LA PRIMA NOTTE DI QUIETE
La prima notte di quiete - Valerio Zurlini – 1972
TITULO ORIGINAL La prima notte di quiete
AÑO 1972
IDIOMA Italiano
SUBTITULOS Español (Separados)
DURACION 125 min.
DIRECTOR Valerio Zurlini
GUIÓN Valerio Zurlini & Enrico Medioli
MÚSICA Mario Nascimbene
FOTOGRAFÍA Dario Di Palma
REPARTO Alain Delon, Sonia Petrova, Giancarlo Giannini, Lea Massari, Renato Salvatori, Alida Valli, Salvo Randone, Nicoletta Rizzi
PRODUCTORA Coproducción Italy-France
GÉNERO Drama
SINOPSIS
Daniel ha llegado a Rimini para ejercer durante tres meses como profesor de Literatura en un instituto. Vive con una mujer a la que apenas le une algo. En el colegio Daniel conoce a una de sus alumnas Vanina, un bella joven por la que se interesa desde el primer momento. (FILMAFFINITY)
La primera noche de la quietud
Alain Delon interpreta a Daniele Dominici, un docente erudito totalmente desencantado con la vida, jugador y bebedor, quien cambiará el rumbo de su vida al mudarse a la ciudad marítima italiana de Rímini. Convive con Mónica (Lea Massari) en una relación algo confusa. Para Dominici las cosas se polarizan de manera contundente cuando conoce a una hermosa estudiante: Vanina (Sonia Petrovna) de la cual se enamora perdidamente y quien es la prometida de un rico lugareño: el libertino Gerardo, aunque nada es lo que parece: tanto la joven en cuestión como sus nuevos amigos están involucrados en la prostitución y la mala vida. Estos sucesos llevarán a la trama a desenvolverse en un modo tan trágico como inesperado.(1)
COMENTARIOS
Pocas veces en el cine italiano de los primeros años setenta, se puede encontrar un título que, de manera absolutamente entregada, traslade en sus imágenes un contexto de alienación y decadencia, de irremisible en definitiva, pérdida de todos los valores que hicieron grande el pasado de Italia. Es más, LA PRIMA NOTTE DI QUIETE (La primera noche de la quietud, 1972), penúltima de las realizaciones del italiano Valerio Zurlini, adopta en su propuesta dramática un permanente aroma mortuorio, que se representa e la actitud y la propia presencia de su protagonista. Este es Daniele Dominici (un entregado Alain Delon, más sensible que nunca), un profesor que acepta viajar hasta Rimini para ejercer como profesor sustituto ante la baja del titular de historia del arte. En realidad, a Daniele no le faltaba ejercer ninguna profesión, ya que es –al final de la película lo sabremos- un representante de una distinguida familia italiana. Sin embargo, Dominici ha preferido vivir a su aire, por su cuenta, intentando orillar esa seguridad económica y, al mismo tiempo, los servilismos de clase que hubiera tenido que asumir caso de haber seguido con sus padres. Pronto se integrará en su cometido profesional, logrando contrariar las directrices dictadas por el escasamente tolerante director del instituto, pero al mismo tiempo observando muy de cerca a una joven alumna, por la que desde el primer momento reconocerá sentirse fascinado. Se trata de Vanina Avati (Sonia Petrovna), una muchacha que alterna cierto grado de insolencia, con una sensibilidad que el nuevo profesor sabe detectar desde el primer momento. Junto a esta creciente pasión, la vida de Daniele se debate en juergas desarrolladas por un grupo de compañeros francamente poco recomendables, su obsesión por jugar a las cartas –en las que dilapida el dinero que gasta-, y los escasos momentos que comparte con su esposa, una ya madura Mónica (Lea Massari), con quien comparte la misma casa, pero a la que mantiene al margen de cualquier acercamiento que no sea el meramente amistoso.
