Castells, Manuel, Redes de Indignación y de Esperanza Laura Loeza Reyes*


Madrid, Alianza Editorial, 2012, 296 pp.

 

* Profesora de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, e investigadora del Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades, UNAM.

 

En los últimos años hemos presenciado la emergencia de movimientos sociales en diferentes partes del mundo que, a pesar de tener como escenarios a sociedades con marcos culturales y sistemas políticos muy diferentes, comparten rasgos comunes. Dadas sus características, este nuevo tipo de movimientos desafía a las teorías existentes para explicarlos. En este libro, el sociólogo Manuel Castells, quien ha dedicado su obra al estudio de los movimientos sociales registrando sus cambios durante varias décadas, se propone avanzar algunas hipótesis y líneas analíticas que permitan dar cuenta del fenómeno, aunque reconociendo las limitaciones de su propuesta, pues es pronto para sugerir un modelo explicativo suficiente que permita comprender, sobre todo, el alcance político de estos movimientos.

Para fundamentar su propuesta analítica, Castells presenta una documentación cronológica y monográfica de movimientos que tuvieron lugar simultánea o consecutivamente entre 2010 y 2012: la revolución egipcia, los levantamientos árabes, el Movimiento de las indignadas en España y el Movimiento Occupy Wall Street, en los Estados Unidos de Norteamérica.

Son tres las características principales de estos movimientos en las que Castells centra el análisis para tratar de dar cuenta de su posible potencial transformador social, político y cultural. La primera se refiere a los espacios donde ocurren la organización y las movilizaciones, porque de esto depende a quiénes interpelan. Como ocurre con todos los movimientos sociales, estos espacios están cargados de simbolismo. La característica principal de los nuevos movimientos es que ocurren en un espacio público que el autor caracteriza como un "espacio de autonomía" y que conecta el ciberespacio con el espacio urbano creando un foro público, un ágora cibernética que se manifiesta o visibiliza posteriormente en el espacio urbano. Castells se refiere a ellos como movimientos en red, no sólo por el lugar en el que se originan y desarrollan, sino porque se expanden multiplicando sus nodos horizontalmente, como él dice, en forma de rizoma.

Históricamente todos los movimientos sociales reflejan las características de su época a través de las reivindicaciones y de los recursos que movilizan; el principal recurso que utilizan los movimientos en red son algunos medios de comunicación como Internet, Facebook, Twitter y los dispositivos de comunicación móvil: teléfonos celulares y otros dispositivos de información. Los participantes no sólo los utilizan como una herramienta de comunicación, éstos han sido centrales para la organización y movilización, así como para documentar la represión, lo que de acuerdo con Castells, les ha permitido tener un impacto en el cambio cultural de las sociedades que han sido su escenario. De esta forma, sensibilizan e informan a la población a nivel global sin intermediarios, a través de testimonios visuales que permiten a los receptores formarse una idea propia de lo que sucede. Así han interpelado a los medios tradicionales de información como la prensa y los noticieros por el papel poco ético que han desempeñado en los procesos políticos que los movimientos cuestionan. También han puesto en evidencia la presencia de un nuevo tipo de periodismo en la red que es independiente de los poderes políticos y económicos globales en el que se apoyan los movimientos. Como afirma Castells (2012: 24), la existencia de una plataforma tecnológica que permite la auto comunicación de las masas es indiscutible y facilita la construcción de la autonomía del actor social individual y colectivo, frente a las instituciones de la sociedad. Al respecto, sostiene la hipótesis de que comunicar es compartir significados mediante el intercambio de información y la transformación del entorno de las comunicaciones afecta directamente a la forma en que se construye el significado y, por tanto, a la producción de las relaciones de poder (Castells, 2012: 23-24).

La segunda característica de los movimientos en la que Castells centra su análisis, son las emociones. A éstas les atribuye la motivación de los participantes para movilizarse y la iniciativa de indignación frente a la usurpación de los derechos por parte de los partidos políticos y las instituciones del Estado, la pérdida del miedo de movilizarse y expresarse públicamente y finalmente la esperanza, pese a los pocos logros tangibles obtenidos a través de las movilizaciones. De acuerdo con el autor, los participantes contestarían las relaciones de poder a partir de estas emociones y crearían nuevos significados en la sociedad. Sin embargo, esta capacidad de crear significados se ve cuestionada por la ausencia de un programa político y los pocos logros tangibles alcanzados.

El tercer elemento en el que el autor fundamenta su análisis son los rasgos identitarios de los participantes en las movilizaciones, quienes se han pronunciado por la resistencia civil pacífica a toda costa y por la horizontalidad en la toma de las decisiones en asambleas. Si bien ésta es una divisa que han esgrimido todos los movimientos sociales que se han auto identificado como progresistas a lo largo de la historia, en este caso efectivamente no aparecen liderazgos visibles, lo cual ha protegido a los participantes de la represión selectiva. Otra peculiaridad de los participantes que el autor destaca es la capacidad que han mostrado durante las movilizaciones para superar diferencias identitarias que suelen causar tensión entre la población, como las de género y las religiosas. En el caso egipcio, por ejemplo, las poblaciones musulmana, copta y agnóstica lograron identificarse políticamente, protegerse unos a otros de la represión de manera solidaria y apoyarse para cumplir con sus ritos sin abandonar la plaza Tharir. En el caso español, el movimiento se auto denominó de "las indignadas" para "invertir la tradicional connotación masculina que predomina en el lenguaje" (Castells, 2012:148). Estos rasgos identitarios son en sí mismos una manera de cuestionar el funcionamiento actual de las democracias o de los regímenes autoritarios que están contestando.

