Fotograma de Tren de noche a Lisboa
"Cuando dejamos un lugar, dejamos en el mismo tiempo,
una parte de nosotros mismos. Esta parte se queda aunque ya no estemos allí.
Hay cosas que sólo se puede encontrar si volvemos a un lugar." (Pascal Mercier)
A menudo se dice que leer una buena novela equivale a vivir otras vidas, acompañando a los personajes en su viaje, ocupando su lugar o identificándonos con ellos durante una temporada que, a veces, va mucho más allá de lo que dura la mera lectura. En el caso de Tren nocturno a Lisboa(Nachtzug nach Lissabon, 2004) -cuya adaptación al cine, dirigida por Bille August y con un reparto espectacular capitaneado por Jeremy Irons, podremos ver en 2013- esa sensación nos llega por partida doble. Por un lado, nuestra aventura como lectores de la historia de Raimund Gregorius, profesor de lenguas clásicas en un instituto, cuya vida solitaria y monótona dará un giro completo de un día para otro; por otro, la del propio Gregorius, también como lector, quien tras el encuentro casi fantasmagórico con una mujer portuguesa y el descubrimiento de un libro casi desconocido escrito en portugués, decide abandonar de repente su trabajo y su ciudad para viajar a Lisboa e investigar la vida del autor, un médico llamado Amadeu Prado que colaboró con la Resistencia durante la dictadura de Salazar, una personalidad misteriosa y fascinante que a lo largo de los años volcó sus pensamientos en unas cuantas páginas memorables. Su figura y su literatura, descifradas por Gregorius gracias al encuentro con las personas que lo conocieron y al aprendizaje de la lengua portuguesa, llevarán al profesor a reflexionar sobre sí mismo y sobre cómo ha sido su propia vida.
Con una estructura casi de género policiaco y poblada por una galería de personajes maravillosos con entidad propia cada uno de ellos, Tren nocturno a Lisboa es una novela extensa pero sin puntos muertos, sin pasajes que sirvan sólo de puente entre los momentos brillantes, que desde sus primeros fragmentos, como pocas veces, nos promete la obra maestra y no nos decepciona, y que es capaz de transformar la literatura en vida a través de todos los temas universales por los que transita: amor y odio, soledad y memoria, lealtad y traición, historia, política, literatura (entre otras obras, están muy presentes el Libro del desasosiego (Livro do Desassossego) de Pessoa y El hombre que miraba pasar los trenes (L´homme qui regardait passer les trains, 1938), una de las mejores novelas de Simenon, en la que la vida del protagonista Kees Popinga cambiaba totalmente en cuestión de horas y él se veía obligado a coger un tren para huir de su ciudad), música, lenguaje, filosofía y tantos otros que hacen de ella una novela total que desde ya ha pasado a ocupar un lugar entre mis preferidas y que creo que ningún aficionado a la mejor literatura debería perderse.
El siguiente fragmento corresponde a uno de los escritos de Prado. Cualquiera de ellos podría ocupar su lugar.
