CG Jung escribió: "Haz consciente el inconsciente, de lo contrario el inconsciente guiará tu vida y lo llamarás destino ". Frase que provocó en mí una profunda reflexión, tema de indudable interés en diversos campos, místico, religioso, filosófico y psicológico, así como fuente de inspiración para diversas películas, entre ellas “Puertas correderas”.
De repente me "obligaron" a darme un chapuzón dentro de mí. Siempre he creído que es el inconsciente el que más influye en nuestras elecciones, respuestas, emociones, nuestra vida en resumen. Freud llega al descubrimiento del inconsciente cuando se da cuenta de que los actos conscientes tienen lagunas, por lo que llega a afirmar que "lo psíquico es en sí mismo inconsciente"., la verdad parece distorsionada, indescifrable y manipulada desde fuera. Si bien una persona se considera racional, capaz de gobernar pasiones y comprender la realidad de los hechos, lo cierto es que sucesos inesperados en los que solemos identificar los signos del destino pueden irrumpir en su vida.
¡Sí, destino! ¿Qué es esto? ¿Existe? ¡Es muy difícil saberlo!
Puede entenderse como una concatenación de eventos que inevitablemente nos suceden, a veces parece originarse precisamente desde el " ultramondo del inconsciente ", está más allá del ego, pero al mismo tiempo lo empuja a compartir, a través del conocimiento, predilecciones y actitudes responsables.
El ego es una parte muy pequeña del individuo, y lo que la realidad mental en su totalidad quiere lograr no siempre corresponde a sus propensiones.
Es un momento de reflexión que nos sigue en todo momento, cuando nos encontramos recorriendo un "camino", tejido también por hechos sobre los que no tenemos control, y me pregunto: "qué realidad existencial nos da el destino y cuánto por la capacidad de saber cómo hacerlo? " El hombre probablemente tiene la obligación de participar en la concretización de los hechos de la vida real, identificados tanto en el inconsciente como en el consciente.
Es imposible dominar completamente el propio destino, y tal vez sea a través de la libertad del ego que el hombre traza el compartir dinámico hasta su propia existencia y se siente el artífice de su propio destino, aunque sea parcialmente.
Tomando en consideración el aspecto psicológico, el concepto de destino podría atribuirse a pensamientos ilógicos, a individuos que lo consideran una explicación de todo. Al no comprender la realidad, les resulta funcional incluir un presunto orden preestablecido en el universo. O podría servir para trasladar la "culpa" de los hechos de nuestra vida hacia causas extrañas ilusorias.
Cuántas veces nos hemos repetido (a nosotros mismos y / oa los demás) que "no hay nada que hacer, todo está escrito". Esta es una perspectiva algo limitante, tanto en términos de ideas como en términos de la conducta necesaria para crear el futuro de uno, paso a paso.
Con autoconciencia de quiénes somos, qué potencialidades tenemos y qué recursos podemos poner en acción.
Por otro lado, la vida está llena de sorpresas, involucran la mente y el alma, pueden cambiar nuestra forma de hacer. Casi parece que el hombre ha tenido, desde sus orígenes, la necesidad de prever el futuro, prepararse para gestionar lo inesperado. Y cuando no lo hacemos, nos encontramos débiles, indefensos, indefensos.
Como si nuestra mente y nuestro cuerpo tuvieran que estar "preparados", siempre y en todo caso, para afrontar situaciones desconocidas, que dan lugar al miedo a no poder implementar estrategias conductuales y cognitivas adecuadas a nuevos contextos y circunstancias. Y así evitamos nuevas experiencias, las diversas oportunidades de "renovación" que nos permitirían entrar en relación con nuestros diferentes puntos de vista.
Somos nosotros los que damos una connotación positiva o negativa a lo inesperado, dependiendo de las experiencias previas, queramos o no "conocerlos / combatirlos".
