Es bien sabido que los temas eligen a los expositores; a pesar de ello, la elección puede ser sorpresiva. Siendo el autor ajeno a esta elección, parece natural recorrer en voz alta una inesperada hebra del destino: examinar la labor de Elémire Zolla. Mirado desde las Américas, quizás la única razón de monta para tratar sobre un autor inusual sea la necesidad del americano blanco de concebir una enciclopedia2 para la vida. En y por principio, los grupos humanos americanos de ascendencia no europea cuentan con enciclopedias que dan sentido a la vida; paradójicamente, la detentación del poder sobre las cosas y la psiquis no esconde la indigencia ontológica euroamericana: la necesidad de instaurar una gnoseología que se haga carne, sangre y hueso —al decir de Unamuno—. En el mundo hispánico (y más allá también), ya no puede haber titubeos: desde hace casi cuatro siglos, el Don Quijote viene mostrando cuán impúdico puede ser el hombre que cifra su vida en el mero devorar textos impresos. Dado el agotamiento del corpus iluminista, una sola es la consigna americana: inaugurar una enciclopedia desde presuposiciones filosóficas propias. Éste es un primer motivo para recorrer la obra zolliana.
Desde esa presuposición, por ejemplo, la entrada enciclopédica rezaría así: Zolla, Elémire (1926) autor oriental nacido en Turín (...), dado que Italia, por el camino más corto, está al oriente del continente americano. Empero, no parece cauto detenerse en el detalle ya que, entrevistador mediante, Zolla expresó sin rodeos su relación con la cultura italiana del siglo: Le confido: all’ Italia non mi sento legato.3 Desde lejos, queda una impresión: Italia parece recelar de esta obra. Desde América, un interrogante revelaría prudencia: ¿por qué otro autor europeo no es, después de todo, un autor más? La respuesta detona la paradoja: se trata quizás del autor italiano (oriental) más americano imaginable; por motivos muy europeos y a la vez muy italianos, durante su trayectoria, Zolla ha dado cuerpo al ideal de conocimiento de aquella América cuya justificación era la independencia de Europa: renovar la tradición imaginal de los grupos humanos cuya educación se reduce a la fatiga de manuales insignificantes. El americanismo gnoseológico de Zolla es, valga insistir, otra razón de monta para demorarse en su obra.
Fecha y lugar de nacimiento aparte, hay la consabida expectativa sobre los recovecos de una biografía intelectual. Los datos son opacos. El grado en jurisprudencia no explica que, durante unos veinte años, Zolla haya dictado filología germánica y especialmente literatura angloamericana en Catania, Génova y Roma. Hubo un aval enorme: la maestría de Mario Praz. Luego, ponderar una selección de títulos, desde L’eclissi dell’ intellettuale (1959) hasta La filosofia perenne. L'incontro fra le tradizioni d'Oriente e d'Occidente (1999), entre más de treinta volúmenes de ensayo, tampoco aporta una claridad instantánea4. La selección no puede omitir dos trabajos de ficción, Minuetto all’ inferno (1956) y Cecilia, o la disattenzione (1961), ni la enorme cantidad de artículos publicados en varios continentes, además de prólogos y reseñas. Asimismo, hay que mencionar la compilación de antologías y volúmenes de estudios sobre literatura y religiones comparadas: una sobre el Marqués de Sade, otra titulada I mistici dell’ Occidente (1963; 1976-80 y 1997), y la casi reciente Il dio dell’ ebbrezza. Antologia dei Moderni Dionisiaci (1998). Broche de oro de una larga lista incompleta; la edición de una revista rarísima aún hoy: Conoscenza religiosa, publicada de 1969 a 1983.
