Tenía dos caras: el pensador estoico y el
cortesano servil. Esta última le costó la vida.
¿Cordobés? Sí, cordobés, aunque sin pruebas documentales.
Su noble familia es
oriunda de Corduba, la moderna Córdoba hispana, donde la tradición sitúa su
nacimiento hacia el año 1 d. C. Es hijo de Marco Anneo Séneca, Séneca el Viejo,
procurador imperial y una eminencia en retórica, oratoria y debate. Su madre se
llama Helvia Paulina. Ambos tienen otros dos hijos: el primero, Novato, más
conocido como Galión, será el gobernador de Acaya que decline juzgar a San
Pablo y lo envíe a Roma; el segundo, Mela, es un hábil financiero, padre del
poeta Lucano.
Al morir su madre, el joven Séneca pasa al cuidado de la hermanastra de ésta,
la tía Marcia, que se lo lleva a Roma, donde estudia retórica con Fabiano
Papirio, y filosofía con el estoico Atalo y el pitagorista ecléctico Soción.
Pero a él le interesan más la retórica y el derecho, y acaba convirtiéndose en
abogado.
La tía Marcia esta casada con Cayo Galerius, un équite (caballero) romano, que
en el año 16 ha sido nombrado por Tiberio gobernador de Egipto. Para mejorar su
salud delicada, en el año 25 el muchacho acompaña al matrimonio a Alejandría,
donde manifiesta una curiosidad universal: aprende administración, finanzas,
geografía y etnografía de Egipto y de la India. Desarrolla también gran interés
por las Ciencias Naturales, en las que según Plinio el Viejo destaca con
brillantez. Sabe mucha geología, oceanografía y meteorología.
Por fin, estoico
Influido por la mística oriental, se interesa por los cultos de Isis y Serapis,
con muchos adeptos entre los romanos. Se hace amigo íntimo del filósofo cínico Demetrio
pero acaba por acercarse a los estoicos tardíos, Panecio de Rodas y Posidonio
de Apamea. Y al final se decide por el estoicismo, en el que seguirá hasta su
muerte. Su formación, pues, es rica y abierta. Incluso puede que en algún
momento de su juventud haya viajado a Atenas, algo muy común entre los
patricios de su tiempo.
En el año 31, Séneca vuelve a Roma donde, a pesar de su mala salud y su origen
provinciano, es nombrado questor, iniciando así su cursus honorum, en el que
pronto destaca por su estilo brillante de orador y escritor. En el 37, cuando
Calígula sucede a Tiberio, Séneca es la perla del Senado. Su perspicaz retórica
y su brillante dramatismo provocan la envidia del nuevo y megalómano César,
que, según el historiador Dión Casio, ordena su ejecución. Al parecer, una
mujer del círculo íntimo de Calígula le salva la vida al afirmar que Séneca
tiene muy mala salud y, total, va a morir pronto. Es cierto: Séneca, entre
otras cosas, padece un asma cruel desde niño. Sufre tanto que lo único que le
impide suicidarse, escribe, es el dolor que causaría a su padre. Por si acaso,
se retira de la vida pública hasta que Calígula es asesinado, pasando el
Imperio a manos de Claudio. En esta época contrae matrimonio (en su madurez
tendrá una segunda esposa, Paulina) y es padre de su primer hijo.
Aunque Calígula ha muerto, la vida bajo Claudio no es más llevadera: Séneca,
para su desgracia, sigue destacando en el avispero romano y es condenado a
muerte por segunda vez. ¿Por qué? No se sabe bien. Según la sentencia oficial,
por un improbable adulterio con Julia Livila, hermana de Calígula. En realidad
puede que la instigadora haya sido la esposa de Claudio, la célebre Mesalina,
que le cree peligroso porque es un senador influyente y el Senado se ha enfrentado
a su marido. Por suerte la condena a muerte se conmuta por el destierro y
Séneca pasa ocho años en Córcega, donde escribe varias obras, entre ellas Ad
Polybium de consolatione, Consolación a Polibio, dedicada a uno de los
influyentes libertos imperiales de Claudio. En esta carta, no destinada a
publicarse, Seneca muestra uno de sus aspectos negativos: el de abyecto
adulador en busca el perdón imperial.
Caída en desgracia y muerta Mesalina, Claudio se casa con otra mujer igual de
peligrosa: Agripina. Corre el año 49. La nueva esposa de Claudio consigue para
Séneca el perdón imperial. Por su influencia, se le nombra pretor de Roma y, en
el año 51, tutor del joven Lucio Domicio Ahenobarbo, el futuro Nerón, hijo de
un matrimonio anterior de Agripina. Ese drástico vuelco de fortuna se debe,
según el historiador Tácito, a que Agripina cree que un Séneca agradecido será
un importante aliado para su plan de que Nerón suceda a Claudio.
En el año 54, Claudio muere, quizás envenenado por la irreductible Agripina, y
Nerón sube al poder. Séneca no se ha involucrado en ese asesinato, pero se
burla del difunto emperador en una obra satírica y sangrienta: la
Apocolocyntosis divi Claudii (“La transformación en calabaza del divino
Claudio”) donde se ríe de la divinidad del César muerto y le convierte en un
mero burócrata del Hades.