Pero más allá del grado de interés que pueda proporcionar el seguimiento de la base argumental del film, lo realmente brillante –que en algunos momentos llega a resultar conmovedor-, es la manera con la que Zurlini nos describe el recorrido existencial de un hombre culto y sensible, que se muestra ajeno a los turbios festejos a los que lo invitan los amigos que ha conocido, y que se pasea casi de manera ritual por una calles de Rimini dominadas por una iluminación lívida, por la ausencia de vitalidad en sus calles, y por el fuerte contraste entre las viejas edificaciones y la fría modernidad planteada en edificios de nueva creación que parecen adquirir un aire fantasmal. Será un contexto no solo físico o telúrico, sino realmente opresivo, en el que nuestro protagonista no dudará en acentuar su pasión con esa muchacha que, al menos, ha aparecido en su vida como un auténtico espejismo existencial, que le proporcionará la ilusión de que su vida puede tener finalmente un sentido. Es por ello que Daniele llevará a Vanina a visitar un parque acuático en donde actúan delfines... y en el que nada más que están ellos dos como espectadores, en un recinto de desoladora soledad. También le entregará un ejemplar de obras literarias como Vanina vanini, y la llevará a contemplar bellas obras artísticas como la Madonna de Monterchi. En definitiva, el hastiado profesor intenta plantear en ella el elemento al que pueda entregar lo mejor de sí mismo, bien sea su propio bagaje cultural, bien sea finalmente su entrega absoluta consumando el acto sexual, en una cabaña, y ante una gran tormenta. Pero hay un problema. Vanina tiene novio y este, aunque se ha caracterizado por prodigar la infidelidad con ella, finalmente quiere que abandone la relación que se va consolidando con el profesor, hasta que por último la muchacha renuncie a sus deseos, confesándole que ha estado con él solo por dinero y también por miedo.
Más allá de su línea argumental, LA PRIMA NOTTE... destaca por lo abrupto de su montaje –en ocasiones demasiado crispado-, por permitir un retrato suficientemente distanciado de las modas, modos y mentalidades que se producían entre las jóvenes generaciones de aquellos primeros años setenta, que quedan finalmente tan caracterizados por ese contexto casi fantasmal que adquieren las numerosas secuencias de exteriores, que hablan de un pueblo abducido por la rutina, y ausente de toda vitalidad. Es fácil deducir por ello, que la presencia de Dominici insufle un cierto grado de humanidad, proporcionada paradójicamente por alguien que demuestra en todo momento no sentir apego alguno a la vida.
En la película se encuentra presente un personaje muy interesante. Se trata de Spider (un estupendo Giancarlo Gianini), a quien se adivina cierta latente homosexualidad y que se encuentra atraído hacia nuestro protagonista. De él descubrirá su pasado como autor de poemas, quedando seducido por el aura de lucidez y bonhomía que emana del profesor. Spider es un hombre sensible, y junto a Daniele viajará hasta una mansión en ruinas, en cuya visita este le comentará los recuerdos que le quedan de aquellas viejas paredes, revestidas de testimonios de un pasado transformado en esos momentos en absoluta decadencia.
Una decadencia que, de manera absolutamente voluntaria, asumirá este profesor que conduce un auto especialmente anacrónico, que desea alcanzar una oportunidad para poder ser feliz por una vez en su vida –junto a Vanina-, pero que en el fondo de su alma intuye de manera certera que le queda muy poco tiempo para estar en el mundo de los vivos. De hecho, en numerosas ocasiones su declamación de textos literarios, siempre le remitirán a la constatación de la cercanía del fin de su existencia.
Bajo mi punto de vista, el fin de Zurlini alcanza una alta temperatura emocional en las secuencias intimistas o “a dos”, mientras que en aquellos momentos de grupo, definidos por fiestas o incluso en las estúpidas iniciativas de los alumnos de clase –fragmentos sin embargo que tienen un notable alcance descriptivo de lo que en aquellos años era el paradigma de la modernidad implantada por la juventud, aspecto este extendido incluso hasta en el aspecto exterior de sus personajes-, pierda algo de su brillantez. No importa, tan solo hace falta filmar esos exteriores casi fantasmagóricos, esas calles desiertas y desprovistas de vida, para darnos cuenta que la vivencia que sufre Daniele Dominici, no es más que un ensayo general para la muerte. Esa muerte que en todo momento siente muy de cerca, a la que de alguna manera desafía, y a la que finalmente deseará tender un puente imposible con la presencia fascinante de Vanina. El desafío no podrá cumplirse, y tras la muerte de este hombre honesto y sensible, asistiremos a las honras fúnebres realizadas en la mansión de su familia. Allí contemplaremos un contexto opresivo de rostros arrugados y rituales, y muy pronto entenderemos la decisión del ya fallecido por huir de un mundo ocupado por auténticos muertos en vida. Al menos él, era un hombre vivo y libre que en su sensibilidad añoraba la muerte.