Lo escurridizo del ingenio oculto detrás de tantas variaciones puede incomodar al enciclopedista en ciernes; quizás dos testimonios, de origen diverso, ayuden a perfilar el talento; el primero, de Domenico Conci, reza así:
Del resto Zolla, e non certo da oggi, è una figura piuttosto a parte nel panorama culturale della nostra Peninsola. Vive e scrive con alacre distacco e chi lo conosce di persona, sia pure superficialmente, lo avverte subito come scrupuloso custode di una diversità esistenziale propria, del tutto singolare.5
El segundo, del mismo Zolla y sorprendente para un hombre cuya actividad preponderante es escribir, encauza la cuestión de por qué compuso dos obras directamente en inglés. Teniendo en cuenta la imbricación entre figuras lingüísticas y de pensamiento, el haber vivido desde la infancia en ambas lenguas no suplanta la explicación. He aquí sus palabras:
La lengua italiana no es un dato adquirido, es un problema no resuelto. Desde el siglo XIX, a diferencia de Inglaterra, en Italia no ha sido posible escribir como se habla. La de Tommaseo o la de Carducci son lenguas altamente artificiales. Manzoni inventa una lengua natural inexistente. Y tanto Pascoli como Saba usaban un lenguaje de una simplicidad utópica. D’Annunzio, Montale, Baccheli, Gadda inventan lenguas del todo personales. Quisiera que alguien meditase seriamente sobre qué empujó a D’Annunzio a escribir en francés El martirio de San Sebastián, una obra profunda que solamente hoy se está en condiciones de comprender plenamente. ¿Qué insuficiencia lingüística le hizo llegar así al final de su camino? Y ¿por qué la grandeza de Pirandello o de Svevo aflora con claridad solamente en las traducciones?6
Aislamiento y ambilingüismo se entrelazan en un enigma ontológico: ¿qué tipo de encuentro semántico se da en el ánimo de un autor ambilingüe que, en primer término, por serlo, ha descubierto la otredad en sí mismo y que, en segundo lugar, por serlo también, ha sabido reconocer en sí los dos soles de la interioridad humana, señalados en los poemas antiguos? Ante todo, el cauce abierto por el interrogante enfrenta al lector con la frondosidad temática de una obra surgida al calor de encuentros personales: en Italia con el líder de una orden zazén y el descendiente de una familia jasídica; en Irán con un alquimista chiíta, y en Taipei con un profesor musulmán de filología china; y, por último, con un maestro del Vedânta advaita entre Huston y Kanchipuram. Una exploración más empeñosa confirma a su vez un vasto y raro orbe de lecturas: Marius Schneider o Moshe Idel, Kawai Hayao o Duncan Derret. Sin duda, el concierto de voces que se da cita en la obra de Zolla puede inducir al agobio; pero resultaría disonante privilegiar exclusivamente la rareza de las concordancias de este autor. Después de todo, Zolla no está solo en la Italia contemporánea. El siglo saliente ha abundado en variopintos acercamientos a lo gnoseológico; muy otra cosa es que haya que frecuentar en una húmeda oscuridad germinal aquellas obras que pueden oficiar de alimento; en sede italiana, por ejemplo, los estudios de Giuseppe Tucci, Giorgio de Santillana y Rosario Assunto.
Acaso el agobio desaparezca si se ordena el abanico temático: las metafísicas de la América aborigen y las tradiciones afroasiáticas con sus protagonistas principales: el shamán; la Patrística, Bizancio y la Latinidad así como la vida religiosa hebrea y musulmana; las tradiciones primitivas, el Japón y la India así como el folklore, las literaturas y las filosofías europeas modernas y contemporáneas, derrotero amplísimo del que tratan dos obras compuestas en claves distintas: una, Le potenze dell’ anima. Morfologia dello spirito nella storia della cultura (1968), donde, a partir de múltiples puntos, se establecen las categorías de la interioridad identificables en una historiografía casi universal; la otra, Le tre vie (1995), donde se examina la posibilidad de la realización espiritual desde tres senderos inusualmente considerados: el conocimiento, la devoción a Dios y el deseo. Claro está, el acercamiento erudito no apacigua el interrogante: ¿qué punto de apoyo permite a un pensador actual combinar de manera superior toda esa sabiduría de siglos en una obra personal que solo el futuro podrá valorar ecuánimemente? Plausiblemente, solo una estilística de orden especulativo pueda revelar que el apoyo es bifronte: por un lado, el ejercicio del gusto entendido como capacità di scartare; por el otro, la ascesis del lenguaje; en palabras de Zolla: raffinare l’eloquio fino a farlo coincidere col cuore7 a fin de suprimir los guiños y los tics de los demás en el propio decurso imaginativo. Para los interesados en claves retóricas más inusuales, valdría advertir los nexos solidarios entre ilusionismo y voluntad de estilo; antes de arquear las cejas, conviene pensar en Don Bosco, paisano de Zolla, cuyo interés por la prestidigitación era una forma casera de integrarse al generoso juego del universo.