“PALAVRAS NUM SILÊNCIO DE OURO. PALABRAS EN UN SILENCIO DE ORO. Cuando leo el periódico, cuando escucho la radio o presto atención en el café a lo que dice la gente, siento a menudo el hastío, incluso el asco por esas mismas palabras, siempre iguales, que se escriben o se pronuncian…por los mismos giros, las mismas fórmulas retóricas y las mismas metáforas. Y lo peor sucede cuando me escucho a mí mismo y me veo obligado a constatar que yo también digo eternamente las mismas cosas. Esas palabras están terriblemente gastadas y deterioradas, desgastadas por haber sido usadas millones y millones de veces. ¿Acaso tienen todavía algún significado? Por supuesto, el intercambio de palabras todavía funciona, las personas actúan sobre esa base, ríen y lloran, tuercen a la derecha o a la izquierda, el camarero trae el café o el té. Pero eso no es lo que pretendo cuestionar. La pregunta es: ¿son todavía esas palabras la expresión de unas ideas? ¿O son simplemente ineficaces estructuras sonoras que empujan a los hombres a un lado o al otro, porque las huellas grabadas de la cháchara despiden incesantemente un resplandor pasajero?A veces sucede que voy a la playa y estiro la cabeza al viento, un viento que yo desearía estuviese helado, más frío del que conocemos en este país: ese viento podría llevarse de mí todas las palabras gastadas, todos esos hueros hábitos del habla, a fin de poder regresar a casa con un espíritu depurado, limpio de toda la escoria característica de una perorata invariable. Sin embargo, a la primera oportunidad en que me veo obligado a decir algo, todo está como al principio. La purificación que añoro no es algo que surja por sí misma. Tengo que hacer algo, y tengo que hacerlo con palabras. Pero ¿qué hacer? No se trata de que quiera escapar de mi idioma y adentrarme en otro nuevo. No, no se trata de una diserción lingüística. Además, también me digo otra cosa a mí mismo: el lenguaje no se puede inventar de nuevo. ¿Qué es, pues, lo que quiero?Quizá sea eso: quisiera reordenar las palabras del portugués. Puede que las frases surgidas de ese nuevo orden no estén corruptas ni sean extravagantes, no deberían ser palabras exaltadas, manidas ni intencionadas. Tendrían que ser frases arquetípicas del portugués, las que conforman su centro, al punto de tener la sensación de que surgen sin rodeos ni impurezas de la esencia transparente y diamantina de ese idioma. Las palabras tendrían que ser impolutas como el mármol pulido, y tendrían que ser puras como las notas de unaPartita de Bach, que transforma en silencio absoluto todo lo que no es ella misma. A veces, mientras queda todavía en mi interior un resto de reconciliación con ese cieno del idioma, pienso que podría ser el silencio agradable de un apacible salón o el silencio distendido entre dos amantes. Pero cuando se apodera de mí absolutamente la rabia por los pegajosos hábitos a la hora de usar las palabras, entonces no puede ser menos que el silencio claro y frío de un espacio sideral sin luz en el que yo soy el único que habla portugués y donde sigo el curso callado de mi órbita. El camarero, la peluquera, el revisor del tranvía, todos se quedarían perplejos si escucharan esas palabras en su nuevo orden, y su perplejidad sería provocada por la belleza de las frases, la cual no sería otra cosa sino el brillo de su claridad. Serían -me imagino- frases irrefutables, y también podría llamárselas inexorables. Estarían allí, incorruptibles e inamovibles, y en eso se parecerían a las palabras de un dios. Al mismo tiempo, estarían despojadas de toda hipérbole y de todo Pathos, tendrían precisamente tal sobriedad, que no se podría eliminar ni una sola de ellas, ni una sola coma. En ese sentido, serían comparables a un poema urdido por un orfebre de las palabras.”
Traducción de José Aníbal Campos.
Publicada por El Aleph Editores.
http://cosasquehemosvisto.wordpress.com/2012/10/27/tren-nocturno-a-lisboa-de-pascal-mercier/
"Cuando dejamos un lugar, dejamos en el mismo tiempo, una parte de nosotros mismos. Esta parte se queda aunque ya no estemos allí. Hay cosas que sólo se puede encontrar si volvemos a un lugar." (Pascal Mercier)
“Tren Nocturno a Lisboa” (Night Train to Lisbon) es una película basada en la novela filosófica de mismo nombre del escritor suizo Pascal Mercier. En un principio, la novela fue publicada en Alemán con el título Nachtzug nach Lissabon en 2004, y la versión inglesa se publicó en 2008. El libro es un superventas internacional con más de 2 millones de copias vendidas sólo en Europa. La película también ha cosechado un gran éxito, con buenos comentarios de la crítica y muchos elogios de la audiencia, excepción en España donde todavía no se ha estrenado y los críticos que la han visto en distintos festivales se la cargan de forma unánime.