A pesar de ese montaje abrupto en la transición de secuencias, y de cierta insistencia en mostrar fiestas y situaciones muy definitorias del periodo en que el film fue rodado, lo cierto es que LA PRIMA NOTTE DI QUIETE es una interesante aportación de un Valerio Zurlini, que ya tan solo rodaría, cuatro años después, IL DESERTO DEI TARTARI (El desierto de los tártaros, 1976).(2)
http://cineitaliano.blogspot.com/search?updated-max=2013-06-07T20:31:00-07:00&max-results=7&start=9&by-date=false
Alain Delon, Salvo Randone
Alida Valli
Lea Massari
Alain Delon, Olga Bisera e Nicoletta Rizzi
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Argumento
Daniele Dominici (Alain Delon) es un profesor de literatura que parece huir de su pasado. Instalado recientemente en Rímini, es un hombre muy buen mozo y culto pero no parece tener vocación para la enseñanza, la cual imparte sólo para poder sobrevivir. Vive en un apartamento con una mujer de nombre Mónica (Lea Massari), quien parece ser su compañera, aunque no se aman. Sin embargo, él la mantiene con su sueldo y con lo que gana de las apuestas, ya que le gusta jugar. También le gusta mucho escribir poesía y ha escrito un libro: La primera noche de quietud (en alusión a la muerte), dedicado a una supuesta antigua novia de la adolescencia que se suicidó.
La historia principal comienza cuando Daniele entra a trabajar en el Liceo local. Allí conoce a una bella alumna de veinte años llamada Vanina Abati (Sonia Petrova), quien no puede ocultar su amargura y tristeza interior. Él se siente atraído fuertemente por ella pero no puede soportar su infelicidad. Ella se muestra reacia al comienzo con su profesor pero poco a poco se irá abriendo a él, hasta el punto de enamorarse. Sin embargo, Sonia esconde un pasado oscuro en el que están involucrados los nuevos amigos de Daniele, entre ellos Giorgio Mosca, apodado "Spider" (Giancarlo Giannini), Marcello (Renato Salvatori), Elvira (Nicoletta Rizzi) y Gerardo Pavani (Adalberto Maria Merli). Este último es novio de Vanina, pero ella sólo dice estar con él por su dinero, soportando incluso maltratos e infidelidades. Finalmente, luego de que Gerardo la humille delante de todos, escapa y recibe la ayuda de Marcello, quien parece tenerle afecto y le presta una pequeña casa para que pueda consumar su amor junto a Daniele. Gerardo se entera y llega violentamente al lugar con intenciones de recuperar a Vanina a cualquier precio. Al no poder lograrlo, le revela a Daniele el gran secreto de Vanina: su madre es una prostituta famosa en la Riviera Romañola y ella ha seguido sus pasos. Luego de gritos y golpes, Gerardo se marcha pero promete vengarse. Los dos enamorados planean huir, por lo que ella toma el tren, quizás hacia Monterchi, donde vive su hermana. Daniele vuelve a su casa y se separa de Mónica, quien amenaza con suicidarse. A su vez, matones mandados por Gerardo (o la madre de Vanina) le dan una golpiza a Daniele y le rompen una costilla, pero es socorrido por Spider y Marcello. Cuando despierta, decide ir tras Vanina pero está tan aturdido que tiene un accidente mortal en la ruta, envuelta en una niebla intensa. El film termina con Spider asistiendo al funeral de Daniele, dejando entrever que su familia paterna poseía muchísimo dinero.
http://es.wikipedia.org/wiki/La_primera_noche_de_la_quietud
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