No es sencillo instaurar una enciclopedia nueva así como tampoco lo es asimilar la obra zolliana; el mayor inconveniente parece radicar en los marcos temporales cristalizados por la historiografía aluvional impartida desde la escuela primaria. Desde este respecto, el presente se ofrece domesticado porque la crónica es el peso muerto de la memoria y el futuro, la posibilidad reducida al deseo. Como bien decía Ángel Castellán, el estudio del pasado se reduce así a un saber más para saber lo mismo. Dentro este marco mental, no puede sorprender que la labor del enciclopedista llegue a identificarse con el empeño filatélico. Pero el error no dura; a pesar de la forzada uniformidad, el presente no es monolítico. Desde un respecto distinto, en cambio, la labor enciclopédica podría espejar, en la intimidad del lector, las fuerzas que entraman el impermanente velo del ahora. Se requiere, pues, que pasado y futuro converjan en instante como convergen la cadencia del conócete a ti mismo y la admonición de Simone Weil: la percepción librada de la imaginación es discernimiento. Con mano de orfebre, Zolla viene intentando esa convergencia, urdiéndola alrededor de un centro peculiar: la idea de sincretismo, cuyo perfil cronológico ha sabido trazar con pincelada breve:
È un concetto svolto fino ai suoi ultimi punti nella scuola di Careggi, ad opera di Marsilio Ficino, esteso quindi da Pico della Mirandola. Il Bruno ne partiva, lo illustrava. La diffusione delle opere del Ficino in Europa segna l’estensione del concetto, Leibniz ne è un corifeo. Stranamente nel secolo XIX si tace di questa certezza, non si osa svilupparla. Sarà un evento che taluno ha stoltamente disprezzato a riaffermare l’ antica verità di Careggi, l’esposizione colombiana di Chicago nel 1893, dove fu convocato il Parlamento delle religioni.8
Lógicamente, el término sincretismo no evoca simpatías porque suena a simple yuxtaposición de elementos diversos; no lo creyó así Ioan Culiano:
Uno degli esempi più poderosi di contatto riuscito tra culture attraverso l’uso attivo dell’ immaginazione è, per Zolla, il sincretismo. Il sincretismo infrange le barriere, esso permette di scavalcare i pregiudizi e di incorporare tutto, e generosamente, nella propria cultura, a partire da una chiave ermeneutica che trascende le parti in causa.9
La mera idea de un isomorfismo transcultural paraliza al hombre escolarizado. ¿Será porque conocimiento, devoción y deseo son experiencias extremas? Carl Jung, Daisetz Suzuki o Roman Jakobson hicieron del isomorfismo interdiscilplinario el pivote de su labor, y Raimon Panikkar, al prologar el trabajo de un inusual pensador sudamericano, se apoyó en esa idea para formular el proteico valor de la mística comparada:
(...) mística comparada no consiste en comparar misticismos ni en comparar fenómenos místicos, sino en servirse, como vehículos de expresión para formular su propia intuición mística, de todas aquellas doctrinas y nociones que puedan ayudar a esclarecer la inteligibilidad del problema personal que se trae entre manos.10
Por eso, un nuevo modo de saber enciclopédico puede fundarse, antes que en ninguna otra cosa, en la capacidad de reflejar ciertos tics del lector. Dicho de otra manera, su primera función puede residir en el revelar lo no advertido a fin de abrir nuevos espacios de significación. Por eso, tiene que vérselas, ante todo, con el sentimentalismo.
