Piensen cuáles pueden ser las razones básicas para la desesperación. Cada uno de ustedes tendrá las suyas. Les propongo las mías: la volubilidad del amor, la fragilidad de nuestro cuerpo, la abrumadora mezquindad que domina la vida social, la trágica soledad en la que en el fondo vivimos todos, los reveses de la amistad, la monotonía e insensibilidad que trae aparejada la costumbre de vivir.
Al otro lado de la balanza, encontramos París.
Enrique Vila-Matas, París no se acaba nunca
Adolfo Arrieta, Javier Grandes y Raúl Escari, París 1974. |
0 Comentarios