Ciertamente hay personas más predispuestas que otras a lo "nuevo", se muestran resistentes.
La “ resiliencia“Indica la fuerza humana para reaccionar ante eventos traumáticos, resiliente es quien sabe soportar el dolor, quien sabe soportar las dificultades sin desesperación, quien tiene el coraje de tomar un camino que sabe ser tortuoso. La resiliencia defiende contra la autocompasión, nos recuerda que estamos expuestos al peligro como mortales y al mismo tiempo nos hace enfrentar lo que se interpone en nuestro camino con sabia audacia. Nos hace comprender el significado del dicho aristotélico “ quien no conoce sus límites, teme al destino” , es lidiar con su propia impotencia o vencer el miedo al mañana. Es determinación, perseverancia y paciencia.
Para aceptar las propias limitaciones se necesita una fuerza generadora de recursos, virtud que lleva a perseverar, a perseverar en las dificultades, a mostrar valentía en la vida cotidiana.
Es la capacidad de aceptar las heridas en la lucha por la realización del devenir uno mismo, lo que requiere discernimiento, no confundir con irresponsabilidad e imprudencia. Puede ser considerado el "antídoto" de cualquier tentación de abandono resignado al destino, a lo trágico oa la fatalidad de la superioridad de los hechos sobre la persona.
La tarea de los terapeutas es precisamente ayudar a los pacientes que sufren, que se conciben como débiles y desesperados, a cultivar esta pasión, la resiliencia, para que sean proactivos y cambien su destino.
Existe una conexión profunda entre el inconsciente y el destino que no puede ser entendida por la racionalidad humana, sino que sólo se vislumbra.
El inconsciente es el destino. CG Jung escribió "por mucho que queramos designar lo que hay en el fondo de la psique, es cierto que estas energías forjan nuestro destino ”.
¿Podría ser verdad?
Créditos de las fotos: writing.wikinut.com
INCONSCIO E DESTINO
C.G. Jung ha scritto: “Rendi cosciente l’inconscio, altrimenti sarà l’inconscio a guidare la tua vita e tu lo chiamerai destino”. Frase che ha sollecitato in me una profonda riflessione, tema di indubbio interesse in vari campi, mistico, religioso, filosofico e psicologico, nonché fonte di ispirazione per vari film, tra i quali proprio “Sliding doors”.
Ad un tratto sono stata “costretta” ad effettuare un tuffo dentro di me. Ho sempre creduto che sia l’inconscio ad influenzare in maggior misura le nostre scelte, le risposte, le emozioni, la nostra vita insomma. Freud arriva alla scoperta dell’inconscio nel momento in cui si rende conto che gli atti coscienti presentano delle lacune, per cui giunge ad affermare che “lo psichico è in sè inconscio”, la verità appare falsata, indecifrabile e manovrata dall’esterno. Per quanto una persona si consideri razionale, capace di governare le passioni e di comprendere la realtà dei fatti, è certo che possano fare irruzione nella sua vita degli eventi inattesi in cui solitamente identifichiamo i segni del destino.
Già, il destino! Cos’è? Esiste? È veramente difficile saperlo!
Si può intendere una concatenazione di avvenimenti che immancabilmente ci accadono, talvolta sembra originata proprio dagli “ultramondi dell’inconscio”, è oltre l’Io, ma nel contempo lo spinge alla compartecipazione, attraverso la conoscenza, le predilezioni e gli atteggiamenti responsabili.
L’Io è una parte piccolissima dell’individuo, e non sempre ciò che la realtà mentale nella sua interezza vuole raggiungere, corrisponde alle sue propensioni.
È un momento di riflessione che ci segue in ogni istante, quando ci troviamo a percorrere un “cammino”, tessuto anche da eventi sui quali non abbiamo controllo, e mi domando: “la realtà esistenziale quanto è data dal destino e quanto dalla capacità di saperla realizzare?” L’uomo probabilmente ha l’obbligo di partecipare alla concretizzazione delle vicende della vita reale, individuata sia nell’ inconscio che nel conscio.