Bille August, es un director de cine además de guionista y director de fotografía. Tiene en su haber dos premios Palma de Oro en el festival de Cannes, por “Pelle el conquistador” y “Las mejores intenciones”, esta última escrita por Ingmar Bergman; y fue el gran maestro, quien lo eligió a Bille para la dirección del film.
El solitario profesor Raimund Gregorius que dicta cátedra sobre lenguas clásicas, actividad que ha desarrollado durante treinta años, se ve embarcado en una serie de situaciones que se van dando casualmente. Decide dejarse llevar, y de esa forma rompe con los esquemas rutinarios, y comienza un viaje que lo va a cambiar en forma trascendente. Todo ocurre cuando salva a una desconocida que quiere suicidarse en Berna, Suiza. La mujer luego de acompañarlo a la clase en la que él dicta su materia, vuelve a desaparecer, pero deja un libro con un billete de tren a Lisboa.
El aspecto técnico es excelente. También el reparto artístico se encuentra en un nivel de jerarquía porque a Jeremy Irons lo acompañan figuras de la talla de Tom Courtenay, Bruno Ganz, Lena Olin, Charlotte Rampling, Christopher Lee, también Jack Huston, Mélanie Laurent, Martina Gedek, August Diehl entre otros. Y está Lisboa, una ciudad muy especial, que presta un marco hermoso y significativo.
JOSE MARIA
Un solitario profesor de historia, a quien le toca jugar ajedrez contra un contrincante imaginario, camina una fría mañana con rumbo a la institución en que trabaja cuando descubre a una joven a punto de tirarse de un puente. Luego de salvarla, el profesor la lleva a su clase esperando cumplir con su jornada, para seguro pensar enseguida en alguna forma de ayudarla. Pero de pronto, la chica le abandona… y en un arranque irreflexivo, el profesor toma la chaqueta roja que ella ha dejado colgada del perchero, y de inmediato deja la clase para salir en su búsqueda… o quizás, en busca de un sentido para su propia vida.
Lo primero que se le ocurre es volver al puente donde conoció a la muchacha… y sintiendo pesada la chaqueta, decide mirar en sus bolsillos y entonces descubre un libro en portugués titulado “Um ourives das palabras” (El orfebre de las palabras) que aparece firmado por Amadeu de Almeida Prado. Queriendo saber algo acerca del libro, indaga con un librero, nos demuestra que habla portugués, se hace con un tiquete de tren con destino a Lisboa… y pronto, en la capital de Portugal, terminará indagando por el autor del libro quizás como medio de llegar hasta la chica.
Comienza así una aventura en la que abundarán las reflexiones filosóficas (emanadas sobre todo de Amadeu); la recreación de una realidad histórica (finales de la represiva dictadura de António de Oliveira Salazar); y donde se plantea el compromiso social que debe asumir el hombre para poder darle un verdadero sentido a su vida, pues, lo que justificará nuestra existencia, será cada persona a la que hayamos podido salvar, o tan siquiera ayudar, pues de lo contrario, el paso por la tierra habrá sido en vano.
Al filme de Bille August, “TREN NOCTURNO A LISBOA”, basado en la novela homónima de Pascal Mercier (seudónimo de Peter Bieri, filósofo y novelista suizo), le falta un poco de impacto y de sustancia emocional; el título es más la insinuación de un nuevo destino, que la fácil suposición de una historia en el transcurso de un viaje; y no tiene ni un solo personaje que consiga enamorarte, fascinarte o despreciarle. Incluso, entre las llamativas ideas de Amadeu, al menos un par de ellas, ameritarían una válida objeción.
El apreciable reparto con que se ha podido contar (Jeremy Irons, Mélanie Laurent, Bruno Ganz, Charlotte Rampling…) no consigue alcanzar la suficiente potencia, pues la historia transcurre en un ambiente marcadamente apacible y rutinario, no obstante que los hechos suceden al interior de una cruel dictadura, con uno de los dos únicos gobernantes del mundo que le enviaron su sentido pésame a Alemania tras la muerte de Adolf Hitler.
