The Godfather: “Hazle una oferta que no pueda rechazar”

 



Francis Ford Coppola entra por la puerta grande con The Godfather (1972), articulando su historia mediante pilares tradicionales, como la familia, la lealtad, el respeto y la jerarquía. Esa misma puerta simboliza los dos cosmos que presenciaremos en la película. Apreciamos la separación en esa tradición patriarcal, en que el hombre y la mujer habitan dos mundos distintos; ellos afuera, en el universo exterior de los negocios –un lado de la puerta reservado únicamente para el sexo masculino–, y ellas, en el universo interior, ocupándose de las curas de casa y de la familia. Es ese mismo portón el que separa dos mundos; que distingue las dos posiciones de una pareja; la misma puerta que deja a Kay Adams (Diane Keaton) fuera del mundo del nuevo Don Corleone, Michael (Al Pacino) en el final de la trama.

La película de Francis F. Coppola, basada en la novela Mario Puzo, de inmediato se convirtió en un filme de auteur de gran éxito. Arraigó en ella un cine clásico de gánsteres modernizados, aunque ambientado en los años cuarenta. El magisterio de Marlon Brando como patriarca representa todo lo que tenía el cine antiguo de Hollywood al que ansiaba el joven Coppola. Crea una historia dinámica que combina con la profundización tanto de los personajes como del dramatismo de los dilemas morales de los protagonistas. Dejamos atrás las películas de acción absoluta, combinándola con unos valores que juegan a favor y en contra de la ética del mismo reparto. El filme fue un éxito crítico y comercial que llegó a crear un legado e incluyó la cultura popular con frases como “Luca Brasi duerme con los peces” y “Hazle una oferta que no pueda rechazar”Quizá porque ya es de época, gracias a la fotografía amarillenta y la banda sonora elegante y decadente de Nino Rota, The Godfather envejece menos que muchas películas posteriores de la década. El director se atrevió a llevar al cine una historia compleja y distinta artísticamente, convergiendo los momentos tanto de acción como de horror en algo puramente intenso, pero entrelazando, a la vez, esas escenas tranquilas.



En el inicio de la película –la secuencia de la boda de Connie, hija de Vito Corleone– se presenta el papel de cada personaje dentro de la organización y, por tanto, de la familia, donde diferenciamos dos grados: el biológico y el de los negocios. Ambas categorías convergen, y la familia es, a menudo, el eje vertebrador del mundo de los negocios. De esa manera, vemos el contraste de las dobles personalidades de algunos de ellos. Apreciamos como el actual Don Corleone (Marlon Brando) expresa sus valores tradicionales –la lealtad, la familia y el respeto– junto con su habilidad en los negocios, que le ha llevado lugar en el que se encuentra, uno de los miembros de las cinco familias. Detrás del telón tradicional, se aprecia la violencia implícita en cada uno de sus logros. La manera de conseguir ese respeto se ejecuta a través del temor, es decir, que todo se consigue mediante la violencia. Toda la familia se convierte en una sola entidad, si tocan a uno, los tocan a todos. Siempre deben mirar por su bien y nunca posicionarse en su contra, valor que le recuerda Michael a Fredo cuando va a visitarle a las Vegas: “Nunca te pongas del lado de alguien que se oponga a la familia”. La violencia supura constantemente por la piel de la película. Casi podríamos decir que el film destila una agresividad punzante que se explicita en algunas escenas concretas, como la cabeza del caballo en la cama del productor de cine.

Al largo del film cabalgamos entre estos dos mundos; escuchamos la voz dulce de Johnny –uno de los ahijados del gran Corleone– mientras de fondo, Michael nos narra la historia de cómo este alcanza su éxito gracias al Padrino. Contemplamos cómo la familia es tan importante para él, que encuentra un deshonor en los adúlteros: “Un hombre que no pasa tiempo con su familia, no puede ser un hombre de verdad”, sentencia Don Corleone, en referencia a los actos de su hijo Santino. Dentro de los dos escenarios que confluyen en la primera secuencia –el interior del despacho, y el exterior donde sucede la celebración de la boda– observamos un gran contraste, y no solo por los sucesos que corresponden en cada uno de ellos. El primero es un entorno oscuro, donde los planos encuadran a los personajes y los temas que se tratan. Es decir, esa oscuridad del espacio nos traslada a esa cara de la moneda que conlleva ser una familia mafiosa. La luz tímida de la habitación y el silencio que se perpetúa en la sala donde prevalecen las voces de los presentes no nos hacen creer que están en una boda. El segundo espacio que se presencia es el exterior de la boda. Luz, alegría, música, familiares y amigos son los que predominan en este encuadre, donde encontramos todos los efectos opuestos a los que veíamos en el interior del despacho. Prevalecen, sobre todo, planos medios y generales, al contrario que en el escenario anterior, para que el espectador centre su vista en el encuadre que prefiera. Aun así, hay una línea para presentar a cada uno de los presentes –en sectores pequeños– para que el espectador pueda ubicarlos en la familia.

En esta secuencia visualizamos la presentación de Barzini –un representante de las cinco familias que dominan el negocio–, la infelicidad del matrimonio de Sony, la pareja, ejemplo de familia unida, que forman Don Vito con su esposa, la alegría de la hija Corleone en el día de su boda junto a su marido, la presencia de Michael junto a su pareja –en el que con solo la vestimenta se verá que es distinto al resto de su familia–, la ternura de Tessio sosteniendo a una niña en sus pies –en contraposición con la firmeza y oscuridad del círculo de negocios de Corleone–, la falta de cordura de Luca Brasi, la fidelidad de Tom y el éxito de Johnny como representante honorífico de lo que se puede llegar a conseguir al lado de Don Vito.

