Juliette Gréco la musa del existencialismo

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En el París existencialista de finales de la década de 1940 y principios de la de 1950, cuando artistas y filósofos llenaban los cabarets y clubs de jazz instalados en las cavas de la Rive Gauche, llenos de humo y palabras, una mujer delgada, de aspecto un tanto andrógino, rostro pálido, ojos grandes y oscuros y mirada penetrante, recitaba poemas de Queneau y Prévert y cantaba en Le Tabou, un cabaret inaugurado en 1947 que muchos han calificado como el cabaret existencialista por excelencia. Allí actuaban Boris Vian y otras leyendas del jazz como Miles Davis. Cerraba más tarde que los famosos Café de Flore y Les Deux Magots, donde se reunían prestigiosos intelectuales (Sartre y Camus entre ellos). Todos estaban fascinados con aquella mujer vestida de negro de apariencia tan distante como libre, tan irónica como sincera, una mujer que encarnaba el ideal existencialista de mujer fatal: Juliette Gréco. Elegante y misteriosa, era amiga de Jacques Prévert, Jean-Paul Sartre, Albert Camus, Boris Vian, Raymond Queneau… Y por ello pasó a ser conocida como la musa del existencialismo.
Le Tabou en la década de 1950
Le Tabou en la década de 1950
Juliette Gréco nació en Montpellier el 7 de febrero de 1927. Su padre trabajaba como policía en la Costa Azul y tanto ella como su hermana mayor, Charlotte, fueron criadas por sus abuelos maternos, que vivían en Burdeos. Juliette iba a un colegio de monjas muy estricto y era una niña tímida a la que le gustaba pasar ratos a solas. En 1933 su madre se reunió con ellas y las tres marcharon a París. Allí descubrió otro mundo. París, con sus luces, sus escaparates, sus teatros, su efervescencia cultural, la cautivó. Comenzó a tomar clases de baile y pronto ingresó en Ópera de París, donde empezó a educar su voz.
Juliette Gréco a mediados de la década de 1940
Juliette Gréco a mediados de la década de 1940
Todo cambió cuando estalló la Segunda Guerra Mundial y París fue ocupado por los nazis. Las Gréco se trasladaron al suroeste de Francia, a la Dordoña. Su madre se unió a la Resistencia y fue detenida por la Gestapo en 1943. Charlotte y Juliette regresaron a París, donde fueron también arrestadas y enviadas a prisión. Charlotte y su madre fueron deportadas a un campo de prisioneros y a Juliette se le permitió seguir en Francia por tener solo 16 años.
Juliette se encontró de pronto sola y sin dinero. Su profesora de francés, la actriz Hélène Duc, le ofreció su casa mientras. A pesar de la guerra, Juliette se entusiasmó con el apasionante mundo del teatro y, animada por su profesora, empezó a recibir clases de teatro, llegando a hacer de extra en algunas obras de la Comédie Française.
A finales de la guerra, comenzó a frecuentar los cafés de la Rive Gauche y a explorar la rica vida intelectual del Barrio Latino y Saint-Germain-des-Prés. Incrementó, así, su interés por la política y asistía a las reuniones de las Juventudes Comunistas.
Juliette Gréco y Miles Davis en Le Tabou. Fotografía de Jean-Philippe Charbonnier
Juliette Gréco y Miles Davis en Le Tabou. Fotografía de Jean-Philippe Charbonnier
Terminó la guerra y su madre y su hermana fueron liberadas. Regresaron a la Dordoña, pero su madre se alistó en la marina y las dos hermanas volvieron a París. Juliette se reencontró con la vida bohemia y empezó a relacionarse con los poetas, músicos, escritores y pintores que celebraban reuniones periódicas en los cafés llenos de humo alrededor de la iglesia de Saint-Germain y a familiarizarse con las ideas de Sartre y Camus, los escritores estadounidenses que frecuentaban las caves y el jazz. Vivía en una habitación de un modesto hotel y de vez en cuando hacía pequeños papeles en teatro, llegando a conseguir trabajo en un programa de la radio nacional dedicado a la poesía.
Cuando en 1947 Le Tabou abrió sus puertas y se convirtió en punto de encuentro para los jóvenes bohemios, así como para una gran cantidad de músicos famosos y artistas, Juliette pareció encontrar allí el hogar que nunca había tenido. Animada por sus amigos, comenzó su carrera como cantante.