Nótese, a modo de ejemplo, uno de los horizontes emotivos de las lenguas europeas: cada unidad léxica del discurso escolarizado conlleva un matiz positivo y otro negativo. Así, el vocablo filosofía puede mentar desprecio (déjate de filosofías) como también puede resultar pomposamente encomiatorio (mi filosofía de la vida); lo mismo puede aplicarse a primitivos como literatura, ciencia, teatro, gramática o psicología. En un mismo orden de cosas, ¿hay algo más sentimental que el vocablo metateoría? No siempre es sencillo explicar la dicotomía engarzada en la urdimbre lógica de un pensamiento que se precia de haber superado la superstición. Un primer paso en esa dirección puede resultar insignificante: la falta de una técnica expresiva racional que disuelva las contradicciones propias de la significación históricamente pautada. La ausencia de una retórica común (y de una poética) es una deshonra para un grupo humano, sostenían letrados renacentistas como el Pinciano. En el fondo, el conflicto entre palabra y conocimiento resulta ser una variación más de aquella querella entre filosofía y poesía, que, a lo largo de los siglos, ofrece su cristalización máxima en Derrida. A pesar de la medioeval gramática como terapia, estudiada con enjundia por Martin Irving, en Euroamérica, un caso como el de Pānini sigue siendo fantasioso. Es lo que se le achaca al discurso de la mística. Empantanados con Nietszche, se desconfía de las explicaciones místicas; y en consonancia racionalista se olvida que la mística es experiencia lógica extrema: como tal, incomunicable pero nunca imparticipable (según supo argumentar Vicente Fatone siguiendo al Pseudo Dionisio). Sin embargo, no toda ecuanimidad está perdida: testigo clave: la obra de Douglas R. Hofstadter.
No es sencillo instaurar una enciclopedia nueva, un saber enciclopédico traducible en símbolos; desde ese respecto, la obra de Zolla puede considerarse ejemplar. No en vano, por entre su prosa descartante, se siente resquebrajar el ideal racionalista que ve en la definición el acmé gnoseológico. La polémica está a flor de labios y la pudibundez escolar se eriza ante la frase conocimiento esotérico; vale decir, conocimiento despreocupado de la dicotomía significado-significante (achacada contemporáneamente al Curso de lingüística general). Hay en este desencuentro heredado la encrucijada de una cosmovisión que se empeña en conspirar contra la inteligencia de un solo vocablo: creatividad. Tres parecen ser las alternativas semánticas ofrecidas por lo historiográfico: creatividad ex nihilo (connotación positiva por hacer aparecer), creatividad a partir de algo (connotación positiva por recreación), o bien como creatividad deshacimiento (connotación negativa por sobreabundar). De ahí que en Occidente Hegel acusara a la mística de blandir el pistoletazo de la intuición intelectual; la Antigüedad, en cambio, prefirió desconfiar del lenguaje y más aún de la escritura. Por eso, el Oriente atribuyó a Lao-tsé aquel dístico: El que habla no sabe/el que sabe no habla, a fin de que el poeta Po Chü-yi se preguntara, en otros versos: mas si hemos de creer/que Lao-tsé sí sabía,/¿cómo es que escribió un libro/de cinco mil palabras?
A ojos vistas, ese conocimiento esotérico conduce a paradojas, tal como lo atestiguan la caída contemporánea del racionalismo en física, en matemáticas y en lógica. Con todo, la dirección puede tener un punto de partida recto: o bien se acepta que las paradojas son el orden de intelección del universo o bien conviene callarse. Ahora bien, callarse es un acto lingüístico; el silencio, no. En disonancia semiótica con la claridad analítica del empeño actual por lo macro y microscópico, se yergue un supuesto de la exégesis escrituraria universal: la sabiduría de un texto sagrado está en relación directa con la irrisoria incoherencia de la superficie lingüística. "Lógica", en esta sede, significa paulatino despojo de los espejismos del lenguaje, según señalaba el Budismo primitivo en contra de su enseñanza del puño cerrado. Según los textos budistas, una discusión recta solo admite tres clases de preguntas: las de respuesta categórica, las de respuestas en que se establezcan distingos, y las que llevan a otras preguntas antes de ser respondidas. Respecto a las que no consienten respuesta, se las eliminaba por inútiles. ¿Se animaría el euroamericano a aplicar la lógica ascética a una entrada enciclopédica? La encrucijada de un cosmovisión se revela en la inconfesada rigidez que provoca la mención de una lógica del silencio. Empero, nadie puede negar que todo poeta contemporáneo, de cuño genial, ha tenido que luchar contra ese cedazo semántico. Suma voz en español: Federico García Lorca.
