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Lo Oculto La Facultad X del Hombre Colin Wilson A Robert Graves PREFACIO Una única y obsesiva idea domina toda mi obra:...
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Lo Oculto La Facultad X del Hombre Colin Wilson 

A Robert Graves 

PREFACIO 

Una única y obsesiva idea domina toda mi obra: la paradójica naturaleza de la libertad. Cuando los carros de combate alemanes entraron en Varsovia y los rusos en Budapest, parecía perfectamente claro lo que entendíamos por libertad; se trataba de algo sólido y definitivo que nos estaba siendo arrebatado, como un ladrón roba la plata de una casa. Pero cuando un empleado público se retira tras cuarenta años de trabajo y se encuentra a sí mismo extrañamente aburrido y se siente desgraciado, la idea de la libertad se difumina y se hace menos precisa; parece resplandecer confusamente, como si de un espejismo se tratara. Cuando me enfrento con un peligro o una crisis, siento como una amenaza a la libertad, y la mía se hace repentinamente positiva y evidente, tan visible como una puesta de sol. De semejante forma, un hombre violentamente enamorado cree que si pudiera poseer a la muchacha a quien desea, su libertad sería infinita; que el placer de la unión le haría indestructible. Una vez conseguido su deseo, todo parece una ilusión; se trataba, simplemente, de una mujer... He reconocido siempre la realidad fundamental de la libertad. La visión no es ni una ilusión ni un espejismo. En tal caso, ¿qué ocurre? El problema reside en la estrecha limitación que constriñe a la conciencia. Es como intentar divisar un panorama a través de las resquebrajaduras de un alto muro, sin que jamás se nos permita mirar por encima del mismo y ver el paisaje de forma completa. La limitación nos sume en un estado de permanente somnolencia, como si estuviésemos medio anestesiados, de modo que nunca intentamos ensanchar los límites de nuestros poderes, con la consecuencia de que jamás descubrimos cuáles son esos límites. Afirmaba William James, después de haber aspirado óxido nitroso, que «nuestra conciencia normal... no es sino un tipo especial de conciencia, mientras que en torno a ella, y separadas únicamente por el más fino de los tamices, hay formas potenciales de conciencia enteramente distintas». Formulé mi teoría de la «Facultad X» en 1966, durante un día de nieve en Washington, pero en otra ocasión alguien me recordó que ya en 1957 había dicho a Kenneth Allsop lo siguiente: «Creo que el hombre llegará a poseer un sexto sentido, un sentido de intencionalidad, directo y no inferido»1 . En 1968 escribí en una novela dedicada por entero al problema de la «Facultad X», The Philosopher's Stone: «La facultad flaquea ante perspectivas inmensas; desprovista de ellas, se hunde». Y he aquí de nuevo el absurdo problema de la libertad. La conciencia humana es tan poderosa como un microscopio; puede captar y analizar experiencias de un modo que animal alguno es capaz de hacer. Pero la visión microscópica resulta, al mismo tiempo, estrecha. Precisamos desarrollar otra forma de conciencia equivalente a la del telescopio. Se trata de la Facultad X. Y la paradoja consiste en que ya la poseemos en buena medida, si bien somos inconscientes de ello. Se encuentra en el centro de la llamada experiencia oculta. De ella, de este tipo de experiencia, trata el presente libro. Colín Wilson


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