Juliette Gréco fotografiada por Robert Doisneau
Juliette Gréco fotografiada por Robert Doisneau
Juliette no tuvo problemas para encontrar material para su repertorio. Muchos escritores y poetas franceses famosos se ofrecieron. Raymond Queneau escribió para ella la extraordinaria Si tu t’imagines, Jules Lafforgue L’eternel féminin y Jacques Prévert se mostró encantado con que hiciera suya su clásico Les feuilles mortes (1945).
Vamos a escucharla, y a verla, en una de las primeras canciones importantes en su carrera: Si tu t’imagines (grabación de 1966).
Cada vez más famosa, su carrera comenzó a ramificarse: era cantante pero también se estaba convirtiendo en una actriz muy codiciada en el mundo del cine y el teatro. Después de una serie de espectáculos de gran éxito en Nueva York, Juliette –que ya había rodado en Francia bajo la dirección, entre otros, de Cocteau– se vio inundada por las ofertas en Hollywood. Poco después de su llegada a Hollywood, Juliette empezaría a salir con el poderoso productor de cine estadounidense Darryl Zanuck. Pero esta relación resultó ser tan efímera como su matrimonio anterior. Veámosla de nuevo en dos grandes éxitos suyos correspondientes a sendos temas de las películas Sous le ciel de Paris (1951), de Julien Duvivier –aunque no interviene ella–, y Bonjour tristesse (1958), de Otto Preminger.
Después de dedicar la mayor parte de la década de 1950 a su carrera cinematográfica, Juliette volverá a su carrera como cantante en la próxima década. Es la época en que su repertorio se enriquece con grandes temas como Il n’y a plus d’après, de Guy Béart (que la cantante registró en 1960) y Jolie môme (1961), de Léo Ferré. Ese mismo año Gréco triunfa en el Bobino de París y en 1962 de nuevo en el Olympia. Incluimos acto seguido dos vídeos con sendos temas de Léo Ferré: la ya citada Jolie môme À Saint-Germain-des-Prés (de 1953).
También por esta época conoce a Serge Gainsbourg. Le impresiona su estilo, radical y transgresor, y le invita a que escriba alguna canción para ella. Entre 1959 y 1963 Gréco interpreta varios éxitos importantes de la mano de Gainsbourg, como la legendaria La Javanaise (que graba en 1963 y que vemos en una actuación suya en la televisión francesa de 2004 con la cantautora canadiense Feist).
A mediados de la década de 1960 es uno de los rostros más conocidos del mundo del espectáculo francés y realiza numerosas giras internacionales. Sin embargo, no se considera una estrella: “No soy una estrella. Las estrellas no existen más que en el cielo; el resto somos seres humanos, de carne y hueso. Solo creo en la existencia de personas que irradian una atracción especial”, declararía más tarde. Tampoco una intelectual. En 1967 estrena Déshabillez-moi (Desnúdame)un gran éxito que nada tiene que ver con su imagen de musa existencialista y que causó un cierto revuelo.
No obstante, Gréco continuó con el estilo que la había hecho famosa, cantando canciones “literarias” escritas por poetas famosos como Pierre Seghers (Les voyous) o Henri Gougaud (Le merle blanc y Non monsieur je n’ai pas vingt ans). Al misto tiempo, se mantendrá fiel a sus compositores favoritos, registrando temas de Serge Gainsbourg (como Le 6ème sens) y Jacques Brel (J’arrive). La vemos interpretar Non monsieur je n’ai pas vingt ans (1977).
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Fiel a sus ideas políticas, aprovecha cualquier oportunidad, y son muchas dada su fama, para defender los derechos humanos y combatir la opresión. Prueba de ello es un concierto en el que participó en Chile en 1981 ante un buen número de notables del régimen de Pinochet. Interpretó solamente canciones de marcado carácter antimilitarista, lo que le valió ser conducida al aeropuerto manu militari en cuanto terminó el espectáculo.
Hasta hoy, Juliette Gréco ha continuado actuando –no tan pródigamente– y grabando nuevos discos, entre ellos el magnífico Ça se traverse et c’est beau (2012), en el que invitó a un prestigioso elenco de compositores y artistas para que la acompañaran. A este disco pertenece la versión que sigue de Sous les ponts de Paris, que interpreta con la cantante estadounidense Melody Gardot.
Cerramos nuestra entrada dedicada a singular artista con una actuación en directo de 1967 en Berlín en la que interpreta una de las canciones más emblemáticas de su repertorio y de la chanson en general: Les feuilles mortes.

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