¿En qué consiste el despojarse de la lógica? Valga esbozar una metáfora: ser desde la desnudez del significado que transfigura el conocer, el hacer y el dormir haciendo que las certezas emergentes se vuelvan cosmogonía. No puede sorprender, entonces, que muchos grupos humanos hayan creído en el isomorfismo entre el cosmos y sus textos sagrados. Tampoco sorprende que el tejido textual sea una ocupación rítmica notable en la obra de Zolla, hombre advertido de la textualidad cósmica. En efecto, se ha señalado que el estilo zolliano sufrió un cambio notable a partir de 1969; en cierta medida, la prosa y el sesgo de la temática se hicieron menos tajantes, más líricos, con un juego del hipérbaton engarzado en un decurso oracional sin recodos y con una pátina de tiempo ido. Con todo, el comentario de Italo Calvino sobre la segunda novela de Zolla presagiaba que el cambio no era tal:
"(...) le singole parti sono belle in sé, e alcune benissimo scritte, talora con una specie di vertigine lirica, e potrebbero essere esempi d’ una narrativa lirico-saggistica di prim’ordine se non fossero appunto ordinate in quella struttura che dicevo. (...) Comunque questo libro è un ottimo risultato, sintesi della tua saggistica e narrativa precedenti, sul livello più alto".11
Narrativa lírico-ensayística perfila una descripción pantagruélica, compendia los únicos tres géneros discernibles para la actualidad, y simultáneamente testimonia que la maniera actual de Zolla responde orgánicamente a un ritmo autónomo. Ahora bien, Calvino detona la incógnita: ¿cómo se logra potenciar el estilo en esta forma? Leer es combinar textos haciendo preguntas rectas. Borges decía que la literatura universal es la reiteración de cuatro o cinco temas; ante la similaridad temática, ¿cuál es la labor del hacedor? Para el caso zolliano, vale bosquejar una propuesta: la tensión estilística astilla las dicotomías en haces luminosos a modo de la vieja linterna mágica, y la luz de la vigilia, ésa que permite la lectura, o bien toma la forma de los sueños y su alógica, o bien la forma de sueño profundo o la forma de viaje iniciático inducido, tanto por la droga terapéutica como por el éxtasis meditativo. Sin tradicionalismos ni utopías, la obra zolliana intenta espejar la otra ribera, donde la práctica shamánica deja de ser superstición y la Divina Commedia se vuelve el mapa sublime del enderazamiento de las potencias; o bien donde, el Pinocchio deja de ser títere para volverse liberado en vida, según cantó Shánkara, y la infancia pasa a ser el indeliberado abandono en la visión adánica, según afirmó Dame Edith Sitwell. Si la clave es correcta, se la escuchará en el prólogo de Uscite dal Mondo:
Uscire dallo spazio che su di noi hanno incurvato secoli e secoli è l’atto più bello che si possa compiere. Quasi nemmeno ci rendiamo conto delle nostre tacite obbedienze e automatiche sottomissioni, ma ce le possono scoprire, dandoci un orrore salutare, i momenti di spassionata osservazione, quando scatta il dono di chiaroveggenza e libertà e per l’istante si è padroni, il destino sta svelato allo sguardo. Per mantenersi in questo stato occorre non avere interessi da difendere, paure da sedare, bisogni da soddisfare; si raccolgono i dati, si dispongono nell’ ordine opportuno e, al di là dei recinti dove si stà rinchiusi, si spalanca l’immensa distesa del possibile.12
Sobre el final, se vislumbra un último interrogante: ¿podría una enciclopedia nueva evitar la dicotomía emotiva del racionalismo dando así al euroamericano la posibilidad de despojarse de los símbolos caducos? Para los frescos escolares, el punto de fuga es el Renacimiento florentino. Tres vectores muestran que el Renacimiento no es un dato adquirido sino un problema irresuelto: el caso Copérnico, la periodización histórica y la caída de la retórica, gajos todos ellos de un cuarto factor: el conflicto entre Hermetismo y Cristianismo que no pudo superar el neoplatonismo de Careggi. La historiografía petrificada insiste en que el Humanismo italiano fue el descubrimiento de manuscritos antiguos; una perspectiva más vital percibe que aquellos estudiosos comprendieron la inusual encrucijada de su tiempo e intentaron asimilar diversas tradiciones sapienciales a partir de la fluctuante fusión de Cristianismo y Paganismo, vivo en la Europa de entonces. ¿Podría considerarse el siglo XX como el desordenado tablero de la impotencia renacentista? Ciencias naturales y nueva religiosidad, posmodernismo y apertura hacia otras civilizaciones, capitalismo y esteticismo: girones de inteligencia que explican por qué la metáfora rayo de tinieblas, máximo logro expresivo de la lógica de la mística occidental, se ha vuelto hoy absurdamente oscura.
