Los muertos – James Joyce Por: Ezequiel Abdala

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Hay quien considera este relato como uno de los mejores de toda la historia de la literatura. Forma parte del célebre libro Dublineses, de James Joyce, y es, de hecho, el más largo y más famosos de todos, y el único de los quince que cuenta con una adaptación cinematográfica más o menos exitosa.

Casi todo transcurre en una fiesta: la que una vez al año ofrecen dos ancianas solteronas para agasajar a sus amigos y familiares. Por una noche, la vieja casa se llena de vida. Hay baile, bebida, comida, gente, fiesta. Por unas horas, la vida se detiene y la realidad deja de ser lo que es. Todos muestran sus mejores caras, se visten con la mejor ropa, beben los mejores licores, comen la mejor comida. Todos, de algún modo, son (pretenden ser) felices, evitan los roces y las complicaciones, bailan y se ríen.

Pero hay también preocupación. La de las dos anfitrionas por dos de sus invitados: uno, usualmente ebrio, que representa el desorden; y otro, su adorado sobrino Gabriel, encargado de dar el discurso y trinchar el ganso, quien sabe actuar siempre acorde a las circunstancias y que, aunque llega con retraso, representa el orden y el saber estar.

Entre conversaciones triviales, bailes comida, críticas, el discurso, cuchicheos, miradas, gestos de aprobación y desaprobación, entre todo eso de lo que se nutre cualquier fiesta, transcurre toda la velada. Y hasta allí la historia no pareciera tener mayor sentido sino la de pintarnos un fresco de la sociedad de entonces. Pero viene el giro inesperado en el que se hace presente la pluma del genio.

Es casi al final de la fiesta. Gabriel voltea y ve a su mujer. La ve más preciosa que nunca. La desea como nunca. Y pasa todo el camino de regreso evocando tiempos mejores, tiempos verdaderamente mejores, de cuando eran felices. Y desea poseerla. Y hace planes de lo que será la noche en el hotel. Pero al llegar, nada sale como es. Su esposa no es exactamente su esposa. Algo la ha cambiado. ¿Por qué? Porque en la fiesta escuchó una canción que una vez le dedicó un enamorado enfermo que dio la vida por esperarla a ella. Y entonces viene lo mejor, el monólogo final: una extraordinaria reflexión sobre el paso el tiempo, lo irrecuperable de todo aquello que con él se va, que él se lleva, y la decadencia inevitable de una vida que irremediablemente termina en muerte. Y ahí, sí, tiene sentido que se pueda considerar este cuento como uno de los mejores de la literatura.


https://www.revistaojo.com/2018/06/02/resena-los-muertos-james-joyce/


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