Albert Camus: "La libertad consiste, en primer lugar, en no mentir. Allí donde prolifere la mentira, la tiranía se anuncia o se perpetúa"



29 de diciembre de 2009

El escritor y filósofo Albert Camus (1913-1960) nació en Argelia cuando el país africano estaba bajo dominio francés. Su padre era un modesto agricultor galo que falleció en la batalla del Marne a los pocos meses de su nacimiento , y su madre una mujer analfabeta de origen español. Muy aplicado en los estudios, una vez terminado el bachillerato, consiguió una beca para estudiar Filosofía y Letras en la Universidad de Argel mientras trabajaba en diversos oficios. Siendo muy joven contrajo tuberculosis, lo que no le impidió comenzar a escribir y ligarse a movimientos políticos de izquierda. Gran amante del teatro, creó, dirigió y actuó en una compañía llamada "Theatre du Travail", la que luego pasó a llamarse "Theatre de l'Equipe". Viajó por Europa y plasmó sus impresiones en obras como "L'envers at l'endroit" (El revés y el derecho)" y "Noces" (Bodas). Luego se incorporó al periódico "Alger Républicain", órgano del Frente Popular y llevó adelante su investigación "Misére de la Kabylie" (La miseria de la Kabylia), un informe que consiguió gran repercusión. En 1940, debido a las presiones políticas que comenzó a sufrir cuando el gobierno argelino prohibió la publicación del diario, viajó a París donde trabajó como secretario de redacción del diario "Paris Soir". Durante la Segunda Guerra Mundial se unió a la Resistencia y dirigió el periódico "Combat". Vinculado al denominado movimiento libertario y miembro de la Fédération Anarchiste, comenzó a escribir en publicaciones anarquistas como "Le Monde Libertaire" y "Le Révolution Proletarienne". Su obra literaria comenzó ligada al existencialismo, como se aprecia en "L'étranger" (El extranjero), aunque luego fue alejándose tanto del marxismo como del existencialismo y se opuso también al cristianismo cultivando lo que llamó la "Filosofía del absurdo". En los primeros años de la década del '40 escribió el ensayo "Le mythe de Sisyphe" (El mito de Sísifo)", y las obras teatrales "Le malentendu" (El malentendido) y "Caligula" (Calígula). La novela "La peste" (La peste), una alegoría sobre la ocupación nazi publicada en 1947, le valió el reconocimiento de la crítica y el público. Más tarde examinó la ideología y las formas revolucionarias en el ensayo "L'homme révolté" (El hombre rebelde)". Ya en plena década del '50, mientras trabajaba como periodista en el periódico "L'Express" escribió "La chute" (La caída), un largo monólogo en el que ejerció tanto la autocrítica como la crítica de la sociedad de su tiempo. Otras obras importantes de Camus a partir de entonces son "L'été" (El verano) y "L'exil et le royaume" (El exilio y el reino), dejando al momento de su prematura muerte dos novelas inconclusas que serían publicadas póstumamente: "Le premier homme" (El primer hombre) y "La mort heureuse" (Una muerte feliz). En 1957 se le concedió el Premio Nobel de Literatura. En el ejemplar del día de Navidad de 1951, el periódico francés "Le Progrés de Lyon" publicó la siguiente entrevista a Camus en la que el escritor filosofa sobre el odio y la mentira.

¿Cree usted lógico relacionar las palabras "odio" y "mentira"?

El odio es en sí mismo una mentira. Se calla instintivamente con relación a toda una parte del hombre. Niega lo que "en cualquier hombre" merece compasión. Miente, pues, esencialmente, sobre el orden de las cosas. La mentira es más sutil. Sucede incluso que se miente sin odio, por simple amor a uno mismo. Todo hombre que odia, por el contrario, se detesta a sí mismo, en cierto modo. No hay, pues, un lazo lógico entre la mentira y el odio, pero existe una filiación casi biológica entre el odio y la mentira.

En el mundo actual, presa de las exasperaciones internacionales, ¿no toma el odio frecuentemente la máscara de la mentira? ¿Y no es la mentira una de las mejores armas del odio, quizá la más pérfida y la más peligrosa?