Ésta es quizá la encrucijada más urticante de la Italia aúlica de siempre y, a partir de Italia, del mundo escolarizado; sin lugar a dudas, es la encrucijada de las Américas. Desde ella la obra de Elémire Zolla es una sólida lectura del mundo contemporáneo (aunque hable de otros mundos) y, como tal, convoca al ordenamiento de una enciclopedia que sirva para mantener tenso el tenor de la existencia. Como cualquier otro texto, además, atrae otras lecturas: desde las acusaciones de neognosticismo y apocalipticidad hasta el ecuánime encomio de un grupo relativamente reducido.13 Si como afirma George Steiner no hay desnudez adánica en ningún acto hermenéutico, a estas alturas de la historia, parece razonable poner en práctica la ascesis en el pensar. El enciclopedista advertido hará bien en considerar las palabras de Daniel Vogelmann sobre la arritmia intelectual contemporánea:
Libre de todo lastre cultural es como debiera el hombre contemplar la agonía de su mundo. Sería ésta una apertura tal vez única hacia el conocimiento de sí mismo en una dimensión gregaria, sin el riesgo de caer en la ilusión, en el inveterado error de nutrirse de conocimientos vencidos que deforman el puro acceso a la verdad interior.14
Como todo texto, la enciclopedia nueva será combinación de textos. Empero, a modo de emblema custodio o de gárgola, en la portada, debería llevar impresa alguna frase que ahuyente los espíritus malignos. Justos parecen los versos del bufón partenopeo que, en pleno siglo XX, puso en boca de un alma en pena una sentencia de gusto medioeval: Sti ppagliacciate ‘e ffanno sulo e’ vive:/nuje simmo serie... appartenimmo â morte! El trabajo intelectual contemporáneo ignora que una pequeña sabiduría es la entrada a un locus amoenus. Elémire Zolla, en cambio, parece no desdeñarla, jubilado de la enseñanza, vive en Montepulciano disfrutando de la amena conversación de los habitantes del enclave toscano.
Notas:
Bibliografía
Conci, Domenico Antonio, "Il salto del salmone", en Zolla, Elémire, Tre discorsi metafisici (1989-1990) con letture critiche di D. A. Conci, I. P. Couliano, P. di Vona, G. Marchianò y E. Rasy. Napoli, Guida Editori, 1991, pp. 67-77.
Couliano, Ioan P., "Rivelazione e creazione", en Zolla, Elémire, Tre discorsi metafisici (1989-1990) con letture critiche di D. A. Conci, I. P. Couliano, P. di Vona, G. Marchianò y E. Rasy. Napoli, Guida Editori, 1991, pp. 79 -94.
Lepschy, Anna e Giulio, La lingua italiana. Milano, Bompiani, 1981.
Panikkar, Raimon. "Monólogo con Vicente Fatone", en Fatone, Vicente, Obras completas, vol. 2º. Buenos Aires, Sudamericana, 1972, pp. 7-16.
Sperber, Dan, El simbolismo en general. Trad. J. M. García de la Mora. Prólogo M. Jesús Buxó. Barcelona, Anthopos, 1988.
Vogelmann, Daniel, "Arritmia", La Nación (Buenos Aires), 1974.
Zolla, Elémire; Fasoli, Doriano, Un destino itinerante. Conversazioni tra occidente e oriente. Venezia, Marsilio, 1995.
Zolla, Elémire, Uscite dal mondo. Milano, Adelphi, 1992, 3º ed.
|
© Ricardo Laudato 2000
Espéculo. Revista de estudios literarios. Universidad Complutense de Madrid
El URL de este documento es http://www.ucm.es/info/especulo/numero14/zolla.html
0 Comentarios