A la subida al poder de Nerón, con 17 años, Séneca es nombrado consejero
político y ministro, junto con un austero militar llamado Sexto Afranio Burro.
Durante los ocho años siguientes, ambos gobiernan de facto el Imperio romano y
ese período es uno de los mejores de la época, según Trajano. Su política es
pragmática y eficiente: tratan de refrenar los excesos del joven Nerón y de la
voraz Agripina; promueven reformas legales y financieras; reducen los impuestos
indirectos; persiguen la corrupción de los gobernadores provinciales;
salvaguardan la frontera oriental del imperio e incluso envían expediciones
para dar con las fuentes del Nilo... Ni Burro ni Séneca ocupan cargo alguno,
solo son senadores: ejercen el poder en la sombra, como consejeros del joven
Nerón, que aprecia mucho a su tutor. Pero no todo es positivo: hay quien dice
que Séneca abusa de su influencia y sus informaciones privilegiadas para
hacerse con una enorme fortuna que acabará por resultarle fatal. Además, se
muestra vengativo con sus adversarios. Así las gastan en la Corte imperial
donde esas conductas son la norma de uso.
Una corte peligrosa
Pero Nerón va creciendo, y empieza a cansarse del freno de Séneca, que a su vez
se desgasta con el ejercicio del poder. El pupilo, que ya ha mostrado su
naturaleza cruel al hacer asesinar a su hermanastro Británico, presta oídos a
arribistas peligrosos como Publio Sulio Rufo. Este empieza una campaña de
desprestigio contra Séneca con una acusación absurda, según Tácito: acostarse
con Agripina. Pero luego le siguen otras, que dan más en el clavo: el filósofo,
según Rufo, deplora el tiránico régimen imperial, da banquetes extravagantes,
es hipócrita y adulador (sale a la luz la carta al liberto Polibio), practica
la usura, y, sobre todo, es muy rico. Demasiado. Hasta el poeta Juvenal se
refiere a los grandes jardines del millonario Séneca. Y esa inmensa riqueza
acaba por fastidiar a Nerón, que no aguanta que nadie le haga sombra en ningún aspecto.
El César comienza un gobierno despótico y teatral. Sus desmanes superan a los
de sus patológicos predecesores, Tiberio, Calígula y Claudio, por algo la
posteridad los llamará “los emperadores monstruos”. Nerón manda asesinar a su
madre, Agripina, y Séneca y Burro tienen que lavar su imagen: Séneca escribe
una famosa carta al Senado en la que justifica a Nerón explicando que Agripina
ha conspirado contra su hijo. Por este acto, la posteridad le acusará de
flagrante hipocresía. Para colmo muere su aliado Burro, quizás asesinado, y la
suerte de Séneca da un vuelco: sus adversarios le tienen ganas y empiezan a
ajustarle las cuentas. Temeroso de ser asesinado, pretende irse retirando de la
vida política, cosa difícil cuando Nerón vigila desde su psicopatía.
Elegir la muerte
Y a pesar de todo, durante este período, del año 62 al 65, Séneca escribe una
de sus más importantes obras: las Epistulae morales ad Lucilium. En 124 cartas
Séneca ofrece a Lucilio, un amigo íntimo, supuesto procurador romano en Sicilia,
consejos de vida estoica que son verdaderos y profundos ensayos. Esta obra
servirá más tarde de ejemplo a Montaigne en la redacción de sus Ensayos.
En el año 59, Séneca ha perdido su capital político y sus apoyos. La campaña de
desprestigio le ha alejado del emperador, que, paranoico y rodeado de
aduladores como Tigelino o Petronio, se ha llenado de inquina contra su viejo
tutor. Séneca le pide permiso una vez más para retirarse de la vida pública y
le ofrece toda su fortuna. Nerón, suspicaz, se lo concede, pero no acepta el
legado, de momento.
Apartado de la vitriólica Corte imperial, Séneca comienza a viajar con su
segunda esposa, Paulina, por el sur de Italia. Pero su libertad no dura mucho.
La obsesiva perversión de su antiguo pupilo le persigue. Según Tácito, Séneca
sufre un intento de envenenamiento, que fracasa gracias a la sencilla dieta que
sigue. Pero al fin en el año 65 se le acusa de estar implicado en la conjura de
Pisón para asesinar al César. Aunque sin pruebas firmes, Nerón utiliza ese complot
para purgar a la sociedad romana de los patricios y caballeros que le molestan.
Y Séneca le molesta, de modo que es condenado a muerte sin apelación.
Tácito nos ha contado la muerte de Séneca: de un patricio como él se espera que
se suicide al ser condenado, sin aguardar la orden de ejecución. Cuando el
filósofo recibe la condena, pide permiso para redactar su testamento, lo cual
se le niega, pues la ley ordena que los bienes de un conjurado pasen al
patrimonio imperial. Sabiendo que Nerón va a actuar con crueldad, decide
abrirse las venas en el acto. Pero la muerte por sangría tarda y Séneca pide a
su médico que le de el veneno griego: la cicuta que siglos antes había bebido
Sócrates. Tampoco funciona. Al final pide tomar un baño caliente, cuyos vapores
le axfisian a causa de su asma. El cuerpo de Séneca se incinera sin ceremonia,
tal como él ha pedido. Es el 19 de abril del año 65.
❖ Marisa Pérez Bodegas
0 Comentarios