El odio no puede tomar otra máscara, no puede privarse de esta arma. No se puede odiar sin mentir. E inversamente, no se puede decir la verdad sin sustituir el odio por la compasión. De diez periódicos, en el mundo actual, nueve mienten más o menos (que no tiene nada que ver con la neutralidad). Es que en grados diferentes son portavoces del odio y de la ceguera. Cuanto mejor odian, más mienten. La prensa mundial, con algunas excepciones, no conoce hoy otra jerarquía. A falta de otra cosa, mi simpatía va hacia esos, escasos, que mienten menos porque odian mal.

Rostros actuales del odio en el mundo. ¿Los hay nuevos, propios de las doctrinas o de las circunstancias?

Por supuesto, el siglo XX no ha inventado el odio. Pero cultiva una variante particular que se llama el odio frío, en maridaje con las matemáticas y las grandes cifras. La diferencia entre la matanza de los Inocentes y nuestros ajustes de cuentas es una diferencia de escala. ¿Sabe usted que en veinticinco años, desde 1922 a 1947, setenta millones de europeos, hombres, mujeres y niños, han sido privados de hogar, deportados o matados? He ahí en lo que se ha convertido la tierra del humanismo, que, a pesar de todas las protestas, es como debemos seguir llamando a esta vergonzosa Europa.

¿Importancia privilegiada de la mentira?

Su importancia proviene de que ninguna virtud puede aliarse con ella sin perecer. El privilegio de la mentira es que siempre vence al que pretende servirse de ella. Por ello los servidores de Dios y amantes del hombre traicionan a Dios y al hombre desde el momento que consienten en la mentira por razones que creen superiores. No, ninguna grandeza se ha establecido jamás sobre la mentira. La mentira, a veces, hace vivir, pero nunca eleva. La verdadera aristocracia, por ejemplo, no consiste en primer lugar en batirse en duelo. Consiste, en primer lugar, en no mentir. La justicia, por su parte, no consiste en abrir unas prisiones para cerrar otras. Consiste, en primer lugar, en no llamar "mínimo vital" a lo que apenas si basta para hacer que viva una familia de perros, ni emancipación del proletariado a la supresión radical de todas las ventajas conquistadas por la clase obrera desde hace cien años. La libertad no consiste en decir cualquier cosa y en multiplicar los periódicos escandalosos, ni en instaurar la dictadura en nombre de una libertad futura. La libertad consiste, en primer lugar, en no mentir. Allí donde prolifere la mentira, la tiranía se anuncia o se perpetúa.

¿Asistimos a una regresión del amor y de la verdad?

En apariencia, hoy todo el mundo ama a la humanidad (del mismo modo que uno puede amar que le sirvan un filete de ternera poco hecho) y todo el mundo posee una verdad. Pero es el extremo de una decadencia. La verdad pulula sobre sus hijos asesinados.

¿Dónde están los "justos" en el momento actual?

La mayor parte, en las prisiones y en los campos de concentración. Pero también están allí los hombres libres. Los verdaderos esclavos están en otra parte, dictando sus órdenes al mundo.

¿En las circunstancias actuales, no podría ser la fiesta de Navidad un motivo para reflexionar sobre la idea de una tregua?

¿Y por qué esperar a Navidad? La muerte y la resurrección son de todos los días. De todos los días son también la injusticia y la verdadera rebelión.

¿Cree usted en la posibilidad de una tregua? ¿De qué clase?

La que obtendremos al término de una resistencia sin tregua.

Usted ha escrito en "El mito de Sísifo": "No hay más que una acción útil: la que rehiciese al hombre y a la tierra. Yo no reharé jamás a los hombres. Pero hay que hacer 'como si'". ¿Cómo desarrollaría usted hoy esta idea en el marco de nuestra entrevista?

Yo era entonces mucho más pesimista de lo que soy ahora. Es cierto que nosotros no reharemos a los hombres. Pero no los rebajaremos. Por el contrario, los levantaremos un poco a fuerza de obstinación, de lucha contra la injusticia, en nosotros mismos y en los demás. No nos ha sido prometida el alba de la verdad; no hay contrato, como dice Louis Guilloux. Pero está por construirse la verdad, como el amor, como la inteligencia. En efecto: nada es dado ni prometido, pero todo es posible para quien acepta empresa y riesgo. Es esta apuesta la que hay que mantener en esta hora en que nos ahogamos bajo la mentira, en que estamos arrinconados contra la pared. Hay que mantenerla con tranquilidad, pero irreductiblemente, y las puertas se abrirán.

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