È impossibile essere completamente padroni del proprio destino, e forse è attraverso la libertà dell’Io che l’uomo traccia la condivisione dinamica alla propria esistenza e si sente artefice del proprio destino, anche se in modo parziale.
Prendendo in considerazione l’aspetto psicologico, il concetto di destino potrebbe essere attribuito a pensieri illogici, a individui che lo considerano una spiegazione di tutto. Non comprendendo la realtà trovano funzionale includere un presunto ordine prestabilito nell’universo. Oppure potrebbe servire a spostare verso cause estranee illusorie la “colpevolezza” dei fatti della nostra vita.
Quante volte avremo ripetuto (a noi stessi e/o agli altri) che “non c’è nulla da fare, tutto è stato scritto”. Si tratta di una prospettiva alquanto limitante, sia per quanto riguarda le idee, sia per quanto riguarda le condotte indispensabili a creare il proprio futuro, passo dopo passo.
Con autoconsapevolezza su chi siamo, quali potenziali abbiamo e quali risorse possiamo porre in atto.
D’altronde la vita è piena di sorprese, coinvolgono la mente e l’anima, possono mutare i nostri modi di fare. Sembra quasi che l’uomo abbia avuto sin dalle sue origini la necessità di prevedere il futuro, prepararsi a gestire gli imprevisti. E quando non riusciamo a farlo ci scopriamo deboli, indifesi, impotenti.
Come se la nostra mente e il nostro corpo debbano essere “pronti”, sempre e comunque, ad affrontare situazioni sconosciute, che originano il timore di non essere in grado di mettere in atto strategie comportamentali e cognitive adeguati a contesti e circostanze nuove. E così evitiamo le nuove esperienze, le varie occasioni di “rinnovamento” che ci permetterebbero di entrare in relazione con i nostri diversi punti di vista.
Siamo noi a dare una connotazione positiva o negativa agli imprevisti, a seconda delle esperienze precedenti, della volontà o meno di “incontrarli/combatterli”.
Di certo ci sono persone più predisposte di altre al “nuovo”, si dimostrano resilienti.
La “resilienza” indica la forza umana di reagire ad eventi traumatici, resiliente è chi sa sopportare i dolori, chi sa reggere le difficoltà senza disperarsi, chi ha il coraggio di intraprendere una via che sa essere tortuosa. La resilienza difende dalla auto-commiserazione, ricorda che siamo esposti al pericolo in quanto mortali e nel contempo fa affrontare ciò che ci ostacola con saggia audacia. Fa comprendere il significato del detto aristotelico “chi non conosce i propri limiti, tema il destino”, è fare i conti con la propria impotenza o vincere la paura del domani. È determinazione, perseveranza e pazienza.
Per accettare i propri limiti c’è bisogno di una forza generativa di risorse, di una virtù che porta a perseverare, a persistere nelle difficoltà, a manifestare coraggio nella vita di tutti i giorni.
È la capacità di accettare le ferite nella lotta per la realizzazione del diventare se stessi, che richiede discernimento, per non essere confusa con irresponsabilità e incoscienza. Può essere considerato “l’antidoto” a qualsiasi tentazione di rassegnato abbandono al destino, alla tragicità o alla fatalità della superiorità degli eventi sulla persona.
Il compito di noi terapeuti è proprio quello di aiutare i pazienti che soffrono, che si concepiscono deboli e disperati, a coltivare questa passione, la resilienza, per diventare proattivi e cambiare il loro destino.
C’è un nesso profondo tra inconscio e destino che non può essere compreso dalla razionalità umana, ma solo intravisto.
L’inconscio è il destino. C.G. Jung ha scritto “comunque si voglia designare ciò che sta in fondo alla psiche, certo è che queste energie forgiano il nostro destino”.
Sarà vero?
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