céline para detectar esa poesía secreta que escondía la jerga barriobajera enterrada bajo su soez vulgaridad y sacarla a la luz hecha literatura.."
“muchos se resisten a reconocer el talento de Louis-Ferdinand Céline (1894-1961). Pero lo tuvo, y escribió dos obras maestras, Viaje al final de la noche (1932) y Muerte a crédito (1936), que significaron una verdadera revolución en la narrativa de su tiempo. Luego de estas dos novelas su obra posterior se desmoronó y nunca más despegó de esa pequeñez y mediocridad en que viven, medio asfixiados y al borde de la apoplejía histérica, todos sus personajes.”
Vargas Llosa
"Vargas Llosa menciona con razón a Quevedo. El autor de los más bellos sonetos de amor escritos en nuestra lengua y de una obra de la riqueza e inventiva verbal del Buscón era, desde el punto de vista de nuestra ética social y de la honradez exigible a una persona, un perfecto mal bicho. Si las alusiones a las narices atribuidas a los conversos y su horror al tocino se suceden a lo largo de la novela en unos capítulos de lectura sabrosa, sus poemas satíricos y burlescos (412 sin contar los que contienen hirientes befas de algunos de sus colegas) compendian un vasto muestrario de racismo, antisemitismo, misoginia y homofobia que no perdonan a nadie con excepción de los militares y de los curas de misa y olla."
De este mundo empiezan a amaros es porque van a convertiros en carne de cañón”. Viaje al fin de la noche (1932). Louis Ferdinand-Céline (1894-1961).
"Sin duda alguna, la posición antisemita de Céline nos sitúa ante un personaje despreciable desde el punto de vista moral, pero eso nada nos dice de su altura artística. Dos de las novelas de este autor, Muerte a crédito y Viaje al fondo de la noche lo sitúan entre los nombres más importantes de la literatura francesa del siglo XX (junto a Marcel Proust y Albert Camus). Y eso es, a mi juicio, innegable."
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