Dentro de esta jerarquía familiar y, por lo tanto, también dentro del negocio, vemos que la cima es ocupada por Don Vito y debajo de él encontramos al consejero y abogado Tom y a Santino como hombre de acción. Fredo ocupa un rango más por debajo de estos dos, pero sigue estando en ella, y Michael es el hijo desvinculado del negocio familiar para llegar a ser alguien importante, sin condicionarse por los trapos sucios del negocio. Así lo ha querido el Padrino y así se acata su sentencia. Todos admiran y escuchan sus pensamientos y saben que su perseverancia y sabiduría los llevará a la cima. Encontramos en las peticiones –tanto de Bonasera como Nazorini, por ejemplo– un acudimiento de ayuda que, saben, solo Vito puede concederles y aunque eso les suponga estar en deuda con él, aceptan; a sus ojos no es una deuda, sino una recompensa por la ayuda recibida.

El nudo de la trama sucede cuando el Padrino recibe –a cargo de Sollozo, que le ha propuesto entrar en el negocio de la droga y Don Vito lo ha rechazado– cinco tiros, dejando la familia Corleone desamparada, al haber herido a la cabeza de la familia. A través de estos sucesos, apreciamos la primera involucración de Michael actuando como un verdadero Corleone –escena del hospital cuando, junto con Enzo, se hacen pasar como guardaespaldas de Don Vito–. Michael carga también con el peso del apellido de su padre, vinculado a un modus operandi concreto, cuando posteriormente ejecuta la vendetta del intento de asesinato de su padre, matando al policía McCluskey y a Sollozo.

El montaje de la película es paralelo, como en el inicio, cuando nos muestran las dos escenas entre el despacho y la boda. Esta dualidad también se da frente a los asesinatos de McCluskey y Sollozo, así como cuando se suceden los acontecimientos que suceden en Estados Unidos y Sicilia, donde se encuentra Michael exiliado a causa de la vendetta ejecutada.



A lo largo del film contemplamos la evolución de Michael, uno de los personajes más complejos. Por mucho que esté en Sicilia, rehaciendo su vida a causa de su exilio, apreciamos maneras de pensar y actuar como las de Don Corleone. A través del asesinato de Santino, comprendemos cómo se sobreponen unos valores por encima de otros. En este punto, notamos la dualidad dentro de la mente del capo. Cómo, dentro de esa lucha íntima, prevalece el deber de proteger a su familia antes que el ansia de sangre. Gracias a esta paz entre familias –sobre todo entre los Tattaglia y Corleone–, apreciamos que todas sus piezas vuelven a moldearse para seguir recreando el camino por donde irá la familia Corleone con su nuevo padre de familia, Michael. Junto con Don Vito de consejero, Michael se pone al mando de la nueva familia, tanto biológica como de negocios.

A las dos horas y veintiséis minutos, presenciamos una escena crucial para comprender el nudo de la trama. A lo largo del film hemos notado la continua confrontación entre los Tattaglia y los Corleone, cuando por detrás, esa persona que movía los hilos era el mismo Barzini. Vito prevé los movimientos que este realizará para descarrilar a Michael, y le hace saber como sucederán los acontecimientos para que este esté preparado. Dentro de esta conversación encontramos la confesión del gran Don Vito a Michael: “Nunca pensé que fueras tú. He trabajado toda mi vida por el bienestar de mi familia. Y me he negado a ser un muñeco, movido por los hilos de esos peces gordos. No me arrepiento. Es mi vida, pero pensaba que cuando llegara tu momento, podrías mover esos hilos”. Una vez más vemos más allá de la figura del patriarca que se le ha otorgado, encontramos una línea fina que el gran Don Vito no quiere cruzar. La lucha entre las grandes familias se crea a través de la propuesta de entrar en el negocio de la droga. Dentro del comportamiento criminal que vive la familia Corleone, sigue habiendo una ética que debe prevalecer. Hay un límite dentro de los negocios, y este límite son las drogas. Sobrepasarlo, significaría deshonrar a la familia por un trabajo sucio.

Finalmente, a través de otro montaje paralelo, encontramos, mediante las imágenes de Michael en el bautizo de la hija de Connie y Carlo, esos valores tradicionales –lo familiar y religioso–, que crean un contraste con el otro mundo que solo los hombres habitan. Esta dualidad se aprecia cuando Michael está al lado de su sobrina –la jovencísima Sofia Coppola– en su bautizo, jurando renunciar a Satanás y a sus obras, mientras tanto, los enemigos de la familia están siendo asesinados bajo sus órdenes. Coppola sobrepone los dos acontecimientos, remarcando una vez más, las dos caras de la familia Corleone, esos dos mundos que se separan por una puerta.

Esa misma puerta a la que, después de la gran victoria de la familia, acuden los personajes que aceptan al nuevo Don Corleone, reconociendo su admiración y jurando fidelidad. En ese momento, Kay queda fuera del despacho, y contemplamos, con la puerta cerrándose frente a nuestros ojos, el fin a los hechos, dejándonos, al igual que a ella, del otro lado de la puerta.


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