Contra todo, el filme de Bille August se hace llevadero y contiene algunos relevantes aportes que sería bueno tomar en cuenta.
Lo primero que se le ocurre es volver al puente donde conoció a la muchacha… y sintiendo pesada la chaqueta, decide mirar en sus bolsillos y entonces descubre un libro en portugués titulado “Um ourives das palabras” (El orfebre de las palabras) que aparece firmado por Amadeu de Almeida Prado. Queriendo saber algo acerca del libro, indaga con un librero, nos demuestra que habla portugués, se hace con un tiquete de tren con destino a Lisboa… y pronto, en la capital de Portugal, terminará indagando por el autor del libro quizás como medio de llegar hasta la chica.
Comienza así una aventura en la que abundarán las reflexiones filosóficas (emanadas sobre todo de Amadeu); la recreación de una realidad histórica (finales de la represiva dictadura de António de Oliveira Salazar); y donde se plantea el compromiso social que debe asumir el hombre para poder darle un verdadero sentido a su vida, pues, lo que justificará nuestra existencia, será cada persona a la que hayamos podido salvar, o tan siquiera ayudar, pues de lo contrario, el paso por la tierra habrá sido en vano.
Al filme de Bille August, “TREN NOCTURNO A LISBOA”, basado en la novela homónima de Pascal Mercier (seudónimo de Peter Bieri, filósofo y novelista suizo), le falta un poco de impacto y de sustancia emocional; el título es más la insinuación de un nuevo destino, que la fácil suposición de una historia en el transcurso de un viaje; y no tiene ni un solo personaje que consiga enamorarte, fascinarte o despreciarle. Incluso, entre las llamativas ideas de Amadeu, al menos un par de ellas, ameritarían una válida objeción.
El apreciable reparto con que se ha podido contar (Jeremy Irons, Mélanie Laurent, Bruno Ganz, Charlotte Rampling…) no consigue alcanzar la suficiente potencia, pues la historia transcurre en un ambiente marcadamente apacible y rutinario, no obstante que los hechos suceden al interior de una cruel dictadura, con uno de los dos únicos gobernantes del mundo que le enviaron su sentido pésame a Alemania tras la muerte de Adolf Hitler.
Contra todo, el filme de Bille August se hace llevadero y contiene algunos relevantes aportes que sería bueno tomar en cuenta.
Luis Guillermo Cardona
Sinopsis:
Una mirada sobrecogedora a los laberintos de la vida, el amor y la literatura. Una mujer apoyada en la barandilla de un puente, una mañana en Berna, bajo una lluvia constante. El libro, descubierto por azar, de un poeta portugués, Amadeu do Prado. Estos dos acontecimientos revolucionarán la vida del sabio y erudito profesor Raimund Gregorius. A mitad de una clase de latín, de repente se pone en pie y se marcha. Coge el primer tren nocturno a Lisboa, dándole la espalda a su existencia poco poética y sin saber qué le van a revelar la belleza de Lisboa y el libro de Amadeo. Fascinado por la manera profunda que tiene el texto de tratar el amor, la amistad, el coraje y la muerte, quiere saber quién era Amadeu de Prado: médico excepcional, poeta, militante comprometido con la Resistencia a Salazar, un orfebre de las palabras y un explorador de la vida.
La búsqueda del escritor le lleva a conocer a personajes inolvidables que conocieron a Amadeu de Prado. Sus testimonios convergen hacia nuestro protagonista y redefinen al mismo tiempo el sentimiento que últimamente ha tenido Gregorius: se siente culpable de no haber arriesgado un poco más a lo largo de su vida.
COMENTARIOS:
"Cuando dejamos un lugar, dejamos en el mismo tiempo, una parte de nosotros mismos. Esta parte se queda aunque ya no estemos allí. Hay cosas que sólo se puede encontrar si volvemos a un lugar." (Pascal Mercier)
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