El insoportable peso de la levedad científica


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www.elboomeran.com | 27/11/2016
CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA
El insoportable peso de la levedad científica
En este nuevo número de la revista Claves de razón práctica Carlos López Otín reivindica el papel de la investigación científica. En medio de tantas incertidumbres sociales, de tanta ausencia de reflexión y pensamiento, hay que impulsar la educación a todos los niveles y desde el principio, aprovechando los momentos en los que el deseo de aprender y la atención son máximos. Es fácil comprobar que los países que más han progresado en los tiempos recientes son aquellos que han impulsado un sistema educativo innovador y alejado de los lógicos vaivenes de las alternancias políticas. 
[Comienzo del artículo]
"Quien busque el infinito, que cierre los ojos”. No tengo el don de la memoria absoluta que Borges concedió a Ireneo Funes, pero todavía recuerdo cuando, siendo apenas un niño, seguí por primera vez y de manera intuitiva este luminoso consejo que unos cuantos años más tarde pude leer en La insoportable levedad del ser, de Milan Kundera. En un lugar remoto del Pirineo aragonés, rodeado de una Naturaleza imponente, cerré los ojos y me pregunté si sería posible entender el mundo y la vida. Desde entonces, muchas veces me he repetido en voz baja esta pregunta que parece de improbable respuesta. Tras aprender a leer y escribir en uno de los más de 6.000 lenguajes dife - rentes inventados por el Homo sapiens, tuve la fortuna de encontrar una manera de aproximarme a la búsqueda de respuestas científicas a estas humanas cuestiones. Así, guiado por inolvidables mentores emprendí un viaje hacia el centro de la terra incognita con el único afán de ayudar a destejer el brillante arco iris de la vida y las oscuras sombras de las enfermedades.
Hoy, tras más de 40 años de exploración del mundo minúsculo, el que late en el interior de cada célula de cada organismo vivo, de los guisantes a los elefantes, de las bacterias a los hombres, me atrevo a preguntarme también en voz baja cuál es el impulso que nos mueve a buscar el conocimiento. El deseo de aprender y la emoción de des - cubrir son sensaciones difícilmente comparables con la mayoría de las que puede experimentar un ser humano y ambas están situadas en la cumbre de mi particular censo de los sentidos, que incluye unos cuantos más de los cinco tradicionales. Por ello, no deja de sorprenderme el desdén que nuestra sociedad en general, y muchos de nuestros representantes institucionales en particular, demuestran hacia los buscadores del conocimiento en cualquiera de sus facetas. Personalmente, no distingo entre unas y otras formas de aprender, pues todas son lo mismo y la misma cosa son. A mi juicio, la separa - ción entre Ciencias y Letras, o entre Tecnología y Humanidades, es ficticia y contraproducente. 

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