No obstante, tanto la documentación que el autor nos ofrece de los movimientos a partir de su investigación participante en el ciberespacio y en el espacio urbano, como el esbozo del modelo explicativo que aquí nos propone —y a pesar de que comienza por remitir al lector a su obra Comunicación y poder (2009) "que proporciona el marco analítico para comprender los movimientos que se estudian aquí" (Castells, 2012:22),— el libro deja abiertas una serie de cuestiones respecto al impacto político y cultural de estos movimientos en las sociedades en las que han ocurrido y en el nivel global, así como su potencial transformador. Sobre todo porque la población movilizada no se propone la toma del poder ni ha explicitado un proyecto político. Sus reivindicaciones se dirigen a cuestionar el modo de operar de las democracias contemporáneas por la deshumanización de las políticas públicas y por el enorme costo que representan para las sociedades. Expresan claramente su desinterés por referirse a los tomadores de decisiones como interlocutores pero demandan nuevas formas de deliberación, representación y toma de decisiones políticas (Castells, 2012: 232).

En efecto, la similitud de algunos de sus eslóganes con los de los movimientos de final de la década de los años sesenta del siglo XX han puesto en evidencia la incapacidad de los sistemas políticos (o quizás la indiferencia de los tomadores de decisiones) para procesar necesidades sociales fundamentales que ni siquiera son producto de expectativas crecientes de la población, sino el resultado de escenarios complejos que los propios sistemas han creado, como la crisis política resultado de la corrupción, que ha dejado los procesos de gobierno en manos de los capitales financieros especulativos.

Algunas preguntas que quedan sin resolver son relevantes en los escenarios actuales; por ejemplo, la profundidad del impacto de este tipo de formas de expresión política en los imaginarios políticos, en la creación de sentido para la acción social y en la dinámica y el cambio institucional. En el caso egipcio, por ejemplo, se desencadenó una guerra civil que no ha concluido y en España el Movimiento de las Indignadas se ha desarticulado a pesar de que las problemáticas que le dieron origen se profundizan día a día. El siguiente extracto de la declaración de una de las participantes, citado por Castells ilustra el estado actual del movimiento: "Más que un movimiento, ahora somos cientos de grupúsculos que a veces balbucean entre sí, que se lanzan monólogos buscando aprobación. Como resultado de esta desconexión el espacio público que habíamos redescubierto ha vuelto a ser sustituido por una suma de espacios privados" (Castells, 2012 :145).

El hecho de que el autor no ofrezca respuestas contundentes a preguntas respecto a procesos políticos no acabados, lejos de decepcionar al lector estimula la reflexión. Por ejemplo, es posible que los movimientos en red operen bajo la misma dinámica que las redes de actores sociales que los anteceden desde hace varias décadas (un par de ejemplos en México serían Alianza Cívica y Convergencia de Organismos Civiles por la Democracia), ésta consiste en la capacidad de articularse para enfrentar situaciones o problemáticas que conciernen su ámbito de actividad para, una vez conseguidos sus objetivos, desarticularse y permanecer latentes mientras los nodos se mantienen ocupados en sus propias actividades cotidianas y re articularse y actuar cuando surgen nuevas situaciones problemáticas relativas a sus diversos campos de actividad y/o de interés. La cuestión es si los nuevos movimientos en red lograron realmente sus objetivos y si tienen la capacidad de re articularse si fuera necesario. Ante la ausencia de un programa político, es difícil responder a estas preguntas.

La respuesta de Castells es que "la transformación real se estaba produciendo en las mentes" y para responder a su propio cuestionamiento respecto a si realmente se estaba produciendo dicho cambio cultural, cita un dato de las encuestas que se aplicaron para medir la percepción social del movimiento de las Indignadas, según el cual, además de identificarse y apoyar sus demandas, "un 53 por ciento de los encuestados no creía que el movimiento ayudara a cambiar la situación: la crisis continuaba y nada podía cambiar la misma política de siempre" (Castells, 2012:146). Una respuesta muy similar arrojaron las encuestas aplicadas en los Estados Unidos respecto al movimiento Occupy Wall Street.

Sin duda, el autor logra el objetivo que enuncia al inicio del libro, a saber: "Proponer algunas hipótesis basadas en la observación, sobre la naturaleza y perspectivas de los movimientos sociales en red con la esperanza de identificar los nuevos caminos del cambio social en nuestra época y estimular el debate sobre las repercusiones prácticas (y, en última instancia, políticas) de dichas hipótesis" (Castells, 2012: 22). Es a propósito de estos nuevos caminos del cambio social que queda abierta la reflexión como un reto a los estudiosos de estas formas de expresión política.

 

Información sobre la autora:

Laura Loeza Reyes

Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades UNAM Torre II de Humanidades, 5 piso Ciudad Universitaria Del. Coyoacán CP 04510 México, D.F. Tel. 5601 6813 lrl.f50@gmail.com

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